Queridos rebeldes, no todos los incendios son iguales

02/06/2017
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Acerca de Venezuela, sobre todo en estos días, se lee de todo. Surgen "expertos" por doquier  hablando de “dictaduras caribeñas” incluso para referirse a un país que expulsó a su último dictador -Marco Pérez Jiménez- en 1958. Se olvidan de que, justo durante la alternancia entre centroderecha y socialdemocracia, que gobernó Venezuela desde entonces hasta la victoria electoral de Chávez (1998), excluyendo por cierto al partido comunista, esas "democracias" altamente apreciadas por Washington y Europa lanzaban a sus oponentes desde helicópteros, mucho antes de que Videla y sus socios lo hicieran en Argentina. Se olvidan de que en ese país hubo una izquierda que usó la lucha armada contra aquella democracia que nació de un vergonzoso pacto bipartidista, conocido como Pacto de Punto Fijo. Se olvidan que la irrupción del bloque social que dio la victoria a Hugo Chávez también interrumpió la forma de entender la izquierda y el modelo institucional tradicional, basado en la "democracia representativa".

 

Si en Italia surgió el Movimiento 5 Estrellas, que del glorioso siglo XX  y del anticapitalismo no quiere saber nada, en Venezuela sucedió todo  lo contrario: una izquierda generalizada y guerrillera, "multitudes" organizadas, partidos comunistas y de izquierda  articulados de diversas maneras, asociaciones, viejos y nuevos movimientos, se fusionaron en una alquimia de nuevo tipo, pero de sólidos basamentos tomados de los primeros tiempos (cosmologías indígenas,  cristianismo primitivo, marxismo, especialmente el marxismo gramsciano ...).

 

Para entender la institucionalidad bolivariana, sus métodos y sus límites, no se necesita ni la metafísica n la "mojigatería" neocolonial. En todas las latitudes, el marxismo enseña que la práctica es cada vez más rica que la teoría: aún para aquellos que pontificar desde su celular, incendiando el chat. Es necesario saber mirar a través de los incendios. Quemar un autobús en Brasil, no es igual que quemarlo en Venezuela: no son los mismos actores que encienden la llama, diferente es el disparador (y la mano) que lo acciona, son distintos los propósitos y los proyectos que impulsan. En Brasil, se lucha contra los grandes poderes e incluso contra aquella parte de la "izquierda decente" que se ha hecho la vista gorda ante sus desmanes. En Venezuela, se invierten los datos, las razones, los objetivos. Quienes queman unidades del transporte urbano gratuito e instituciones públicas, e incluso a aquellos que son de piel oscura, no son rebeldes de las clases populares, impacientes con la burocracia bolivariana. Son los poderes fácticos que quieren recuperar para su exclusivo entorno toda la torta.

 

Casi siempre, la crítica legítima al "poder constituido" y a quien, desde nuestro hemisferio, a él se acomoda y lo defiende para mantener sus oscuros intereses, castas o burocracias, nos hace perder de vista la realidad y el contexto. Además, contribuye a poner una pesada lápida justamente sobre aquellas experiencias innovadoras y de autogestión ideales que son la verdadera columna vertebral del laboratorio bolivariano, experiencias que deberían también impactar a los hipercríticos que, desde ciertos componentes europeos, cuestionan al socialismo venezolano. Y así, por ejemplo, se llega a equiparar las "zonas económicas especiales" de un altísimo nivel de explotación capitalista en Honduras y otros lugares del hemisferio sur con la propuesta, sustancialmente diferente, presentada en los últimos dos años por el gobierno de Maduro.

 

Informémonos, por favor. Se debe saber que la página web del Ministerio venezolano del Trabajo dispone de datos y mapas. Informémonos, por favor, sobre el control que ejerce el "poder popular"    -indígenas, asociativo, etc.- sobre la explotación del arco minero, donde pulula el extractivismo ilegal y paramilitar. Informémonos a partir de los colectivos, de las comunas, y de los movimientos -incluso críticos- a esa parte de la "burguesía bolivariana", que probablemente le sería fácil también acomodarse al retorno del neoliberalismo más siniestro.

 

Todo el "experimento bolivariano" se basa en la apuesta de combinar "elementos del socialismo" (también avanzado) con la realidad de un capitalismo que se está tratando de controlar o contener: con riesgos y errores, por supuesto, pero en una dinámica de avance y retroceso que tiene como objetivo debilitar desde dentro la estructura del estado burgués. Nos guste o no, esta es la apuesta. Y lo más interesante es la voluntad de querer "resolver" en este nuevo experimento grandes temas aún pendientes en la historia del movimiento obrero internacional: la relación entre el municipalismo y el estatismo, entre comunas y nacionalizaciones, aquel concepto entre conflicto y consenso fuertemente acentuado en el pensamiento de Gramsci.

 

¿Alguna vez han visto a un presidente y a un vicepresidente ocupar las fábricas junto con los trabajadores cuando los dueños huyeron con el dinero en efectivo del capital empresarial, dejando sin trabajo y sin salario a miles de trabajadores? En Venezuela sucede. Que después esas ocupaciones no produzcan, por arte de magia, los resultados deseados, es harina de otro costal. ¿Alguna vez pensaron en lo que significa para un país con tantos recursos, pero dependiente tecnológicamente del exterior formar cuadros de alta competitividad al nivel de los existentes en el capitalismo mundial? Incluso el apego a ultranza a la teoría del "capitalismo cognitivo" debería hacernos reflexionar. Pero no.

 

¿Por qué cuando el poder constituyente se transforma en poder constituido y por una vez a la izquierda, debes atacar y resolver de inmediato, si bien Venezuela no es Francia o Italia, no es la Rusia de Lenin o la Cuba de Fidel Castro? ¿Cualquier cosa que permita consolarnos por la propia falta de agudeza en la relación de fuerzas en la lucha de clases? No contra los pueblos que han buscado su propio camino ante la completa ausencia de una propuesta en nuestros países, se debe atacar de inmediato, sino contra los gobiernos occidentales, contra la "unidad nacional" que se renueva para atacar a la Venezuela Bolivariana: con la misma lógica que se perpetúa la lucha contra los movimientos sociales en la “emergencia antiterrorista” actual.

 

Detrás del autobús (con pasajeros adentro) y detrás del ambulatorio público (con los médicos cubanos adentro) que arden en Venezuela, está la necesidad imperialista de destruir el "mal ejemplo". “Mal ejemplo”, por cierto, con el que todavía se podría hacer pagar cierto precio a las 60 familias que gobiernan el mundo, que tienen nombres y apellidos, e intereses manifiestos y ocultos también en Italia y Europa. Pregúntese por qué les gustan las Damas en Blanco del “fake news Tintori” en Venezuela, con sus pieles blancas y maquilladas, amigas de Trump y Casini y del PD que defiende los intereses de los grandes constructores italovenezolanos. Para ellos, que interpretan el sentimiento iracundo de las oligarquías de América Latina, "las chavistas son feas, sucias y mal vestidas", y les es insoportable ver a las indígenas en la academia y no precisamente para limpiar las escaleras.

 

¿Por qué las "feministas" de Se non ora quando -interclasistas y bipartidistas- aplauden a las Damas de Blanco venezolanas, mientras que las compañeras de Ni una menos de Venezuela están en la acera del frente? ¿Acaso las manifestaciones feministas, ambientalistas, de trabajadores, estudiantiles, las del movimiento LGBTQI, que se ven a diario en Venezuela en defensa de la Asamblea Constituyente y el gobierno de Maduro están todas compuestas de burócratas interesados?

 

La estrategia de la confusión (el autobús quemado en Brasil significa lo mismo que el incendiado en Venezuela) forma parte de un nuevo tipo de guerra, sacudiendo los conflictos del post siglo XX. Mezclar el sentido crítico, desviarlo y paralizarlo es sin duda una gran victoria del capitalismo. Pero, ¡atención!, ya que el objetivo final de esta perversa estrategia es que usted -fanático de no importa cual incendio-, se confunda y aplauda el incendio equivocado. Al final, la acción más efectiva del “apagafuegos" restaurador, va dirigida precisamente contra el más bien intencionado y anti-sistémico de los "incendiario" locales.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/185887
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS