La delincuencia juvenil, un debate distorsionado por la clase política

09/01/2017
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

El asesinato cometido por Brian, un joven de 15 años habitante de la villa 1-11-14 del Bajo Flores, quien mató a otro joven de 15 años también llamado Brian, ha dado lugar para que el Gobierno de Macri lance de manera oportunista y demagógica el debate sobre la disminución de la imputabilidad penal de 16 a 14 años.

El tema de la imputablidad juvenil y de la justicia para menores es muy importante como para ser tratado por políticos, generalmente incompetentes en esa materia y en muchas otras.

Sin embargo, el Ministro de Justicia Garavano dice que va a discutir el tema con Massa y  Stolbizer. Como todo el mundo sabe, eminentes especialistas en la cuestión.

Y el Ministro agrega que va a consultar a Eugenio Zaffaroni, cuyo CV como jurista, político y persona es a todas luces deplorable. Fue sucesivamente juez de la dictadura y juez y militante kirchnerista. Zaffaroni  mismo lo dijo ante el Senado :  “Juré por el Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional, juré por el Estatuto de Onganía, juré por la Constitución reformada por Lanusse en 1973, juré por la Constitución Nacional de 1853 y juré por la Constitución reformada en 1994”. Como jurista Zaffaroni se opone, en nombre de la libertad de empresa, a la categoría penal de crimen organizado que puede « introducir una cuota de inseguridad para la inversión en actividades legales » y que «… la pretensión de llevar el « mito mafioso » a la ley penal implica una interferencia totalmente arbitraria en la economía de mercado que puede conducir a efectos económicos catastróficos »… Como dijo el paisano: « yo no cambio, los que cambian son los gobiernos » (1).

Encontramos una aproximación interesante al tema de la imputabilidad juvenil en un artículo de la doctora Ximena Morales quien analiza las distintas ideas al respecto de los especialistas y concluye su estudio con esta reflexión:

« Luego de un detallado análisis de todo lo expuesto, me atrevo a concluir que bajar la edad de imputabilidad de los menores no es la solución adecuada para evitar el aumento, o al menos frenar la criminalización de los mismos. Esta finalidad política, cual es, disminuir el índice delictivo de adolescentes, debe alcanzarse a través de medidas no político-criminales, sino impulsando estrategias multidisciplinarias que abarquen la educación, salud, capacitación laboral, recreación, actividades deportivas, entre otras.

Quizás no sea necesaria una reforma legislativa, bastando simplemente con el pleno acatamiento del plexo normativo local e internacional.

La modificación del régimen penal minoril, disminuyendo la edad de imputabilidad no es la solución a los problemas planteados, sino que incluso implican un alejamiento a los lineamientos internacionales.

Los jóvenes son una responsabilidad estatal y de la sociedad toda. Los desvíos de su comportamiento son problemas que ameritan un abordaje interdisciplinario y un compromiso absoluto ».

Al fin y al cabo, corresponde que nos preguntemos qué tipo de sociedad queremos, y en consecuencia, cómo pretendemos que esta sociedad trate a nuestros niños ».-
(La imputabilidad de menores- http://iaepenal.com/revista/index.php?option=com_content&view=article&id...).

La respuesta de casi todo el arco político ha sido un cóctel de demagogia, oportunismo, incompetencia, ignorancia del tema y mala fe. Con la mira puesta en las próximas elecciones legislativas.

La delincuencia juvenil en progresión acelerada es un fenómeno real aunque se pretenda minimizarlo con las estadísticas que muestran el bajo porcentaje de asesinatos cometidos por jóvenes.
Las causas son múltiples y complejas (económicas, sociales, políticas y culturales) y está claro que no se la combate bajando la imputabilidad a 14 años. Ni mandando los chicos a la escuela o aumentando los salarios más bajos, para permitir una escolarización completa.
Entre dichas causas están, desde luego, los salarios de miseria y la desocupación.
Pero además, hace años que se vive en una sociedad donde los delitos de todo tipo cometidos por las elites políticas y económicas son altamente rentables y gozan de total –o casi total- impunidad.
En las capas desposeídas de la población la delincuencia y la impunidad de las elites económicas produce el llamado « efecto de demostración o de imitación » que consiste en que las clases populares tratan de imitar los comportamientos de las elites a fin de identificarse con éstas. Fue teorizado por James Stemble Duesenberry (Duesenberry, James, Income, Saving and the Theory of Consumption Behaviour. Harvard University Press, 1949).
 
Efecto de imitación que a veces se traduce en la frase justificante de un comportamiento delictivo: « todos roban, yo también ».
 
Un factor agravante es el narcotráfico y la mafia que lo practica, que ha penetrado desde hace bastante tiempo todos los estamentos de la sociedad, desde las elites dirigentes hasta el « dealer » de barrio y la policía. Esta última se ha ocupado de involucrar mediante amenazas en el narcotráfico a menores vulnerables que cuando se han negado a hacerlo han sido víctimas del « gatillo fácil ».
          
En ese contexto social no es sorprendente el aumento de la delincuencia juvenil, al que se agrega muchas veces un entorno familiar desfavorable (padres carentes de educación, o que no pueden o no les interesa ocuparse de sus hijos o ellos mismos delincuentes).
 
No es este Gobierno el que resolverá estos problemas, empeñado en profundizar de distintas maneras la brecha social, entre una minoría de ricos cada vez más ricos y una gran mayoría cada vez más pobre.  Como no los resolvió el anterior.

No se vislumbran propuestas alternativas serias, como lo prueba el hecho de que en este problema prácticamente ninguna fuerza de todo el espectro político se ha mostrado capaz de hacer un diagnóstico integral del problema, poniendo en evidencia todas sus raíces, ni de proponer soluciones viables y realmente eficaces.
 
Los chicos que han saltado el cerco al campo de la delincuencia y roban, trafican y hasta matan han perdido toda referencia social y viven en un mundo virtual donde todo está permitido y no existen barreras morales, bajo la influencia del medio que los circunda, incluyendo   la incitación al consumismo, la adicción a la televisión y a los juegos electrónicos ultraviolentos.  

Sugerir que se los puede recuperar enviándolos a la escuela, según unos y, agregan otros, proporcionándole a las familias de más bajos ingresos los medios necesarios para ello, es producto de una actitud demagógica, y/ o revelador de un profundo desconocimiento en la materia.
 
Basta preguntarle a un docente de una escuela de un barrio « difícil » de Argentina, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o de cualquier otro país qué puede hacer con un alumno de su clase que no es un delincuente juvenil pero que simplemente se niega a estudiar y la respuesta será desoladora.
 
¿Qué puede hacer entonces la escuela común con un chico que ha perdido todo sentido social y ha caído en la delincuencia? Nada.
 
Para esa clase de chicos hacen falta (aunque se escandalicen los sociólogos y educadores « progresistas » foucaultianos) establecimientos especiales (por ejemplo colonias agrícolas o manufactureras), donde estos estudien y trabajen sujetos a una disciplina severa, aprendan a tomar iniciativas, a trabajar y a estudiar en equipo y a desarrollar el sentido de la responsabilidad, de la autodisciplina, de la solidaridad y de la cooperación.

En este aspecto vale la pena consultar las ideas y la práctica de Antón Makarenko (Poema pedagógico), quien dirigió centros reeducativos para jóvenes delincuentes en los primeros años de la revolución soviética.  Puede verse en la Revista de la UNESCO Perspectives : revue trimestrielle d’éducation comparée, vol. XXIV, n° 1-2, 1994, p. 83-96. ANTON SÉMIONOVITCH MAKARENKO (1888-1939) por G.N. Filonov (http://www.ibe.unesco.org/sites/default/files/makarenf.pdf).
 
Las víctimas reales y potenciales de la delincuencia juvenil –y de la delincuencia en general-  tienen –lógicamente- miedo. Y el miedo puede ser un muy mal consejero.
 
Escribía Emilio Mira y López:
 
« En la(s) víctima(s), esos sentimientos de miedo, pánico o terror pueden provocar reacciones instintivas de autodefensa, neutralizar la voluntad e incluso privarla(s) totalmente de discernimiento y/o sentido crítico ». (Cuatro gigantes del alma. El miedo).
 
Es así como como mucha gente reclama castigos más severos para los delincuentes –jóvenes o no- y hasta se producen linchamientos y asesinatos « autodefensivos».
 
No es de extrañar entonces que la supuesta solución meramente represiva del Gobierno encuentre eco en la población y que « privada de discernimiento y sentido crítico » como decía Mira y López y sin poder cotejarla con una propuesta alternativa coherente y eficaz, es posible que la apruebe mayoritariamente, incluso en las instancias electorales.
 
Como ocurre en muchos países del mundo, donde el miedo al desempleo, a la inseguridad, al inmigrante, etc. – y la incapacidad  de la izquierda o  el « progresismo » para formular y una auténtica propuesta alternativa y  comenzar a ponerla en práctica  ya en el terreno - está provocando el giro a la derecha de las mayorías populares.

---------------------
 
(1) Véase nuestro  artículo sobre Zaffaroni «Análisis sociopolítico de un homenaje», en Argenpress-
http://www.argenpress.info/2011/08/analisis-sociopolitico-de-un-homenaje...
 

https://www.alainet.org/en/node/182726?language=en
Subscribe to America Latina en Movimiento - RSS