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Un proceso de luchas*

Maria Luisa Mendonça
Septiembre 18, 2001

La Conferencia Mundial contra el Racismo puede ser analizada como un evento y como un proceso. Como evento, ella simbolizó las desigualdades entre los países del Norte y del Sur, entre ricos y pobres, poderosos y oprimidos. Más aún, la Conferencia puso en evidencia la inflexibilidad de los gobiernos para aceptar las posiciones defendidas por las organizaciones de la sociedad civil.

La primera demostración de inflexibilidad fue la salida de los Estados Unidos y de Israel, que no aceptaban discutir la cuestión palestina en el ámbito de la Conferencia. Esa actitud apuntaba también a vaciar el evento y, consecuentemente, debilitar a la propia Organización de Naciones Unidas. A pesar de haber permanecido en Durban, la Unión Europea también adoptó una postura intransigente, condicionando su participación a las decisiones de cada día.

Ese tipo de posición por parte de los gobiernos estaba en total contradicción con las resoluciones divulgadas por el Foro de las ONGs sobre la cuestión palestina. Algunas ONGs consideran que Israel ha promovido el genocidio del pueblo palestino, durante más de 40 años de ocupación militar.

Mientras las Naciones Unidas se concentran en una discusión sobre el vocabulario adecuado para definir la situación en Oriente Medio, el pueblo palestino continúa sufriendo constantes violaciones de sus derechos humanos. Al mismo tiempo, la ONU ha sido incapaz de implementar sus propias resoluciones, que determinan la retirada de Israel de los territorios palestinos. Este tipo de contradicción demuestra las diferentes dinámicas entre representantes de los gobiernos y de la sociedad civil.

Otra situación emblemática fue la discusión sobre los orígenes del racismo y las reparaciones por el tráfico de esclavos y la esclavitud. Una vez más, observamos un contraste radical entre los países colonizadores y los colonizados, y entre determinados sectores de los gobiernos y de la sociedad civil.

Mientras los representantes de la Unión Europea, se mantenían inflexibles en relación a ese tema en Durban, el alcalde de Londres, Ken Livingstone, divulgó una nota afirmando que “el tráfico de esclavos se constituyó en un crimen contra la humanidad y el gobierno del Reino Unido debería unirse a otros países y pedir perdón”. Esa posición también fue defendida por parlamentarios norteamericanos y franceses, que elaboraron proyectos de ley sobre la herencia del colonialismo y sobre las formas de reparación.

Las resoluciones de los gobiernos sobre los derechos indígenas también generaron gran frustración entre los movimientos sociales. La declaración final de la conferencia adopta el término “pueblos indígenas”, pero determina que ese término no sea interpretado como relacionado al derecho internacional.

La delegación oficial de Ecuador fue la única en divulgar una nota de protesta sobre ese tema, explicando que la Declaración de Durban representa un retroceso en relación con la Constitución de su país, que lo define como un “Estado pluricultural, multiétnico, multilingüe, en la cual se reconoce una realidad diversa de su composición nacional y también los derechos colectivos de los Pueblos Indígenas”. No obstante, esa fue una posición prácticamente aislada, porque los otros países del Grupo Latinoamericano y del Caribe terminaron cediendo a las presiones, principalmente de los Estados Unidos, de Inglaterra y de Canadá, para limitar los derechos de los indígenas.

Ante tantas disputas, es posible que las mayores conquistas de los movimientos sociales sean reconocidas, no por los resultados de este evento, sino por el proceso que se desarrolló y que debe tener continuidad. Pese a las dificultades de las ONGs para unificar sus luchas, por el hecho de pertenecer a diversos sectores (estaban presentes en Durban representantes de los movimientos negros, indígenas, homosexuales, árabes, judíos, jóvenes, mujeres, migrantes, entre muchos otros), existe una perspectiva para crear una Alianza Global Contra el Racismo.

Como dijo Fidel Castro, quiénes son los gobiernos que están contra las reparaciones? De qué lado esos gobiernos siempre lo estuvieron?. Y concluye con una frase que resumió el sentimiento de los movimientos sociales en Durban: “Lo importante es el proceso, no la conferencia en sí. Está claro que los gobiernos no pueden eludir más la cuestión racial”.


Notas:

* Extracto de un artículo publicado en la revista América Latina en Movimiento, No. 339.


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