Hacia un diálogo inter-económico mundial

Se trata de descubrir que el ser-económico-del-mundo se dice de muchas maneras.

17/09/2021
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
000_1q24iy.jpg
-A +A

Con la expresión diálogo inter-económico mundial se busca designar una tarea comunitaria de comprensión intersubjetiva entre diversas tradiciones de discursos económicos del Sur y el Norte globales que tienen como horizonte intencional elaborar un proyecto de transición hacia un sistema económico alternativo y una nueva ciencia económica. La proposición del diálogo inter-económico mundial se inspira en el trabajo de Enrique Dussel (2015) de las últimas dos décadas sobre el diálogo intercultural y el diálogo inter-filosófico. 

 

La característica principal de la propuesta dusseliana sobre el diálogo intercultural (y, en consecuencia, del diálogo inter-económico) es que reconoce como punto de partida la existencia de una situación concreta de asimetría entre los argumentantes. Las comunidades de comunicación localizadas en el Sur global se encuentran en una posición dependiente, periférica, subdesarrollada respecto a las comunidades de comunicación localizadas en el Norte global. En términos prácticos, esto significa que las condiciones de producción discursiva y las posibilidades de recepción de los propios discursos no son simétricas pues están determinadas por el contexto geopolítico de su locus enuntiationis. Difícilmente alguien podría negar que la infraestructura institucional y el impacto de los discursos sobre, por caso, la vinculación entre la ética y la economía no es el mismo que si se hace desde la Universidad de Harvard (Sandel, 2019) a que si se hace desde el Departamento Ecuménico de Investigaciones de Costa Rica (Hinkelammert y Mora, 2013). Hay una clara disparidad en la posición de los argumentantes que se debe, como dijeran los estructuralistas latinoamericanos (Guillén, 2018), a procesos de carácter histórico-estructural. El etnocentrismo cultural de Occidente deja sus huellas no sólo en lo referente a los apoyos financieros y mediáticos destinados a las instituciones radicadas en el Norte global, sino, aún más, en cuestiones tan elementales como el privilegio del idioma inglés para poder siquiera acceder al núcleo de los debates económico-políticos contemporáneos.  

 

Teniendo esto en cuenta, el aspecto que interesa destacar del diálogo inter-económico mundial es su proyecto de impulsar una reforma del modo económico de pensar. La exigencia de una práctica dialógica de esa naturaleza se debe a la errancia ontológica y epistemológica de los discursos económicos contemporáneos. La falta de claridad sobre la pretensión de cientificidad de la economía tiene como causa más inmediata la brecha que hay entre los modelos teóricos de las(os) economistas y los efectos empíricos de los programas de política económica de la “racionalidad neoliberal” (Laval y Dardot, 2013). No obstante, ampliando la mirada a la historia de la disciplina económica en su conjunto puede plantearse que el límite de los discursos económicos contemporáneos obedece a un conflicto de “larga duración”. Se sugiere, pues, que el impasse de la economía del siglo XXI, esto es, su capacidad crítica contra el esquema del mainstream economics y su incapacidad programática de edificar un esquema de pensamiento económico alternativo, se remonta a las preconcepciones mismas del surgimiento de la economía como campo de estudio independiente. De manera preliminar, se denomina paradigma contable a tales preconcepciones de la economía. 

 

Por paradigma contable se entiende una serie de presupuestos impensados de carácter descriptivo e interpretativo que la economía opera en sus investigaciones. Desde un punto de vista conceptual, el paradigma contable es una reducción del objeto de estudio de la economía a aquellos fenómenos de la (re)producción, intercambio/circulación, distribución y consumo que se representan en: a) los registros empíricos de las cuentas nacionales, los balances contables, los indicadores económicos o cualquier base de datos; y b) los registros teóricos de fundamentación sustancial última o “metafísica”, la formalización matemática de modelos económicos, las correlaciones econométricas de finalidad predictiva o cualquier proposición de carácter cálculo-probabilística. La pregunta que impulsa tales convicciones ontológico-epistemológicas es por la determinación cuantitativa de los entes o procesos económicos: crecimiento, acumulación, reproducción, tasa, alza/baja, retorno, elasticidad, margen, rentabilidad, etcétera. Se privilegia una lógica del quantum que presume la capacidad de afirmar, estimar y/o predecir, bajo supuestos convenientemente escogidos, el comportamiento de determinaciones económicas (o extra-económicas) que de suyo no son propiedades conmensurables: utilidad, bienestar, complejidad, sostenibilidad, felicidad, capacidad, libertad, vida, riesgo, incertidumbre, futuro, entre otras. Desde un punto de vista histórico, el paradigma contable se remite al nacimiento mismo de la economía como disciplina científica independiente en la “Modernidad madura” del siglo XVIII (Dussel, 2007), esto es, durante su proceso de constitución teórica que va de Petty/Cantillon, pasando por Quesnay/Turgot y llegando a Adam Smith. En breve, el paradigma contable parte de una “falacia cuantitativista” que reduce la economicidad de los fenómenos económicos a la capacidad que tienen de ser consignados unívocamente en un índice, porcentaje, modelo, proposición lógico-formal o proposición metafísica. 

 

Como ilustración del límite del paradigma contable puede constatarse su dificultad (u omisión voluntaria) para comprender la economicidad no-contable de fenómenos como el trabajo doméstico, las relaciones comunitarias de reciprocidad o el colapso medioambiental. Gran parte de la literatura producida de las academias de economía analiza dichos fenómenos desde un esquema contable reductivo: calculando en términos monetarios el trabajo no remunerado de las actividades domésticas (Singh y Pattanaik, 2020); representando en modelos matemáticos aplicados las ventajas y desventajas de la reciprocidad (Falk y Fischbacher, 2000); o bien, evaluando la constitución del ecosistema en términos de stocks ambientales con un precio plausible de formular (Altmann, s.f.). Por tal motivo no causa sorpresa que las(os) estudiosas(os) que abordan estas mismas problemáticas teniendo en consideración sus componentes éticos, históricos, sociológicos, políticos, culturales, de género, ecológicos y de otro tipo se posicionan desde perspectivas más-que-económicas (Federicci, 2013; Guerra, 2013; Moore, 2016). 

 

Frente a ello, la pregunta que cabe plantear es la siguiente: ¿La economía es de suyo una disciplina metodológicamente obstaculizada para estudiar fenómenos de naturaleza no contable o, dicho de otro modo, la economía no dispone de otros recursos analíticos para comprender tales fenómenos más que reducirlos a una narrativa cuantitativa de tendencias, cálculos, modelos y/o correlaciones? El camino del diálogo inter-económico traza una respuesta rotundamente negativa. Su intencionalidad es promover una apertura de sentido del “ser” de lo económico que, por eso mismo, apunte hacia la edificación de una ciencia económica alternativa. Una economía en la que lejos de sugerir un rechazo de los instrumentos analíticos contables (matemáticos, estadísticos, econométricos, probabilísticos) se propone descentrarlos, esto es, desplazarlos de su sitio privilegiado en el discurso económico para, en su lugar, favorecer un modo de argumentación más próximo al de un proceso interpretativo: una comprensión de la economicidad de los fenómenos que no se limite a describir la presunta “objetividad” numérica de las estadísticas y los modelos, sino se esfuerce por elucidar de manera analógica (Beuchot, 2000) tal economicidad en sus diversos contextos, no todos ellos conmensurables. En otras palabras, se trata de descubrir que el ser-económico-del-mundo se dice de muchas maneras. 

 

Así pues, una primera hipótesis de trabajo es que para conducir el discurso económico contemporáneo hacia esa dirección se vuelve necesario emprender una “reorientación ontológica” (Lawson: 2003) que sólo puede efectuarse con justeza si además es acompañada por el long détour, como diría Ricœur, de una “transformación hermenéutica” (Conill, 2009). Derivado de esto, una segunda hipótesis de trabajo es que un programa para tal “reorientación ontológica” y “transformación hermenéutica” de la economía se encuentra sugerido en 16 tesis de economía política de Dussel (2014): la reconstrucción del discurso económico a través de las “paralajes” (Žižek, 2006) o “campos de sentido” (Gabriel, 2016) de la historia, la filosofía, la ética y la política. Es decir, una estrategia reflexiva estructurada en, al menos, cuatro momentos fundamentales: 

 
 

  1. - La histórica o la elaboración de un macro-relato sobre las diversas prácticas y discursos económicos previos, excluidos, forzados o en resistencia a la economía mercantil-capitalista y su paradigma contable.
     

  1. - La arquitectónica o la descripción ontológica y normativa de las determinaciones esenciales de lo económico en cuanto tal.
     

  1. - La crítica negativa o la deconstrucción de las determinaciones constitutivas del capitalismo en calidad de sistema económico vigente.
     

  1. - La crítica creativa o la reconstrucción de las determinaciones para una teoría y práctica económicas alternativas. 

 
La relevancia que pueda o no tener tales planteamientos hipotéticos es algo que sólo puede dirimirse a través del diálogo inter-económico Sur-Sur y, luego, Sur-Norte.

https://www.alainet.org/es/articulo/213870

Del mismo autor

Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS