Poder y revuelta en Kazajistán

Con la intervención de Rusia a través de la OTSC, el gobierno kazajo demostró depender en gran medida del apoyo de su vecino del norte: para reforzar sus fuerzas militares, controlar las manifestaciones populares y garantizar la estabilidad política.

08/02/2022
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Un mes después del inicio de las protestas en Kazajistán, que se saldaron con la detención de cientos de manifestantes, la puesta en marcha de reformas en la cúpula del poder kazajo y las futuras promesas de una mayor actuación del Estado contra la pobreza y la extrema desigualdad social, el país centroasiático parece haber conseguido recuperar cierta estabilidad. Aunque la información crucial sobre el desarrollo de los acontecimientos sigue sin estar clara, el escenario actual permite identificar consecuencias políticas duraderas.

 

Hay dos resultados inmediatos: I) Los presidentes Kassim-Jomart Tokayev (Kazajistán) y Vladimir Putin (Rusia) salen de los acontecimientos como los grandes ganadores. Mientras Tokayev consolidaba su poder “de facto” como jefe del Ejecutivo kazajo, Putin refuerza el papel de la tutela militar rusa sobre Asia Central y, en particular, sobre Kazajistán; II) se produce un punto de inflexión en la política multivectorial kazaja, caracterizada en las últimas décadas por la búsqueda de la autonomía exterior (a través de guiños cordiales a diversas potencias estratégicas de la escena internacional). Veamos con más detalle estos dos puntos.

 

Breve reseña de los acontecimientos
 

El pasado 2 de enero, las manifestaciones callejeras movilizadas en un principio contra la subida del gas licuado comenzaron en Zhanaozen, al oeste del país, y pronto se extendieron a ciudades importantes como Alma Ata. Dos días más tarde, cuando las protestas ya habían adquirido una amplitud sin precedentes, grupos armados se unieron a las movilizaciones masivas con el objetivo de atacar objetivos específicos, como edificios de la administración pública, aeropuertos y canales de televisión.

 

El gobierno de Tokayev movilizó entonces sus fuerzas de seguridad para contener la evolución de las protestas y reprimir los actos de violencia. Se cortaron internet y las comunicaciones durante unos días, se detuvo a unas 10.000 personas y se mató a otras 164. Inmediatamente, las acusaciones de una nueva “revolución de colores” comenzaron a cobrar fuerza en los discursos oficiales de Pekín, Moscú y el propio poder kazajo. Los grupos violentos de manifestantes fueron acusados de estar armados, de estar formados por no-kazajos, y de haber sido financiados por agentes extranjeros con el objetivo de desestabilizar políticamente el país.
 

Es necesario entender el efecto de estas acusaciones: la ocurrencia de una amenaza extranjera respalda el “artículo 4” de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC, una alianza militar que además de Kazajistán reúne a Armenia, Bielorrusia, Kirguistán, Rusia y Tayikistán), un punto relacionado con la respuesta colectiva de los miembros del grupo si uno de ellos es atacado o amenazado por fuerzas militares externas, ya sea de organizaciones clasificadas como “terroristas”, o de Estados. Por tanto, estas acusaciones legitiman la convocatoria de la OTSC por parte de Tokayev, aunque no se hayan presentado pruebas de la participación extranjera en las protestas.


La OTSC atendió la convocatoria inmediatamente. El 6 de enero se desplegó una fuerza militar conjunta, con la mayoría de los soldados procedentes de Rusia (unos tres mil); los demás miembros participaron con unas pocas docenas de soldados. Unos días más tarde, la situación se controló y el 15 de enero Rusia anunció el inicio de la retirada de las tropas de la OTSC.

 

Una guerra de facciones políticas


Hasta que se controlaron los conflictos, en el subsuelo de la capital Nur-Sultán (antes llamada Astaná, rebautizada en 2019 como homenaje al ex presidente) se libraba una amplia disputa por el control del Estado. Tokayev, oficialmente presidente desde 2019, era una figura menor frente al anterior presidente que gobernó durante casi tres décadas, Nur-Sultán Nazarbaev. De hecho, tras su reciente salida del cargo, Nazarbaev ha conservado gran parte del poder a través de su influencia política en los diferentes organismos estatales y puestos oficiales heredados o creados especialmente para él.


Desde su salida de la presidencia, Nazarbaev había acumulado el cargo simbólico de “líder de la nación”, con puestos de mando efectivo, como el de presidente del fuerte partido gobernante Nur Otan, jefe de la Asamblea Popular (el parlamento), presidente del Consejo de Cooperación de los Estados de Habla Túrquica (que además de los kazajos incluye a azeríes, kirguises, uzbekos y turcos), y jefe del Consejo de Seguridad de Kazajistán (que entre otras funciones le otorgó el papel de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas). En 2021, Nazarbaev, ya octogenario, dio señales de ceder parte de su poder concentrado: en abril, cedió el mando del parlamento y, en noviembre, la presidencia del partido Nur Otan al actual presidente Tokayev. Sin embargo, siguió siendo una figura central del gobierno, conservando el puesto de jefe del Consejo de Seguridad y el apoyo tanto de sus partidarios en puestos clave de la administración pública como de influyentes oligarcas del sector privado, grupos dirigentes que, al final de la Guerra Fría en 1991, erigieron conglomerados capitalistas a partir del saqueo del botín resultante de la derrota económica e implosión soviética.


De este modo, las manifestaciones fueron percibidas por Tokayev como una oportunidad para iniciar una purga de los hombres de confianza de Nazarbaev en el poder, intentando destituirlos. Así, ministros clave como Beibit Atamkulov, Mugzum Mirzagaliev y Marat Beketayev fueron destituidos. También tuvo repercusión la dimisión del jefe de los servicios secretos kazajos, Karim Massimov, que fue detenido pocos días después del inicio de las protestas, acusado de “alta traición” por una supuesta relación con los ataques armados (aunque no se presentaron al público pruebas). Finalmente, el propio Nazarbaev fue destituido del cargo de jefe del Consejo de Seguridad, que pasó directamente a manos del actual presidente.


El resultado de las protestas fue que Tokayev concentró las funciones y el poder como nunca antes, pero también se señaló a favor de los manifestantes, buscando crear para sí mismo la imagen de un gobierno atento a las demandas populares, un “gobierno que escucha” (en la jerga de la política internacional). En sus discursos, atacó a los oligarcas y hombres de confianza del anterior gobierno de Nazarbaev, culpables, según él, de la corrupción y la concentración de la riqueza en un país profundamente desigual.

 

En resumen, Tokayev indicó a las masas enfurecidas quién era el responsable de sus males: el clan Nazarbaev junto con su grupo de compinches en las altas esferas del gobierno. Para calmar la ira popular, propuso soluciones prácticas: además de anular la subida de las tarifas de los carburantes, prometió crear impuestos especiales a los ricos para destinarlos a la lucha contra la pobreza, congeló los sueldos de los altos funcionarios y anunció para el segundo semestre una serie de medidas económicas para “ayudar a reducir la desigualdad social”. Con ello, trató de librarse de la condición de blanco de las críticas.

 

Desigualdad y riqueza en Kazajistán


En Kazajistán, mientras la inmensa mayoría de las familias vive con el equivalente a 300 dólares al mes de media, una élite de súper ricos concentra gran parte de los ingresos de la riqueza natural de la nación. Es un país rico que exporta petróleo, gas y uranio, pero también contiene grandes reservas de tierras raras, cobre, carbón y otros depósitos no metálicos.


Desde la independencia (1991), la política de Nazarbaev ha tratado de atraer inversiones extranjeras para explotar los recursos del subsuelo. Las empresas estadounidenses y, sobre todo, las europeas, empezaron a operar con concesiones proporcionadas por el gobierno. Operaban en diversas actividades, desde la explotación de recursos naturales hasta las grandes redes de comercio y transporte. Obviamente, el hecho de que el país fuera un régimen autoritario nunca impidió que las empresas y el capital occidentales se interesaran por explotar el potencial de las materias primas kazajas.


La atracción de inversiones extranjeras se enmarca en la adopción de una política liberal orientada a la apertura comercial y financiera que se remonta a los años 1990. Como resultado, la economía se vio impulsada por las exportaciones de hidrocarburos, mientras que los sectores industrial y agrícola siguieron siendo atrofiados.


En los últimos diez años, China se ha convertido en un importante socio comercial y fuente de grandes inversiones en los sectores de las infraestructuras y las materias primas; Kazajistán es percibido como un lugar geopolíticamente importante para el proyecto de las “Nuevas Rutas de la Seda”, así como un país seguro para las inversiones debido a su estabilidad política, especialmente en comparación con los demás países de Asia Central.


El escenario de crecimiento económico con estabilidad política fue impulsado por la subida de los precios de las materias primas en la década de 2000. Esto creó una casta de oligarcas ricos bajo el patrocinio del gobierno, que capturaron los recursos del subsuelo. En Kazajistán, cerca del 60% de la economía está en manos de empresas estatales (especialmente a través de participaciones mayoritarias), mientras que las empresas privadas suelen operar como proveedores de las empresas estatales. Es en este sector privado donde se concentran los oligarcas “creados” por el presidente Nazarbaev.


Entre ellos hay incluso familiares del ex presidente. La hija mayor, Dariga Nazarbaev, fundó la principal cadena de televisión del país, la agencia Khabar, además de poseer acciones en diferentes empresas como Europe Plus Kazakhstan y Alma-Invest-Holding. De los descendientes del presidente, fue la única que entró en política, llegando a ser diputada y posteriormente senadora. La hija mediana, Dinara Nazarbaev, es propietaria, junto con su marido Timur Kulybaev, del Banco del Pueblo (Halyk Bank), el más importante del país y vinculado al sector petrolero. Por último, su hija menor, Aliya Nazarbaev, es propietaria de Elistroy, una importante empresa de construcción kazaja. El clan Nazarbaev, con Nur-Sultán y sus hijas, aparece en la revista Forbes (EEUU), en la lista de las personas más ricas del mundo.


A partir de 2015, la economía kazaja comienza a ralentizarse, dada la caída de los precios de las materias primas, como el petróleo, consecuencia de la crisis económica mundial capitalista que estalla en 2008, reduciendo la demanda de productos básicos. En este contexto, las inversiones extranjeras también han sufrido retracciones en los últimos años. Más recientemente, con la nueva crisis provocada por la pandemia del covid-19, se ha producido un deterioro de los índices sociales, con un aumento de la inflación, el desempleo y el crecimiento de la pobreza.


La recesión económica hizo que los accionistas de las empresas de hidrocarburos presionaran para que se pusiera fin a las subvenciones y se alcanzara la paridad con los precios internacionales. Como resultado, los precios se duplicaron a principios de enero de este año, lo que constituyó el detonante para que manifestaciones espontáneas –sin líderes destacados– tomaran las calles de las principales ciudades. A la revuelta por la repentina subida de los precios de los carburantes se sumaron las críticas a la plutocracia y al modelo económico. Ante un contexto que mezclaba la crisis económica con la agitación social, Tokayev vio el momento de tomar finalmente el control total del Estado, barriendo a la burocracia pro-Nazarbaev.

 

Tutela militar rusa


La afirmación del poder interno de Tokayev no sería posible sin el apoyo de Rusia. Al liderar una coalición militar bajo la bandera de la OTSC por primera vez en la historia (la organización existe desde 1994), Vladimir Putin envió una clara señal al resto del mundo: en esa región de Asia Central, la antigua periferia soviética, los rusos siguen siendo los dueños del juego. La rápida y eficaz intervención demostró la capacidad rusa de apoyar a los regímenes aliados dentro de su zona de influencia. Al mismo tiempo, la retirada gradual de las tropas demostró que el interés no es ocupar, sino mantener una relación de tutela militar, interviniendo para garantizar la estabilidad de la región en su conjunto. Putin ha tratado de transmitir la imagen de un socio estratégico fiable, que protege a los gobiernos aliados interviniendo de forma quirúrgica.


Por lo tanto, si hubo alguna movilización real de tipo “revolución de colores” (hasta ahora, algo muy dudoso), resultó ser un rotundo fracaso.

 

¿Un abandono de la política exterior multivectorial?


Esta situación, en la que Putin y Tokayev han reforzado la cooperación para la extracción de ventajas mutuas, puede tener como primer efecto una inflexión en la política exterior multivectorial iniciada bajo el gobierno de Nazarbaev. Desde los años 90, Kazajistán ha anunciado que busca asociaciones comerciales con varios países (los vectores); esta estrategia ha servido para alejar un poco la política exterior del país de la órbita rusa, atraer inversiones extranjeras (especialmente centradas en la extracción y comercialización de recursos naturales) y proyectarlo como un defensor global de los valores de la cooperación multilateral.


Se realizaron aproximaciones con los países europeos, Estados Unidos y China tanto en el ámbito militar como en el comercial. Sin embargo, Rusia nunca ha dejado de desempeñar un papel central en la política exterior kazaja. Kazajistán depende del acceso al territorio ruso para poder enviar productos como el petróleo, el gas y el uranio a los mercados europeos. La élite política y económica kazaja habla ruso, y alrededor del 20% de la población (unos 3,5 millones de personas) se considera étnicamente rusa. El cosmódromo de Baikonur, situado en el sur del país, sigue siendo utilizado por Rusia para lanzar cohetes. Existen acuerdos de cooperación a varios niveles, con especial énfasis en el ámbito militar y económico. Todo esto significa que, a pesar de los discursos, Rusia nunca ha dejado de representar un socio estratégico de primer orden desde la independencia del país.

 

Con la intervención de Rusia a través de la OTSC, el gobierno kazajo demostró depender en gran medida del apoyo de su vecino del norte: para reforzar sus fuerzas militares, controlar las manifestaciones populares y garantizar la estabilidad política. En este sentido, Tokayev debilitó sustancialmente la propuesta multivectorial, que a través de múltiples asociaciones internacionales buscaba una mayor autonomía exterior (especialmente frente a Rusia).


En conclusión, un efecto impactante de las manifestaciones reprimidas fue hacer explícita la insostenibilidad de la política exterior kazaja, propugnada por el discurso multivectorial –pues, al final, Tokayev ha demostrado ser dependiente del apoyo externo de Rusia para asegurar la gobernabilidad interna.

https://www.alainet.org/es/articulo/214884

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