La revolución iniciada

27/07/2005
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John Holloway sostiene, en un texto de enorme actualidad en Brasil: la idea de la transformación social está viva. Lo que murió fue la creencia de que es necesario comenzar por la ‘conquista’ del Estado. Dos meses después de iniciada la crisis del gobierno Lula, es espantoso que no haya surgido todavía, en Brasil, un debate sobre el proyecto estratégico que orientó a la izquierda durante los últimos 25 años. Entre otros, los hechos que se van revelando a partir de las declaraciones del diputado Roberto Jefferson provocan desencanto y apatía. Otros los asumen de forma conformista, como si adaptarse al juego fisiológico de la política brasilera fuera una consecuencia inevitable de la llegada al gobierno; es como si lo importante, ahora, fuera asegurar que el Estado continuará siendo administrado “por los nuestros” – incluso para provecho de los de siempre. Por fin, hay quien insiste en reducir el drama a su dimensión personal. Todo podría ser explicado por la traición de ciertos personajes históricos. Bastaría sustituirlos – tal vez por medio del lanzamiento de una nueva alternativa electoral – para restaurar la grandeza de la propuesta. Mientras tanto, demora la formulación de las preguntas cruciales. ¿Qué queda después del gobierno Lula, del plan de cambiar la sociedad brasilera concentrando las energías en la “conquista” del poder de Estado? ¿A qué grado de parálisis, burocratización y rendición a la lógica del capital llevó a las fuerzas que lo conquistaron? ¿Cuáles son las bases para construir un proyecto alternativo? ¿Cómo rearticular el dinamismo de la sociedad brasilera, en la búsqueda de derechos e igualdad? Un explorador y sus contradicciones Estudioso entusiasmado del movimiento zapatista e intelectual cada vez más presente en el mundo de los Foros Sociales, el politólogo irlandés John Holloway tiene varias contribuciones para hacer, cuando se entra en este tema. Como ocurre con todos los exploradores, su obra es heterogénea. Cambiar el mundo sin tomar el poder, su libro más conocido, fue visto por muchos como una renuncia a la idea de revolución, o como una concesión radical al anarquismo. En vistas al fracaso de las grandes tradiciones revolucionarias del siglo 20, Holloway estaría diciendo que nos queda simplemente la lucha por los pequeños cambios. Esa impresión fue reforzada por su participación en el Foro Social del Nordeste Brasilero (Recife, noviembre de 2004). Al abordar, en un seminario promovido por la Agenda Post-Neoliberal, las decepciones provocadas por el gobierno Lula, él afirmó que todos los intentos de transformación están condenados al fracaso, mientras vivamos en una democracia representativa. Las luchas sociales deberían dedicarse a ejercer resistencia al capitalismo en las brechas o fisuras del sistema. Como el énfasis de Holloway estaba puesto en la negación de lo que él considera viejo, no fue posible comprender cómo esta resistencia podría, en algún momento, dejar las brechas y expandirse por la vida social. Las tres hipótesis de Buenos Aires El texto que Planeta Porto Alegre publica a continuación es más afirmativo y más claro. Son las notas de otra charla realizada en Buenos Aires, también en 2004, cuando el autor participó del lanzamiento de la edición argentina de Cambiar el Mundo sin tomar el poder. En ella, Holloway sostiene tres puntos de vista esenciales: 1) La idea de superar el capitalismo por medio de luchas sociales es hoy más válida que nunca, inclusive porque los riesgos de barbarie y de destrucción del planeta se están volviendo más grandes y más nítidos; 2. El error trágico de las principales tradiciones de izquierda en el siglo XX – tanto la “revolucionaria” como la “reformista” – fue suponer que la transformación sería hecha a partir de la “conquista” del Estado. Al adoptar esta perspectiva, la izquierda introdujo, en el núcleo central de su propio proyecto, un contrabando capitalista. Porque el Estado no es neutro: al establecer la separación entre sociedad y poder, éste reproduce permanentemente el proceso de alienación sobre el cual se construye el capitalismo. 3. La focalización en el Estado impidió que la izquierda viese la revolución que ya está en marcha. Son las múltiples formas de hacer social que se orientan por lógicas opuestas a las del capitalismo. Entre tantas otras, la defensa de los derechos, como resistencia y alternativa a la mercantilización de la vida; la práctica de la solidaridad, al contrario del individualismo y del egoísmo; la construcción de una cultura de la paz, en resistencia a las guerras y al intento de imponer la ley del más fuerte en las relaciones sociales entre los países. Holloway es extremadamente generoso, cuando comienza a relacionar las prácticas capaces de crear una nueva lógica social. Su deseo es descubrir rebeldía incluso en las acciones cotidianas. Faltar al trabajo para pasar el día jugando con los niños, dice, puede ser una forma de actuar contra el capitalismo. Pero es algo visto con frivolidad. Obsesionada por el poder, la vieja tradición jerarquizó las luchas. Puso en la cima de la pirámide las que abrían camino hacia el Estado. Y consideró todas las demás como secundarias y subordinadas. Poder, palabra con dos sentidos ¿Cómo hacer más efectivas las rebeldías del cotidiano? ¿De qué manera articular, en un proyecto de cambio social, las gigantescas protestas contra la guerra, la comunidad de desarrolladores de software libre, la campaña por la anulación de las deudas del Sur, y los que cambian la venta de su fuerza de trabajo por un día de placer con sus hijos? En la charla de Buenos Aires, Holloway parece preocupado con este tema. Por eso, enfatiza en algo que es menos evidente en su libro, o en las lecturas apresuradas que se hacen de él. Para él, hay dos sentidos en la palabra poder – y uno de ellos puede ser apropiado por los que quieren transformar el mundo. Poder sobre, dice Holloway, es la noción que sirve al capitalismo. Es el control privado sobre las relaciones sociales que son, por su naturaleza, colectivas; o la posibilidad de decidir el hacer de los otros. Pero existe también la noción de poder hacer. Se trata del “flujo social del hacer”, de la capacidad que tenemos de, juntos, recrear nuestra vida. Holloway da ejemplos: “Después de esta reunión, tendremos una sensación más fuerte de nuestro poder”. O “El movimiento feminista dio a las mujeres la noción de su poder”. La gran cuestión sería, por lo tanto, asegurar que el poder hacer prevalezca en relación al poder sobre. A pesar de que el autor no trate directamente el asunto, es posible que el pensamiento de Holloway ayude a comprender las posibilidades abiertas por el Foro Social Mundial – y los desafíos que éste tiene por delante. No jerárquico por naturaleza, el FSM podría ser visto como un espacio en el que los sujetos del poder hacer se encuentran, para conocer y potenciar mutuamente sus múltiples acciones. ¿Un Foro Social del “poder hacer”? A partir de esta óptica, sería cada vez más necesario incorporar al Foro todas las formas de iniciativa social orientadas por una lógica no capitalista, rechazando radicalmente, cualquier jerarquización entre ellas. Todos los seres humanos son bienvenidos. Los que proponen cambios que se chocan contra el conjunto de las relaciones capitalistas (por ejemplo, un nuevo sistema internacional de comercio, en oposición a la OMC). Los que traban batallas que exigen retrocesos parciales del sistema (garantizar que los tratamientos contra el SIDA sean gratuitos, desmercantilizando el derecho a la vida, por ejemplo). Los que dedican parte de su tiempo a acciones orientadas a nuevos valores, aunque no claramente opuestos al capital (difundir la idea de la extracción sostenible de recursos naturales, o garantizar el apoyo a las víctimas del tsunami, por ejemplo). El diálogo entre todas las personas tendería a revelar la importancia de acciones comunes. Para continuar con los casos ya citados: la posibilidad de pasar más tiempo con los hijos será multiplicada si hay una campaña mundial exitosa por 30 horas de trabajo por semana. Y la preservación de la Amazonia podrá ser efectivamente asegurada se reglas comerciales nuevas impiden, en la práctica, la venta de soja plantada en sustitución de la forestación. Mientras tanto, se deberían continuar realizando las convergencias y acciones comunes en el FSM, voluntaria y horizontalmente, por las propias organizaciones que se dedican a cada tema. Eso exige probablemente más tiempo, pero aleja los riesgos de jerarquizar las luchas, o de establecer, también en el Foro, relaciones de poder sobre. La crisis brasilera y su oportunidad Las ideas de Holloway son útiles también para examinar, a partir de otra óptica, la crisis brasilera. En pocos países, el dinamismo de la sociedad en la búsqueda de sus derechos es tan fuerte como aquí. Incluso en las localidades más empobrecidas y remotas se multiplican asociaciones de ciudadanos a favor de las más variadas causas. Algunas iniciativas políticas innovadoras, adoptadas autónomamente por la sociedad ( el plebiscito sobre el ALCA, por ejemplo) tuvieron alcance nacional. La irreverencia – esa actitud rebelde – es una característica del ser nacional brasilero. A ésta se sumo, en las últimas décadas, un movimiento de afirmación de identidades que cuestiona las tradiciones señoriales de Brasil en varios terrenos – habiendo establecido nuevos padrones culturales en las relaciones entre etnias y sexos. Y mientras tanto, toda esa ebullición social fue colonizada por la idea de que lo importante era la “conquista” del Estado. En la imagen proyectada por los medios de mercado, quien aparece como portador de la resistencia a las relaciones capitalistas no son las múltiples iniciativas por una vida nueva, sino la izquierda institucional. No es de extrañar que se expanda la sensación de fracaso… Por eso, tal vez valga la pena prestar atención, en la turbulencia, al aspecto de oportunidad que todas las crisis ofrecen. Hay un ciclo que se cierra. Está la posibilidad de abrir otro, a partir de las múltiples iniciativas en las cuales estamos involucrados. ¿Existirá la osadía de dar el paso al frente? Nada está escrito, solía decir Lawrence de Arabia, interpretado por Peter O’Toole, en la magnífica película dirigida por David Lean, a partir del libro de T.E.Lawrence. Es hora de ejercitar el poder hacer…. La tradición del marxismo científico, donde Holloway discute cómo la tradición marxista abandonó el concepto de alienación, central en Marx, y adoptó el culto iluminista a la ciencia – lo que contribuyó a diluir su carácter rebelde (inglés) (traducción: Maite Llanos) Publicado em www.planetaportoalegre.net
https://www.alainet.org/en/node/112572
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