Política española: elecciones, pactos y bloqueos

13/01/2020
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Es curiosa, por no decir extraña, la manera en que se conduce actualmente la política en España. En los últimos meses, a propósito de la investidura como presidente de Pedro Sánchez en el gobierno de ese país, han salido a flote los modos más insólitos que éstos poseen para tal ejercicio: se trata de una política de pactos, eminentemente electoralista, que supedita las instituciones y los gobiernos provinciales a las elecciones del Parlamento, y a su vez el Parlamento –Congreso de los Diputados le llaman— se pasa la mayoría del tiempo haciendo pactos para evitar que otras fuerzas políticas tengan lugar en el seno de ese mismo Parlamento, de modo que nunca se logra el tan ansiado equilibrio que aparentemente se busca. Y cuando algún elemento inesperado surge entre los sujetos que proponen esos pactos y el asunto parece no ir muy bien, entonces se habla de un “bloqueo”.

 

Desde que viví en España en los años 80 del siglo XX luego del ocaso del franquismo, observé con relativa alegría el surgimiento de un Partido Socialista que se erguía como una esperanza contra los gobiernos fascistas que habían sumido al país en un campo de batalla caracterizado por la hostilidad, la persecución, el racismo, el sectarismo y el hostigamiento a las fuerzas progresistas y transformadoras de la sociedad, representadas por el pueblo trabajador. La Guerra Civil española había sido para nosotros un símbolo de resistencia y lucha a los desmanes de tales fuerzas nefastas.

 

Felipe González surgía en aquel entonces como líder de fuerzas de avanzada, pero al cabo de pocos años dejó ver sus debilidades, y ello posibilitó el surgimiento del Partido Popular, el cual, más que una verdadera voluntad de gobernar con y para el pueblo, mostró la de usar al pueblo para sus fines, con lo cual se convirtió mas bien en un partido populista, dejando ver sus verdaderas intenciones: aplastar cualquier signo de socialismo y de distribución equitativa de los recursos materiales y financieros de la nación.

 

Asistimos, a los pocos años, al ascenso de un José María Aznar del Partido Popular al poder, lo cual significó una verdadera regresión en la política del país, y obtuvo una respuesta en los sucesivos gobiernos de Rodríguez Zapatero, del Partido Socialista (PSOE). El primer gobierno de Rodríguez Zapatero fue positivo; el segundo, no tanto. En este segundo lapso comenzó a ser blanco de los peores insultos e infamias por parte de la nueva figura insurgente del Partido Popular: Mariano Rajoy, que culpaba a Zapatero de cuanta cosa mala ocurría en España, en unos tediosos discursos leídos. Zapatero lo escuchaba impasible, sin inmutarse. Los gobiernos de Rajoy no pudieron ser más desfavorables en el siglo XXI: España se sumió en la corrupción y en el descalabro de fondos públicos, ineficiencia y altos costos de los servicios, privatización, medidas y recortes contra ancianos y jubilados, desempleo (paro).

 

El populismo-cretinismo de Rajoy alcanzó luego niveles delirantes: su incapacidad discursiva, su mediocridad política e intelectual se pusieron en evidencia, mientras Zapatero cumplía funciones de mediador de paz en países latinoamericanos. Mas tarde en este siglo XXI, el gobierno de Rajoy hace aguas (es inhabilitado para ejercer el gobierno) y el Partido Socialista parece recuperarse con la imagen del joven Pedro Sánchez. Surgió también la relativa fuerza del partido Podemos, cuyo líder, Pablo Iglesias, mantiene un discurso convincente en lo verbal y limitado en la praxis, pero de quien esperamos lo mejor en su ejercicio como vice-presidente del país, con todo el nuevo equipo de ministros (el de Cultura, José Manuel Rodríguez, ha dicho que además del trabajo artístico y estético pondrá énfasis en los valores éticos, ojalá sea cierto) para intentar detener la avanzada del un neo fascismo encarnado en los representantes de partidos como Vox (Espinoza de los Monteros). Mientras otros partidos de centro derecha se mantienen atentos, como es el caso de Ciudadanos. En cuanto a los nuevos líderes del Partido Popular español (Pablo Casado) habría que decir que no han podido superar a Rajoy en cuanto a mediocridad, pero si lo han logrado en dos elementos importantes: el descaro y el cinismo. Pero no sólo sucede en las filas de la ultraderecha. Si usted observa bien en lo que se ha convertido hoy Felipe González, no es tan sólo un señor viejo: es la caricatura de un político.

 

El “socialismo” que se propone en España hay que ponerlo así, entre comillas, pues obedece sólo a una denominación puramente formal, ya que de socialismo real no tiene un ápice: se trata de intereses neoliberales disfrazados con otro ropaje, lo cual explica que Sánchez haya arremetido en los primeros años de su mandato contra Chávez, Maduro, Kirchner, Morales o Correa. Ahora, los distintos actores de la política española han vuelto por sus fueros en la tribuna preferida de España: la televisión. Ahí apreciamos a una verdadera galería de políticos de todas las tendencias y signos paseándose por “Los desayunos de TVE” a dejar sus declaraciones frente a un panel de periodistas (el moderador del programa funge de árbitro ideológico) de los distintos diarios, y los resultados son casi siempre los mismos: toda o casi toda la política española se reduce para ellos al fenómeno electoral manipulado por los partidos, con infinitos dimes y diretes, chismes, infidencias, detalles de todo tipo, cuando debiera ser de diálogos constructivos entre instituciones, protagonizados por representantes del pueblo. Los pactos electorales para la gobernanza se imponen previamente sobre los acuerdos institucionales y sobre el diálogo entre los ciudadanos y las diputaciones provinciales, lo cual es absurdo.

 

La política en España se ha complejizado hoy día debido a la insurgencia de los independentistas catalanes, quienes han luchado por años para que les sean reconocidos sus logros culturales, económicos y sociales, que les corresponden por derecho histórico. Desde Madrid, los líderes de la ultraderecha han querido hacer ver que se trata de unos separatistas que pugnan por desmembrar a España y atentar contra su unidad, cuando en verdad lo que desean es que les sea reconocida su identidad político-cultural, sustentada en lo económico. Han llegado al extremo de criminalizar a sus líderes, dictándoles autos de detención, como en los casos de Puigdemont, Junqueras y Quim Torras. Lo cual no quiere decir que tampoco haya algunos astutos magnates apostados detrás de algunos de ellos, para seguir haciendo sus negocios.

 

La administración de Madrid pretende centralizar todos los recursos de provincias que sí producen bienes y servicios, y distribuirlos tomando ventaja, y ese ventajismo es inadmisible para otras provincias españolas, las cuales no dependen de aquella pretendida “unidad” para producir y generar su propia riqueza y prosperidad social, como bien pudieran ser el país vasco y las islas canarias, por ejemplo. El caso de Cataluña sería sumamente peligroso para Madrid (Castilla-La Mancha) pues el fenómeno se puede reproducir en otras provincias y significaría no ya el desmembramiento de España, sino su liberación de un yugo monárquico absurdo, en plena modernidad. En verdad, España nunca ha estado unida; esa ha sido siempre una ilusión, una utopía, pues la nación ha sido mas bien una “España invertebrada”, como la llamó una vez José Ortega y Gasset.

 

Esta concentración de recursos en Madrid ha generado un rechazo general hacia el centralismo de Castilla y a su modo de privilegiar a las ciudades grandes sobre el campo, que es el que produce y mantiene a España, junto al turismo y las empresas pequeñas. Advertimos una superpoblación y polución en las grandes ciudades, y una despoblación del campo, fenómeno típico del desarrollismo cuantitativo del capitalismo, basado sólo en el crecimiento delirante de una economía de mercado a costa de cualquier cosa: el clima, la salud, el medio ambiente, la violencia, las drogas, la polución. Ya se están haciendo sentir los estragos devastadores en España y en toda Europa como consecuencia del cambio climático, lo cual ha generado reacciones masivas de marchas de manifestantes en las grandes capitales y la celebración de cumbres climáticas, como ocurrió en pasados meses en Madrid y donde se abordaron temas álgidos en este sentido, que han contribuido a concienciar a miles de personas.

 

Si las fuerzas de la ultraderecha y el neofascismo, --estimuladas con el reciente traslado de los restos de Francisco Franco a una capilla, constituyó hace poco un espectáculo mediático que pretendió reavivar tales ideas perniciosas--- llegaran a tener de nuevo un lugar en la política española, ello sería lamentable. De ahí que Pedro Sánchez se viera obligado a pactar con Pablo Iglesias y las fuerzas independentistas de Cataluña, que hoy por hoy tienen también peso en el parlamento europeo. Buena parte de Europa se encuentra hoy colapsada por medidas de recortes fiscales, privatizaciones, altos costos de la vivienda y alquileres, alzas en los combustibles y el agua, pensiones miserables, desempleo, mientras grandes empresarios y políticos mediocres nadan en la abundancia. Los medios de comunicación españoles apenas dan cuenta de estas realidades, alienados como están a las grandes empresas trasnacionales y a los mandatos del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y los abusos financieros de Washington que pretenden imponerse en asambleas internacionales, las cuales violan elementales derechos humanos y jurídicos.

 

Es muy importante que el pueblo español tenga claro que no es posible volver a viejas formas de gobernanza, a formatos de tiranías militares, a dictadores fascistas ni a gobiernos débiles títeres de Washington. Los pueblos latinoamericanos estamos pendientes del pueblo español, pues de él hemos heredado no sólo la lengua o el idioma, sino también una rica tradición cultural y literaria, costumbres, saberes, arte y filosofía. El pueblo español nos hechiza con sus fiestas populares, sus personajes, tipos, costumbres, su humor y su festividad natural, los cuales también forman parte de nuestra espiritualidad. España posee una tradición y una cultura compleja, fuerte, bien enraizada, de la que hemos heredado mas cosas buenas que malas. Por ello, lo que ocurra en España tiene, lo queramos o no, repercusión en nuestro espíritu.

 

-Gabriel Jiménez Emán mereció el Premio Nacional de Literatura de Venezuela (2019), por el conjunto de su obra.

 

 

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