Una globalización más justa: difícil pero no imposible
15/03/2004
- Opinión
A menudo se atribuye al conjunto de fenómenos conocidos
como globalización que -al haber propiciado una mayor
interdependencia mundial y una mayor libertad para el
intercambio de información, bienes, servicios y capitales-
se haya abierto la posibilidad de obtener grandes
beneficios económicos a todos aquellos que se inserten en
la economía internacional. Sin embargo, cuando se evalúan
los efectos de la globalización algunas de sus ventajas
teóricas parecen atenuarse. Según el informe de la Comisión
Mundial Para la Dimensión Social de la Globalización,
presentado en Londres el pasado 24 de febrero, el
crecimiento del PIB global fue de apenas un 0,08 por
ciento, y en términos per cápita sólo 16 países en
desarrollo lograron crecer a una tasa mayor al 3 por ciento
entre 1985 y 2000. Lo anterior ha provocado el aumento de
la brecha de ingresos entre países, ya que el PIB por
persona promedio de los más ricos ha pasado de representar
54 veces el de los más pobres, en 1960, a 121, en 2002.
Datos como éstos llevan a dicha Comisión a señalar la
necesidad de replantear con urgencia las políticas e
instituciones a nivel mundial con el fin de lograr una
globalización más justa e integradora.
Las recomendaciones formuladas en el informe "Por una
globalización más justa: crear oportunidades para todos",
van dirigidas hacia dos objetivos centrales: conseguir
Estados más efectivos (con capacidad para proporcionar una
protección social adecuada y responder a objetivos tanto
sociales como económicos) y una mejor gobernanza global
(con normas más justas que se apliquen equitativamente y
organismos internacionales más representativos y
democráticos que rindan cuentas ante la gente con mayor
coherencia política). Se reconoce que estos objetivos son
ambiciosos, pero viables, ya que los recursos y medios
necesarios existen y se hace hincapié en que no se proponen
soluciones milagrosas ni sencillas porque no existen.
Durante sus dos años de trabajo la Comisión llevó a cabo
diálogos y debates en 20 países con el fin de que círculos
empresariales, laborales y representantes de la sociedad
civil tuvieran la oportunidad de expresar sus puntos de
vista. En el informe se señala que, a pesar de la variedad
de opiniones, se encontró un común denominador en las
preocupaciones acerca del empleo. Dichos temores se
corresponden con las últimas cifras publicadas por la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), en las que el
porcentaje de desempleo a nivel global del año pasado es el
más alto jamás registrado, la "economía informal" sigue
aumentando en los países con bajo crecimiento del PIB y el
número de "trabajadores pobres" a nivel mundial se mantiene
constante.
Con base en esta evidencia, la Comisión señala que el
empleo no ha recibido la prioridad debida a nivel mundial y
recomienda que el "trabajo decente para todos" se convierta
en un objetivo global a conseguir a través de políticas
complementarias en los ámbitos nacional e internacional. En
el terreno estatal, los gobiernos deberían buscar políticas
macroeconómicas con el objetivo de crear empleos en su
seno; y en el internacional los organismos competentes -
Naciones Unidas, Banco Mundial, Fondo Monetario
Internacional y Organización Mundial del Comercio- deberían
trabajar de manera coordinada con la OIT para adoptar
"iniciativas de coherencia política", la primera de las
cuales debería abordar la cuestión del crecimiento global,
la inversión y la creación de empleo. Partiendo de esa
base, se podrían desarrollar iniciativas similares para
tratar otros aspectos sociales, como la migración,
identificada como otra preocupación recurrente en los
sondeos realizados.
Ante una coyuntura internacional en que el debate público
sobre la globalización se ha convertido en un diálogo de
sordos tras el estancamiento de negociaciones
internacionales clave y el frecuente incumplimiento de
compromisos internacionales en materia de desarrollo, la
Comisión pretende enviar un mensaje crítico, pero positivo,
que permita acabar con el actual impasse "centrándose en
las preocupaciones y aspiraciones de la gente y en las
distintas maneras de aprovechar mejor las posibilidades que
brinda la propia globalización".
La dimensión social de la globalización es aquélla que
afecta a la vida diaria de la gente y, si no se atienden
los desequilibrios actuales, el mundo se enfrenta a una
disyuntiva claramente expresada por la Presidenta de
Finlandia, Tarja Halonen, y el Presidente de Tanzania,
Benjamín Mkapa, copresidentes de la Comisión: "Podemos
intentar solucionar el déficit de gobernanza global que
existe en el mundo actual, garantizar la rendición de
cuentas y adoptar políticas coherentes que forjen el camino
hacia una globalización justa y equitativa, tanto dentro de
los países como entre ellos, o podemos dar rodeos y dejar
que el mundo se vea sumido en nuevas espirales de
inseguridad, problemas políticos, conflictos y guerras".
* Jorge Coarasa es economista mexicano.
Agencia de Información Solidaria
https://www.alainet.org/en/node/109588?language=es
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