Estado paria ataca otra vez

13/01/2020
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Los asesinatos con drones de Barack Obama venían envueltos en la retórica democrática y el carisma que exudaba ese político nato. Los asesinatos a control remoto de Donald Trump –que igualmente demuestran que cualquier “debido proceso” no es más que una extravagancia– no logran disfrazarse tan bien.

 

No podría ser de otra manera, pues Trump se ha rodeado de operadores que no ven necesario ocultar que su vocación siempre fue la mafia, la matonería y el amedrentamiento. Ahí están Mike –“mentimos, hicimos trampa, robamos”– Pompeo, exdirector de la CIA, también el tal John Bolton, un halcón republicano de pocas luces, obsesionado con destruir Irán y Corea del Norte con “ataques preventivos”, como el reciente asesinato del iraní Qasem Soleimani, un líder iraquí y sus ocho acompañantes, todos ejecutados sumariamente.

 

Bolton, una de las piezas claves en la reciente salida de EE.UU. del acuerdo nuclear con Irán y promotor de la invasión de Irak en 2003, fue siempre un enemigo acérrimo de cualquier tipo de negociación. Los enemigos de Estados Unidos habrían hecho bien en escucharlo: un Estado renegado no cumple sus promesas. Basta con recordar las hechas por Bush I y otros líderes occidentales a la Unión Soviética ante la reunificación alemana: la OTAN no avanzará “una sola pulgada hacia el este”.

 

La matonería y la bancarrota moral gobernaban entonces igual que hoy. Cuando la marina norteamericana destruyó un avión de pasajeros iraní en 1988, asesinando a 270 civiles, incluyendo a 66 niños –un ataque terrorista en toda regla–, el mismo capo, Bush I, entonces vicepresidente y exdirector de la CIA, aseguró que “jamás se disculparía por América, sin importar cuáles fueran los hechos”.

 

Y cómo olvidar a Elliott Abrams, tan cercano. Este criminal de guerra (condenado por obstruir la justicia en su país, pero perdonado de inmediato por el mismo Bush, en 1992) fue responsable por el encubrimiento de una de las masacres más atroces que Latinoamérica haya visto: El Mozote, en El Salvador. Al servicio de la sangrienta política exterior de Ronald Reagan, Abrams se ganó a pulso el mote de “comandante en jefe de la Contra”. Tanto Bolton como Abrams hacen uso continuo de la puerta giratoria que comunica a su gobierno con importantes –y agresivos– think-tanks neoconservadores, orientados a la política exterior. Sus decisiones y proyectos de guerra significan potenciales ganancias de miles de millones en ventas de armas para fabricantes conectados a esos think-tanks, mientras aseguran la hegemonía neoliberal indispensable para muchas otras grandes corporaciones alrededor del mundo.

 

Latinoamérica ha conocido de cerca a estos criminales, siempre prestos a idear toda clase de atrocidades, a armar a toda clase de orates de derecha extrema y a sobornar a todo aquel q fuera capaz de abrir la mano, siempre con la finalidad de cortar de raíz cualquier amenaza de independencia en el patio trasero, siempre apuntalando a élites locales de idéntica mentalidad.

 

Mientras tanto, en esta alejada provincia llamada Perú, en este territorio conquistado, quienes esperamos algún reclamo principista de nuestras autoridades por el asesinato de Soleimani caemos también en la extravagancia. El Perú nunca ha conocido, pues, la soberanía. Su ministerio de asuntos exteriores opera como la sucursal de cierta embajada extranjera.

 

Periodismo de “think-tank”

 

¿Qué dicen nuestros analistas internacionales con respecto al asesinato de Soleimani? Muy poco o nada. No tienen permiso de opinar si no han leído primero las editoriales del Washington Post y el New York Times al respecto y escuchado un par de entrevistas en MSNBC; por eso suelen demorar –si acaso aparecen del todo– sus opiniones (existe una notable excepción que confirma la regla). Cuestiones tan delicadas no pueden ponerse en manos de cualquier articulista del tercer mundo, pues podría nutrir su opinión visitando la prensa no autorizada o plantear otras cuestiones extravagantes e ingenuas, como el respeto por la “ley internacional”.

 

Cuando sucede algo como el reciente asesinato de un alto oficial iraní (no “muerte”, pues Soleimani no cayó fulminado por un ataque cardíaco), lo que tenemos a mano para leer, aquí en provincias, son opiniones cortadas y pegadas del New York Times. Al mismo tiempo, esas pocas voces autorizadas para informarnos se encuentran, en muchísimos casos, inmersas en la cultura corporativa de los “think-tanks”, financiados casi siempre por poderosas multinacionales, incluyendo a fabricantes de armas. El Atlantic Council, brazo propagandístico de la OTAN, es una de esas instituciones.

 

De ahí viene la opinión que podíamos leer en El Comercio el pasado lunes 6, de Barbara Slavin, directora del proyecto “Future for Iran Initiative” (algo así como “Iniciativa para el futuro de Irán”), del Atlantic Council, y originalmente redactada para el New York Times. ¿Qué futuro desea este “think-tank”, financiado por varias potencias occidentales, sus fabricantes privados de armas y grandes multinacionales, para Irán? ¿Por qué cualquier elemento distinto del pueblo iraní debería tener algún plan, de cualquier tipo, para el futuro de Irán? Esas son cuestiones que forman parte de las premisas implícitas, jamás pronunciadas en voz alta. Simplemente es así: Estados Unidos es el gendarme global, la nación “excepcional”, ella y sus anexos determinan el orden mundial y decidirán el futuro de Irán y el mundo.

 

Entre las premisas implícitas encontramos que el asesinato de Soleimani no debe ser tocado desde ninguna perspectiva ética, ni siquiera legal. Recordemos que el Estado renegado no se sujeta a los tribunales internacionales e incluso amenazó a La Haya, en 2002, con invadirla y rescatar a cualquier soldado norteamericano acusado de crímenes de guerra. En su lugar, lo que estos muy bien servidos opinantes están permitidos de comentar es el “valor estratégico” del ataque en Irak. Así, muchos comentaristas como Slavin han discutido, aprobado o desaprobado, su valor táctico, pero no sin antes dar por hecho que el asesinato del iraní –¿qué duda podría caber?– se encuentra completamente justificado.

 

La legitimidad o legalidad de asesinar a sangre fría al representante de una nación soberana se encuentra fuera de discusión, pero su valor estratégico servirá para montar deliciosos “debates” en CNN. Nuestros analistas locales verán CNN, leerán el New York Times y recrearán el debate de CNN en Canal N. No espere más, maltratado lector.

 

Nuestra prensa corporativa solo puede seguir modelos, alinearse, no existe por fuera del aparato corporativo globalizado. Sus tendencias y sesgos son idénticos a los de la “gran prensa” del primer mundo. Desgraciadamente para la propaganda, ya no estamos en 2003 y miles han aprendido a informarse tanto por dentro como por fuera del aparato corporativo. Existe una próspera prensa independiente en internet. El resultado es que la prensa tradicional goza de menor crédito con cada día que pasa, desde hace décadas, como confirman las estadísticas. Internet llegó, pues, a confirmarnos que la realidad y CNN son elementos en oposición, en contienda, y que nuestras mentes son el primer campo de batalla.

 

Como informa The Intercept, en Estados Unidos “muchos de los expertos que aparecieron en televisión nacional o fueron citados por grandes publicaciones (para comentar el asunto Soleimani) tienen lazos no revelados con la industria de defensa, la única industria doméstica que tiene algo que ganar con el incremento de la violencia”.

 

No exageran, el asesinato de Soleimani vio un alza instantánea en el valor de las acciones de reconocidos fabricantes de armas, tal como sucedió luego del montaje relacionado a un –ahora desmentido– ataque químico sirio, al que Trump respondió haciendo uso de los modernos y carísimos productos de la firma Raytheon, pagados puntualmente por el contribuyente norteamericano. A diferencia de los ciudadanos del resto de países desarrollados, los estadounidenses no gozan de un sistema de salud universal y su sistema educativo es, literalmente, un campo de batalla. La solución para la pobreza de estos amantes de la “disciplina de mercado” es colocar púas de acero en las fachadas de los negocios y otros locales para que los menesterosos no pasen ahí la noche.

 

En el artículo de opinión para el New York Times de Slavin, compartido por el Comercio, se repiten una gran cantidad de mentiras (desde el primer párrafo): “En muchas partes del mundo se derramarán pocas lágrimas por el mayor general Qasem Soleimani, cuya Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica extendió sin piedad la influencia iraní y contribuyó a la muerte de miles de sirios, iraquíes e iraníes, así como de cientos de militares estadounidenses en Iraq, durante la última década y media”.

 

El mundo entero ha reconocido, sin embargo, que tanto Irán como su comandante en jefe lucharon contra el terrorismo islámico, contribuyendo a que los países mencionados se liberaran de la horda yihadista armada y apoyada por potencias occidentales, como Estados Unidos, que envió miles de millones de dólares en armas a Siria; ellas pasaron, en tiempo récord, de las manos de “rebeldes moderados” a las de extremistas importados a Siria desde varias regiones del Medio Oriente y Europa Oriental. Además, sus aliados en la región, como la retrógrada Arabia Saudí, constituyen el centro neurálgico del wahabismo, esa secta islámica particularmente brutal que el Estado Islámico quiso imponer en Irak y Siria.

 

En otras palabras, estamos ante una inversión perfecta de la realidad.

 

-Publicado en Hildebrandt en sus trece. Lima, 10 de enero de 2020.

 

 

 

 

https://www.alainet.org/en/node/204166
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