El sistema político chino

La base de la legitimidad política de la conducción china es el acelerado crecimiento que ha sacado de la pobreza a cientos de millones de personas.

11/01/2021
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Foto: Xinhua
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Muchos en el mundo todavía se sorprenden por las consecuencias de los preanunciados movimientos de Donald Trump. Ya antes de las elecciones – cuando las encuestas marcaban una menguante ventaja para Biden – insistió que podría haber fraude. Luego de las mismas lo reiteró, en especial para los cinco estados más disputados, y ha mantenido el vilo a su país y al mundo al no reconocer su ajustada derrota. No le importó que ninguna de sus denuncias pasase de las habituales irregularidades encontradas en toda elección, razón por la cual fueron rechazadas por los distintos jueces intervinientes y los recuentos definitivos. El último capítulo de esta serie interminable han sido sus incendiarias declaraciones del 6 de enero que derivaron en la movilización frente al Congreso Nacional, y el ingreso al mismo de los más exaltados, frente a la increíble pasividad de las fuerzas de seguridad. A pesar que Trump aceptó la proclamación formal de Biden tras la toma del Congreso - como había anticipado que haría pero sin aceptar su derrota - los principales voceros demócratas y la prensa mayoritaria en Estados Unidos, piden que su vicepresidente y la mayoría de su gabinete lo separe del cargo en los pocos días que le quedan de poder. Todo suma al caos que Trump provocó deliberadamente y que marca el inicio de una etapa muy meditada y nada improvisada por parte del mismo, etapa que puede derivar en oscuras consecuencias.

 

¿Cómo es posible que esto ocurra en la potencia hegemónica, el imperio que domina al mundo? ¿Dónde quedó el “destino manifiesto” para conducir al mundo bajo la receta de la “democracia americana, la libre empresa, y la no intervención del Estado”?

 

No es nuestro tema de hoy, aunque sí en forma indirecta. Nos proponemos recorrer las características del sistema político chino, menos conocido y glamoroso que la “democracia americana”. Al final haremos sucintas comparaciones de ambas realidades.

 

Tradiciones culturales y modo de producción asiático

 

En el pensamiento chino siempre ha habido una recurrencia a filósofos o religiones de un pasado remoto, que se utilizan como guía para enfrentar los desafíos de los distintos presentes. El taoísmo, el budismo y el confucianismo son las tradiciones más extendidas.

 

La más respetada actualmente es la de Confucio (551 a.C.- 479 a.C.). Muchísimos centros de su pensamiento se han abierto en China y en el extranjero en los últimos años. Sus pensamientos van suplantando la formalidad de venerar el pensamiento de Karl Marx y el socialismo, aunque algo de todo aquello continúa. Para Confucio las virtudes del ciudadano son “la buena conducta en la vida” (caridad, justicia, respeto a la jerarquía, el poder y los mayores) mientras que las del Estado son el mantenimiento de la tradición (inmutabilidad), el estudio y la meditación. El resultado de mantener estos principios sería la armonía, algo muy distinto de la guerra de clases de la versión soviética del marxismo que inspiró la lucha de Mao para salir del siglo de las humillaciones, pero sin recetas para los desafíos actuales.

 

Las tres culturas filosóficas y/o religiosas que han dejado su huella en China predican valores de alguna forma similares. La inmutabilidad habla de una sociedad donde se repiten constantemente las mismas relaciones, se utilizan las mismas técnicas, mientras que la armonía puede lograr esa reproducción permanente sin conflictos, dirigidos por un gobernante (supuestamente) benevolente que haga cumplir esos preceptos.

 

Estos principios no son características exclusivas de la civilización china. Con sus variantes han estado presentes en varias culturas, entre ellas la del Egipto de los faraones, que duró por tres mil años.

 

¿Por qué se llegó a imponer esta filosofía de la repetición permanente y armónica de los ciclos de vida de los pueblos y sus gobernantes “virtuosos”? ¿Qué tenían en común el Egipto de los faraones y la China antigua?: la influencia de la forma predominante de la producción y reproducción de los bienes materiales, caracterizado en ambas civilizaciones por el aprovechamiento de los cursos hídricos por la canalización y fertilización de los terrenos alcanzados. En China para el siglo V a.C. ya estaban avanzadas los canales entre los ríos Amarillo y Yangtsé, base alimentaria de la población más extensa del mundo.

 

Las condiciones materiales son importantes en el moldeo de la conciencia de los pueblos, y una parte no despreciable de la forma de pensar china deriva de esta característica que la hizo grande a partir del juicioso y ordenado desarrollo del sistema de canales de riego, que necesitaba de un poder político fuerte y una colaboración permanente de sus poblaciones campesinas. Gracias al mismo se logró una de las agriculturas más productivas del mundo por área sembrada, basada en la intensidad de mano de obra por superficie, también de las más altas del mundo. Es el reverso de la forma de producción agraria extensiva en áreas de secano que existen, por ejemplo, en Estados Unidos y Argentina, y por ello insistimos sobre los distintos modos de producción y su influencia sobre la forma de pensar, tan distinta de la nuestra.

 

Luego de haber sido la civilización más importante por miles de años, entre 1850 y 1950 China sufrió humillaciones y terribles retrocesos a partir de la rapiña imperialista que comenzaron británicos con la Guerra del Opio, seguida por otras potencias imperialistas europeas y el Japón, que recién terminaron en forma definitiva con el triunfo de la revolución socialista de base campesina dirigida por el Partido Comunista de Mao Tse-tung.

 

El sistema político actual

 

Luego de treinta años de recuperación de la soberanía nacional y el inicio del desarrollo económico mediante la industrialización – no exenta de grandes errores como el Gran Salto Adelante de fines de los cincuenta y la Revolución Cultural de los sesenta – China cambió el paradigma del modelo maoista a partir de fines de 1978 con Deng Tsiao-ping. Se impuso un modelo económico de capitalismo de Estado con creciente participación de las empresas privadas, llamado “Socialismo con Características Chinas”. No repetiremos aquí las etapas conocidas sobre el crecimiento y desarrollo meteórico que en cuarenta años llevaron a China a ser la segunda economía del mundo y desafiar por su sola presencia al hegemón norteamericano.

 

El período de Mao fue de tres décadas, el de las reformas de mercado lleva cuatro. Si el período de las “reformas” dura más que el “original” sin haberse concluido a imagen y semejanza del neoliberalismo occidental es claramente porque hay elementos estratégicos que el PCCh no está dispuesto a ceder, ni en lo económico ni en lo político.

 

Las críticas en Occidente, y en especial desde las usinas de pensamiento norteamericanas, se centran en dos temas. A nivel económico la persistencia e importancia de las empresas del Estado (SOE´s) y las regulaciones, controles, prohibiciones y subvenciones sobre las empresas privadas. El Estado mantiene el control directo de sectores estratégicos y un largo rango de industrias básicas, incluyendo las de infraestructura, transporte, telecomunicaciones, finanzas y los medios de comunicación.

 

A nivel político la crítica occidental es la ausencia de “democracia representativa” (una persona, un voto) caracterizando al sistema chino como “autoritario” o simplemente una “dictadura” como continuación del modelo maoísta basado en la experiencia de Stalin en la URSS. La persistencia del nombre del partido único, Partido Comunista de China, contribuye a obscurecer diferencias significativas que se han venido articulando a partir de los años noventa del siglo pasado.

 

La tradición democrática se idealiza como iniciada en Grecia, aunque tal “gobierno del pueblo” no representase más que la fracción de ciudadanos libres, una minoría dentro de la población ateniense. La generalización del voto universal es muchísimo más reciente en Occidente, y hasta muy entrado el siglo XIX sólo votaban los varones mayores que contaban con una determinada capacidad económica. No fue hasta que las luchas populares fueron arrancando la conquista del voto que se fue extendiendo a todos los mayores de edad, y más adelante también a las mujeres. Hoy es generalizado el sistema formal de una persona un voto, aunque las limitaciones reales a las expresiones políticas vienen por otros canales. La revolución industrial que generalizó el capitalismo en Occidente se preocupó mucho más por garantizar la propiedad privada de los medios de producción sin limitaciones fuera de los mecanismos de mercado, que por los derechos políticos de las mayorías que se abrieron paso sólo con prolongadas luchas sociales.

 

En Asia la democracia representativa no tiene tradición ni antecedentes. China ha sido gobernada por emperadores por miles de años, y luego del siglo de humillación nacional la principal demanda de las mayorías eran la paz y retomar una senda de crecimiento para salir de la pobreza extrema. En 1950 el ingreso promedio anual era de 50 dólares por habitante, con una población campesina superior al 80 % del total. Al momento actual excede los 10.000 dólares (superior al ingreso per cápita de Argentina) y la población agraria es algo menor al 50 %.

 

La base de la legitimidad política de la conducción china es el acelerado crecimiento que ha sacado de la pobreza a cientos de millones de personas, reduciéndola a una fracción insignificante y ha terminado con la indigencia. A medida que crece el bienestar económico las demandas de la población van cambiando, y se suman los reclamos sobre el sistema de salud, el previsional, las demandas sobre el medio ambiente, y contra la corrupción, en especial a nivel distrital o de empresas, temas que ha encarado el gobierno y son desafíos para el futuro. Todos los estudios de opinión, llevados a cabo por empresas de prestigio internacionales, son coincidentes en que hay una alta satisfacción de la población sobre su sistema de gobierno.

 

El politólogo norteamericano Daniel A. Bell (i), que ha vivido más de una década en China, describe su modelo político como de tres niveles diferentes: democrático en la base, experimentación en el medio y meritocracia en la cumbre.

 

La constitución de 1982 definió el comité de residentes y autogobierno de la población en áreas rurales y urbanas, incluyendo que los dirigentes debían ser elegidos por voto secreto. Una ley de 1998 consolidó las practicas previas, instituyendo que los miembros directivos de los pueblos y pequeñas ciudades debían ser elegidos por mayores de 18 años, por tres años, que la cantidad de candidatos debía exceder el de los puestos a ser llenados, y la facultad de los electores de separar a los elegidos en caso de mala conducta. Compiten personas, pero no partidos.

 

La experimentación se encuentra entre el nivel local y el central. El gobierno central evalúa la experimentación sectorial o regional y si funciona la extiende progresivamente a todo el país, caso contrario se descarta. Esta aproximación de ensayo y error se desprendió totalmente de los supuestos ideológicos de la etapa previa, y fue una característica especial que impulsó Deng Tsiao-ping (“no importa si el gato es blanco o negro, sino que cace ratones”).

 

Existe una vieja tradición de origen confuciano, que es la de acceder al servicio público mediante rigurosos exámenes. La meritocracia en tiempos imperiales reducía los potenciales servidores públicos para puestos ejecutivos a aquellos que sabían leer y escribir, conocían los textos tradicionales, en especial de Confucio, entre otros requisitos. En síntesis, no más del 1 % de la población de aquellos períodos, donde meritocracia eran los instruidos dentro de la elite económica y política existente.

 

Basados en esa tradición, el sistema actual de examen para la carrera de funcionario público se complementa con rigurosos exámenes para ingreso a la universidad y al partido (nada fácil ingresar, Xi Jinping lo intentó varias veces antes de ser admitido en su juventud). Las materias que componen los duros test incluyen ciencias, economía, política, historia, formación filosófica y evaluación de los valores morales del postulante.

 

Para llegar a posiciones políticas importantes habrá que haber pasado por años de experiencia y sucesivos test en los niveles de pueblos, ciudades, departamento, provincia y ministerios. En promedio se necesitan veinte años desde haber ingresado para aspirar a viceministro.

 

Dada la superposición entre la estructura del Estado y la del Partido, se necesitan más años para llegar al Comité Central (370 miembros), al Politburó (25 miembros) o la cima del Comité Permanente del Politburó-CPP (7 miembros). Es en este último nivel que se concentra el poder que se delega en el Presidente del Estado y Secretario General del PCCh, que hoy detenta Xi Jinping. Si la mayoría de CPP decide que Xi actúa mal tienen el poder para removerlo.

 

Aún hay una considerable distancia entre los postulados teóricos y la realidad, tanto en el nivel de base como en las condiciones de ascenso en la burocracia política. Los intereses creados, el patronazgo, la corrupción (compra de puestos) existen pero según Bell ello afecta más a los niveles inferiores e intermedios que a los altos, y de hecho es hacia Pekín que se dirigen los reclamos sobre las inconductas en los niveles inferiores. La percepción generalizada de la población es que sus dirigentes nacionales son bien intencionados y cumplen adecuadamente la misión que se espera de ellos, en esta etapa llevar adelante el “sueño chino” de ser un país medianamente próspero ahora y estar en la vanguardia del desarrollo económico, científico y tecnológico para el centenario de la RPC en 2049.

 

La principal virtud del sistema actual, con todas sus falencias y distancias con la teoría, es que hay una continuidad de varias décadas de las líneas de gobierno, que los cambios son graduales y consentidos por experimentación realizada por dirigentes cada vez más capacitados. Es imposible pensar que llegue a la conducción del país un político sin experiencia administrativa, como Barack Obama, o un arribista como Donald Trump que lo logró por audacia, oratoria cautivante y fortuna personal.

 

Existen preguntas sin respuestas claras para el futuro. La meritocracia en la cima puede concentrar los candidatos dentro de la fracción más favorecida por lazos personales o fortuna familiar, que puede dar tanto apoyos de profesores extra para los exámenes como dinero para lograr ascensos. En el caso de los partidos políticos norteamericanos (y en la mayoría de los partidos en Occidente), los sectores económicos más poderosos terminan por colonizarlos, independientemente de sus orígenes de clase, etnia o ideologías. En China hace menos de dos décadas que se permite la afiliación a empresarios. Son los valores morales que pueda mantener el PCCh - en mezcla de confucianismo y poco de marxismo - lo que permite mantener el control sobre los intereses creados de la burocracia y las nuevas burguesías. Hace un par de años el gobierno reveló que Jack Ma, el multimillonario fundador y principal accionista de Alibaba y ANT, es afiliado al PCCh. Ahora el gobierno nacional ha frenado a Jack Ma, al no autorizar a que ANT haga su oferta publica inicial (OPI) y ha iniciado acciones para contrarrestar el poder monopólico de Alibaba, en especial por su incursión en el área financiera en funciones neurálgicas que el Estado no delega en privados.

 

Luego de un año de pandemia endémica China sale golpeada pero victoriosa en su control del virus. Su crecimiento económico se redujo pero continúa positivo (alrededor del 2 % para 2020) y el Banco Mundial prevé que será del 7,9 % en 2021. Su Plan Quinquenal es detallado hasta 2025, y sucesivos planes generales cubren el horizonte hasta 2049. Su sistema político no es atractivo para el mundo, pocos países podrían emularlo en ese aspecto, y tampoco se ha propuesto exportarlo. Pero dentro de sus propios parámetros está logrando avances que consolidan su estabilidad y confianza en el futuro.

 

Mientras tanto Estados Unidos ha sufrido un retroceso económico por su mala política frente al Covid, con caída del orden del 4 % en 2020. Su recuperación es una seria incógnita por el agravamiento de nuevos casos que superan los 220.000 diarios, aun con el inicio de la vacunación. A ello le suma el caos político en que lo ha sumido la actitud de Tump. No se pueden prever ni los eventos hasta el próximo 20 de enero. Estados Unidos es el país más importante del mundo, por el tamaño de su economía, por adelanto científico y tecnológico y por la superioridad militar que garantiza su hegemonía. Pero su imagen política se ha deteriorado y enfrenta un período de convulsión interna con imprevisibles consecuencias que no podremos evitar en el resto del mundo.

 

 

 

i THE CHINA MODEL. Political Meritocracy and the Limits of Democracy. Princeton University Press 2015.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/210462
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