Dilma o Temer: ¿El dilema de Brasil?

14/04/2016
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 dilma temer
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El coordinador del programa neoliberal del golpe que se intenta dar  en Brasil, dijo que la alternativa en el país sería entre Dilma y Michel Temer. Una visión reduccionista y equivocada de la situación.

 

Para empezar, al lado de Temer está Eduardo Cunha, presidente de la Cámara de Diputados, el político más corrupto de Brasil, reo en varios procesos en el Supremo Tribunal Federal. Al lado de Dilma, está Lula. Ello basta para revelar que son dos proyectos de naturaleza muy distinta.

 

Un gobierno Temer estaría conformado por lo peores elementos que la política brasileña ha producido, gran parte de los cuales son reos de procesos de corrupción, que siempre se han alimentado de los negocios en la política, reunidos ahora alrededor de Temer y de Cunha. 

 

Un gobierno Temer sería la vía para profundizar aún más la crisis brasileña, porque ese gobierno no tendría realmente condiciones de gobernar. Sería presionado desde afuera con el mismo castigo que han recibido los golpes blandos en Honduras y Paraguay, con la suspensión del país de organismos como el Mercosur, Unasur, Celac, la OEA, hasta que la institucionalidad democrática sea restaurada, con el retorno de un presidente elegido o con la realización de elecciones democráticas.                                                                                                                            

 

En lo interno, sería un gobierno nacido bajo el signo de la traición y basado en un programa que condensa los aspectos más conservadores y anti-populares existen hoy en Brasil, atacando directamente a los derechos sociales conquistados en los últimos años. Con un programa que tiene un rasgo claro de venganza en contra de los trabajadores, por más que Temer afirme que mantendría las políticas sociales actuales. Porque el tipo de ministro económico que Temer tiene en mente, impediría cualquiera continuidad de las políticas económicas. Ex-ministro de Cardoso, Arminio Fraga,  declaró, en la campaña electoral, cuando hacía parte del equipo de Aecio Neves, que el problema de Brasil es que “el salario mínimo es muy alto” (sic). Se puede imaginar qué política económica advendría de ahí y qué lugar tendrían los recursos para políticas sociales.

 

Además de ese carácter antipopular, está presente en la plataforma de la oposición, un objetivo claramente entreguista, orientado a la privatización de Petrobras y a la presencia determinante de capitales externos en el Pré-sal.

 

Un programa con ese carácter antipopular y antinacional, chocaría con un proceso de movilización popular como Brasil no había conocido en treinta años y con el liderazgo popular revitalizado de Lula. Un gobierno nacido de un golpe blando y con un programa neoliberal tendría obligadamente que apelar a la represión, constituyéndose además en un gobierno anti-democrático, autoritario, dictatorial.

 

Un gobierno Temer, al contrario de lo que propaga, no significaría el final de la crisis brasileña, sino su profundización y prolongación. Se generaría la más grande crisis social y política que Brasil haya conocido, con impasses claros en la acción de un gobierno de derecha. Para enfrentar su ingobernabilidad, tendría que apelar a la represión en todos los planos, al mismo tiempo que tendría que tomar decisiones para liberar de los procesos de corrupción a sus principales dirigentes. Sería un gobierno que no tendría nada que ofrecer al país y que se enfrentaría a los movimientos populares, a los partidos de izquierda, a las entidades de la sociedad civil, al mismo poder Judicial y a la prensa alternativa, además del liderazgo renovado de Lula.

 

Buscando sobrevivir al consenso nacional actual de que “No va a haber golpe”,  Brasil navegará en el caos, como desea la derecha y las fuerzas internacionales interesadas en inviabilizar al país, a la integración latinoamericana y a los Brics. Constituiría, con el gobierno de Argentina, un núcleo neoliberal que trataría de desarticular a los otros gobiernos progresistas de la región, y de recolocar la región en el circuito neoliberal, que tanto daño causó a nuestros países en los años 1990.

 

Teniendo a su lado a Lula, Dilma se propone organizar un nuevo gobierno, cambiando su política económica, condición para que Lula aceptara ingresar al gobierno, que es la única vía para terminar con la crisis. Proponer un pacto nacional de recuperar el crecimiento económico con distribución de renta, que comience un verdadero proceso de reconstrucción del país, víctima de las fuerzas que, de una u otra forma, han actuado para desarticular el potencial productivo que has sido acumulado a lo largo del tiempo. Una propuesta que puede, perfectamente, abrir un gran debate nacional sobre las propuestas de futuro para el país, que puede desembocar en una Asamblea Constituyente para 2018, que promueva las reformas no solamente del sistema político, sino también del mismo Estado, para ponerlo en condiciones de avanzar y no de obstaculizar el desarrollo económico, social, político y cultural de Brasil 

 

Pero para evitar el caos que un gobierno Temer representaría, es necesario, antes, derrotar a la derecha. Es una disputa dura sobre la votación del domingo 17 en la Cámara de Diputados, respecto a la cual Lula presentó un documento firmado por 186 diputados en contra del golpe, lo cual impediría a la oposición obtener los 2/3 necesarios para el impeachment.

 

Es una votación que va a definir no solo el futuro inmediato de Brasil, sino también la fisionomía del país en la primera mitad del siglo, con todas sus consecuencias para la región.

 

- Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).

 

https://www.alainet.org/en/node/176751
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