Entre el terrorismo nacional, la geopolítica y la información

Las redes sociales son una fuente de poder y el que las sepa utilizar de mejor manera mantendrá o se posicionará mejor en la arena internacional.

18/01/2021
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Imagen: https://mundo.sputniknews.com
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Crimen sin castigo: fuego contra fuego o la antidemocracia para defender la democracia

 

El acto de ejercer terror contra la población o una parte de ella, tiene un significado político capaz de trascender fronteras. Pone en el centro de la discusión el valor e importancia de las instituciones nacionales para defender o garantizar la seguridad de sus habitantes ante las demandas, exigencias o acciones de grupos que implementan acciones de terror para conseguir sus fines.

 

Es desde 2001, tras los ataques terroristas en Nueva York y Washington, cuando el tema del terrorismo pasó a ser el centro de la agenda de seguridad internacional, esto tras la cruzada que el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, inició contra Al-Qaeda y personajes específicos, como Sadam Hussein (otrora presidente de Iraq) a quien se le acusó de poseer armas de destrucción masiva en su territorio, cosa que nunca se confirmó.

 

Desde esos momentos el terrorismo se consideró uno de los fenómenos más importantes de estudio para las Relaciones Internacionales, bajo el cual surgieron muchas tesis, análisis, políticas, rostros y escisiones. De estas últimas vale mencionar: ciberterrorismo, terrorismo de estado, global, regional, nacional...

 

En el caso del terrorismo nacional, al cual también se le ha denominado interno o doméstico, valdría hacer una reflexión. Sobre todo porque lo sucedido en el Capitolio estadounidense se comenzó a nombrar así, de manera muy ligera y preocupante. Quizá es la urgencia de algunos internacionalistas por darle sentido y nombrar un evento que no estaban acostumbrados a mirar desde lo blanco de Estados Unidos, que ese día se marcó por un discurso y un intento de asalto al emblemático edificio que alberga dos de los Poderes (sí, con mayúscula) de la nación de James Monroe: la Cámara de Representantes y el Senado.

 

El modelo de democracia estadounidense, siendo el más longevo del mundo con más de 200 años de existencia, se puso a prueba. Estados Unidos cayó en un nihilismo democrático, las expectativas del reconocimiento internacional volvieron a ser necesarias para avalar a un Joe Biden que es inculpado por su opositor de ser comunista y mensajero de la izquierda, discurso que recibió acuse de recibo por parte de sus seguidores. Al uso indistinto de estos conceptos, Biden y su grupo responde también usando de manera indiscriminada el concepto de terrorismo. La democracia estadounidense cayó en el juego de la descalificación por la descalificación. Sin perder de vista que Trump regresa a satanizar a la izquierda como en la época de la Guerra Fría.

 

A este cuestionamiento no sólo en el discurso, sino también bajo su materialidad de protesta, orquestada a todas luces, le llamó terrorismo nacional. Las reacciones fueron de lo más variadas; se observó a políticos, empresarios, artistas y demás actores desvincularse de Donald Trump. Algunos de ellos recurrieron a la apuesta de la desmemoria; a los dueños de Facebook, ahora cubiertos bajo el manto de la democracia (sic.) se les olvidó que vendieron datos personales en lo que se conoce como Cambridge Analytica, cuando los datos de sus usuarios se utilizaron con fines electorales.

 

De igual modo, es curioso que ahora esa empresa y otras como Twitter recurran a la censura, que por definición es antidemocrática, para defender la democracia. En esa ironía se ha resumido Estados Unidos en las últimas fechas en las que se debate el rumbo de su sistema político después de Trump. Y es que este personaje ya es aceptado como un precedente en la historia estadounidense.

 

Como se observa, el concepto de terrorismo nacional se confunde justo en el mismo país en el que se manifiesta bajo matanzas seleccionadas perpetradas sobre todo en centros comerciales, parques y centros educativos. Estos eventos que de por sí son fatales se confunden quizá con conocimiento de causa con la disputa por el poder en Estados Unidos, mientras somos testigos de los ejercicios por su apropiación. Lo que está en juego es la actualización y control del complejo científico-tecnológico-militar, aún más grande del mundo.

 

¿Será que el terrorismo tradicional ha evolucionado? Karl Von Clausewitz manifestaba que «la guerra es la política continuada por otros medios»; después, Michel Foucault apoyándose e invirtiendo esta frase señalaría que «la política es la guerra continuada por otros medios» y más adelante agregaría «el derecho es una cierta manera de continuar la guerra». Nosotros, en estos albores del 2021 pensamos que estos planteamientos deberían ser repensados en tanto que la apropiación de información privada es la guerra por otros medios.

 

«La mayor felicidad es conocer la fuente de la infelicidad»

 

En el marco de la disputa estadounidense es indispensable vislumbrar otras dinámicas existentes, las cuales parecieran poner en jaque no sólo al país que ha regido las pautas del orden mundial de los últimos siglos, sino a sus empresas. En esta tesitura, pareciera que Mark Zuckerberg está copiando el modelo Rockefeller al monopolizar el uso de las redes sociales en el espacio digital; es decir, no le bastó hacerse en el 2004 del imperio que significa Facebook; sino que ahora -desde el 2012- posee a la tercera fuente más relevante, Instagram y dos de las mensajerías instantáneas más relevantes (Facebook Messenger y WhatsApp).

 

No mencionaremos en esta ocasión las fuertes sumas de dinero que ello significa, porque implicaría salirnos del tema que nos convoca. Por ahora, centrémonos en que de hacerse efectivas las nuevas condiciones para el uso de WhatsApp que entrarán en vigor el 8 de febrero del presente año, Facebook podrá vincular toda tu información. Y ahora, además de saber qué te gusta, qué sientes, qué lugares visitas con frecuencia, entre otras cosas, podrían conocerte -aún más- y ofrecerte bienes y servicios más apropiados de acuerdo con lo que platicas con tus contactos. En efecto, al leer estas líneas uno se paraliza y lo primero que piensa es en bajarse del barco, pero ¿a nadie más se le había ocurrido ello?

 

Pensando que Zuckerberg es una blanca palomita y que realmente cree en su viralizada frase de «hecho es mejor que perfecto», es posible señalar que la realización de un trabajo universitario se ha hecho perfectible con el tiempo y sólo quiere ofrecer una mejor experiencia a sus usuarios. Por lo tanto, requiere más elementos para conocerlos y la vinculación sólo es para ello. Aunque también es posible detectar variables como el tema fiscal y la emergencia de EE.UU. de controlar a un hombre que pareciera estar tres pasos adelante de la tan afamada Agencia Central de Información (CIA, por sus siglas en inglés).

 

Ahora bien, este escándalo entre el gobierno estadounidense y Zuckerberg pareciera ocultar un trasfondo que se mencionaba explícitamente líneas arriba: las redes sociales son una fuente de poder y el que las sepa utilizar de mejor manera mantendrá o se posicionará mejor en la arena internacional.

 

Así no importa quién nos vigila, porque si ese fuera el dilema estaríamos enloqueciendo con la idea de que los rusos, a través de Telegram tuvieran también nuestra información, porque en una nueva disputa ya no se necesitarían armamento nuclear, sólo se requeriría de nosotros, las nuevas armas. Lo mismo, en el caso de Google y en sus múltiples y variadas aplicaciones que día a día utilizamos y en las que se conoce desde cuáles serán nuestras actividades, con quién, en qué horario, hasta nuestras fotos más amadas. Por tal motivo, no contemplamos que el problema sea la privacidad, esa ya la perdimos con conciencia, o bien, por no darnos unos minutos para leer las letras chiquitas del contrato. Más bien apostamos a la influencia que éstas ejercen en nuestra vida cotidiana, como un derecho y al desvío que éste tiene.

 

Es entonces una lucha a escala mayor. De dimensiones geopolíticas. La pugna por la información, control y direccionamiento de esta, es lo que se encuentra en disputa. El espacio digital y los datos allí producidos son el recurso estratégico. Sin embargo, habrá que recurrir a Foucault otra vez, cada poder tiene su resistencia. Google; es decir, Alphabet se encuentra en una situación que se creía insólita en Silicon Valley, California. Sus trabajadores, que se conocieron por mostrar al mundo su centro de trabajo a manera de centro de diversiones, cuentan ya con un sindicato. Alphabet Workers Union se formó tras un año de organización.

 

Si bien, la importancia de ello debe leerse en términos simbólicos. Es necesario mencionar que su impacto es mundial. Se trata de la organización de las personas que tienen el acceso a una de las matrices más grandes de datos en todo el orbe. Los cuales tendrán la capacidad de ser un contrapeso a las decisiones de esta empresa. No nos emocionamos de más, debido a que un sindicato de ese tamaño e importancia de manera rápida será controlado, pero que hoy da muestra de que una organización de trabajadores es posible en la digitalidad y que sus exigencias contra el acoso, uno de los motivos de su creación, son pauta de pensar la potencialidad de esta unión.

 

«Este trabajo se realizó en el marco del proyecto PAPIME PE301321 “La enseñanza de los negocios internacionales en el marco del capitalismo informacional”, de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA) de la Universidad Nacional Autónoma de México».

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/210570
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