“La crisis general del capitalismo (1968-1991)”

21/04/2015
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Lecciones y herencias del siglo XX: comentarios a la obra de Eric Hobsbawm  (Capítulo XI)

 

“El mundo más conveniente para los gigantes multinacionales es un mundo poblado por Estados enanos o sin ningún Estado” (E. Hobsbawm; “Historia del Siglo XX”) (1).

 

Introducción:

 

El principal objetivo de este capítulo se centra en resaltar algunos de los factores causales (estructurales y coyunturales), que incidieron en el surgimiento de lo que por décadas se conoció como la “crisis general del capitalismo”, subrayar algunas de sus principales formas de manifestación tanto políticas como estrictamente económicas, y a su vez, reflejar en líneas muy generales, el nuevo macro-proceso histórico que dicha crisis propició en la economía mundial (con la crisis de la deuda externa de los ochentas y la oleada neoliberal de los noventa como componentes “episódicos”), y que en conjunto, forma parte de un macro-proceso mucho más amplio, el cual desde hace décadas se ha conocido como “transnacionalización” e “internacionalización” de la economía (o simplemente “globalización económica”).

 

El contexto general del bloque histórico (1968-1971)

 

Tal y como se dijo en el capítulo anterior (“Los años dorados del capitalismo central” -1945-1971-), el inicio del fin de la época de las “vacas gordas” en los países del capitalismo central (EEUU, Europa Central y Japón), se produjo cuando las principales reglas impuestas en el nuevo orden económico que emergió de Bretton Woods empezaron a resquebrajarse.

 

En esencia (siguiendo siempre la línea argumentativa de Hobsbawm), desde una perspectiva macro y estructural, este resquebrajamiento se produjo principalmente debido al surgimiento de las inevitables crisis cíclicas consubstanciales a la naturaleza propia del sistema capitalista (oscilación cíclica que atrapa al sistema entre el “despegue”, la expansión y el “boom” y su extremo opuesto, el estancamiento, la recesión y la depresión).

 

Y el segundo factor causal de este desquebrajamiento del orden económico emergido de Bretton Woods (un factor político de tipo coyuntural), se debería en gran parte al involucramiento y posterior entrampamiento del imperio norteamericano en la guerra del Vietnam, un hecho de la esfera política que tuvo sus implicaciones en la economía norteamericana.

 

Por lo general al revisar estos dos estos fenómenos (el desquebrajamiento del orden emanado de Bretton Woods y la guerra del Vietnam), se separan tan solo por razones analíticas, pues ya sabemos que en la realidad lo económico y lo político hacen simbiosis, hasta el punto que se vuelven casi irreconocibles.

 

Bretton Woods: algunas particularidades del proceso:

 

La naturaleza de las principales reglas y medidas económicas que emergieron del orden de Bretton Woods al finalizar la segunda guerra mundial, eran en esencia de tipo anti-cíclicas, orientadas hacia la fuga de cualquier condición o situación que favoreciera la caída del sistema en otra grave depresión (como la experimentada a fines de los años veinte), y orientada hacia la recuperación económica del sistema global capitalista hegemonizado por los EEUU, en particular, a través del impulso del crecimiento, el consumo y la expansión económica en los propios EEUU, Europa central, Japón y en diversas áreas periferéricas del circuito global del sistema (incluyendo Asia y Latinoamérica).

 

Como vimos en el capítulo anterior, las cosas marcharon muy bien entre 1945 y 1965, hasta que el gobierno norteamericano empezó a romper algunas de sus propias reglas macro-sistémicas y de orden de política económica keynesiana, siendo una de las principales, el abandono del patrón oro como moneda de respaldo y estabilización del dólar, la divisa norteamericana de intercambio mundial (2).

 

Tal y como Hobsbawm lo menciona, lo anterior se produjo como una medida orientada a paliar la creciente debilidad del dólar, una necesidad ingente que empezó a ser evidente en la segunda mitad de los años sesenta.

 

En términos prácticos, eso significó la decisión del gobierno norteamericano de imprimir grandes cantidades de billetes sin ningún respaldo real (“papelitos de colores” como solía Lenin denominarle a tal tipo de moneda), dando paso como principal consecuencia inmediata, “el fin de la convertibilidad del dólar”, lo cual se produjo entre 1968 y 1971 (3).

 

La primera gran alarma global: La crisis de los precios del petróleo de la OPEP en 1973.

 

Dos años después de tales medidas, en 1973, estalló la primera gran alarma global de que el sistema capitalista mundial hegemonizado por el dólar norteamericano había entrado en crisis.

 

En ese emblemático año, la Organización de Países Exportadores de Petróleo aglutinados en la OPEP, tomó la histórica determinación de elevar sustancialmente el precio internacional del barril de petróleo, propiciando una gigantesca espiral inflacionaria que debilitó aún más al dólar,  arrastrando a numerosos países hacia una imparable oleada inflacionaria, en particular, en los precios del transporte local e internacional, los alimentos de consumo básico, la educación y vivienda, poniendo en crisis a su vez al sistema financiero internacional.

 

Algunas consecuencias inmediatas:

 

El estallido de la llamada crisis general del capitalismo en los años setenta tuvo entre otras, las siguientes consecuencias sustantivas:

 

·         Se puso en evidencia el fin del ciclo de bonanza económica del capitalismo de la posguerra, tal y como los análisis de Samuelson lo habían previsto décadas atrás.

 

·         Se evidenció a su vez, el agotamiento de la hegemonía mundial del capitalismo encabezado por los EEUU, algo que no ocurría desde la Gran Depresión de los años veinte.

 

·         Entró en crisis el sistema de “Wealfare Estate” en los Estados Unidos, que era la envidia de todos los sistemas de seguridad social del mundo capitalista “avanzado”.

 

·         Las frágiles economías de la periferia capitalista (América Latina y el resto de países llamados “tercermundistas”), vieron agudizada su vulnerabilidad al recibir cada vez menos valor por sus productos de exportación (generalmente materias primas y productos agrícolas sin procesar y con precios reales descendentes), al vender sus productos en un mercado mundial inundado de dólares devaluados, con los cuales los países periféricos tenían que hacer compras de importación de productos tecnológicos y maquinarias del “primer mundo” (con precios reales ascendentes).

 

Algunos factores políticos concomitantes a la crisis de los años setenta:

 

Vietnam

 

Junto al surgimiento de la crisis económica general del capitalismo global hegemonizado por los Estados Unidos, de igual forma concurrieron de forma simultánea otros factores concomitantes, de tal suerte que a mediados de los años setenta (concretamente, en 1975), se produjo la humillación del imperio norteamericano en Vietnam y por la misma época el inicio de una segunda “guerra fría”.

 

Con respecto a lo primero, la derrota norteamericana en Vietnam fue triple: una derrota política en la arena internacional, ya que por primera vez en la historia imperial de los EEUU, un pequeño país “atrasado” lo derrotaba militarmente; una derrota económica, pues los costos de la intervención para la economía norteamericana fueron elevadísimos, debilitando su economía doméstica; una fulminante derrota política a nivel interno, puesto que dentro de los Estados Unidos numerosos y extensos sectores sociales y políticos generaron una oleada nacional en contra de la política exterior guerrerista e imperialista de su gobierno (Ibíd., p. 248).

 

La “segunda guerra fría” (mitad de los setenta e inicio de los ochenta)

 

Desde la perspectiva de Hobsbawm, a mediados de los años setenta (alrededor de 1975), se produjo una especie de “reedición” de la guerra fría, que para él, tuvo como principal detonante el surgimiento de una “tercera oleada mundial revolucionaria”, que tuvo entre sus diversas manifestaciones los siguientes acontecimientos:

 

·         La integración de China Comunista a la alianza de EEUU y Occidente en contra de la Unión Soviética (ex –aliada de Pekín).

 

·         La reactivación mundial de numerosos movimientos sociales y políticos anti-imperialistas, como producto de la humillación histórica provocada por la derrota militar de las tropas norteamericanas en Vietnam.

 

·         La guerra del Yom Kippur, en la cual EEUU y la URSS se enfrentaron indirectamente (Estados Unidos apoyando frontalmente a Israel y la Unión Soviética apoyando a los palestinos a través de Egipto y Siria).

 

·         El surgimiento de una ola de revoluciones antiimperialistas (anti-EEUU) y pro-soviéticas en diversas partes de África (Angola y Mozambique entre otras).

 

·         El recrudecimiento de movimientos y revoluciones armadas en El Caribe, en Centroamérica (particularmente en El Salvador, Nicaragua y Guatemala) y en algunos países del Cono Sur (Argentina, Chile, Uruguay y Colombia entre otros).

·          

·         El derrocamiento de la Dinastía del Sha de Irán y el triunfo en ese país de una revolución abiertamente anti-Estados Unidos.

 

·         Tensiones breves e intermitentes entre las dos grandes potencias en conflicto, ante lo que parecían amenazas de posibles agresiones mutuas con armas nucleares (particularmente en ciertos momentos de 1983).  

 

La economía y la política (y la “política económica”) de los Ochentas y Noventas

 

Expuesto en un forma sumaria, los turbulentos años setenta “parieron” las condiciones para las enormes transiciones históricas que se produjeron en los años 80s y principios de los 90s, siendo ellas, en el nivel económico, la denominada “crisis de la deuda externa” y su posterior derivación en la “oleada mundial de políticas neoliberales”, ambos fenómenos formando parte del proceso más amplio dominado por la internacionalización y transnacionalización de la economía (4).

 

Mientras que en lo político, los principales e indiscutibles acontecimientos políticos que le dieron un vuelto histórico a la situación mundial lo constituyeron, en primer lugar, el fin de la guerra fría (en 1987), y el colapso de la Unión Soviética (entre 1989-1991).

 

Sobre cada uno de estos cuatro acontecimientos históricos de alcance mundial se han escrito centenares de estudios y libros. Hobsbawm intenta abordarlos de manera conexa, sistémica y articulada, y de su visión holística podemos resaltar los siguientes elementos cruciales:

 

·         La deuda externa de los años ochenta

 

Fue abordada en su momento por los más diversos y brillantes analistas, entre quienes se encuentra el propio Fidel Castro y el economista argentino Raúl Prebisch, así como intensiva y extensivamente estudiado por entidades como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), entre muchas otras.

 

Hobsbawm, que en su línea central argumentativa sobre las causas relevantes de este fenómeno que afectó por sobre todo a numerosos países de la periferia capitalista (en especial a países latinoamericanos), no se aparta de la explicación más conocida (y reconocida).

 

La argumentación reza más o menos así: a raíz de la inmanejable deuda que muchos países del “tercer mundo” acumularon durante toda la década de los años setenta, en la cual muchos gobiernos tuvieron acceso al crédito fácil, a partir de las cuantiosas cantidades de dólares “sobrantes” que los países de la OPEP disfrutaron a partir del aumento exorbitante  de sus precios del petróleo, los países petroleros redirigieron las “montañas” de dinero extra hacia la banca internacional, para su uso en forma de prestamos a entidades estatales de todo el mundo.

 

Como se sabe, la crisis explotó muy a inicios de los años ochenta, cuando Brasil y México (5), dos de los mayores deudores latinoamericanos, declararon de un día para otro, su negativa a pagar la astronómica deuda externa adquirida con la banca internacional, bajo la argumentación de su ilegitimidad ética y financiera, la imposibilidad económica de hacerla efectiva y la inconveniencia política ante la situación de pobreza de sus pueblos con prioridades mucho más relevantes.  

 

·         La oleada mundial de políticas neoliberales

 

Como producto de lo anterior, la decisión de la banca internacional (a la cabeza del Fondo Monetario Internacional –FMI- y el Banco Mundial -BM-), tomaron  la decisión de impulsar una serie de políticas de corte monetarista (popularmente denominadas “neoliberales”), con el fin de recuperar los préstamos otorgados a numerosas naciones, empleando como principales instrumentos de política económica coercitiva (cuasi delincuencial), la drástica reducción del déficit fiscal y la obtención de la estabilidad macro-económica a costas de la inestabilidad social de muchas naciones.

 

La consecución de tales fines el FMI y el BM lo promovieron básicamente por la vía de la privatización de los activos más rentables de los países (empresas estatales  e infraestructura de diverso tipo), a través de diversos programas de “ajuste estructural” (denominados PAE), que disfrazados de una supuesta “modernización del Estado”, buscaron el desmantelamiento del mismo.

 

Finalmente, estas políticas neoliberales buscaban por igual un cierto “apuntalamiento del mercado” (eufemismo para señalar el fortalecimiento del sector privado o empresarial), sustituyendo al Estado en una serie de funciones, como el otorgamiento de crédito a instituciones de gobierno y la prestación de diversos servicios tradicionalmente en manos de la estatalidad (incluyendo los sensibles sectores de la Banca Nacional, la Seguridad Social y el Sistema Educativo).

 

Dicho en breve, esta oleada global de políticas neoliberales (la cual aún no ha terminado en muchos lugares), en la práctica significó un nuevo y enorme saqueo de riqueza desde los países pobres hacia las zonas centrales y hegemónicas del capitalismo, así como una ofensiva total por parte del gran capital internacional hacia los sectores sociales más vulnerables, generando, en consecuencia (y con muy raras excepciones), más pobreza, desigualdad, y exclusión.

 

Esta ofensiva por parte del gran capital (bursátil y bancario), se reforzó todavía más con dos fenómenos concomitantes, que ciertamente ya existían y venían tomando forma desde fines del siglo XIX y comienzos del XX, pero que ahora, en la presente coyuntura, y en particular, desde los años sesenta, tomó una extraordinaria fuerza.

 

Tales fenómenos se conocen popularmente como “internacionalización” y “transnacionalización” de la economía, pilares sobre los que se desenvuelve el macro-proceso denominado “globalización económica”.

 

Más allá de lo que se pueda decir al respecto (y de hecho, se ha dicho mucho en infinitas formas y ocasiones), el macro proceso de la globalización económica no es nuevo. Algunos analistas lo rastrean desde tiempos de las empresas de Cristóbal Colón y la Reina Isabel de España, mientras otros argumentan que en realidad es un fenómeno reciente.

 

Lo cierto es que el enorme flujo de capitales que ha fluido desde la periferia hacia el centro capitalista, en particular, a partir del saqueo de la deuda externa y la oleada global conformada por las políticas neoliberales, le confieren a este fenómeno, puntualmente, a partir de los años noventa, una connotación especial y particularísima.

 

De alguna manera podríamos decir (siguiendo un tanto la tónica del propio Hobsbawm), que las décadas de los 80s y 90s del siglo XX, constituyen una especie de “segunda gran fase de acumulación histórica del capital”.     

 

Es esta coyuntura económica global específica la que sirvió de marco y atmósfera general para dos de los acontecimientos políticos más trascendentes del siglo XX (aparte de la primera y segunda guerra mundial), los cuales, dicho sea de paso, para Hobsbawn significaron el final no solo de una época, sino el propio final del siglo XX.

 

·         El fin de la “guerra fría”

 

Según el criterio de Hobsbawm, esta en realidad comenzó en 1986 y se materializó al año siguiente, en 1987.  Para nuestro historiador, las condiciones básicas para el desmontaje de la guerra fría se propiciaron a partir del relevo de dirigencia en la URSS, en especial, con la salida de Brezhnev y la asunción de Mijail Gorbachov, como cabeza principal de esa potencia.

 

En la primera fecha (1986), se produjo algo inusual, una reunión casi secreta (calificada por Hobsbawm como “extraña cumbre”) (Ibíd., p. 253), efectuada en total hermetismo en Islandia, entre Ronald Reagan y Gorbachov, con el objetivo de iniciar acuerdos para desmontar la carrera de armamentos nucleares.

 

Al año siguiente, en 1987, se habría de producir una nueva cumbre histórica entre los dos presidentes, esta vez, en la propia capital de los Estados Unidos. Para Hobsbawm, esta segunda reunión marcó el fin definitivo de la “guerra fría” (que había durado más de cuatro décadas), que en Latinoamérica y muchas otras partes del mundo había sido una “guerra caliente”.

 

De acuerdo con Hobsbawm, el desenlace pacífico de esta larga contienda entre las dos potencias, se explica por la inusual conjunción de dos voluntades que deseaban dejar un legado histórico a la humanidad, y que coincidieron en darse cuenta de la locura subyacente detrás de la carrera nuclear y armamentista (Ibíd., p. 253).

 

Ante estas argumentaciones, queda en el lector la impresión de que no está dicho todo al respecto. De que si Hobsbawm no ahonda más en este importante asunto no es por falta de espacio en su voluminoso estudio, ni es por ingenuidad simplona, sino simplemente porque al momento en que él escribió su análisis (cuando los acontecimientos todavía estaban frescos), no contaba con suficientes evidencias e insumos veraces para realizar una interpretación más a fondo de tales acontecimientos.

 

Como una anécdota personal, en mi calidad de comentarista de este trabajo de Hobsbawm, puedo decir que, mientras este servidor de ustedes laboraba  en una empresa estatal durante la revolución nicaragüense, de manera casi simultánea a las fechas mencionadas por Hobsbawn de la “extraña cumbre” (1986-1987), recibimos orientaciones en nuestro centro de labores, en particular, en relación a que se nos informaba que a partir de ese momento (inicios de 1987), la revolución en Nicaragua tendría que aprender a sobrevivir sin la ayuda de los países socialistas.

 

Tales condiciones restrictivas para un pequeño país en guerra como Nicaragua, le impusieron sin duda alguna la necesidad de recambios importantes en sus políticas económicas, reduciendo la importancia de la subsidiaridad y la solidaridad estatal, a cambio de una mayor orientación hacia una economía de mercado, tal y como en realidad sucedió en ese país centroamericano a partir del mes de febrero de 1988.

 

Todo esto coincidió además, con la histórica visita que Andrei Gromiko (Canciller soviético) realizó a Nicaragua en las mismas fechas, lo cual significaba que por primera vez un jerarca de la URSS de tal nivel visitara a un país latinoamericano que no fuese Cuba.

 

En síntesis, es dable pensar que los acuerdos Reagan-Gorbachov de 1987 pusieron en la mesa el fin de la guerra fría, y como derivación lógica y natural, también el cese de la guerra en Centroamérica, esto sin demeritar el importante papel jugado por los  ex –presidentes Cerezo y Arias (de Guatemala y Costa Rica respectivamente), a quienes se atribuye la paternidad de los famosos “Acuerdos de Esquipulas”, que darían el impulso decisivo al proceso de negociaciones y de Paz, que llevarían a desactivar los conflictos armados en Nicaragua (en 1990), El Salvador (en 1992) y en Guatemala (1996). 

 

El colapso de la Unión Soviética (1989-1991)

 

Alrededor de tres o cuatro años después de finalizada oficialmente la “guerra fría”, se produjo un hecho mucho más inusual y trascendental desde el punto de vista histórico; el colapso de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas.

 

Al respecto, la explicación más popular que intenta dar cuenta de las causas de tal acontecimiento, es citada e ironizada por Hobsbawm de la siguiente manera:

 

      “Como la URSS se hundió justo al final de la era de Reagan, los propagandistas norteamericanos, por supuesto, afirmaron que su caída se había debido a una activa campaña de acoso y derribo. Los Estados Unidos habían luchado en la guerra fría y habían ganado, derrotando completamente a su enemigo…”

 

Prosigue Hobsbawm:

 

“No hace falta tomar en serio la versión de estos cruzados de los años ochenta, porque no hay la menor señal de que el gobierno de los Estados Unidos contemplara el hundimiento inminente de la URSS o de que estuviera preparado para ello llegado el momento. Si bien, desde luego, tenía la esperanza de poner en aprieto a la economía soviética, el gobierno norteamericano había sido informado (erróneamente) por sus propios servicios de inteligencia de que la URSS se encontraba en buena forma y era capaz de mantener la carrera de armamentos” (Ibíd., p. 252-3).

 

¿Cuáles fueron entonces las causas reales de la auto-extinción de la URSS?

 

Desde la perspectiva de Hobsbawm, las causas fundamentales fueron las siguientes:

 

·         El agotamiento económico provocado por la carrera nuclear y armamentista de los veinte años consecutivos de Brezhnev en el poder (1965-1985).

·         La política de “distensión económica” desarrollada por Brezhnev. Paradójicamente, la gradual integración de la economía soviética al sistema mundo capitalista terminó debilitando a la URSS, pues de esa forma, la crisis del capitalismo afectó también al circuito económico “socialista”.

·         La escasa habilidad y capacidad de la URSS para incorporar a su sistema económico los avances científicos y tecnológicos en informática, telemática y en otros sistemas automatizados de comunicación avanzada (no es que la URSS careciera de estos avances; el hecho es que su prioridad fue aplicarlos a favor de la industria militar y la carrera espacial).

·         La pesada carga económica que para la URSS significó el sostener durante décadas a sus satélites (países de la órbita socialista) alrededor del mundo.

 

Algunos fenómenos macro sociales y económicos concomitantes durante el trozo histórico de la crisis general del capitalismo (1968-1991).

 

 

En la esfera económica:

 

·         La financierización de la economía (enormes masas de “dólares flotantes” acumuladas como superávit en un selecto puñado de países del centro capitalista y convertidas en instrumentos financieros negociables, con capacidad de desestabilizar la macroeconomía de países y regiones enteras) (Ibíd., p. 281). 

 

·         La pervivencia de la convergencia simultánea y perversa del fenómeno de la super-producción acompañada por el sub-consumo.

 

·         Inicio del debilitamiento del dólar y de la hegemonía norteamericana en la economía mundial.

 

·         Resurgencia de nuevas oleadas de desarrollo industrial, tecnológico y científico, particularmente, en los países del centro del capitalismo.

 

·         Desplazamiento geográfico de los tradicionales centros de producción industrial de los países “avanzados” hacia la periferia capitalista (“tercer mundo”).

 

·         Explosión temporal en Europa de los Estados de “Bienestar social” al estilo del norteamericano, aunque la crisis de los setentas los mermó bastante (aún dentro de EEUU propiamente).

 

·         El resurgimiento del desempleo en la Europa Central y en Japón.

 

·         Transnacionalización de la economía mundial, en particular, en tres aspectos; el crecimiento exponencial del número de empresas transnacionales/multinacionales; la nueva división  internacional del trabajo; y el uso extensivo e intensivo de las actividades “offshore” (“paraísos fiscales”) (Ibíd., p. 280).

 

·         La creciente “internacionalización” de la economía (entre 1965 y 1990 el porcentaje de la producción mundial dedicado a la exportación se duplicó) (Ibíd., p. 280).

 

·         Elevada concentración de capitales y sus ganancias.  A mediados de los años ochenta el 85 por ciento de las doscientas principales firmas tenían su sede en tan solo 4 países (EEUU, Japón, Gran Bretaña y Alemania) (Ibíd., p. 283).

 

En la esfera social:

 

·         Crecimiento exponencial de la población mundial, especialmente, en la periferia capitalista (Ibíd., p. 262).

 

·         Persistencia del hambre, la extrema pobreza y exclusión en millones de seres humanos a lo largo y ancho del planeta.

 

·         Continuidad y crecimiento de los flujos migratorios (fuera y dentro de las fronteras nacionales).

 

·         Ampliación de la brecha entre los muy ricos y los muy pobres (durante el lapso bajo análisis, en países como Holanda, resultó más barato para sus ciudadanos comprar mantequilla proveniente de una de sus colonias –o ex –colonias- que la producida en su propio país) (Ibíd., p. 262).

 

·         Expansión urbana descontrolada (a diferencia de lo ocurrido en los países del centro capitalista, en la periferia este fenómeno de urbanización se produjo sin planificación y sin industrialización).

 

·          Expansión y desconcentración de la producción industrial (generando desempleo en los países con fuerza laboral calificada y precariedad laboral en los países con mano de obra barata, receptores de la industria desplazada).

 

·         Decrecimiento de la producción agrícola (a finales de los ochenta apenas quince países pagaban la mitad de sus importaciones con la exportación de productos agrícolas) (Ibíd., p. 264).

 

·         Contaminación y deterioro ecológico generalizado.

 

·         Ampliación de la brecha de recursos invertidos en investigación y desarrollo (I+D) entre los países ricos y la periferia capitalista (“Un país “desarrollado” típico tenía más de 1,000 científicos e ingenieros por millón de habitantes en los años setenta, mientras que Brasil tenía unos 250, la India 130, Pakistán unos 60, y Kenia y Nigeria unos 30) (Ibíd., p. 269).

 

Algunas conclusiones generales y provisionales:

 

En el ámbito económico:

 

·         Durante el lapso analizado (1968-1991), se percibe una paradoja que atraviesa todo el proceso de crisis general del capitalismo central y periférico, la cual consiste en que todo el sistema experimenta de manera simultánea un proceso de desaceleramiento (contracción) acompañado de una tremenda dinamicidad (expansión).

 

·         Se mantiene la tendencia general principal del sistema: la acumulación.

 

Esta acumulación presenta un doble carácter: centrípeto y centrífugo. Lo centrípeto se experimenta en cuanto a que la acumulación se concentra cada vez en menos manos, en un grupo más reducido de propietarios ultra-ricos. Mientras lo centrífugo se experimenta en cuanto a la cada vez más extendida influencia (social, política, cultural y geográfica) de los grandes capitales.

 

·         La financierización continúa siendo el fenómeno vector de mayor peso (y una de las amenazas más letales), en los procesos de la economía mundial y en la geopolítica.

 

·         Los ciclos de Kondratieff (cortos y largos), tanto de contracción como de expansión (20, 50 e incluso de cada 100 años), tienden a confirmarse nuevamente.

 

·         Durante este lapso dio inicio el declive de la hegemonía del dólar en la economía mundial. Hasta hoy, ese proceso declinante no se detiene.

 

·         Junto a la denominada “financierización”, el fenómeno económico más importante de todo el lapso analizado siguió siendo (como en el período entre las dos guerras mundiales), el desarrollo exponencial del complejo industrial-militar (lo que el ex -presidente Juan Bosch denominaba “la pentagonización de la economía”). Hobsbawm hace extensivo este fenómeno también a la extinta URSS.

 

·         De manera harto paradójica, la planificación, una de las más importantes herramientas económico-administrativas heredadas por la URSS al mundo, fue una pieza clave en el crecimiento exponencial de la productividad de numerosos países capitalistas (incluyendo los propios Estados Unidos). 

 

·         En América Latina en general, durante el lapso citado hubo en definitiva crecimiento económico más no desarrollo. El crecimiento económico de muchas zonas del sub-continente estuvo impulsado bajo la aureola del desarrollismo y la modernización emanada desde el centro capitalista, en particular, desde Estados Unidos, país que servía como referente a la mayoría de Estados y gobiernos de la región. México, Argentina, Brasil y Venezuela fueron las naciones que mejor aprovecharon la oleada desarrollista del período, en especial, para ampliar su mercado interno y sus capacidades industriales endógenas. Pero la gran mayoría de países latinoamericanos no pudieron abandonar su elevada dependencia de las actividades agro-exportadoras y extractivistas.

 

 

En el ámbito político:

 

·         Durante el lapso analizado (1968-1991), se constata que la división del mundo en Este y Oeste era solo en referencia a los dos principales esquemas de control político (liberalismo republicano y Socialismo real”), pero en lo económico (como lo manifiesta Wallerstein), el mundo siempre ha sido uno solo, es decir, un sistema mundial capitalista (o como decía un famoso filósofo sobreviviente de la Siberia; “Vivir –oficialmente- “sin capitalismo” no significa vivir en el socialismo”).

 

·         El desquebrajamiento del orden emanado de Bretton Woods fue ante todo una decisión política; en la práctica significó anular el reconocimiento universal del estatus soberano de las naciones, en beneficio del sistema financiero internacional y de las grandes corporaciones multi y transnacionales.

 

·         Otro de los fenómenos políticos relevantes y dominantes del lapso analizado es la carrera armamentista. En gran medida, la ideología fue empleada como un medio para vehiculizarla.

 

·         Uno de los principales fenómenos políticos ocurridos en el lapso señalado, fue que en numerosos países de la periferia capitalista se desató una nueva oleada revolucionaria (la tercera en el orden de sucesión a lo largo del siglo XX). De esa oleada, únicamente en dos casos se produjeron triunfos definitivos: en Irán y en Nicaragua, ambos en 1979.

 

·         A diferencia de lo ocurrido en la periferia, en la mayoría de los países del centro capitalista las extremas ideológico-políticas desaparecieron o fueron reducidas a su mínima expresión, tanto en su versión derechista como izquierdista.

 

·         China comunista (“oficialmente” situada al “margen” en la contienda de casi 50 años de duración), aparece como el gran ganador de la “guerra fría”.

 

·         Sin duda alguna, el principal acontecimiento político (tanto del lapso analizado como de todo el siglo XX), lo constituyó la auto-extinción de la Unión Soviética.

 

·         De este último acontecimiento histórico, surgieron las condiciones para el proceso de multipolaridad que actualmente estamos presenciando en su desarrollo inicial.  

 

En el ámbito social:

 

Algunos de los principales fenómenos macro-sociales que emergieron (y/o que se consolidaron) durante el lapso analizado, fueron los siguientes:

 

·         La creciente urbanización descontrolada en la periferia capitalista.

 

·         El retorno del desempleo crónico en los países del centro (“avanzados”) del capitalismo.

 

·         El enraizamiento de la precariedad laboral a través del sub-empleo y el auto-empleo (el denominado “sector informal”), en extensas zonas de la periferia capitalista, particularmente en Asia y en América Latina.

 

·         En la periferia capitalista, el surgimiento de pequeños “islotes” compuestos por ciertas capas de sectores sociales medios, con alta vulnerabilidad, inestabilidad y salvo el recurso de la educación superior, con escasos mecanismos de movilidad social ascendente.

 

·         La creciente e imparable “descampesinización” en el “tercer mundo” (acompañada con un creciente flujo de productos agrícolas procedentes desde el centro hacia la periferia capitalista).

 

·         La continuidad de la creciente migración local y transfronteriza a lo largo y ancho del planeta.

 

·         El crecimiento exponencial de la población en numerosos países de la periferia (especialmente, en África, Asia y Latinoamérica).

 

·         El crecimiento exponencial e indetenible del deterioro ambiental y del cambio climático a nivel planetario.

 

En el ámbito cultural:

 

·         De manera indiscutible, el fenómeno cultural más importante del lapso analizado lo constituyó el despliegue de la influencia planetaria de los medios masivos de comunicación y de la industria del entretenimiento, un despliegue fundamentalmente basado en la ideología del consumismo y el hiper-individualismo (en Occidente por sobre todo fue utilizada como un arma ideológica en la “guerra fría”).

 

En el ámbito de la revolución científico-tecnológica:

 

·         En el lapso analizado los saltos más relevantes en esta área se concentraron especialmente en los principales países del centro capitalista, y se manifestaron en la denominada “carrera espacial”, en la industria automotriz, en la biología e ingeniería genética, en la medicina, la química farmacéutica, en la robótica, en la aplicación experimental de la física teórica o quántica, en el estudio del cosmos, del cerebro, la nanotecnología, la cibernética, la informática y la telemática, entre muchos otros. Mientras que en la periferia, la “fuga de cerebros” y la investigación científica desfinanciada y esporádica (salvo casos muy excepcionales) fue la tónica dominante.

 

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Notas empleadas:

 

1.     Esta es la obra que sirve de base para esta serie de reflexiones y comentarios.

 

2.     (…) “la afición norteamericana a financiar el déficit provocado por los enormes costes  de sus actividades militares planetarias, especialmente la guerra del Vietnam (después de 1965), así como el programa de bienestar social más ambicioso de la historia de los Estados Unidos.  El dólar, pieza fundamental de la economía mundial de posguerra tal como lo habían concebido y garantizado los Estados Unidos, se debilitó” (ibíd., p. 245).

 

3.     “Respaldado en teoría por el oro de Fort Knox, que había llegado a poseer tres cuartas partes de las reservas mundiales, en la práctica se trataba cada vez más de un torrente de papel o de asientos en libros de contabilidad; pero como la estabilidad del dólar la garantizaba su vínculo con una determinada cantidad de oro, los precavidos franceses preferían cambiar papel potencialmente devaluado por lingotes macizos. Así pues, el oro salió a chorros de Fort Knox…” (…) “durante la mayor parte de los años sesenta la estabilidad del dólar, y con ella del sistema internacional de pagos, ya no se basó más en las reservas de los Estados Unidos…” (Ibíd., p. 245).

 

4.     El concepto de “internacionalización” alude al peso cada vez más relevante de la producción destinada al intercambio mundial más que al consumo interno o doméstico; mientras que “transnacionalización” alude a la capacidad cada vez mayor que poseen ciertas  corporaciones para dominar todo el proceso económico, desde la producción hasta su distribución y venta, por antonomasia, en una escala transfronteriza o multinacional.

 

5.     Como una anécdota personal al respecto (debido a que en ese período este su servidor vivía en México), todavía recuerdo la estupefacción general que causaron las palabras del ex –presidente Miguel de la Madrid, una mañana a fines de 1981, al declarar por cadena nacional de radio y televisión su decisión de repudiar la gigantesca deuda externa de México.

 

- Sergio Barrios Escalante, Científico Social e Investigador. Escritor y Narrador. Editor de la Revista virtual Raf-Tulum. Activista por los derechos de la niñez y adolescencia en la asociación ADINA. Autor del libro “La Falsa Denuncia”. http://www.revistatulum.wordpress.com

https://www.alainet.org/fr/node/169122
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