No al golpismo contra Venezuela

24/01/2019
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¡Váyanse al carajo, yankees de mierda, que aquí hay un pueblo digno!”: Hugo Chávez Frías (11/11/2008).

 

En el pasado con las armas, y hoy con la retórica jurídica, nuevamente pretenden atentar contra la democracia y contra el Estado de derecho”: Dilma Rousseff, presidenta legítima de Brasil (5/09/2016).

 

“¡Fuera, se van de Venezuela!” “¡Basta de intervencionismo!”. Así se expresó Nicolas Maduro, el presidente constitucional de su país, ante las acciones claramente golpistas de Washington, al reconocer al autoproclamado en asamblea multitudinaria, Juan Guaidó, como “presidente encargado”.

 

Así les dio 72 horas a los funcionarios de la embajada de Estados Unidos de América (EUA) en Venezuela, para que abandonen el país. Y agregó su determinación de “romper relaciones diplomáticas y políticas con EUA”. Los asuntos de Venezuela se resuelven en casa. “Solo el pueblo pone y solo el pueblo quita”; él (el pueblo) es el único que elige al presidente.

 

Fue el presidente de EUA, Donald Trump, uno de los primeros en el mundo que se apresuraron a “reconocer” al golpista Guaidó. Le dijo que lo reconocía como el jefe de Estado “legítimo” de Venezuela, al igual que el vicepresidente Mike Pence.

 

Habría sido éste, Pence, quien se pronunciaría tiempo atrás, sobre su apoyo irrestricto —“abierto y continuo”— al diputado del partido de la extrema derecha Voluntad Popular, Juan Guaidó, por la “valentía” y “liderazgo” para emprender acciones contra Maduro. Y ahora se autoproclamó interinato, al más viejo estilo napoleónico que se coronó solo emperador, con la idea de convocar posteriormente a “elecciones”.

 

Ya el pasado agosto de 2018 hubo un intento fallido de golpe contra Maduro, cuando un dron explotó cerca del presidio donde el dirigente pronunciaba un discurso a la nación. De esa manera, no es la primera vez que EUA intenta una acción golpista contra el dirigente, que por lo demás ha sido reelecto en los términos del orden constitucional y legal vigente en su país.

 

De esa manera, el golpismo antivenezolano es claramente azuzado por EUA. Se trata de la estrategia similar a la que destituyó a Dilma Rousseff de la presidencia de Brasil en 2016, a Fernando Lugo de la presidencia del Paraguay en 2012, la intentona de destituir a Fernando Correa en 2010 de la presidencia de Ecuador, y en 2009 la expulsión de Manuel Zelaya del poder en Honduras.

 

Sin olvidar Bolivia (2008), Haití (2004) y el mismo golpe contra Hugo Chávez en 2002, cuando el general Carmona anunció que le había solicitado la renuncia al presidente, luego rescatado de prisión por la multitudinaria manifestación social y el apoyo del ejército que lo liberó. Golpe fallido operado contra Chávez.

 

No así el sangriento de septiembre 1973 perpetrado contra Salvador Allende, donde la junta militar pinochetista recibió todo el apoyo de EUA —la CIA con Kissinger como orquestador— para el derrocamiento y la imposición dictatorial, desde el golpe hasta marzo de 1990.

 

Ahora, la estrategia pasó, entonces, del “hard power”, al “smart power”; del poder duro al poder “inteligente”. Es el cambio de maniobra intervencionista EUA en América Latina (AL), de la utilización de la violencia con fuerte presencia militarista empleada en el pasado (siglos XIX y XX), a la estratagema sorda del uso de civiles en la trifulca.

 

Valgan como ejemplo las ofensivas en otras partes del mundo, como la llamada Primavera Árabe, que estalló en 2011 en países del norte de África y Oriente Medio, las “revoluciones de colores” que fueron armadas para generar inestabilidad política con secuelas graves de violencia.

 

De esa manera, el imperio se propuso tirar gobiernos legítimos e imponer gobiernos títeres, perfectamente manejables desde afuera para el servicio de las empresas trasnacionales.

 

En esas tareas funciona bien el entreguismo de las elites locales —políticas y empresariales “opositoras”, oligárquicas—, fustigantes y amenazantes que buscan privilegios; nunca el interés general o popular de las clases bajas sumidas en la explotación y la pobreza.

 

Con el apoyo incondicional, claro está, del monopolio de los medios de comunicación, guiados siempre por la derecha, pagados con financiamiento externo como lo han hecho en el pasado golpista Latinoamericano. De ese modo surten efecto proyectos como el “golpe suave”, más que violento.

 

Téngase en cuenta que en 2013 WikiLeaks filtró un documento en donde se reveló la orquestación sigilosa, pero persistente, del gobierno de EUA para “socavar al chavismo” mediante la USAID (la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional).

 

El documento filtrado era del entonces embajador en Venezuela (2004-2007), William R. Brownfield, quien por un lado proponía “llamar la atención sobre la situación de los derechos humanos, como una voz nacional e internacional”, al tiempo que defendía la tesis de aplicar las sanciones como la mejor solución para “acelerar el colapso de Venezuela”, así eso resulte en “meses o años de sufrimiento” para la población. (16/12/2018).

 

Esa es una muestra de estrategia dirigida desde Washington, pero operada por las representaciones diplomáticas. Porque no solo espían, también juegan un rol en la desestabilización de los países, siempre tras la persecución de metas económicas y geopolíticas.

 

Para contrarrestar, nuestros países deben estar unidos en la defensa de su soberanía. Solidarios, pese a las amenazas. Claro que unos corren más riesgo que otros, pero nadie queda salvo. En este caso, el pastel no es menos apetecible.

 

Y la exigencia mínima de los oponentes es que EUA debe sacar las manos de Venezuela. Que la riqueza material de Venezuela es de los venezolanos. Si el petróleo es codiciado no es asunto suyo. La amenaza aumenta cuando se baraja, con datos de la OPEP (2010), que las reservas probadas son por 296 mil 501 millones de barriles, las más grandes del mundo, seguido de Arabia Saudí con 264 mil 516 millones de barriles.

 

Y así como el petróleo, el oro, el hierro, el carbón, la bauxita, el níquel, el titanio, el zinc, el cobre y los diamantes son venezolanos. Y son los venezolanos los que deciden qué hacer, cómo explotar y a quién vender sus reservas energéticas y minerales.

 

De ahí que la defensa de la soberana esté primero. No es la decisión de afuera, vía el uso de la fuerza que se torna intervencionismo imperialista de los EUA. La obligación latinoamericanista es contra la violación de los derechos de los pueblos; más desde México por la calidad moral de su gente, desde que el gringo le arrebató la mitrad de su territorio a mediados del siglo XIX.

 

Los últimos golpes de Estado propiciados por ellos, han sido “parlamentarios”, como lo denunció Dilma. Junto a la USAID, también la Fundación Nacional para la Democracia (NED), ha sido denunciada por su activismo desestabilizador y golpista.

 

En agosto de 2016 un “impeachment” operado por el Senado de su país la derrocó por supuestos “crímenes de responsabilidad”. En 2013 habría llegado a la embajada de su país quien antes estuviera en Paraguay, Liliana Ayalde, con una larga experiencia de la USAID en Colombia.

 

En 2012 se realizó el “juicio exprés” a Fernando Lugo para destituirlo del cargo, como “responsable” de un enfrentamiento entre policías y campesinos, donde murieron siete, entre otros señalamientos. En su momento, la embajadora dijo que “los actores políticos de todos los espectros nos buscan para oír consejos”; además, “nuestra influencia aquí es mucho mayor que en nuestro rastro” (fuente: https://tinyurl.com/ycduouos).

 

A Correa le sucedió en 2010. A Zelaya en 2009. En 2008, tras una orquestación similar, el ministro de la presidencia denunció: “El corolario de una escalada de complot, conspiración y sedición cívico-prefectual” organizada por Estados Unidos, atendiendo al “mismo libreto”, contra lo cual “se pretende instalar procesos de transformación profunda —como los de Evo Morales— que tratan de recuperar la soberanía, la dignidad, los recursos naturales”.

 

Contra todo eso hay que protestar, denunciar y luchar. Contra el injerencismo, el intervencionismo, la desestabilización, el golpismo, la intromisión extranjera; contra el acoso de la derecha, los medios antipatriotas, etcétera. Por eso mismo hay que señalar que es repudiable la intentona golpista en Venezuela. México adoptó una postura digna frente a esta situación, al igual que Bolivia, Cuba, Turquía y Rusia, entre otros.

 

De lado del golpismo queda la OEA de Luis Almagro, también países como Ecuador, Perú, Brasil, Chile, Paraguay, Guatemala, Argentina, Costa Rica, entre otros. Son avales del intervencionismo en Venezuela y en contra de Maduro; pero que vayan poniendo sus barbas a remojar, con Trump y Pence ante el espejo.

 

No se olvide que el futuro posible de la región pasa por la defensa de la soberanía y el respeto a las decisiones de sus pueblos; los electores natos de sus representantes. No títeres para servir al de afuera. Es decir, defender a Venezuela es defender a nuestros propios países de un imperio en decadencia, que se resiste a morir.

 

23-24 de enero de 2019.

 

 

https://www.alainet.org/en/node/197735
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