Tan mal que ya no se aguanta

19/01/2018
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
nina_mujer.jpg
-A +A

Sentada, desde el cansancio que produce intentar sobrevivir la realidad que vivimos en Venezuela, la muchacha fue lapidaria. Era una de esas muchachas que venía del campo. Una vida rural, siete hermanos, padres trabajadores que no terminaron el bachillerato. Ella sí que pudo. Si pudo con la escuela, el bachillerato y la universidad. Se hizo abogada en una universidad que tuvo clases todos los días, comió todos sus almuerzos en el comedor universitario, utilizó los libros que necesitaba en la Biblioteca y pudo sacar las copias que necesitaba e imprimir sus trabajos. Ella era la tercera de los siete y moría de angustia. Con el costo del pasaje, la residencia y la necesidad de la casa, sus hermanos tenían mucho más difícil lograr ser universitarios y para ella, eso no fue una verdadera hazaña.

 

Había rumores de cambios de ministros y ella lo escuchaba sin hacerse reales esperanzas, que los cambien todos, dijo. Que los cambien porque estos lo están haciendo muy mal. Ya no se aguanta.

 

Ciertamente hay muchas cosas que cuesta aguantar. Cuesta pararse tan temprano para ir a una larga cola y darle, una y otra vez, todo el efectivo a un chofer. Cuesta andar a la caza de un trozo de pan y calcular qué porcentaje (el 5, el 15 o el cuanto) será ese precio del salario que ya está comprometido para tantas otras cosas.

 

Cuesta vivir sobreviviendo el día y sin una noción clara de qué pasará al día siguiente. Este período especial, esta resistencia heroica, este compartimiento histórico que no se define sino por su dificultad.

 

Como ella, yo sabía que el asunto no se iba a apañar con un cambio de ministros que puede que ocurra -o que no- pero yo me deslicé de ese espacio profundamente preocupada porque ella, chavista, en el sentido que muchos de mi generación lo fue[1], no lograba encontrar un sentido en lo que ocurría.

 

Necesitaba un relato en el cual protegerse, porque al final, así somos los humanos. La existencia de nuestra especie se la achacamos al maíz, al trigo o a Dios. Las penurias al jardín del edén y el perdón a la muerte de Cristo…, por eso lo necesitaba. Tanto como necesitaba sentir que esto acabaría en algún momento y que valdría la pena.

 

Las explicaciones, sin embargo, estaban allí aisladas, incomprensibles, llenas de promesas imposibles de cumplir y obviaban algunas cosas fundamentales. Tales como el hecho que nosotros somos un pequeño país de la periferia del mundo.

 

¿Un pequeño país? ¿Y todo el discurso del mejor país del mundo, de las hermosas mujeres, de la patria de los Libertadores? Aunque sean ciertas, al menos parcialmente estas afirmaciones, somos un pequeño país que vende –a lo que le paguen- la materia prima para un centro saqueador, dominante y bribón que no ha perdido el poder que detenta desde aquella vez que un español –o un italiano o un portugués- llamado Cristóbal Colón pisó América.

 

¿Entonces Bolívar no logró la Independencia? Es terrible decir esto. Logró ganarles las batallas a los generales presumidos que enviaba el Rey a estas tierras. Logró darnos Constitución e ideas pero fue traicionado, desterrado, condenado a la soledad de las plazas que muchas veces se llenaron de malvivientes.

 

Desde entonces, con sus idas y venidas, sus patriotas que avanzaron y traiciones que nos hicieron retroceder, vivimos en un mundo desigual que coloniza, por las ideas, los productos y la economía, estas partes del sur.

 

Como en la Colonia, Venezuela se levantó primero en esta segunda oleada. Avanzamos en lo jurídico y en lo estratégico. Tuvimos un líder que nos convenció que éramos, por derecho y fortuna, más que ese país pequeño que debía decir siempre que sí. Ese país tan bien descrito por Alí Primera como aquél que del progreso tenía los afiches y el este, el resto, era campo, cerro y olvido.

 

Olvido del plan ferroviario, olvido de la plantación de trigo, olvido del consumo del maíz puro. Olvido que existen otras carnes que se pueden cazar, criar o conseguir. Olvido que la Independencia fue un proceso doloroso, sacrificado, traicionado. Olvido de que la Guerra Federal se fue cayendo cuando en plena batalla matan a Ezequiel Zamora, olvido que la Revolución Bolivariana nació despertando el sueño de libertad y su eterna sombra, la conspiración.

 

Como si con esa voz y esa rabo ‘e cochino, Chávez hubiese despertado los campos, los hombres, las ideas y los odios, vivimos un tiempo donde la luz reapareció impactante y fue acumulando las sombras, esas que nos llevaron al momento donde estamos, recordando la fuerza y la osadía con la cual se nos castiga y se nos traiciona.

 

El tema de las sanciones es la principal situación que vivimos y se diluye. La gente entendió como aquella muchacha que la Revolución era un período de bonanza. Entonces, acabado o diluido este sienten que la Revolución se acabó, o peor, que no queda nada que salvar.

 

Pero las sanciones son precisamente eso, el proceso mediante el cual se complejiza la garantía derechos sociales y una vez más citamos la meridiana conclusión del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU al respecto:

 

Si bien los efectos de las sanciones varían de un caso a otro, el Comité es consciente de que casi siempre producen consecuencias dramáticas en los derechos reconocidos en el Pacto. Así, por ejemplo, con frecuencia originan perturbaciones en la distribución de suministros alimentarios, farmacéuticos y sanitarios, comprometen la calidad de los alimentos y la disponibilidad de agua potable, perturban gravemente el funcionamiento de los sistemas básicos de salud y educación y socavan el derecho al trabajo. Además, cabe citar entre las consecuencias indeseadas el refuerzo del poder de minorías opresoras, la aparición prácticamente inevitable de un mercado negro y la generación de grandes beneficios inesperados para los grupos de privilegiados que lo administran, el aumento del control que las minorías gobernantes ejercen sobre la población en general y la restricción de oportunidades de búsqueda de asilo o de expresión de oposición política. Aunque los fenómenos mencionados en la frase anterior tienen un carácter esencialmente político, ejercen asimismo un importante efecto adicional en el disfrute de los derechos económicos, sociales y culturales.[2]

 

Si volvemos el día de hoy a este tema no es tan sólo por traernos esa conversación con la muchacha sino porque sabemos que muchos de ustedes la ha tenido. Con ella, con él, con ustedes mismos. Una conversación que obvia, por ejemplo, que ese título de profesional que obtuvieron gratuitamente en la Venezuela chavista es un bien de riqueza indevaluable que nos dejó el Comandante Chávez que sirve aquí o allá o donde usted lo quiera usar. Es una muestra de redistribución del ingreso que no podrá perderse con el macabro juego de la paginita aquella.

 

También lo hacemos porque hoy, la televisora rusa, publicaba la escandalosa declaración del secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, según la cual este personero afirmó “La muerte de norcoreanos es un indicio de que la diplomacia estadounidense funciona[3]

 

Su gozo era absoluto, afirmaba que las sanciones empezaban a doler cuando, recordando la risa por los muertos que hace par de años soltaba Hilary Clinton, decía que la muerte de pescadores en altamar que tienen que buscar pescado y arriesgarse a irse sin combustible ayudaría a la población a darse cuenta de quiénes son los malos y que los Estados Unidos pueden ser la solución.

 

¿Algo que hemos vivido antes? A mí me recordó las horas que me tocó esperar por gasolina en Valera a pocas horas de navidad. Las mismas que sacaban de aquél hombre de pueblo que servía en la estación la oportunidad de cambiarse de bando y poder decidir, quién tenía suerte y quien no, en esa fecha.

 

No somos el único país sancionado. En esta fecha, ese señor no hablaba de Venezuela. Las sanciones producen crisis humanitarias. Vaya la casualidad que esto sea de lo que se acusa a Venezuela como si pudiese en política, con nombrarlas, hacer que las cosas sucedan. Lo mismo le pasa a Irán que ahora está conociendo las guarimbas y a Rusia.

 

Para Irán, por ejemplo, la industria nacional es una salida al problema pero su principal fábrica que es la de vehículos sufre porque Europa encarece y dificulta la compra de piezas. Ellos también aplican subsidios distintos a personas que se encuentran en mayor riesgo y cuando logran aguantar mejor la pela, aparecen nuevas dificultades que generan la risa del Imperio.

 

Yo no tengo la fórmula que nos indique como sobreponernos a esto, sólo observo con preocupación cómo avanzan las estrategias del enemigo: nos hacen vivir la pelea de perros que denunciaba Thierry Meyssan cuando crean el caos y nos dejan a nosotros ver como lo superamos. En una situación donde se hace más sencillo señalarnos entre venezolanos y finalmente entre camaradas que poder detectar que somos para otros, un experimento.

 

Requerimos una mejor explicación de la situación que vivimos y las medidas que adoptamos, por ejemplo, toda esta necesidad de las criptomonedas que alentadoras para los que las conocen resultan lejanas e incomprensibles para mucha gente.

 

Requerimos entender mejor el cuadro de la época post Chávez que a mí me resulta cada vez mas como la muerte del pater familia donde no podemos esperar que las cosas sigan sucediendo de la misma manera, ante nuestra indiferencia, más dispuestos a quejarnos que a tomar responsabilidades directas, en el espacio concreto donde nos desenvolvemos.

 

De esa imagen finalmente vuelvo a un cuadro de nuestra historia, ese diciembre-enero donde el Libertador, convertido en Dictador de la Gran Colombia convoca a los más admirables de los ciudadanos para que le ayuden a salvar la Patria y estos ponen su mejor esfuerzo en el Congreso, aunque dudan de qué tantos poderes tienen. Dictan una Constitución que para algunos llega muy tarde por la fuerza en contra que ejercen Santander y Páez. Son asechados y olvidados.

 

A los meses asesinan a su Presidente, Antonio José de Sucre y la Gran Colombia no logrará nunca la unión que requerían las nuevas naciones para aguantar el deseo colonial de los viejos países europeos ni el nuevo que desarrollaban las antiguas colonias inglesas, ellas si, compactamente unidas.

 

La libertad en la historia, ese valor que consideró Bolívar es el que vale todos los sacrificios, no ha sido nunca un regalo. No podemos que en tiempos donde la dinámica mundial se baila en ritmos de reggeaton y trap  esperar que el asunto se haga más sencillo.

 

Notas

 

[1] entendiendo que el chavismo era esta especie de alquimia que convirtió a obreros en profesionales, a campesinos en citadinos, a arrendatarios en propietarios.

 

[2] https://conf-dts1.unog.ch/1%20spa/tradutek/derechos_hum_base/cescr/00_1_obs_grales_cte%20dchos%20ec%20soc%20cult.html#GEN8

 

[3] https://actualidad.rt.com/actualidad/260346-tillerson-norcoreanos-diplomacia-estadounidense

 

 

 

 

https://www.alainet.org/fr/node/190461
S'abonner à America Latina en Movimiento - RSS