Pedro Jorge Vera, el cronista…

15/09/2014
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La crónica como poesía del compromiso social
 
La crónica es, tal vez, el género en el que más se funden periodismo y literatura. Es también el lugar dónde el compromiso social y político de un escritor encuentra los caminos más abiertos para un mayor acercamiento con la gente. En la crónica, ese compromiso asume libertades que ayudan a trasgredir el periodismo y la literatura para instalarse en la memoria colectiva más allá de ficción y realidad. La crónica permite jugar con el tiempo y manejar los personajes, logrando que un hecho no pierda vigencia, pero sin escaparse de la realdad. La realidad mejor contada se ha escrito en crónica como si fuera ficción, porque al final de cuentas la realidad sigue siendo la mejor ficción.
 
Hay maestros de la crónica, que supieron cultivarla como un género mayor, que la enamoraron a tal punto de hacerla vehículo fundamental de las más sentidas luchas por la libertad, cronistas que asumieron el deber y el derecho de caminar junto a sus pueblos, tomar su palabra para hacerla de todos y luego devolverla para seguir construyéndola y reconstruyéndola en esa inmensa tarea de tender puentes entre pueblos y entre luchas. Hay maestros cronistas para los cuales la crónica es, o fue, un puente entre la literatura y el periodismo, la realidad y la ficción, los pueblos y las luchas, el camino y las utopías, el mar de Guayas y la montaña de Quito, como Pedro Jorge Vera, quien fue construyendo un camino en que el periodismo, la literatura, la lucha social y política y la geografía ecuatoriana se unían en una propuesta creadora y revolucionaria.
 
Desde la mitad del mundo Pedro Jorge construyó una literatura y un periodismo vinculado a un compromiso social y político que atraviesa el siglo XX. Libros, periódicos, revistas, se encargaron de recoger su obra que dejó de ser ecuatoriana para ser latinoamericana y universal. Era un cronista siempre, era un poeta haciendo crónica, y podía ocurrir, ocurría, que a veces cuando escribía sus romances, esa poesía que golpeaba y acariciaba a la vez, de alguna forma también escribía crónica. Leer La muerte del guambra Zambrano es leer poesía que puede ser leída como crónica o crónica que puede ser leída como poesía.
 
Antes de iniciar su obra literaria propiamente dicha, Pedro Jorge Vera fue cronista del diario El Universo de Guayaquil, y después escribió crónicas en una veintena de medios de ciudades y países diferentes. “Si no he llegado a la cumbre en ninguna de las dos vertientes, ha sido por falta de dotes, pero en ambas tengo un sitio bajo el sol y las cultivo con esas dos condiciones indispensables para su buena práctica: pasión y responsabilidad”, solía decir, y agregaba como al paso: “si en mi obra literaria tiene un lugar importante la imaginación, esta solo me funciona a base de la realidad”.
 
Pedro Jorge Vera fue pionero en la creación de revistas y periódicos alternativos que lograron importante difusión y repercusión política. Su primer semanario lo fundó con Alfredo Pareja Diezcanseco y estaba tocado por el amor y la solidaridad hacia un país que sufría la guerra y los embates del fascismo, y se llamaba España Leal. Pero sólo alcanzó a publicar dos ediciones hasta que se lo llevaron preso.
 
Fue en La Calle, una revista fundada en 1958 con Alejandro Carrión, que Pedro Jorge Vera pulió y proyectó su estilo periodístico sumamente marcado por la literatura y se transformó rápidamente en uno de los cronistas más leídos. La publicación que denunciaba el gobierno reaccionario de Camilo Ponce Enríquez, obtuvo importante repercusión en poco tiempo.
El formato de la revista le daba la oportunidad de hacer del periodismo una instancia de creación. “Literatura y periodismo son ramas de una misma raíz. El único género periodístico donde tiene cabida cierta dosis de imaginación es la crónica, que cimentado en la realidad, puede permitirse la desviación imaginativa circunstancial y hasta llegar con ella a la categoría literaria. Como son ejemplo en nuestro medio las magníficas crónicas de Raúl Andrade”, argumentó Pedro Jorge alguna vez en una conversación.
 
Defensor de sus principios al tener discrepancias ideológicas con Carrión dejó la revista pero siguió haciendo periodismo. En 1960 viajó a Cuba. A su regreso fundó la revista de izquierda Mañana que pocos meses después ya se había convertido en el principal medio de comunicación de la izquierda ecuatoriana. Años después, en el 70, luego de haber estado en prisión durante el gobierno dictatorial de José María Velasco Ibarra, fundó Ecuador 70.
 
Cuando se refería a los grande cronistas, Pedro Jorge recordaba el ejemplo de José Martí: “apóstol, combatiente, maestro, orador, poeta, ensayista, declaró sin ambages que de su obra escrita, lo más útil y significativo eran sus artículos periodísticos, aunque solo fuera porque estos llegaban a muchísimas más personas que sus versos. Numerosas crónicas suyas siguen siendo modelos en el oficio, baste citar ese estudio que es un verdadero programa aún vigente, Nuestra América”.
 
Pero enseguida caminaba un siglo antes, y señalaba que Eugenio Espejo había dado una lección similar: "Al mismo tiempo que asesoraba a condes y marqueses tocados por el aire de la libertad, investigaba sobre microbios, curaba enfermos y elaboraba concienzudos tratados -comentaba. Pero nada de esto le bastó, para cumplir con sus ideales libertarios y culturales, comprendió que necesitaba un medio de comunicación directa con sus compatriotas, que solo podía serlo una hoja periódica, y entonces fundó y mantuvo sus Primicias de la cultura de Quito”.
 
También le gustaba recordar que en Ecuador muchos intelectuales lograron la simbiosis entre literatura y periodismo. El primero, Juan Montalvo, a quien “no le bastó filosofar en sus Siete tratados ni ser autor de ficción en Capítulos que se le olvidaron a Cervantes y en sus dramas”. Para dar salida a su ansia de libertad y a su repulsa al despotismo, “ni siquiera le fueron suficientes Las Catilinarias -esa apoteosis del insulto según Miguel de Unamuno-y vistió la casaca del periodista en El Cosmopolita y El Regenerador”.
 
Literatura, periodismo y política eran parte de su misma pasión. “No hay incompatibilidad entre literatura y periodismo y es posible cultivar simultáneamente los dos oficios”, decía. Luego aclaraba que cuando se hace literatura, “hay que evitar que esta caiga en la órbita meramente periodística, pero -¡ojalá!-que la práctica de comunicador o comentarista le haya enseñado al escritor sobriedad y precisión”. Y cuando se hace periodismo, si es informativo, “que no se deje llevar por la loca de la casa que es la imaginación, y si es de opinión, limitar prudentemente sus vuelos”.
 
En el poema Recado al Gran Viejo que era un llamado a Eloy Alfaro, Pedro Jorge termina con la frase Alfaro Vive Carajo que traspasó el tiempo y se instaló en el imaginario del pueblo ecuatoriano, y fue semilla de crónicas futuras de otros cronistas, atando poesía y crónica nuevamente.
 
Pedro Jorge Vera, el escritor, el periodista, el luchador social y político asumía siempre su compromiso por eso explicaba que lo “más importante es la lealtad del escritor y del periodista con su pueblo y con su tiempo”. Y argumentaba que solo había dos tipos de periodistas. El que estaba “al servicio de la plutocracia y el imperialismo” y el que se identificaba con la justicia y la libertad, colocando la causa de los oprimidos por encima de los intereses, las conveniencias y los ingresos personales. A ese periodismo comprometido lo definía como “periodismo romántico” y explicaba: “El de Espejo, el de Martí, el de todos los que hicieron -y también en nuestros días-un arma contra la injusticia y el despotismo.
 
Caminó por las distintas variantes de la crónica, recorriendo la historia, la cultura, la política y las luchas sociales, narrando e interpretando los hechos de su tiempo, y utilizando diversos recursos como el dramatismo, el humor, la ironía y la reivindicación histórica.
A través de las crónicas de Pedro Jorge Vera se puede caminar por la guerra civil española, donde la violencia era el pan de cada día; conocer la vida de las comunidades indígenas de Ecuador; introducirse en los laberintos de la izquierda ecuatoriana; caminar por los logros y las luchas de la revolución cubana; entender el gobierno de Salvador Allende; descifrar la vida cotidiana de los trabajadores, comprender la intervención estadounidense en América Latina y cualquier lado, recuperar la historia de luchadores sociales; recuperar la vida de muchos mitos de la cultura popular como Carlos Gardel; comprender la explotación de los asalariados; reivindicar la paz entre dos pueblos hermanos como el ecuatoriano y el peruano; recorrer las calles de Quito, Guayaquil o La Habana; tomar contacto con la aterradora violación a los derechos humanos durante las dictaduras latinoamericanas… Pero esos son solo algunos de los cientos de caminos transitados al leer sus crónicas. Y leer las crónicas de Pedro Jorge era como conversar con él y recorrer su vida.
 
Las crónicas de Pedro Jorge nos introdujeron en la realidad social, política y económica de Ecuador y América Latina, fueron ejemplo para los periodistas que vinieron después y nos permitieron constatar que la crónica periodística es un arma poderosa en la lucha social. Ese tipo de periodismo tenía y tiene sus riesgos, porque se puede chocar con diversos poderes. Pero fue gracias a maestros y precursores como Pedro Jorge que muchos periodistas decidieron dejar de ser simples “observadores” para asumir que de cualquier forma participan (incluso al observar) de los hechos, y aunque no sean parte de estos, conviven con ellos.
Entonces dejaron de querer “ser espejo de la realidad”, para ayudar en parte a que el lector pueda tomar distancia de la vida cotidiana y analizarla, aportando elementos que ayudan a desnaturalizar esa cotidianidad para descubrir aquello que esconde una situación de injusticia como la pobreza, la represión o el exceso de poder.
 
Pedro Jorge Vera abrió el camino para que las nuevas generaciones de periodistas comprendieran que la realidad ecuatoriana y latinoamericana es una fuente inagotable para la crónica periodística: su vida cotidiana, sus contradicciones, sus hechos poco esclarecidos, su multiplicidad… Y aportó también en la necesidad de profundizar sobre el lenguaje, asumiendo modismos y formas necesarias para llegar al lector de mejor forma, dejando de lado lo formal y rígido para dar lugar a lo festivo, a la riqueza de la expresividad cotidiana, introduciéndose en el rico laberinto de su narrativa, sin intentar amoldar la palabra de cada grupo social.
 
En Gracias a la Vida, la crónica se hace pasión de vida. Entonces Pedro Jorge Vera, el cronista, relata su camino como testigo y protagonista de la historia, y la crónica adquiere su máxima dimensión para ser leída como una poesía del compromiso social.
 
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Este texto forma parte del libro Pedro Jorge Vera: Cien Años de un Animal Puro, editado por Miguel Mora Witt y publicado al recordarse los 100 años del escritor.
 
https://www.alainet.org/en/node/103415
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