Que paguen, así como he llorado que lloren

16/09/2019
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Jesús Cañisaire y su novia Carla Bellot, ambos de 25 años, fueron asesinados en la ciudad de La Paz a principios de enero de 2018. Que paguen, así como yo he llorado que lloren, dijo Hilda Calatayud, la madre de Jesús al escuchar la sentencia dictada por el juez del Tribunal Primero de Sentencia Anticorrupción y Contra la Violencia.

 

Las cinco personas, involucradas en este salvaje crimen, fueron condenadas a 30 años de cárcel sin derecho a indulto. Las palabras de la señora Calatayud son un mensaje duro, justiciero y que pone en equilibrio la balanza de la justicia. Por fin llegó un chispazo de justicia en este mundo, que cada día que pasa, se hace más peligroso. La justicia, desgraciadamente, a veces, está sujeta a los capos con jugosos recursos económicos que pueden comprar jueces, abogados y hasta testigos. De ahí que no es extraño ver pancartas en manifestaciones con el siguiente texto: “Reclamamos justicia por …”.

 

Se reclama justicia por la naturaleza, por el abuso a las niñas, a los niños y a las mujeres, por los animales, por la igualdad de sueldo entre hombres y mujeres, por los incendios en el Amazonas, por muchos crímenes aún no resueltos, por los Derechos Humanos etc. Se reclama justicia para que reine en el Consejo de Seguridad de la ONU, en las relaciones entre países desarrollados y subdesarrollados, en los sistemas económicos, políticos, sociales, culturales etc. Se reclama justicia para los países, a los cuales se les ha usurpado una parte de su territorio. Pues extrañamente hoy en día, da la impresión que la Corte Internacional de Justicia obedece a las élites poderosas. Y, en ciertos casos, muestra un rostro de Corte Internacional de Injusticia. Se reclama justicia para que no estalle la Tercera Guerra Mundial, en Medio Oriente, a causa de los atropellos, de las mentiras y del tremendo despotismo de Estados Unidos, de Israel y de sus aliados. También se reclama mucha justicia para que algunos países europeos, vasallos del imperialismo yankee, y que han firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear junto a Irán y otras seis potencias nucleares, hagan respetar dicho tratado.

 

En fin, el mundo y los ciudadanos, con ideas progresistas y humanistas, gritan justicia por todas partes.

 

¿Pero qué es la justicia? Aristóteles afirma, entre otras cosas, que la justicia particular está subordinada a la justicia universal. Es decir, la justicia universal se refiere al conjunto de las relaciones sociales, a Instituciones, procedimientos sociales, a la igualdad etc. En cambio, la justicia particular está relacionada con el comportamiento de los seres humanos dentro de una comunidad. La antropología hace alusión a esta peculiaridad con el nombre de “pleonexia”, y Platón la consideraba como una enfermedad moral. Por lo tanto, la “pleonexia” tiene que ver con los valores éticos y morales que cada individuo lleva en sus adentros. Dependiendo de esa escala de valores, existen sujetos que no pueden controlar sus emociones y cometen actos delictivos; transgrediendo así las leyes y el orden social. El delincuente, el malhechor, el antisocial comete abusos, crímenes, se adueña de lo ajeno; quizá pensando en que nunca será descubierto. Por eso, cuando todo sale a luz, se niega a aceptar su delito. En realidad, existe la posibilidad de que una persona jamás sea descubierta por una infracción. Pero esa persona cargará, el resto de su vida, la cruz pesada de su consciencia, y el destino o la ley de causa y efecto se encargará de cobrar la cuenta. En caso contrario, el sujeto debe ser sometido ante la ley.

 

Émile Durkheim (1858 - 1917, Francia) considerado el padre de la sociología, junto a Max Weber y Karl Marx, investigó acerca del suicidio. En 1897 publicó un libro titulado justamente “El suicidio”. Para Durkheim, el suicidio es un fenómeno social, y explica que existe cuatro tipos de suicido: el suicidio anómico, el suicidio fatal, el suicidio egoísta y el suicidio altruista.

 

El suicidio fatal está vinculado con las condiciones o circunstancias extremas de vida. Por esta razón, algunos delincuentes que están en la cárcel, personas que han sufrido una gran decepción o cometido espeluznantes infracciones, se quitan la vida.

 

Con el correr del tiempo he observado, desde la lejanía, a sujetos que, por un lado, tratan de proyectarse hacia Dios (sin entrar a definir lo que es Dios) rezando, leyendo la Biblia y asistiendo a misa. Por otro lado, también se proyectan hacia el Diablo cometiendo actos punibles. O sea, existe una extraña dualidad incrustada en su universo interior: la del bien, dependiendo quién observa; y la del mal como transgresores de las leyes y de las normas de una sociedad civilizada. En el Antiguo Testamento, se puede leer historias que cuentan acerca de la justicia. Por ejemplo, la historia de Amós, pastor y profeta que vivía en un pueblo de Judá. Y que denunciaba la gran injusticia contra los pobres. La historia de Salomón que entrega el bebé a su verdadera madre. O finalmente, la historia de Acán, él que robó cosas de valor y las ocultó en un hoyo tapándolo con tierra. Quizá, Acán pensó que nadie lo había visto, pero “la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel”. Entonces Josué encaró a Acán y le dijo: “¿Por qué nos has acarreado desgracia? Que el Señor descargue en ti esa misma desgracia en este día”. El pueblo judío estaba muy enfurecido y Acán, su familia y sus animales fueron apedreados, sin clemencia, hasta la muerte. Todo quedó en paz y “Jehová se volvió del ardor de su ira”.

 

De todos modos, los culpables del crimen de la joven pareja Cañisaire - Bellot, recibieron la espantosa ira de la justicia. Y cargarán sus pesadas cruces durante 30 años. Jesús Cañisaire y Carla Bellot descansan en la Gloria. Y que en los corazones de los familiares de las víctimas gobierne la paz, la armonía y la comprensión. Porque después de la lluvia, siempre sale el Sol.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/202152?language=en
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