El peso de los estereotipos

04/12/2020
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Foto: https://nuevolaredo.tv
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Niño o niña, bueno o malo, humilde o vano, son cosas que no traemos al nacer sino que son construcciones sociales que empiezan desde el momento en que vemos la luz y parecen nunca terminar.

 

Los estereotipos son ideas que tenemos de cómo deben ser las cosas, ideas que luego han de convertirse en pautas a seguir.

 

“Niño o niña”, físicamente todos nacemos con nuestras partes íntimas que determinan nuestro sexo, eso está claro, pero nuestra forma de actuar, de vestirnos, todos esos estereotipos que tenemos que seguir son los que nos convierten en una niña o en un niño. Está eso de los colores, desde que el bebé nace si es niña no puede comprársele nada azul “¡El azul es de niño! Y si es niño no puede tener nada de rosa o morado porque “son colores de niña”; el cuarto del varón se decora con pelotas de diferentes deportes (¿De dónde sacaron que los deportes son solo para niños?), el cuarto de las niñas se decora con flores, corazones y maquillaje. Para navidad si una niña pide un balón de futbol, a cambio sus padres le traen una cocinita, “para que juegue a cosas de niña”, y si consiguen al varón jugando a la cocinita con su hermana recibe una reprimenda porque “ese no es juego de varones”.

 

Todos crecimos dentro de esas reglas, obligándonos a hacer o decir solo lo que estuviese acorde a nuestro sexo, obligándonos a dejar de lado nuestros verdaderos deseos y convenciéndonos de que lo que se nos obligaba a hacer lo hacíamos porque realmente nos gustaba. A lo largo de la existencia han categorizado las cosas por género: los colores, los juegos, la ropa, nada lo eliges tú, o al menos solo lo que este dentro de los estándares de lo “correcto”.

 

El mundo está cambiando, la sociedad está cambiando, quizá no tan rápido como nos gustaría pero cada cambio que ha ocurrido en cuanto a los estereotipos ha costado lágrimas y sangre, desgracias de las cuales nunca escuchamos, luchas que quedaron en el olvido pero a las cuales les debemos estos pequeños avances que ahora se están dando. A pesar de que actualmente el cambio es notorio, existen quienes aún están congelados en el tiempo, quienes se rigen todavía (a estas alturas) por reglas prehistóricas. La religión encabeza la lista de estas capsulas de tiempo estático, creando grupos de personas que pelean con uñas y dientes porque las antiguas costumbres y Tabúes sean respetados. Hemos venido hablando de los estereotipos como algo que nos afecta a todos, pero salta a la vista que el lado mayormente agredido es el femenino.

 

Los estereotipos colocaron al género femenino debajo del pie del hombre. Las mujeres, dentro de este territorio repleto de poder, no somos personas, somos accesorios sin sentimientos ni derechos, creadas para obedecer, para agradar, para dar placer.

 

Los estereotipos sentaron a los hombres en el trono del mundo, mientras que para nosotras fueron los grilletes que nos ataban a la celda más oscura. Nos privaron del derecho al placer y nos convirtieron en máquinas reproductoras. Aun si se nos viola y se nos engendra un hijo, nuestro deber por consiguiente es parirlo, porque eso somos, una máquina carnal para hacer hijos, para realizar la limpieza doméstica, para satisfacer las necesidades carnales de un hombre (novio o marido). Cuando quisimos investigar no se nos consideró médicas sino brujas, y se nos quemó en hogueras. Se nos indujo, casi que se nos constriñó, a usar las manos y no el cerebro, lavando, fregando, cosiendo, cocinando y encima, desde que los hombres inventaron un dios masculino y misógino, se nos consideró como impuras porque menstruamos.

 

En los últimos veintidós años, en Venezuela afirmamos estar en una revolución. Una revolución significa un cambio radical y profundo dentro de las estructuras sociales, culturales e históricas. No es para nada algo sencillo de lograr, y dista mucho de alcanzarse sin ciertas contradicciones e imperfecciones. No puede esperarse un resultado perfecto pues los seres humanos ciertamente no lo somos. Nuestro gobierno, como todo, ha tenido aciertos y desaciertos, pero algo que no puedo dejar de reconocer es que más que predicar su ruptura ha intentado romper efectivamente con los estereotipos.

 

Una mujer dentro del ámbito político era algo poco común. Antes del año de 1999 existieron mujeres dentro de los respectivos gobiernos pero mayormente con cargos en las áreas consideradas femeninas (familia, salud, juventud), en cambio, a partir de 1999, dentro del gobierno de Hugo Chávez, a la mujer se le otorgaron distintos roles que definitivamente rompían con los estándares de lo común.

 

Durante el gobierno de Chávez existieron 23 Ministras (tres de ellas con orientación sexual diversa), lo cual demuestra un intento de inclusión e igualdad para con la mujer. El hecho de que encima de ser mujer, tres de ellas fueran públicamente lesbianas rompió también con la discriminación hacia los homosexuales, demostrando que no somos más, pero tampoco menos, que otros seres humanos.

 

Erika Farías, que ha sido alcaldesa, ministra, además de diputada de la Asamblea Nacional, rompe con todos los estereotipos al ser mujer, negra, de clase baja y homosexual, eso nos da una idea de que efectivamente poco a poco se está logrando un cambio significativo dentro de nuestra sociedad.

 

Debo mencionar también el hecho de que contamos con leyes como “La ley de igualdad y oportunidades para la mujer” y “La ley sobre la violencia contra la mujer y la familia”, que protegen nuestros derechos y nos garantizan castigos para nuestros agresores.

 

Los estereotipos han sido esos grilletes de hierro que nos ataban a la oscuridad, pero incluso el hierro puede romperse, no es tan sencillo como solo decirlo pero ciertamente no es imposible y esa ha de ser nuestra esperanza. Debemos comenzar con romper los estereotipos dentro de nosotros mismos, aquellos que nos han impuesto desde niños, y al momento de que nosotros seamos libres podremos ser instrumentos para la liberación de nuestros semejantes.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/210076

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