Feministas Globales, Liderazgos Plurales
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Liderazgo Feminista y Diversidad
Introducción
Si bien el desarrollo político del feminismo es reconocido por su apego a la diversidad, las problemáticas señaladas por la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y otras formas de Intolerancia Relacionadas, colocan en la agenda de hoy la urgencia de profundizar en las articulaciones entre las relaciones de género y las realidades discriminatorias y de exclusión, que se expresan en el contexto de la globalización.
Ello implica no sólo visibilizar la diversidad de contextos en los cuales se desarrollan las propuestas feministas, sino también tomar en cuenta la multiplicidad de perspectivas y prioridades inherentes a cada una de las interrelaciones entre género, clase, etnia, ubicación geopolítica, opciones individuales y otras, que configuran las realidades de las mujeres.
Esto incluye, también, el análisis de las diferencias, correlativas a la brecha estructural histórica, que se expresan en la visibilidad y representación en los liderazgos feministas globales, entre cuyas manifestaciones no sólo se visualiza la limitada participación de las mujeres de las etnias y grupos discriminados, sino también la poca legitimidad atribuida a los discursos, cosmovisiones y formas de expresión de las culturas relegadas.
En ese sentido, la producción de enfoques feministas de la diversidad invitan a asumir la puesta en práctica de la diversidad, concebida como un espacio donde interactúen, en igualdad de condiciones, todas las singularidades, y delinear propuestas que integren dichas singularidades, en el discurso y acciones de orden general.
Los debates en torno a la agenda de mujeres para Durban
Suniunila Abeysekara
Nuestra discusión sobre liderazgo feminista y diversidad se desarrolla en el contexto de los preparativos para la Conferencia Mundial Contra el Racismo (CMRX) a realizarse en Durban, Sudáfrica, en agosto-setiembre 2001. Esperamos que las intervenciones que realicemos a través de nuestras discusiones contribuyan a aclarar algunos de los debates y divisiones que ya se han introducido en la agenda de las mujeres hacia Durban.
La Convención Internacional sobre la Eliminación de Toda Forma de Discriminación Racial (ICERD, por sus siglas en inglés, 1969) define la discriminación como la "distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en la raza, color, descendencia, origen nacional o étnico" y contiene una ceguera de género. Para corregir esto, en el 2000, el Comité de la ICERD planteó una Recomendación General (No. 25) sobre las Dimensiones de la Discriminación Racial Relacionadas al Género, que claramente declara: "La discriminación racial no siempre afecta a las mujeres y a los hombres por igual o de la misma manera" (párrafo 1). Como parte del proceso preparatorio, la División para el Adelanto de las Mujeres organizó una reunión de expertos/as sobre Género y Raza en Croacia, para la cual la Dra. Kimberley Crenshaw preparó un documento sobre la intersección de raza y género. Así, la discusión en torno a género y raza en la CMRX se ha centrado en el tema de la intersección, de las conexiones cruzadas entre sexo/género y todas las otras formas de identidad que hacen que las mujeres sean especialmente vulnerables a algunas formas de discriminación y abuso.
En los círculos feministas, la discusión sobre la intersección es relativamente vieja. Las feministas negras y las feministas de color en los EE.UU. y el Canadá, como Angela Davis y bell hooks, plantearon la naturaleza transversal de la clase, sexo y raza, al desafiar el dominio sobre el movimiento de mujeres de la década de los 70 por mujeres blancas, de clase media. En el Reino Unido y en Europa, las feministas socialistas desarrollaron teorías sobre las conexiones entre racismo, sexismo y el privilegio de clase en sus trabajos sobre mujeres y trabajo, incluyendo la economía doméstica/familiar y el trabajo doméstico. En años más recientes, Carole Pateman ha escrito sobre las formas en que el contrato social democrático liberal entre ciudadanos/as y el estado era, en efecto, un contrato "sexual".
El debate ha sido enriquecido aún más por diversas intervenciones sobre conceptos de identidades y diversidades múltiples y cambiantes. En esta breve ponencia, deseo centrarme en las formas en que la etnia ha jugado un papel en la construcción de las identidades de las mujeres y compartir algunos pensamientos sobre cómo, como feministas, podemos entender esto en el marco de la diversidad.
La etnia es reconocida en la ICERD como una de las bases de diferenciación entre las personas y pueblos. En los últimos años, el horror de las divisiones étnicas se ha manifestado ampliamente a lo largo del mundo, en Ruanda, la ex Yugoslavia, Indonesia y Sri Lanka, para nombrar sólo algunos de los casos más obvios.
La diferencia étnica no está basada tanto en la apariencia física, dado que pueden haber varios grupos étnicos diferentes dentro de una categoría racial, sino más bien en las similitudes de las prácticas culturales y sociales. Personas de diversos orígenes étnicos generalmente se ven iguales, excepto para el observador con mayor discernimiento, quien toma en consideración "marcadores étnicos", como una forma particular de vestimenta u ornamento, el uso del idioma o hábitos alimenticios. En tiempos de crisis social, política o económica, la etnia se constituye en un factor crítico para determinar el acceso al poder y a los recursos. La negación de dicho acceso (por ejemplo, los Tamils en Sri Lanka, los chinos en Indonesia) o la supresión de ellos, sobre la base de la diferencia conllevan al surgimiento de tensiones basadas en la etnia en cualquier sociedad.
Es en situaciones donde surgen divisiones étnicas que las mujeres y su rol en la comunidad alcanzan un punto crítico en términos de la identidad de la comunidad. Por un lado, las mujeres son percibidas como las "portadoras" del "honor" de la comunidad y, por lo tanto, deben comportarse de una manera que las reafirme como miembros de dicha comunidad. A menudo esto implica volver a las formas tradicionales de vestimenta y de comportamiento, incluso en comunidades que habían abandonado estas formas años atrás. El regreso al "hijab" (para cubrirse la cabeza) entre las mujeres musulmanas jóvenes puede ser presentado como, quizás, un ejemplo extremo. También significa la resurrección de estereotipos de mujeres provenientes del folklore y los mitos tradicionales conectados a la comunidad; a menudo estas mujeres son identificadas por las virtudes del auto-sacrificio y la dignidad frente a la adversidad. Sita de la historia del Ramayan es una de estas figuras. Estas figuras empiezan a reaparecer tanto en versiones tradicionales como modernas en canciones, historias y series de televisión y crean un modelo del rol de las mujeres. A menudo también hay exhortaciones dirigidas a las mujeres a "reproducir la especie", a fin de que la comunidad se fortalezca numéricamente. Esto establece muchas restricciones a los derechos de las mujeres de elegir respecto a su vida reproductiva y sexual.
Además, en tales situaciones se les dice a las mujeres que dado que la línea divisoria étnica es la más crítica en la actualidad, deben restringirse de plantear temas que dividirían a la comunidad internamente. Así, temas como la violencia doméstica, el incesto y la negación de iguales derechos para las mujeres en la ley tradicional son percibidos como "divisionistas"; las mujeres que plantean estos temas son denominadas "traidoras" o agentes de intereses "foráneos". El hecho de que las mujeres sean percibidas como "portadoras del honor de la comunidad" restringe su movilidad y elección de pareja. También las hace vulnerables a todas las formas de violencia y abuso en manos de la "otra" comunidad. Es por esto que la violación y el abuso sexual de las mujeres ha sido una estrategia de guerra a lo largo de la historia.
Al mismo tiempo, la manifestación extrema de políticas basadas en la identidad conducen a las mujeres a unirse a las filas de los combatientes en todos los bandos del conflicto. Portan armas y, como en el caso de Sri Lanka, ganan la reputación de ser osadas. Algunas comentaristas feministas han cuestionado si el espíritu de auto-sacrificio que se propaga a través de la tradición y la costumbre se refleja, tal vez, en la motivación para convertirse en "homicidas suicidas". Al acentuarse las divisiones étnicas, estas divisiones se reflejan dentro de las comunidades y conllevan también a tensiones entre las comunidades en el ámbito de la sociedad civil. Algunas veces, estas tensiones se expresan en formas brutales, con la "limpieza étnica" quizá como el peor ejemplo. En estas situaciones, las mujeres son victimizadas pero ellas mismas son perpetradoras de violencia contra mujeres de comunidades denominadas como "otras".
De esta forma, las mujeres que pertenecen a comunidades para quienes la etnia es el factor definitorio para la auto-identificación, se encuentran a sí mismas divididas por diferentes lealtades - a su comunidad y hacia la comunidad de mujeres. Ellas no pueden plantear temas que son significativos para las mujeres o que parecen reclamar la igualdad dentro de la comunidad, dado que esto es a menudo percibido como contrario a los intereses de la comunidad. Ellas tampoco pueden fácilmente mantener conexiones con mujeres fuera de la comunidad porque estas mujeres frecuentemente pertenecen a la "otra" comunidad y, por lo tanto, son percibidas como hostiles. Esto produce restricciones en su capacidad para emprender acciones colectivas como mujeres y a menudo las coloca en oposición a las "otras" mujeres. En tales situaciones, a menos que exista una comprensión crítica de las complejidades de la situación, las divisiones que son creadas pueden destruir a una colectividad que ha sido fomentada a lo largo de años de activismo.
Existen varios grupos de mujeres a lo largo del mundo que son enormemente significativos, que han mantenido conexiones cruzando las líneas divisorias étnicas en momentos de conflicto y crisis, y que han surgido como voces enérgicas por la paz y por el fin del conflicto, no sólo en sus propias comunidades sino en el mundo. Entre estos se encuentran las iniciativas de Mujeres de Negro en Israel/Palestina y en la ex Yugoslavia.
Algunos temas críticos que han surgido para nosotras como activistas feministas de la revisión de estas experiencias son:
la necesidad de respeto a la necesidad de las mujeres de reafirmar su identidad como miembro de una comunidad;
la aceptación de que es mejor que la crítica a una comunidad que se siente "sitiada" provenga de la propia comunidad, con apoyo del exterior cuando sea solicitado;
la necesidad de continuar participando en un diálogo sobre la negación de la igualdad a las mujeres en las tradiciones, costumbres y prácticas religiosas con las mujeres de las comunidades donde ocurren dichas negaciones;
la necesidad de desarrollar un entendimiento feminista de la violencia contra las mujeres como parte del continuo de la dominación patriarcal, y ver las conexiones entre la militarización en el ámbito estatal y el abuso conyugal en el ámbito familiar;
la necesidad de promover formas no violentas de resolución de conflictos en cada ámbito de la sociedad;
El desafío de trabajar con y a través de la diversidad étnica por la paz, y por la reconciliación, es una tarea larga y difícil. Por momentos pareciera como si existieran más factores que nos dividen y promueven la hostilidad entre nosotras/os que factores que nos unen y que brindan la base para la acción colectiva. Sin embargo, es claro que solamente trabajando con las diferencias y diversidades, no negándolas, podremos avanzar en situaciones de conflictos basados en divisiones étnicas.
La vieja consigna de "Unidad en la Diversidad" parece ahora tener un toque de asimilacionismo. Más bien debemos reafirmar la "Diversidad para la Unidad" en el entendimiento de que nuestras diferencias nos enriquecen en lugar de disminuir nuestro activismo y espíritu colectivo. Cuando las comunidades están en guerra unas con otras, algunas veces ésta es una meta difícil en la cual basar nuestras esperanzas. Sin embargo, en suma, creo que el feminismo nos ha enseñado el concepto de identidad como un fenómeno multifacético y en constante cambio. Por lo tanto, en abstracto, podemos imaginar formas y medios de sobrepasar tales conflictos, aferrándonos a nuestra integridad como mujeres, al mismo tiempo que no negamos el regocijo de pertenecer a nuestra comunidad. No tiene que ser un escenario de uno o el otro. Cómo transformar esta idea abstracta en realidad, cómo mantener amistades y expresar afecto unas/os a otras/os mientras nuestras comunidades están en guerra entre sí, cómo conectar nuestro entendimiento de lo que ser mujer significa en cada lado de la divisoria étnica--estos son temas claves del liderazgo en torno a los cuales debemos enfocarnos en nuestra discusión.
Phumzile Mtewa
La próxima Conferencia Mundial de la ONU contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y Formas Conexas de Intolerancia (CMRX) reconoce que los temas a ser abordados por esta conferencia están interconectadas. El racismo, la xenofobia y la intolerancia (o discriminación) no surgieron por sí solas e incluyen diferentes contenidos en cada contexto, para personas/pueblos diversos.
La interrelación entre racismo y xenofobia, racismo e intolerancia, intolerancia y xenofobia, tiene que ver con formas distintas de expresión de dominio y privilegio en cada contexto - siendo los común denominadores la herencia cultural y las estructuras jerárquicas; encontrándose expresiones de ellas en la cultura, en relaciones económicas y sociales, en espacios políticos y otros.
La articulación de estas expresiones diversas en el contexto de la globalización provoca múltiples tensiones, especialmente aquellas relacionadas a diversas formas de intolerancia, expresadas en la no aceptación de diferentes culturas, creencias, espiritualidad, orientaciones sexuales, capacidades y otros. La expresión más clara de esta intolerancia puede percibirse en las "justificaciones" para entrar en guerra argumentando conflictos "étnicos" o diferencias religiosas, así como la justificación para la violencia urbana sostenida en la homofobia, el sexismo, racismo, clasismo y otros.
La referencia histórica y actual a la figura del hombre blanco, de clase alta, empoderado continúa apareciendo como un modelo a ser alcanzado por cada individuo alrededor del mundo, un acto que constituye una imposición ideológica, particularmente para las mujeres (y hombres) del Sur, donde una de las consecuencias ha sido la prohibición de las mujeres a empoderarse sobre la base de su propia determinación cultural e interpretaciones. Esto también actúa como un espejo negativo para todas las personas que no corresponden a este referente: mujeres negras e indígenas; lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros (LGBT); jóvenes y personas mayores; personas con discapacidades; pobres, excluidas/os, y otras/os.
En varios contextos, actuar contra esta imposición a menudo resulta no sólo en castigos físicos, sicológicos y emocionales, sino también implica no tener o ser restringida en el acceso a servicios públicos básicos, la negación de su participación en discusiones claves, incluso sobre temas que afectan sus vidas personales, y, de hecho, puede conducir a no ser consideras/os como seres humanos.
Las mujeres afectadas por múltiples formas de discriminación son testigo de las consecuencias de las atrocidades, exclusión, discriminación y total falta de consideración hacia nuestras verdaderas existencias/identidades. Por lo tanto, es vital que como líderes feministas aboguemos por la adopción de propuestas/acciones necesarias para garantizar el pleno respeto, la igualdad sustantiva y la libertad para todas las mujeres y que este llamado en sí mismo se convierta en un estado de emergencia.
En este contexto, se plantea que la promoción de una cultura de la diversidad emerge como la única alternativa para cambiar la situación actual, que el respeto a esta cultura puede garantizar su sostenimiento. Sin embargo, ¿qué significa esto en realidad? ¿Cómo sería garantizado? ¿Cuál es el papel particular de las líderes feministas en este proceso?
Pero, ¿por qué se plantea la promoción de la diversidad como única alternativa?
"Se entiende diversidad, como característica intrínseca de la humanidad, de las sociedades y las culturas, comprende también la identidad y la vida/actividad sexual de todas las personas, aspectos que, al amparo de derechos humanos específicos, no pueden estar sometidos a la imposición de modelos, ser motivo de intolerancia o de negación de la libertad y respeto"1.
El reconocimiento de que las mujeres experimentan la discriminación y exclusión porque son portadoras de múltiples identidades, implica no sólo nombrar dichas identidades, sino también entender las dinámicas locales, regionales y globales, como elementos claves para promover y garantizar el sostenimiento de una cultura de la diversidad.
A fines de la década de los 90, en particular, algunos Estados adoptaron algunas políticas inclusivas hacia el reconocimiento de la diversidad.2 Aún así, de manera contradictoria, diversas formas de exclusión, principalmente en temas socioeconómicos y culturales, están incrementándose. Aún más, en algunos contextos "tradicionales", donde el mantenimiento de culturas locales está asociado a la conformidad con el mantenimiento del poder masculino, se han exacerbado diversas formas de discriminación.
En nuestras preparaciones y desde nuestras expectativas hacia la CMRX, debemos emerger con propuestas dinámicas relativas a la interrelación de la discriminación racial y la clase/situación socioeconómica, género, diversidad sexual, edad, discapacidad, etc. Las interconexiones entre estos temas deben ser vistas en el contexto de la marginación de los países del Sur en el proceso de globalización.
Estas propuestas deben reconocer que el racismo es una expresión de todo un complejo de arreglos institucionales, relaciones de poder y acceso a recursos en la sociedad, y también que las actitudes, ideas, y movimientos racistas se desarrollan en una sociedad basada en una estructura de clases.
La existencia social de desigualdades capitalistas perpetúan en gran medida la conciencia racista. Debido a ello, la mayoría de mujeres alrededor del mundo pertenecen a las clases trabajadoras y pobres, y por tanto, son excluidas del acceso a puestos y servicios debido a su raza y grupo étnico, entre otros factores.
La "tradición y costumbres" han sido usadas para justificar la falta de consideración y la desvalorización de las vidas de las lesbianas [y de las personas gays, bisexuales y transgéneros (LGBT)].3 En casos en que esto ha sido articulado, ha estado vinculado a declaraciones racistas y xenófobas, por ejemplo, que la vida LGBT es "una imposición de las culturas occidentales en las del Sur..."
Al hablar de diversidad, un movimiento a ser tomado en cuenta es el movimiento LGBT, en el cual diferentes intereses, ideas políticas, clases, edades, sexos y otras diversidades han existido durante años en un movimiento consolidado. Sin embargo, tampoco debemos pasar por alto el "dominio blanco masculino" incluso en dicho movimiento. También dentro del movimiento feminista, los temas de sexualidad y diversidad sexual continúan siendo puntos difíciles y continúan siendo marginados.
Las lesbianas, como mujeres, son afectadas por factores arriba mencionados que afectan a las mujeres. La profundización de las consecuencias es evidente cuando acarrean otras identidades que a menudo son sujetas a discriminación y exclusión. Sería una injusticia si cualquiera de las identidades fuera divorciada de las otras simplemente porque el cumplimiento lo requiere. Por lo tanto, en la creación, promoción y sostenimiento de una cultura de la diversidad, se requiere defender la plena ciudadanía de las identidades y vidas de las lesbianas.
Por cierto, dentro de las prioridades de las agendas y relaciones Sur-Norte - sea que incluyan o no discusiones sobre políticas de ajuste estructural, el medio ambiente, el descuento de la deuda, las pruebas nucleares, el SIDA, migración y tráfico, pruebas de drogas sin consentimiento informado y recursos para el paciente, la pobreza, etc. - la diversidad se convierte en el centro si se van a emprender soluciones.
En el contexto de la pandemia del SIDA, por ejemplo, que ha golpeado principalmente a los países subdesarrollados y pobres, siendo las mujeres las más golpeadas, las acciones y respuestas son cuestionables. En la única Sesión Especial de la Asamblea General de la ONU que se haya llevado a cabo sobre el VIH/SIDA (junio de 2001), la escasa presencia y participación de las mujeres de estos países severamente afectados, unidas al hecho de que los Estados se enfrascaron en un debate sobre la inclusión o exclusión del grupo más vulnerable a la pandemia y la orientación de servicios dirigidos específicamente hacia ellos, son en sí mismas una señal de cómo la exclusión y el no tomar en cuenta la diversidad puede causar pandemias aún mayores.
En cada tema mencionado arriba, la consulta, participación y compromiso activo de mujeres jóvenes y niñas en la formulación de estas propuestas y en su implementación es importante. No tomar en cuenta el papel que pueden desempeñar las/los jóvenes, particularmente si representan una clase, raza y sexualidad divorciada de la "práctica aceptable", debilita todos los esfuerzos para crear una cultura de la diversidad. También es crucial que no percibamos los roles de las/los jóvenes simplemente como de "recibir órdenes", sino como actores clave en el sostenimiento de una cultura de la diversidad.
Nunca se debe permitir que las creencias y las prácticas culturales impidan el progreso que ya se ha alcanzado en el marco de los derechos humanos en el reconocimiento de la diversidad. Por lo tanto, confirmando nuestro compromiso con la construcción y, de hecho, el fortalecimiento de una cultura donde la diversidad no sea vista como una amenaza, requiere mucho más que confirmar que existe.
Formas de exclusión se encuentran incrustadas en el racismo, heterosexismo, sexismo, clasismo, discriminación por capacidades, apariencias, edad, entre otras. En los pocos ejemplos mencionados, que representan diversas identidades, una no puede dejar de pensar que una de las estrategias clave necesarias para la articulación de nuestras preocupaciones es, de hecho, la importancia de crear espacios para transiciones "culturales" y el cambio de imágenes que siempre representan a las víctimas de la discriminación en lugar de resaltar la valoración de los derechos y la construcción de ciudadanía.
En esencia, invertir en garantizar una igualdad sustantiva, la eliminación de desigualdades, en el desarrollo de economías, la mejora de la calidad de vida para la mayoría de mujeres, contribuirán inmensamente a la eliminación del clasismo, sexismo y racismo en nuestras sociedades y asegurará que la diversidad sea respetada.
Es de crucial importancia sostener el reconocimiento de la Ciudadanía, como un derecho clave y que puede garantizar la participación. No se trata de hacer nombramientos nominales, de encontrar e identificar todas las formas de discriminación o de sentarse en una mesa representativa. La confirmación de la diversidad está relacionada a una posibilidad de acción concreta para poner término a las diferentes formas de exclusiones estructurales y prácticas discriminatorias.
La discusión entre las feministas que están participando en la Conferencia Mundial Contra el Racismo del presente año, así como las ponencias de Sunila Abeysekara y Phumi Mtetwa, se han centrado en las intersecciones como una mejor forma de documentar, entender y abordar las experiencias de las mujeres respecto al racismo. Estas experiencias difieren. El racismo que experimentamos es agravado por el hecho de ser mujeres, provenientes de diferentes situaciones de clase, con diferentes capacidades, con diferentes orientaciones sexuales, ubicadas en diferentes regiones de la economía-política global y con diferentes historias que superar respecto a la economía política global.
Como señala Abeysekara, el debate entre las feministas sobre las intersecciones no es nuevo. Y, además de las académicas, activistas y escritoras que ella menciona, también existe un creciente volumen de trabajos por mujeres del Sur subdesarrollado que intenta abordar las complejidades de nuestras identidades múltiples y cambiantes.
Entonces, ¿qué es lo novedoso de la discusión sobre las intersecciones para esta Conferencia Mundial Contra el Racismo - CMRX?
Mtetwa percibe la negación y supresión de la(s) diferencia(s) en el contexto de nuestro legado patriarcal, capitalista y colonial. Y tanto Abeysekara como Mtetwa señalan lo que esta negación y supresión de la(s) diferencia(s) han implicado para las mujeres que se identifican tanto como mujeres como con una diferencia (étnica o sexual) que está siendo amenazada.
Para las feministas, en particular las feministas del sur subdesarrollado, lo que puede ser novedoso son los crecientes ejemplos de mujeres que se organizan colectivamente (y exitosamente) a pesar de las lealtades quebradas que, según observa Abeysekara, resultan de esta identificación múltiple. En Somalia, por ejemplo, el año pasado 25 mujeres llegaron a integrar el gobierno transitorio, ganando acceso a la conferencia de negociaciones, la cual estuvo inicialmente planificada para incluir a los representantes de sólo cinco clanes de Somalia, sobre la base de que las mujeres, colectivamente, constituían el sexto clan de Somalia.
Lo que también puede ser novedoso, apuntalando la exitosa organización colectiva mencionada arriba, es un compromiso diferente como feministas con las costumbres, la religión y la tradición. Abeysekara señala la necesidad de continuar el diálogo sobre costumbre, religión y tradición. Mtetwa va más allá, señalando la necesidad de crear un espacio para la transición cultural (y religiosa). Hemos ido más allá de fácil y simplemente condenar a la cultura y la religión. Y hemos ido más allá de las defensas airadas y reflejas de la cultura y la religión. Porque, como señala Abeysekara, estamos aprendiendo cómo facilitar la crítica de las feministas desde adentro. Y cada vez en mayor grado, las feministas, desde adentro, están reclamando el derecho a documentar, interpretar y proclamar el derecho y la práctica consuetudinarios y religiosos para nosotras mismas.
Sin embargo, como señala Mtetwa, no es suficiente apuntar hacia la revisión de leyes y políticas sobre la base de estas nuevas interpretaciones. Y ninguna discusión y empresa (o la falta de ellas) sobre las diferencias ejemplifica esto de manera más clara que aquellas en torno a la sexualidad, como Mtetwa también señala. Abeysekara observa la necesidad de comprender y abordar el conflicto público, la militarización y la guerra como una continuación natural de la violencia contra las mujeres en el ámbito privado, habilitado por el status de las mujeres dentro de modelos de familias nucleares y extendidas heterosexuales típicas. ¿Cuántas feministas, especialmente en el sur subdesarrollado, realmente tienen la capacidad para desafiar y transformar (o ubicarse fuera) de estos modelos sin pagar altos precios en lo personal, familiar y social? Como señala Mtetwa, es preciso abordar crítica y urgentemente la ampliación de nuestro entendimiento y defensa de los derechos ciudadanos de las mujeres en este contexto privado.
Por último, necesitamos entender con claridad lo que deseamos de la CMRX en diversos niveles. Entre nosotras, como fue revelado durante los preparativos hacia la CMRX, en las tensiones que surgieron entre mujeres del norte sobredesarrollado y el sur subdesarrollado, puede ser que estemos mejorando en contenidos (como se describió arriba), pero aún necesitamos trabajar en los procesos. Como observa Mtetwa, el proceso no puede ser reducido a reunir todos los signos de las diferencias alrededor de una mesa. ¿Cómo transformamos los nuevos discernimientos de contenido en nuestra práctica como feministas?
Esto es necesario porque, fuera de las demandas que queremos que los estados acepten y las medidas que deseamos que adopten, la intersección también tiene que ver con cómo los mecanismos de derechos humanos de la ONU monitorean, documentan y abordan las violaciones a los derechos humanos experimentados por las mujeres. La CMRX trata sobre el desarrollo del ejercicio de nuestros derechos humanos. Y, como con todas las cosas, necesitamos empezar con nosotras mismas.
En lugar de elaborar sobre los puntos planteados por Sunila y Phumi, quisiera enfocar la atención en las implicancias de los análisis propuestos por ellas. Sobre la base de mis experiencias, quisiera limitarme a dos puntos: primero, la diversidad y sus implicancias para el liderazgo feminista y, segundo, las implicancias para estrategias educativas.
Dados los contextos sociales e históricos específicos de los cuales surgieron las feministas, no se puede asumir como un hecho que las feministas tendrán un entendimiento común de la noción de diversidad. Nuestros diversos entendimientos de la diversidad deben ser articulados y debatidos para que gradualmente entendamos de dónde provenimos cada vez que hablamos de diversidad. Las dos ponencias presentan con claridad la gama de diversidades que debemos tomar en cuenta - desde la etnia hasta la orientación sexual, desde las diferencias raciales hasta las diferentes capacidades. El desafío para nosotras tiene dos aspectos: entender cómo estas diversidades funcionan para excluir en diferentes contextos y, a partir de ello, articular estrategias sobre cómo engendrar la cultura de la diversidad.
Concretamente, por ejemplo, podemos cuestionar cómo nuestras prácticas de liderazgo son informadas por nuestro entendimiento de las diversidades involucradas. ¿Cómo usamos nuestro poder como líderes para enfocar la necesidad de trabajar en el tema de la diversidad, sabiendo que es aceptable para muchas de nuestras seguidoras usar la diferencia para excluir? ¿Qué significa practicar el liderazgo feminista inclusivo?
Esto me conduce al segundo punto sobre estrategias educativas. Es preciso descifrar dos conceptos en nuestro entendimiento y práctica de la diversidad. El PODER y la IDENTIDAD requieren ser entendidos para ayudarnos a practicar un liderazgo feminista inclusivo. En la formación y capacitación de líderes feministas, es de importancia crítica que se brinde a las mujeres las herramientas analíticas para examinar la gama de prácticas de poder y para apreciar tanto las posibilidades exclusivas como inclusivas del poder. De igual manera, las mujeres necesitan enfrentar la idea de la naturaleza constantemente cambiante y multifacética de la identidad y cómo ésta se relaciona a nuestra propia práctica de liderazgo feminista.
PODER, IDENTIDAD y DIVERSIDAD son ideas mayores que, en última instancia, deben ser descifradas para poder avanzar hacia prácticas transformadoras.
La importancia y singularidad de la CMRX no puede ser sobre enfatizada. Ha visibilizado las diversas perspectivas, aunque no siempre libre de tensiones, que las mujeres han expresado a lo largo del proceso preparatorio, entre ellas las de las mujeres del Sur, etnias discriminadas y otras, así llamadas, minorías, que están reclamando sus propios espacios para analizar sus prioridades específicas.
Las contribuciones al tema "Liderazgo Feminista y Diversidad" en el marco de esta Conferencia, plantean preguntas adicionales que son esenciales de abordar, en particular por las líderes feministas. Estas incluyen, las muy necesarias discusiones y debates sobre qué exactamente significa y representa la "diversidad" para cada una de nosotras en cada contexto y en el diseño de propuestas globales. Como Carol señala, también se refiere a cómo exactamente puede ser puesta en acción por las líderes feministas (en la práctica del liderazgo feminista inclusivo) y por todas/os los líderes.
En qué medida podemos ver en este proceso que la organización colectiva va más allá de "colocar un sello de aprobación" hacia "un compromiso en la práctica" con los temas en cuestión. Y también, qué implicaría "un compromiso en la práctica" en el contexto de la construcción de una cultura que respete las diversidades y reconozca que dentro de las diversidades existen diferencias, y algunas veces, incluso, puntos de vista contradictorios.
En nuestras prácticas y en la articulación de propuestas, tenemos que cuestionar si al practicar un "feminismo inclusivo" o en nuestra "organización colectiva" misma, se mantendrá el respeto al espacio creado por feministas para articular temas específicos pertinentes a ellas. La autonomía de cada iniciativa organizativa es tan importante como la construcción colectiva. Al mismo tiempo, es vital fortalecer las diversas formas de liderazgo y su intervención basada en sus propias agendas en cada paso.
El trabajo conjunto, en particular en el proceso de la CMRX, también llama a cuestionar cuáles son nuestras propuestas como mujeres y como feministas cuando observamos la "violencia étnica" en el Medio Oriente, por ejemplo. Sabiendo cuáles son los roles de nuestros gobiernos específicos en la situación, ¿qué propuestas estamos llevando a las mesas de discusión (de la CMRX) que reflejen el respeto por la diversidad? La paz mundial, la justicia, la igualdad sustantiva y la ciudadanía para las mujeres puede depender sólo de esto. El rol de las feministas es vital.
Lo que queramos lograr de la conferencia podría depender de cómo estemos abordando los temas críticos que nos diferencian. El trabajo conjunto en la formulación de consensos y prioridades contribuirán a romper la tendencia de sentirnos amenazadas por la diversidad, y más bien enriquecernos por la diversidad entre las líderes feministas.
Para mí, como una activista sudafricana negra y joven, que surgió de la organización de trabajadores contra el apartheid, la articulación de la diversidad dentro de esto espacio y en la CMRX es un tema clave. He visto los "beneficios" de haber enumerado las condiciones/bases a ser protegidas de la discriminación en áreas de gobernabilidad. Por lo tanto, el abogar y cabildear por la inclusión, por ejemplo, de las diversas condiciones en la Declaración y el Plan de Acción de los gobiernos, en lugar de generalizar, es crucial para visibilizar nuestras diversidades y garantizar el pleno respeto de nuestra dignidad.
Dentro del discurso feminista, ¿existe alguna justificación para la exclusión? En este cuestionamiento, debemos ir más allá de lo que Carol manifiesta sobre nuestro liderazgo, y también sobre las presentaciones de nuestras propuestas en espacios claves de toma de decisiones, teniendo en mente la amplia diversidad en las vidas y preocupaciones de las mujeres. Esto contribuirá a nuestro entendimiento del rol del poder en esto.
Finalmente, deseo recuperar algunos aspectos del pasado. Posiblemente, una de las mejores contribuciones por el movimiento feminista fue la introducción del concepto de género. Hoy hablamos de este concepto como si siempre hubiera estado allí. Mi respeto por ese avance también incluye la esperanza de que la diversidad puede ser reconocida y engendrada de manera más importante, como Carol manifiesta, y no se convierta en un concepto retórico mencionado por los estadistas y las mujeres, pero raramente reconocido o aplicado. Este deseo también incluye la capacidad de las líderes feministas mayores para integrar las preocupaciones, ideas, opiniones de mujeres más jóvenes y así cerrar las brechas (educativas, geográficas) que existen entre las líderes feministas.
Estoy a la expectativa de la CMRX y las actividades de seguimiento, en particular respecto a cómo nos eduquemos a nosotras mismas y articulemos diversas propuestas para una era inclusiva hacia la paz mundial.
Notas:
1 Sección 181 del Plan de Acción y Declaraciones Específicas del Foro de las Américas por la Diversidad y la Pluralidad. Quito, Ecuador, 13-16 de marzo de 2001.
2 Las Constituciones del Ecuador y de Sudáfrica, por ejemplo, reconocen la diversidad y garantizan derechos y libertades.
3 El Presidente de Zimbabwe se refirió a las vidas de las personas LGBT como "contra la cultura...inferiores a los perros y cerdos..."