7 Noviembre 1917 - 7 Noviembre 2017

Centenario de la Revolución Rusa y el repudio de la deuda

07/11/2017
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En febrero de 1918, el repudio de las deudas por el gobierno soviético sacudió las finanzas internacionales y provocó una condena unánime por parte de los gobiernos de las grandes potencias.

 

Esa decisión de repudio estaba enmarcada en la continuidad del primer gran movimiento de emancipación social que sacudió al imperio ruso en 1905. Ese amplio levantamiento revolucionario había sido provocado por la conjunción de varios factores: el desastre ruso en la guerra con Japón; la cólera de los campesinos que exigían tierras, el rechazo de la autocracia, las reivindicaciones obreras… El movimiento comenzó por unas huelgas en Moscú en octubre de 1905, y se extendió como un reguero de pólvora a todo el imperio, adoptando diversas formas de lucha. En el transcurso del proceso de autoorganización de las masas populares nacieron los consejos (sóviets en ruso) de campesinos, consejos de obreros, consejos de soldados…

 

1. Rusia: el repudio de las deudas en el corazón de las revoluciones de 1905 y de 1917

 

En su autobiografía, León Trotsky, que presidió el Soviet de San Petersburgo —capital de Rusia hasta marzo de 1818—, explica la detención de toda la dirección del Soviet de San Petersburgo el 3 de diciembre de 1905 por la publicación de un manifiesto en el que los miembros de ese consejo elegido llamaban al repudio de las deudas contraídas por el régimen del Zar. Explica igualmente que este llamamiento de 1905 al no pago de la deuda acabó por concretarse a comienzos del año 1918, cuando los sóviets adoptaron el decreto de repudio de las deudas zaristas:

 

A mí me detuvieron al día siguiente de haberse publicado el llamado «Manifiesto financiero», en que proclamábamos que la bancarrota de la Hacienda zarista era inevitable, declarando categóricamente que el pueblo victorioso no reconocería las deudas contraídas por los Romanov. |1|

 

 

Trotsky (con un portadocumentos en sus manos) entre los miembros del sóviet de Petrogrado de 1905, durante el proceso.

 

El Manifiesto del sóviet de los diputados obreros declaraba bien claro lo siguiente:

 

«La autocracia no ha tenido jamás la confianza del pueblo, ni ha recibido de éste mandato alguno», decía en aquella declaración el Soviet de los diputados obreros. «Decretamos, por tanto, que no hemos de consentir que sean saldadas las deudas nacidas de todos esos empréstitos emitidos por el Gobierno zarista, en abierta guerra contra el pueblo ruso.»

 

A los pocos meses, la Bolsa francesa contestaba a nuestro manifiesto abriendo al Zar un nuevo empréstito de tres mil doscientos cincuenta millones de francos. La prensa reaccionaria y la liberal se burlaban de aquella amenaza fanfarrona que los Sóviets dirigían a la Hacienda zarista y a los banqueros europeos. Pasado algún tiempo, el manifiesto cayó en olvido. El mismo se encargó de aflorar nuevamente a la memoria del mundo, en momento oportuno. El derrumbamiento militar del zarismo fue acompañado por la bancarrota financiera del régimen, que venía gestándose desde muy atrás. Al triunfar la revolución, los Comisarios del pueblo, el 10 de febrero de 1918, decretaron que quedaban canceladas totalmente las deudas zaristas. Este decreto sigue en vigor. |2|

 

Se equivocan los que dicen que la revolución rusa viene a dejar incumplidas las obligaciones. ¡Las suyas, no! La obligación que contrajo ante el país el día 2 de diciembre de 1905, con el manifiesto de los diputados obreros de Petrogrado, quedó cumplida íntegramente el 10 de febrero de 1918. Y la revolución puede decir con justicia a los acreedores del zarismo: «¿De qué os quejáis, señores? ¡Bien a tiempo se os advirtió!»

 

En esto, como en otras muchas cosas, el año 1905 no hizo más que preparar el advenimiento del 17”.

 

(Fuente: https://www.marxists.org/espanol/tr...)

 

En el libro titulado 1905, L. Trotsky describe la sucesión de acontecimientos que llevó a la adopción del Manifiesto financiero por el que el Sóviet, órgano de la democracia revolucionaria, llamaba a negarse a pagar las deudas contraídas por el Zar.

 

Un amplio campo de actividad se abría pues ante el Sóviet; en su derredor se extendían inmensos baldíos políticos, que solamente hubiera sido preciso trabajar con el fuerte arado revolucionario pero faltaba el tiempo. |3| La reacción, febrilmente, forjaba cadenas y podía esperarse, de hora en hora, un primer golpe. El comité ejecutivo, a pesar de la masa de trabajos que tenía que realizar cada día, se apresuraba en ejecutar la decisión adoptada por la asamblea el 27 de noviembre 1905. Lanzó un llamamiento a los soldados y en una conferencia con los representantes de los partidos revolucionarios aprobó el texto del Manifiesto “financiero” (…).

 

El 2 de diciembre 1905 el Manifiesto fue publicado en ocho periódicos de San Petersburgo, cuatro socialistas y cuatro liberales.

 

He aquí el texto de este documento histórico:

 

«El Gobierno llega a la bancarrota. Ha hecho del país un montón de ruinas, lo ha sembrado de cadáveres. Agotados, hambrientos, los campesinos ya no están en situación de pagar los impuestos. El Gobierno se ha servido del dinero del pueblo para abrir créditos a los propietarios. Ahora no sabe qué hacer con las propiedades que le sirven de garantías. Ni los talleres ni las fábricas funcionan. Falta el trabajo. Por todas partes vemos el marasmo comercial. El Gobierno ha empleado el capital de los empréstitos extranjeros en construir ferrocarriles, una flota, fortalezas, en hacer provisión de armas. Al agotarse las fuentes extranjeras, los pedidos del Estado no se reciben más. El comerciante, el gran proveedor, el empresario, el fabricante que ha cogido la costumbre de enriquecerse a expensas del Estado, son privados de sus beneficios y cierran sus despachos y sus fábricas. Las quiebras se suceden y se multiplican. Los bancos se derrumban. Todas las operaciones comerciales se han restringido hasta el último límite.»La lucha del Gobierno contra la revolución suscita perturbaciones incesantes. Nadie está seguro del día siguiente.

 

«El capital extranjero pasa en sentido contrario la frontera. El capital “puramente ruso” también se esconde en los bancos extranjeros. Los ricos venden sus bienes y emigran. Las aves de rapiña huyen del país, llevándose lo que es del pueblo.»Desde hace tiempo el Gobierno gasta todos los ingresos del Estado en mantener el ejército y la flota. No hay escuelas. Las carreteras están en un estado espantoso. A pesar de lo cual, falta el dinero, incluso para la alimentación del soldado. La guerra nos ha dado la derrota, en parte porque carecíamos de municiones. En todo el país son señaladas sublevaciones del ejército reducido a la miseria y hambriento.

 

"La economía de las vías férreas está obstaculizada por el fango; gran número de líneas han sido devastadas por el gobierno. Para reconstituir la economía de los ferrocarriles, serán precisos cientos y cientos de millones.

 

[...]

 

El Gobierno ha dilapidado las cajas de ahorro y ha hecho uso de los fondos depositados para el sostenimiento de los bancos privados y de empresas industriales que, con frecuencia, son absolutamente dudosas. Con el capital del pequeño ahorro, juega a la bolsa, exponiendo los fondos a riesgos cotidianos.»La reserva de oro del Banco del Estado es insignificante en relación a las exigencias que crean los empréstitos gubernamentales y a las necesidades del movimiento comercial. Esta reserva será reducida a polvo si se exige en todas las operaciones que el papel sea cambiado contra moneda de oro.

 

[...]

 

«Aprovechando que las finanzas carecen de todo control, el Gobierno acordó tiempo atrás empréstitos que sobrepasaban en mucho la solvencia del país. Mediante nuevos empréstitos, paga los intereses de los precedentes.»El Gobierno, de año en año, establece un presupuesto ficticio de ingresos y gastos, declarando éstos como aquellos por debajo de su importe real, a su voluntad, acusando una plusvalía en lugar del déficit anual. Los funcionarios no controlados dilapidan el Tesoro ya bastante agotado.

 

«Sólo una Asamblea Constituyente puede poner fin a este saqueo de la Hacienda, después de haber derribado a la autocracia. La Asamblea someterá a una investigación rigurosa las finanzas del Estado y establecerá un presupuesto detallado, claro, exacto y verificado de los ingresos y los gastos públicos. »El temor del control popular que revelaría al mundo entero la incapacidad financiera del Gobierno fuerza a éste a fijar siempre para más tarde la convocatoria de los representantes populares.

 

«La quiebra financiera del Estado procede de la autocracia, del mismo modo que su quiebra militar. Los representantes del pueblo estarán intimidados y obligados a pagar lo antes posible las deudas.»Tratando de defender su régimen con malversaciones, el Gobierno fuerza al pueblo a llevar a cabo contra él una lucha a muerte. En esta guerra, cientos y miles de ciudadanos perecen o se arruinan; la producción, el comercio y las vías de comunicación son destruidos de arriba abajo.

 

«No hay más que una salida: es preciso derribar al Gobierno, arrebatarle sus últimas fuerzas. Es necesario cerrar la última fuente de donde extrae su existencia: los ingresos fiscales. Esto es necesario no sólo para la emancipación política y económica del país, sino, en particular, para la puesta en orden de la economía financiera del Estado.»En consecuencia, decidimos que:
«No se efectuará ninguna entrega de dinero por rescate de tierras ni pago alguno a las cajas del Estado. Se exigirá, en todas las operaciones como pago de salarios y contratos, moneda de oro y cuando se trate de una suma de menos de cinco rublos, se reclamará moneda sonante.
»Se retirarán los depósitos hechos en las cajas de ahorro y en el Banco del Estado, exigiendo el reembolso íntegro.
«La autocracia nunca ha gozado de la confianza del pueblo y no estaba en modo alguno fundada en ella.
»Actualmente el Gobierno se conduce en su propio Estado como en país conquistado.
"Por estas razones decidimos no tolerar el pago de las deudas sobre todos los empréstitos que el Gobierno del zar ha concertado mientras llevaba a cabo una guerra abierta contra todo el pueblo”.

 

(Fin del texto del Manifiesto)

 

2 de enero de 1905: Domingo sangriento en San Petesburgo

 

Al pie del Manifiesto publicado en la prensa del 2 de diciembre de 1905 figuraba la siguiente lista de las organizaciones que apoyaban este llamamiento a rechazar el pago de la deuda zarista y a asfixiar financieramente a la autocracia:

 

«El Sóviet de Diputados obreros.
»El Comité Principal de la Unión Panrusa de Campesinos.
«El Comité Central y la Comisión de Organización del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso.
»El Comité Central del Partido Socialista Revolucionario.
El Comité Central del Partido Socialista Polaco.”

 

Trotsky añade un comentario final: “Lógicamente, este Manifiesto no podía por sí mismo derrocar al zarismo ni a sus finanzas.

 

(…) El manifiesto financiero del sóviet no podía servir más que de introducción a los levantamientos de diciembre 1905. Apoyado por la huelga y por los combates que se libraron en las barricadas, encontró un poderoso eco en todo el país. Mientras que, para los tres años precedentes, los depósitos hechos en las cajas de ahorro en diciembre rebasaban los reembolsos en 4 millones de rublos, en diciembre de 1905 los reembolsos superaron a los depósitos en 90 millones: ¡El Manifiesto había sacado de las reservas del Estado, en un mes, 94 millones de rublos! Cuando la insurrección fue aplastada por las hordas zaristas, el equilibrio se restableció en las cajas de ahorro…” (Fuente: https://issuu.com/centromarx/docs/t... pg 212-215)

 

Conclusión: la denuncia del carácter ilegítimo y odioso de las deudas zaristas jugó un papel fundamental en las revoluciones de 1905 y de 1917. El llamamiento a no pagar la deuda acabó por concretarse en el decreto de repudio de la deuda zarista adoptado por el Gobierno soviético y por los consejos de obreros, campesinos y soldados a comienzos de 1918.

 

2. De la Rusia zarista a la revolución de 1917 y al repudio de las deudas

 

Rusia surgió después del fin de las guerras napoleónicas como una gran potencia europea e incluso participó en la Santa Alianza. Ésta fue constituida el 26 de septiembre de 1815, en París, a instigación del Zar Alejandro I, por tres monarquías europeas victoriosas del imperio napoleónico, con el fin de reafirmar sus posiciones y de prevenirse contra las revoluciones. Constituida en un primer momento por el Imperio ruso, el Imperio austriaco y el Reino de Prusia, Francia se le unió en 1818 —la monarquía había sido restaurada— y fue apoyada, de hecho, por Londres.

 

La Rusia zarista: Una gran potencia europea

 

Por otro lado, el Imperio ruso formó parte de la Troika que puso en el trono griego a un príncipe bávaro en 1830 y encadenó a Grecia a una deuda odiosa e insostenible. Para Moscú, el desmantelamiento progresivo del Imperio otomano constituía un reto muy importante, ya que estaban en juego los intereses rusos en los Balcanes, así como la circulación entre el mar Negro y el Mediterráneo.

 

Hasta los años 1870, los banqueros londinenses fueron los principales financieros del zar. A partir de la constitución del Imperio alemán y de su victoria sobre Francia en 1871, los banqueros alemanes tomaron la plaza de Londres. Desde ese momento, Alemania se convirtió en el principal socio comercial de Rusia. En vísperas de la Primera Guerra Mundial, el 53 % de las importaciones de Rusia provenían de Alemania y el 32 % de sus exportaciones estaban destinadas al país germano. Por el contrario, en el ámbito financiero, desde fines del siglo xix, los banqueros franceses suplantaron a los banqueros alemanes. En ese momento, cuando estaba por estallar la guerra, el 80 % de la deuda rusa estaba en posesión de los «inversores» de Francia y la mayor parte de los empréstitos rusos en vigencia habían sido emitidos en la plaza de París.

 

 

Resumiendo, los capitalistas franceses prestaban y realizaban inversiones en Rusia —los capitalistas belgas, en particular los «industriales», invertían también de manera importante en ese país— |4| mientras que los capitalistas alemanes colocaban allí una parte de su producción y al mismo tiempo se aprovisionaban de materias primas.

 

Cuando el sóviet de Petrogrado aprobó en noviembre 1905 el Manifiesto financiero haciendo un llamamiento al repudio de la deuda zarista, Rusia se aprestaba a emitir, gracias al concurso de los banqueros y del gobierno francés, un nuevo empréstito masivo. La advertencia lanzada por el sóviet no fue escuchada por los financieros de París, y el empréstito se firmó. Doce años más tarde fue repudiado.

 

 

Primera Guerra Mundial

 

La Primera Guerra Mundial oponía dos campos de potencias capitalistas: por un lado, el Imperio alemán y sus aliados, el Imperio austro-húngaro, Bulgaria y el Imperio otomano. El otro campo lo constituía Gran Bretaña, Francia, el Imperio ruso, Bélgica, Rumania, Italia, Japón y, a partir de febrero de 1917, Estados Unidos. Desde hacía años, Alemania, Francia, Gran Bretaña y la Rusia zarista se preparaban para la guerra. Alemania, en plena progresión económica, buscaba extender su territorio tanto en Europa como en su dominio colonial.

 

Francia buscaba conseguir su revancha sobre Alemania y, especialmente, reconquistar Alsacia y Lorena, anexadas por los germanos a raíz de la derrota francesa de 1871. Gran Bretaña, Francia y Rusia querían también extender sus dominios coloniales, en particular, sobre las ruinas del Imperio otomano.

 

La izquierda, en los diferentes países beligerantes, había denunciado, varios años antes, los preparativos de esta guerra. En el Congreso de Stuttgart (1907) de la Internacional socialista, la resolución votada por unanimidad afirmaba:

 

«Solamente en el caso de que estalle la guerra, (los partidos socialistas) tienen el deber de actuar para que ésta cese rápidamente y de utilizar con todas sus fuerzas la crisis económica y política creada por la guerra para agitar a las masas populares más profundas y precipitar la caída de la dominación capitalista.»

 

En 1913, en el Congreso extraordinario de Basilea, la Internacional había dirigido una advertencia solemne a los gobiernos: «Que los gobiernos sepan bien que en el estado actual de Europa y en el sentir de la clase obrera, no podrán jamás, sin peligro para ellos mismos, desencadenar la guerra.» |5|

 

Jean Jaurès, la gran figura del socialismo francés, resumió ese mensaje, en términos sucintos, en la frase final de su discurso en el Congreso de Basilea: «Al acentuar los peligros de la guerra, los gobiernos deberían ver que los pueblos podrían fácilmente hacer sus cuentas: su propia revolución les costaría menos muertos que la guerra de otros.»

 

En el momento decisivo, en agosto de 1914, varios grandes partidos socialistas (el partido socialdemócrata de Alemania, el de Austria, los de Bélgica, el de Francia y el de Gran Bretaña) votaron con la burguesía los créditos para financiar la guerra. El coste en vidas humanas fue extremadamente elevado. El total de muertos debido al conflicto mundial se eleva a 18,6 millones, de los que 9,7 millones de militares y 8,9 millones de civiles. Entre 1914 y febrero de 1917, el número de muertos en Rusia debido a la participación del Zar en la Primera Guerra Mundial llegó a los 3.300.000, de los que 1.800.000 eran militares y 1.500.000 civiles. |6|

 


De la revolución de febrero de 1917 a la de octubre

 

En el momento en que la revolución estalla en febrero de 1917, con una importante huelga de mujeres —iniciada el 23 de febrero de 1917, |7| día internacional por los derechos de las mujeres— |8| la población rusa quería librarse del régimen autocrático zarista, quería pan, deseaba el fin de la guerra, el acceso a la tierra para decenas de millones de campesinos que no tenían nada y que estaban obligados a arriesgar sus vidas en una guerra cuyos objetivos les eran totalmente extraños.

 

El nuevo régimen, dirigido por el socialista moderado Kerensky, |9| quien sucedió al zar, se negó a distribuir tierra entre los campesinos, quiso continuar la guerra y fue incapaz de alimentar a la población. Además, se comprometió a reembolsar las deudas contraídas por el régimen zarista ante los acreedores extranjeros y contrajo nuevos empréstitos con el fin de proseguir con la guerra.

 

Dan, uno de los principales dirigentes mencheviques opuestos al partido bolchevique, describió la ebullición revolucionaria en los meses que precedieron a octubre de 1917: las masas «comenzaron, cada vez con mayor frecuencia, a expresar su descontento y su impaciencia mediante movimientos impetuosos, y acabaron (…) por volcarse al comunismo (…). Se sucedieron huelgas. Los obreros buscaron responder a la rápida alza del costo de la vida aumentando sus salarios. Pero todos los esfuerzos fracasaron a raíz de la devaluación continua del papel moneda. Los comunistas lanzaron en sus filas el lema del “control obrero”, y les aconsejaron tomar posesión de la dirección de las empresas con el fin de impedir el “sabotaje” por parte de los capitalistas. Por otro lado, los campesinos comenzaron a tomar las tierras, a expulsar a los terratenientes y a incendiar sus mansiones…» |10|

 

La revolución de octubre de 1917

 

La insatisfacción causada por la política de Kerensky produjo una segunda revolución en octubre de 1917 (el 7 de noviembre de 1917, según el nuevo calendario adoptado más tarde). El nuevo Gobierno, |11| apoyado por el congreso de los sóviets, se comprometió a realizar la paz, distribuir las tierras y, para conseguir los medios para relanzar la economía del país, repudiar la deuda y nacionalizar el sector bancario. |12|
 

El repudio de las deudas

 

A comienzos de 1918, el Gobierno soviético suspendió el pago de la deuda externa y a inicios de febrero de 1918, decretó el repudio de todas las deudas zaristas, así como las deudas contraídas por el Gobierno provisional destinadas a la continuación de la guerra, entre febrero y noviembre de 1917. Al mismo tiempo, decidió expropiar todos los haberes de los capitalistas extranjeros en Rusia con el objetivo de restituirlos al patrimonio nacional. La deuda pública rusa en 1913 se elevaba a 930 millones de libras (o sea, prácticamente el 50 % del PIB). Entre el comienzo de la guerra y el momento en que los Bolcheviques llegan al poder, con sus aliados Socialistas Revolucionarios de izquierda, la deuda se había multiplicado por 3,5 y alcanzaba los 3.385 millones de libras.

 

Al repudiar las deudas, el Gobierno soviético ponía en práctica la decisión tomada en 1905 por el sóviet de Petrogrado y los diferentes partidos que lo sostenían. Este hecho provocó una protesta unánime de las capitales de las grandes potencias aliadas.

 

El Gobierno soviético proponía una paz sin anexión y sin compensación/reparación. Y agregaba la puesta en práctica del derecho de autodeterminación de los pueblos. Se trataba de la aplicación de unos principios totalmente innovadores o revolucionarios en las relaciones entre Estados.

 

3. La revolución rusa, el repudio de las deudas, la guerra y la paz

 

A comienzos de 1918, el Gobierno soviético suspendió el pago de la deuda externa y a inicios de febrero de 1918, decretó el repudio de todas las deudas zaristas así como las deudas contraídas por el Gobierno provisional destinadas a continuar la guerra, entre febrero y noviembre de 1917. Al mismo tiempo, decidió expropiar todos los haberes de los capitalistas extranjeros en Rusia con el objetivo de restituirlos al patrimonio nacional. Al repudiar las deudas, el Gobierno soviético ponía en práctica la decisión tomada en 1905 por el sóviet de Petrogrado y los diferentes partidos que lo sostenían. Este hecho provocó una protesta unánime de las capitales de las grandes potencias aliadas.

 

Decreto sobre la Paz

 

El Gobierno soviético proponía una paz sin anexión y sin compensación/reparación. Y agregaba la puesta en práctica del derecho de autodeterminación de los pueblos. Se trataba de la aplicación de unos principios totalmente innovadores o revolucionarios en las relaciones entre estados. Se comprobó que esta política del Gobierno soviético contrarió e influyó, al mismo tiempo, a la del presidente Woodrow Wilson, |13| quien había hecho del derecho de autodeterminación de los pueblos un elemento central de la política exterior de los Estados Unidos. |14| Las motivaciones de los bolcheviques y los del gobierno de Estados Unidos eran ciertamente diferentes. Los Estados Unidos, que no tenían ningún dominio colonial importante, tenían muchísimo interés en debilitar los imperios británico y alemán, las potencias coloniales belgas, francesas, holandesas… con el fin de ocupar su lugar mediante otros métodos. El mejor argumento diplomático y humanitario era el derecho a la autodeterminación de los pueblos africanos, caribeños, asiáticos que todavía estaban sometidos al yugo colonial. Para los bolcheviques, se trataba de poner fin al Imperio zarista que denunciaban como una prisión para los pueblos.

 

La voluntad de hacer la paz constituía una de las causas fundamentales que habían provocado el levantamiento revolucionario de 1917. Una aplastante mayoría de soldados rusos se negaban a continuar la guerra. Eran, casi todos, campesinos que deseaban volver con sus familias y trabajar la tierra. Además, desde hacía largos años, mucho antes del comienzo efectivo de la guerra, los bolcheviques, en el marco de la Internacional socialista de la que formaron parte hasta la traición de 1914, se habían opuesto a la política de preparación de la guerra, al mismo tiempo que afirmaban que era necesario un combate común para acabar con el capitalismo y su fase imperialista, así como con la dominación colonial.

 

Para poner en práctica estas ideas, el Gobierno soviético estuvo obligado a entablar negociaciones separadas con Berlín y sus aliados ya que, en 1917, Londres, París y Washington querían continuar la guerra. Trató con ahínco de llevar a esas capitales aliadas a una mesa de negociación pero no tuvo éxito. Después de haber firmado un armisticio con el Imperio alemán a mediados de diciembre de 1917, alargó las negociaciones con Berlín durante 5 meses. Tenía la esperanza de ver a varios pueblos de Europa, y en primer lugar el pueblo alemán, levantarse contra sus gobiernos para conseguir la paz. También esperó en vano que el presidente Wilson aportara un sostén a la Rusia soviética frente a Alemania. |15| Igualmente, quería demostrar a la opinión pública internacional que deseaba una paz general tanto al Oeste como al Este, y que sólo sería un último recurso lo que le llevaría a firmar una paz separada con Berlín.

 

Desde diciembre de 1917, el Gobierno soviético comenzó a hacer públicos numerosos documentos secretos que mostraban cómo las grandes potencias europeas se preparaban para el reparto de territorios y pueblos en detrimento de sus derechos a la autodeterminación. Especialmente, se trataba de un acuerdo entre París, Londres y Moscú, de 1915, que preveía que con la victoria, el Imperio zarista tendría el derecho de tomar Constantinopla, Francia recuperaría Alsacia-Lorena y Londres tomaría el control de Persia. |16| A comienzos de marzo de 1918, el Gobierno soviético firmaba el tratado de Brest-Litovsk con Berlín. El precio fue elevado. El Imperio alemán se adjudicaba una gran parte del territorio occidental del Imperio ruso: parte de los países bálticos, parte de Polonia y de Ucrania. En resumen, ese tratado amputaba a Rusia del 26 % de su población, del 27 % de la superficie cultivada y del 75 % de la producción de hierro y de acero.

 

La intervención de las potencias aliadas contra la Rusia soviética

 

El llamamiento del Gobierno soviético para realizar la revolución en todo el mundo, junto a su voluntad de poner fin a la guerra, de repudiar las deudas reclamadas por las potencias aliadas y de llevar adelante sus medidas de nacionalización, decidió a los dirigentes occidentales lanzar una agresión masiva contra la Rusia soviética con el fin de derrocar al Gobierno revolucionario y restaurar el orden capitalista. La intervención extranjera comenzó durante el verano de 1918 y terminó hacia fines de 1920, cuando las capitales occidentales constataron su fracaso, y tuvieron que reconocer que el Gobierno soviético y el ejército rojo habían conseguido el control del territorio. Catorce países participaron con sus tropas en esa agresión. Francia envió 12.000 soldados (al mar Negro y al Norte), Londres envió 40.000 (principalmente al Norte), Japón 70.000 (a Siberia), Washington 13.000 (al Norte junto a franceses y británicos), Polonia 12.000 (a Siberia y a Múrmansk), Grecia 23.000 (al mar Negro), Canadá 5.300. |17| Hay que señalar que la intervención japonesa se prolongó hasta octubre de 1922. Según Winston Churchill, ministro de guerra en el Gobierno británico, las tropas extranjeras aliadas alcanzaron los 180.000 efectivos.

 

 

Parada de tropas aliadas en Vladivostok en 1918.

 

El Gobierno francés fue el que se opuso con más violencia al gobierno soviético y mantuvo esa actitud desde el comienzo. Varias razones lo explican: 1) Tenía miedo de la extensión a Francia del movimiento revolucionario iniciado por el pueblo ruso, además había una fuerte oposición por parte de la población francesa a la continuación de la guerra. 2) La decisión soviética de repudiar la deuda afectaba a Francia más que a ningún otro país, ya que los empréstitos rusos habían sido emitidos en París y la mayoría de los títulos estaban en posesión de residentes en Francia.

 

Se comprobó que el Gobierno francés, en 1917, había entablado conversaciones secretas con Berlín con el fin de llegar a un acuerdo de paz que preveía dejar que el Imperio alemán se extendiera al Este en detrimento de la Rusia revolucionaria con la condición que fueran restituidas a Francia Alsacia y Lorena. El rechazo de Berlín a hacer esa concesión a París puso fin a esa negociación. |18|

 

El armisticio del 11 de noviembre de 1918 firmado entre las capitales occidentales y Berlín preveía que las tropas alemanas podían quedarse provisoriamente en los territorios «rusos» que estaban ocupando. En virtud del artículo 12 del armisticio, Alemania debía evacuar todos los antiguos territorios rusos «desde el momento en que los aliados lo juzgaran conveniente, de acuerdo a la situación interna de esos territorios». |19| Eso tenía por objetivo permitir al ejército imperial impedir al Gobierno soviético recuperar rápidamente el control del territorio concedido a Alemania por el tratado de Brest-Litovsk. La idea de los aliados era permitir a las fuerzas anti bolcheviques tomar el control de esos territorios y de hacer allí un punto de apoyo para derrocar al Gobierno.

 

El historiador británico E. H. Carr muestra hasta qué punto la intervención contra la Rusia soviética era impopular: «Cuando los hombres de estado aliados se reunieron en París para la conferencia de Paz, en enero de 1919, discutieron sobre la ocupación de Rusia por las tropas aliadas; el primer ministro británico, Lloyd George, declaró a sus colegas que “si él intentaba actualmente enviar un millar de soldados británicos a ocupar Rusia, la tropas se amotinarían” y que “si se emprendiera una operación militar contra los bolcheviques, Inglaterra se volvería bolchevique”. Lloyd George, como de costumbre, buscaba impactar, pero, al mismo tiempo, su intuición percibía bien los síntomas. A comienzos de 1919, hubo graves motines en la flota francesa y en las unidades militares francesas desembarcadas en Odessa, así como en otros puertos del mar Negro; a comienzos de abril, esas tropas fueron precipitadamente evacuadas. En cuanto a las tropas multinacionales bajo comandancia inglesa en el frente de Arkhangelsk, el director de las operaciones militares, en el Ministerio de Guerra inglés, hizo saber que la moral de las tropas era “tan baja que constituían una presa fácil para la propaganda bolchevique, muy activa e insidiosa, que el enemigo difunde con una energía y una habilidad que aumentan sin cesar”. Mucho más tarde, los informes oficiales estadounidenses revelaron el detalle de la situación. El 1 de marzo de 1919, las tropas francesas que habían recibido la orden de avanzar se amotinaron. Algunos días antes, una compañía de infantería británica “se niega ir al frente”. Poco después, una compañía estadounidense “se niega durante un cierto tiempo volver al frente”. Ante estos acontecimientos, el Gobierno británico decidió en marzo de 1919 evacuar el norte de Rusia —evacuación que fue completada seis meses más tarde—.»

 

Winston Churchill era uno de los principales halcones en el campo occidental. Aprovechándose de la ausencia de Lloyd George y del presidente de Estados Unidos, durante una conferencia en la cumbre celebrada en París el 19 de febrero de 1919, Churchill habló para convencer a los otros gobernantes de completar la intervención en la Rusia soviética mediante un apoyo directo a las fuerzas de los generales rusos blancos. Propuso enviar «voluntarios, técnicos de armas, municiones tanques, aeroplanos, etc.» y «armar las fuerzas anti bolcheviques». |20|

 

Los aliados intentaron convencer a las nuevas autoridades alemanas (pro-occidentales) de participar en la acción contra la Rusia bolchevique. A pesar de una muy fuerte presión de las capitales occidentales, en octubre de 1919, el Reichstag —parlamento alemán con una mayoría compuesta por los socialistas (ADP) y los liberales— votó unánimemente contra la adhesión de Alemania al bloqueo decretado por los aliados contra la Rusia soviética.

 

Para completar, se debe agregar que en ese mismo tiempo, algunos generales alemanes como Ludendorff y, en particular, Von der Goltz, que dirigían los últimos restos organizados del antiguo ejército imperial, sostenían acciones militares al Este para ayudar a los generales rusos blancos anti bolcheviques. Y lo hacían con el respaldo de las capitales occidentales. |21|

 

Es evidente que tanto los gobiernos occidentales como los de las potencias centrales derrotadas (Imperio alemán y austro-húngaro) temían la extensión de la revolución a sus países. Lloyd George escribió en un documento confidencial a comienzos de 1919: «Europa entera ha sido conquistada por el espíritu revolucionario. Existe entre los obreros un sentimiento profundo, no sólo de descontento, sino también de cólera y de rebelión contra las condiciones de vida de antes de la guerra. El orden establecido bajo sus aspectos políticos, sociales, económicos es cuestionado por las masas de la población de un extremo al otro de Europa». |22| Ese temor a la revolución no era imaginario y explica ampliamente la violencia de la agresión contra la Rusia bolchevique.

 

La intervención extranjera sostuvo los ataques de los generales rusos blancos y prolongó la guerra civil que fue muy mortífera —esta guerra civil provocó más muertos que la guerra mundial—. |23| El costo de la intervención extranjera en vidas humanas y en daños materiales era considerable y el Gobierno soviético exigió más tarde que esa cuestión fuera considerada en las negociaciones internacionales a propósito del repudio de la deuda. (Véase más adelante)

 

El bloqueo económico y financiero contra la Rusia soviética, el bloqueo del oro ruso

 

A partir de 1918, la Rusia soviética fue objeto de un bloqueo por parte de las potencias aliadas. El Gobierno soviético estaba decidido a pagar en oro la importación de bienes absolutamente necesarios. Pero ninguno de los grandes bancos y ningún gobierno del mundo podían aceptar el oro soviético sin entrar en conflicto directo con los gobiernos aliados. En efecto, París, Londres, Washington, Bruselas… consideraban que el oro ruso debía serles devuelto con el fin de indemnizar a los capitalistas que habían sido expropiados en Rusia y para reembolsar las deudas. Fue un obstáculo muy difícil de superar para el comercio soviético. En los Estados Unidos, cualquier persona o empresa que quisiera hacer una transacción con oro o entrar en el país con oro debía hacer la siguiente declaración: «El abajo firmante propietario de un lote de oro…..declara y garantiza, por la presente, que este oro no es de origen bolchevique y que jamás estuvo en posesión del auto proclamado Gobierno bolchevique de Rusia. El abajo firmante, además,…garantiza, para siempre, en los Estados Unidos, sin ninguna restricción ni ningún tipo de reserva, el derecho sobre este oro.» |24|

 

Hay que añadir que después de la capitulación alemana de noviembre de 1918, Francia consiguió recuperar la fuerte recompensa en oro que Berlín había obtenido de Rusia en aplicación del tratado de Brest-Litovsk firmado en marzo de 1918. |25| Francia no quería hacer una retrocesión del oro a Rusia, al considerar que se trataba de una parte de las reparaciones que Alemania debía pagar a París. Se debe señalar que el bloqueo del oro ruso continuó parcialmente durante años. Es así como Francia logró obtener, todavía en 1928, de las autoridades de Washington que éstas prohibiesen un pago en oro ruso por un contrato entre Rusia y una sociedad privada estadounidense.

 

4. La revolución rusa, el derecho de los pueblos a la autodeterminación y el repudio de la deuda

 

El tratado de Versalles finalmente fue firmado el 28 de junio de 1919 sin que la Rusia soviética formara parte. No obstante, el Tratado de Versalles anulaba el Tratado de Brest-Litovsk. En virtud del artículo 116 del Tratado de Versalles, Rusia podía demandar reparaciones de guerra a Alemania. Lo que no hizo, puesto que quería ser coherente con su posición a favor de una paz sin anexiones y sin demandas de indemnizaciones. En cierta forma, lo que le importaba es que el Tratado de Brest-Litovsk fuera abolido y que los territorios anexados por Alemania en marzo de 1918 fueran devueltos a los pueblos que habían sido expoliados (pueblos bálticos, polaco, ucraniano, ruso…), de acuerdo con el principio de autodeterminación defendido por el nuevo Gobierno soviético.

 

Los tratados con las repúblicas bálticas, Polonia, Persia, Turquía…

 

Ese derecho estaba invocado en los primeros artículos de cada uno de los tratados de paz firmados entre la Rusia soviética y los nuevos Estados bálticos en 1920: Estonia el 2 de febrero, Lituania el 12 de julio y Letonia el 11 de agosto. Esos tratados de paz son similares y la independencia de esos Estados —integrados por la fuerza en el Imperio zarista— era sistemáticamente afirmada en el primero o en el segundo artículo. Por medio de esos tratados, Rusia reafirmaba su oposición a la dominación del capital financiero y su decisión de repudiar la deuda zarista. Efectivamente, el tratado firmado el 2 de febrero con Estonia enunciaba: «Estonia no tendrá ninguna parte de responsabilidad en las deudas y en cualquier otra obligación de Rusia (…). Todas las reclamaciones de los acreedores de Rusia con respecto a deudas que conciernan a Estonia deben ser dirigidas únicamente contra Rusia.» Hubo disposiciones similares con respecto de Lituania y de Letonia en los tratados firmados con esos Estados. Además de reafirmar que los pueblos no deberían tener que pagar las deudas ilegítimas contraídas en su nombre pero no en su interés, la Rusia soviética reconocía también el papel de opresor que había tenido la Rusia zarista en relación a las naciones minoritarias que formaban el Imperio.

 

Firma del Tratado de Tartu entre Estonia y la Rusia soviética, representada por Adolf Joffé, el 2 de febrero de 1920

 

Coherente con los principios que proclamaba, la Rusia soviética iba más lejos. En esos tratados de paz, Rusia se comprometía a restituir a las naciones bálticas oprimidas los bienes acaparados por el régimen zarista (y especialmente, los bienes culturales y académicos como las escuelas, bibliotecas, archivos, museos), así como bienes individuales que habían sido evacuados de los territorios bálticos durante la Primera Guerra Mundial. Como reparación por los daños causados durante la Primera Guerra Mundial en la que la Rusia zarista había participado, la Rusia soviética anunciaba en los tratados su voluntad de conceder 15 millones de rublos-oro a Estonia, 3 millones de rublos-oro a Lituania y 4 millones de rublos-oro a Letonia, así como el derecho para esos tres Estados de explotar la madera de los bosques rusos próximos a sus fronteras. Mientras que las acreencias del Estado ruso respecto de los ciudadanos de los Estados bálticos fueron transferidas a las nuevas autoridades independientes, los tratados de paz firmados con Lituania y Letonia precisaban que las deudas de los pequeños propietarios campesinos ante los ex bancos inmobiliarios rusos, ya nacionalizados, no serían transferidas a los nuevos gobernantes sino «pura y simplemente anuladas». Estas disposiciones se extendieron también a los pequeños propietarios estonios en virtud del artículo 13 del tratado de paz firmado con Estonia, que previó que las «exoneraciones, derechos o privilegios particulares» acordados a un nuevo Estado surgido del Imperio zarista o a sus ciudadanos, se extendió también a Estonia o a sus ciudadanos.

 

Al firmar esos tratados, la Rusia soviética, aplicando totalmente los principios que quería defender, buscaba salir del aislamiento al que las potencias imperialistas la habían sometido desde la Revolución de Octubre. Los Estados bálticos son los primeros en romper el bloqueo impuesto a Rusia, y esos acuerdos de paz abren la vía a intercambios comerciales entre las diferentes partes. En marzo de 1921, un acuerdo de paz similar fue firmado entre Rusia, Ucrania y Bielorrusia por una parte y Polonia por la otra. Ese documento descargaba a Polonia de cualquier responsabilidad concerniente a las deudas contraídas en su nombre por el Imperio zarista, preveía la restitución de bienes acaparados por la Rusia zarista, y el pago de reparaciones a Polonia por Rusia y Ucrania hasta 30 millones de rublos-oro. La firma de ese tratado es aún más significativa que la de los Estados bálticos: Polonia es una potencia clave en el aislamiento de Rusia deseado por las potencias capitalistas aliadas.

 

El tratado de amistad firmado entre la Rusia soviética y Persia el 26 de febrero de 1921 es otro signo más de la voluntad de la Rusia soviética de favorecer la emancipación de los oprimidos por medio de su derecho a la autodeterminación. Por ese tratado, Rusia declaraba romper con la «política de tiranía de los gobiernos colonizadores» de la Rusia zarista, y renunciaba a los territorios y a los intereses económicos que poseía en Persia. Desde el primer artículo del documento, se indicaba que: «El conjunto de los tratados y convenciones contratados entre Persia y la Rusia zarista, que aplastaron los derechos del pueblo persa, son nulos e inválidos.» Luego, el artículo 8 denunciaba claramente las deudas reclamadas a Persia por el régimen zarista: el nuevo Gobierno ruso renunciaba a la política económica del régimen zarista en Oriente, «que consistía en prestar dinero al Gobierno persa, no con el objetivo de participar en el desarrollo económico del país, sino con objetivos de sumisión política», y, por lo tanto, se anulaban las acreencias rusas con Persia.

 

Algunas semanas más tarde, el Gobierno soviético renunciaba a todas las obligaciones, incluso las monetarias, de Turquía con respecto a Rusia, en virtud de los acuerdos firmados por el Gobierno zarista. |26|

 

5. La prensa francesa a sueldo del Zar

 

Con el derrocamiento del zarismo en febrero de 1917 y la llegada al poder de los bolcheviques aliados a los socialistas revolucionarios de izquierda en octubre, numerosos documentos que hasta ese momento eran confidenciales se pusieron a disposición del público (véase más adelante). Eso permitió a Boris Souvarine, militante comunista franco-ruso, consultar los archivos imperiales rusos. Allí descubrió una vasta operación de corrupción de la prensa francesa que databa de antes de la Primera Guerra Mundial y que tenía por objetivo promover entre los ciudadanos franceses la inversión en los títulos de la deuda zarista. Este asunto, en el que personajes influyentes habían sido corrompidos, aunque también fueron chantajistas, era denunciado por el diario L’Humanité durante varios meses entre 1923 y 1924, por medio de un folletín diario llamado «La abominable venalidad de la prensa francesa».

 


Cómo el régimen zarista compraba a la prensa francesa para continuar emitiendo títulos de deuda

 

Desde fines del siglo xix, la plaza financiera de París era privilegiada por el Imperio zarista como lugar de emisión de sus empréstitos. Los títulos eran comprados por numerosos pequeños rentistas franceses. A comienzos del siglo xx, esos empréstitos eran tanto más importantes para el régimen zarista —aunque gran potencia pero económicamente poco desarrollada— puesto que se había quedado atrapado en una guerra con Japón, entre 1904 y 1905, y buscaba contener el descontento, reprimiendo de ese modo el movimiento revolucionario de 1905. En 1906, saliendo de la derrota de la guerra contra Japón, el régimen emitió un importante empréstito en París. Arthur Raffalovich , diplomático y consejero secreto del Ministerio de Finanzas ruso en París, fue el encargado hasta la Primera Guerra Mundial de promover los empréstitos rusos en París. Su correspondencia con la jerarquía del Gobierno del zar, que fue consultada por Boris Souvarine, permitió revelar el entramado de corrupción y de chantaje que implicaba a muchos grandes periódicos, en particular, parisinos (como Le Figaro, Le Petit Journal, Le Temps, o incluso Le Matin), a grandes bancos franceses (especialmente los bancos Crédit Lyonnais y Banque de Paris et des Pays-Bas, futuro BNP Paribas), senadores y ministros franceses. Entre ellos se encontraba Raymond Poincaré, acusado por el papel que tuvo cuando era jefe de Gobierno y ministro de Relaciones Exteriores en 1912 —su ministro de Finanzas, Louis-Lucien Klotz, estaba también acusado—. Poincaré fue luego presidente de la República de 1913 a 1920, y de nuevo jefe de Gobierno y ministro de Relaciones Exteriores cuando estalla el escándalo. Señalemos que ese asunto no le pasó factura: permaneció como jefe de Gobierno hasta junio de 1924, y volvió a serlo en 1926, ocupando como prima… el puesto de ¡ministro de Finanzas! El papel del síndico de los agentes de cambio de París, que vendía los títulos de la deuda a los inversores, fue central en el chantaje al que se sometía al Gobierno del zar. Entre 1900 y 1914, el Gobierno ruso habría pagado 6,5 millones de francos a la prensa francesa.

 

Cuando estalló el escándalo, la corrupción de la prensa no era algo nuevo en lo que concernía al mundo financiero, ya que otro escándalo, éste de fines del siglo xix, había revelado que el empréstito que debía financiar la construcción del canal de Panamá, y emitido en Francia, había estado promovido mediante los mismos métodos. En el asunto de los empréstitos rusos, el Gobierno zarista y los bancos franceses que emitían los títulos compraban «publicidad» en los grandes diarios, que alababan la situación financiera rusa y la sostenibilidad de la deuda del zar. Según la correspondencia del agente zarista Raffalovich, esa publicidad comportaba también actos de censura, ya que acontecimientos como la mala posición de Rusia en su guerra contra Japón y el movimiento revolucionario de 1905 no daban una buena imagen ante los potenciales inversores. Esos documentos incluso indican pagos ficticios a algunos diarios. El síndico de los agentes de cambio, los directores de los diarios y los responsables políticos corruptos se aprovecharon de esa situación para chantajear al Gobierno ruso, exigiendo pagos cada vez más importantes y así, maximizar sus ganancias.

 

Las revelaciones de L’Humanité estaban basadas en documentos auténticos. Entre los diarios incriminados solamente Le Matin presentó cargos contra el periódico comunista. Desde el primer día del proceso, Vladimir Kokovtsov, ministro de Finanzas del zar casi sin interrupción desde 1904 hasta 1914 y jefe del Gobierno zarista de 1911 a 1914, fue llamado a comparecer. Reaccionario y exiliado en Francia, no tuvo ningún interés en acusar directamente a la prensa, pero certificó la honestidad de su antiguo colaborador Raffalovich. Hay que señalar que si L’Humanité finalmente fue condenada, fue simplemente por la forma, ya que el tribunal reconoció la autenticidad de la correspondencia desvelada y solamente concedió a Le Matin 10.000 francos en lugar de 1.500.000 que este diario reclamaba a L’Humanité. Precisemos que finalmente en 1924, Maurice Bunau-Varilla, dueño de Le Matin y que estaba directamente acusado en ese entramado, no escondió ya sus simpatías por los nacionalismos autoritarios que se instalaban en Europa con el fin de luchar contra el comunismo. Bunau-Varilla apoyó a la Italia fascista y, algunos años más tarde, a la Alemania nazi. Bajo la ocupación y el régimen de Vichy, Le Matin se convirtió en colaboracionista, y fue prohibido en la Liberación.

 

6. Los empréstitos rusos no mueren nunca

 

A pesar de que los títulos rusos fueron repudiados por el Gobierno soviético en febrero de 1918, continuaron siendo objeto de transacciones hasta los años 1990 (¡!)

 

La política del Gobierno francés, y de otros gobernantes, estuvo directamente ligada a esa vida después de la muerte.

 


Los títulos rusos sobrevivieron al repudio

 

En 1919, el Gobierno francés efectuó una lista de tenedores de títulos rusos en Francia: 1.600.000 personas declararon poseer títulos rusos. Parece ser que estos títulos representaban el 33 % de las obligaciones extranjeras que los y las residentes en Francia poseían. Y además constituía el 4,5 % del patrimonio de los franceses. O sea que entre el 40 y el 45 % de la deuda rusa se encontraba en Francia. Uno de los principales títulos rusos que se intercambiaban en la Bolsa de París era el famoso empréstito de 1906 que había sido denunciado anticipadamente por el Sóviet de Petrogrado en diciembre de 1905. Ese empréstito masivo fue emitido en París en junio de 1906 por un monto de 2.250 millones de francos. Estaba destinado a permitir al régimen zarista continuar reembolsando las antiguas deudas y restablecer las finanzas después del desastre de la guerra ruso-japonesa. El Crédit Lyonnais, |27| el banco francés que se había especializado en la emisión de la deuda rusa, obtenía de esos empréstitos el 30 % de sus ingresos antes de 1914.

 

Durante el periodo que precedió y que siguió al repudio de las deudas por el Gobierno soviético, el 72 % de los títulos del empréstito de 1906 se encontraban en Francia y eran objeto de transacciones en la Bolsa de París.

 

Un nivel de complicidad muy alto unía al régimen zarista, al Gobierno francés, a los banqueros franceses que emitían los títulos rusos (Crédit Lyonnais en primera línea, y también la Société Générale y la Banque de l’Union parisienne), |28| los grandes agentes de cambio y la prensa francesa que había sido comprada por el emisario del zar.

 

Los banqueros hacían grandes beneficios gracias a las comisiones percibidas en el momento de la emisión y gracias a las operaciones especulativas de compraventa con los títulos rusos. Realizaban todo eso sin correr demasiados riesgos, ya que los participantes eran pequeños inversores. Los propietarios de los diarios embolsaban los sobornos remitidos por el emisario del zar. Miembros clave del Gobierno también se dejaban corromper. En el plano político y diplomático, el zar era un aliado de primer orden para el Gobierno de Francia y los grandes grupos capitalistas franceses que invertían en Rusia —al igual que los capitalistas belgas—.

 

Durante la guerra fue el Gobierno francés el que pagaba los intereses a los que tenía derecho cada tenedor de título. El interés era del 5 %. El monto de los intereses pagados por el Gobierno francés en lugar del Imperio ruso era inmediatamente agregado a la deuda que Rusia debía a Francia. El derrocamiento del zar por el pueblo ruso en febrero de 1917 constituyó un mal asunto para el Gobierno francés, que puso sus esperanzas en el Gobierno provisional porque éste había afirmado que honraría las deudas contraídas por el zar. Las cosas verdaderamente empeoraron cuando los sóviets llevaron al Gobierno a los bolcheviques y sus aliados, los socialistas de izquierda en noviembre de 1917. Cuando el Gobierno soviético suspendió el pago de la deuda en enero de 1918, el Gobierno francés pagó de nuevo los intereses de los títulos rusos a sus tenedores. Cuando el Gobierno soviético repudió todas las deudas del zar y las del Gobierno provisional, Francia decidió utilizar todos los medios y se preparó para enviar tropas a Rusia. Desde 1918, cuatro meses antes que se firmara el armisticio con el Imperio alemán, el Gobierno envió tropas francesas para unirse con las tropas británicas que habían tomado Múrmansk en el norte de Rusia. Enseguida, se enviaron más militares para ocupar Arkhangelsk. Después de la firma del armisticio con Berlín, Francia envió tropas al Mar Negro para bombardear a partir de sus barcos de guerra las posiciones del ejército ruso. Eso provocó un motín entre los marineros franceses. La agresión contra la Rusia soviética no era, por supuesto, solamente motivada por el repudio de la deuda, las diferentes potencias que participaron en esa agresión querían acabar con un foco de contagio revolucionario. Pero los intereses financieros de Francia y sus capitalistas constituyeron un importante motor. Las autoridades francesas sostenían financieramente a los generales blancos en su lucha para derrocar a los bolcheviques, puesto que habían proclamado que reconocerían las deudas del zar. París apoyaba también a los políticos y militares polacos, ucranianos y de las repúblicas bálticas que habían obtenido su independencia o luchaban con esa perspectiva con la esperanza de que las autoridades de los nuevos Estados independientes tomarían a su cargo una parte de las deudas zaristas. Cuando los soviéticos firmaron a partir de 1920 tratados con las repúblicas bálticas y con Polonia por los que consideraban que esos países no debían tomar a su cargo nada de las deudas zaristas, París lo tomó muy mal.

¿Qué pasó con los tenedores de títulos rusos después del repudio de las deudas hecho público en febrero de 1918?

 

En Francia, en septiembre de 1918, el Gobierno propone un intercambio de títulos rusos contra títulos de la deuda francesa. Los tenedores de títulos rusos podían adquirir títulos del nuevo empréstito que estaba realizando el Gobierno francés. Podían devolver sus títulos rusos para recibir a cambio títulos franceses. En julio de 1919, el Gobierno francés renovó la operación. Las autoridades de Roma, Londres y Washington hicieron lo mismo: intercambiaron títulos rusos contra títulos italianos, británicos o estadounidenses, respectivamente. El Gobierno japonés indemnizó al 100 % a los tenedores japoneses de títulos rusos.

 

Está claro que al proceder de esa manera, los gobiernos de esos países fueron en ayuda de los banqueros que tendrían que haber sido responsabilizados de la financiación del régimen zarista y pagar por las consecuencias del repudio de unas deudas odiosas. En el caso francés, el Gobierno había sido activamente corresponsable con los banqueros del apoyo al régimen del zar. El Gobierno francés había sistemáticamente empujado a una parte de su base social, los rentistas de clase media, a adquirir títulos rusos. |29|

 

Una precisión importante: en Francia, una gran parte de los títulos rusos no fueron cambiados contra títulos franceses. Los títulos rusos ofrecían un rendimiento superior a los títulos franceses. El tipo de interés para los títulos rusos de 1906 se elevaba al 5 % mientras que el tipo medio de los títulos del Estado francés era del 3 %.

 

Entre 1918 y 1922, numerosos rumores difundidos por la prensa financiera y por el Gobierno dejaban entender que el Gobierno soviético iba a caer y que su sucesor iba a asumir la deuda zarista. Además, durante la conferencia de Génova y también en otros momentos, la misma prensa dejaba entender que Moscú finalmente iba a aceptar el reconocimiento de la deuda. Se asistía a una situación surrealista: títulos emitidos por un Gobierno que había dejado de existir, títulos repudiados, continuaban comprándose y vendiéndose en la Bolsa de París. Es un ejemplo perfecto de capital ficticio.

 

Entre 1918-1919, el precio de reventa de los títulos rusos oscilaba entre un 56,5 % y el 66,25 % de su valor nominal —al comienzo se habían vendido al 88 % de su valor nominal—. El precio de los títulos soberanos franceses en la misma época oscilaba entre el 61 y el 65 % de su valor nominal. Por lo tanto, había una escasa diferencia entre el precio de los títulos rusos repudiados y el de los títulos franceses. Es cierto que el especulador, y los banqueros eran los primeros de la lista, hacía un muy buen negocio si compraba al 56 % cuando los pequeños tenedores los vendían espantados por uno u otro rumor lanzado por la prensa (y por detrás los banqueros) si los podía revender al 66 %.

7. El gran juego diplomático alrededor del repudio de las deudas rusas

En abril-mayo de 1922, durante cinco semanas, se celebró una importante conferencia de muy alto nivel en Génova. El primer ministro británico Lloyd George tuvo un papel determinante y también Louis Barthou, ministro del presidente francés, Raymond Poincaré.

 

El objetivo central era convencer a la Rusia soviética |30| de que reconociera las deudas repudiadas en 1918 y, al mismo tiempo, de que abandonara sus llamamientos a la revolución mundial.

 


La negociación de Génova (1922)

 

Figuraban otros puntos en la agenda de esa conferencia, que reunió a delegados de 34 países a excepción de Estados Unidos, pero sobre ellos no se hicieron grandes debates. Entre esos puntos estaban: adoptar reglas en materia monetaria, especialmente a propósito del Gold-exchange standard (patrón cambio oro) que había sido adoptado ese mismo año. Dada la ausencia de Estados Unidos, las decisiones sobre ese tema se tomaron en otro sitio.

 

Las potencias que invitaron a esta conferencia eran cinco: Gran Bretaña (la ex principal potencia mundial que había sido desplazada por Estados Unidos), Francia (la 3ª potencia mundial luego de la derrota de Alemania), Bélgica (que antes de la guerra fue la 5ª potencia mundial en exportaciones), Japón (cuyo imperio estaba en plena expansión en Asia del Este) e Italia.

 

De las cinco potencias anfitrionas había una, Japón, que todavía tenía tropas de ocupación en la Siberia soviética. Sólo las retiró seis meses después del fin de la conferencia, en octubre de 1922. Los otros 12 países que habían enviado tropas, en 1918, con el fin de derrocar al régimen soviético y de terminar con la experiencia revolucionaria, pusieron fin a la ocupación del territorio soviético desde fines de 1920. Las tropas extranjeras, cuya moral guerrera había caído muy bajo, habían sido retiradas efectivamente después que sus respectivos gobiernos hubieran constatado, con pena, que los generales blancos había sido vencidos en forma definitiva por el ejército rojo y que la intervención extranjera era incapaz de remediarlo. Por consiguiente, en esos momentos se trataba de obtener por vías diplomáticas y por el chantaje, lo que las armas no habían podido conseguir.

 

Las grandes potencias pensaban que en la conferencia el Gobierno soviético terminaría por reconocer las deudas que habían sido repudiadas, ya que la situación económica y humanitaria rusa era dramática. La guerra civil había dejado un país desangrado y a partir del verano de 1921, unas cosechas catastróficas habían causado una hambruna. Las capitales occidentales pensaban que el Gobierno soviético estaría de rodillas y que conseguirían sus objetivos condicionando la concesión de préstamos y de inversiones a que Rusia reconociera previamente sus deudas, y otorgara reparaciones a las empresas occidentales que habían sido expropiadas.

 

Francia, que continuaba siendo la potencia más agresiva con respecto a la Rusia soviética —y mantenía la misma actitud con Alemania—, |31| recibía el apoyo de las autoridades belgas. Por su parte, Gran Bretaña había sido menos afectada por el repudio de las deudas y estaba más abierta a un diálogo con Moscú. Además había firmado en marzo de 1921 un acuerdo comercial anglo-ruso que ponía fin al bloqueo y significaba un reconocimiento de facto |32| de la Rusia soviética.

 

Por su parte, el Gobierno soviético estaba, eventualmente, dispuesto a aceptar el reembolso de una parte de las deudas contraídas por el zar si, a cambio, las otras potencias reconocían oficialmente (reconocimiento de iure) la Rusia soviética, concediéndole préstamos de Estado a Estado, alentando a las empresas privadas, afectadas por la expropiación de sus filiales y de sus bienes en Rusia, a aceptar como indemnización la concesión de explotaciones de recursos naturales, en particular en las zonas desérticas de Siberia. El Gobierno soviético quería, de esa manera, que los capitalistas extranjeros invirtieran con su propia bolsa de capitales en actividades que permitieran a la economía soviética consolidarse. El Gobierno rechazaba además el establecimiento de organismos multilaterales para gestionar los préstamos, las inversiones o los litigios que pudieran originarse. El Gobierno quería que el poder soviético conservara su autonomía frente a las potencias extranjeras. No era cuestión de renunciar al ejercicio de la soberanía.

 

Si se reunían esas condiciones, Moscú estaba dispuesto a prometer que retomaría el pago de una parte de la deuda zarista en un plazo de treinta años. La delegación soviética afirmó claramente, y varias veces en el curso de la conferencia, que se trataba de una concesión que estaba lista a realizar con el fin de llegar a un acuerdo pero, que en el fondo, consideraba que la Rusia soviética tenía, perfectamente, todo el derecho de haber repudiado la deuda zarista —así como aquella contraída por el Gobierno provisional entre febrero y octubre de 1917—. Finalmente la conferencia se terminó sin ningún acuerdo y la delegación soviética mantuvo el repudio de las deudas.

 

Para comprender el desarrollo de la conferencia, conviene también tener en cuenta la particular relación establecida entre Berlín y Moscú después del Tratado de Versalles de junio de 1919.