¿Hacía una nueva guerra fría? II

13/08/2020
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Foto: https://vozlibre.com
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A mi hermano y amigo nicaragüense Paulino Castellón en su 75° aniversario

 

Dando continuidad al estudio iniciado la semana pasada en el que tratábamos de dilucidar si se ha iniciado o no una nueva guerra fría, corresponde ahora aportar otros elementos de análisis que ayuden a obtener respuestas.

 

En este sentido, podríamos preguntarnos qué ha hecho China que explique la furia de Estados Unidos con la consecuente adopción de medidas que son expresión de una franca confrontación. Fundamentalmente se debe a que China ha creado un modelo propio de desarrollo que se podría considerar híbrido, toda vez que, sobre la base de la aceptación de que se vive una etapa de transición hacia el socialismo en el que la economía global sigue teniendo un sustento capitalista, se debe construir una superestructura económica que sea lo suficientemente poderosa para enfrentar con éxito las embestidas imperiales, el desarrollo y el mejoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos.

 

Este modelo no copia el capitalista occidental fracasado como se ha hecho evidente en el enfrentamiento de la pandemia. Al contrario, está edificando uno propio que considera sus peculiaridades, su historia, su cultura y su filosofía milenaria. Esto le ha permitido resistir con éxito la confrontación occidental capitalista y nipona y perseverar en su camino al socialismo, lo cual es inaceptable para Estados Unidos.

 

La interrogante entonces es, si esto conduce irremediablemente a una nueva guerra fría o incluso, es válido preguntarse si ya comenzó. Al respecto, me parece que efectivamente Estados Unidos quiere llevar al mundo hacia una nueva guerra fría, pero es menester afirmar que por una serie de razones no es seguro que esta se desate o al menos, si lo hace, será distinta de la que se vivió el siglo pasado tal como está presente en el recuerdo y las vivencias de los ciudadanos de mayor edad que guardan una imagen de su devenir a lo largo de la historia.

 

Veamos algunas de sus diferencias:

 

  1. La guerra fría del siglo XX se dio en un contexto de polarización que hoy no existe. Es verdad que Trump, tras el éxito obtenido en la elección de 2016 al apostar por polarizar la sociedad, intenta repetir el hecho en el escenario internacional. He aquí una primera diferencia con el pasado: la Unión Soviética aceptó participar de la guerra fría y lo asumió. China hoy, no lo desea.

 

  1. La anterior guerra fría se desató contra un país débil económicamente. No es la situación de la China actual.

 

  1. La guerra fría del siglo XX tenía una línea fronteriza simbolizada en el Muro de Berlín en el que ambos sistemas (capitalista y socialista) se “tocaban” sin estar presentes directamente pero que mantenía un permanente estado de tensión. Esta línea no existe ahora. Estados Unidos tiene que crearla en un territorio que a diferencia de Europa no le es necesariamente favorable. Por eso genera conflictividad en el Mar Meridional de China. Es la forma de justificar su presencia en la región y “tocarse” con China a fin de sostener el clima de tensión necesario que explique los condicionantes de una guerra fría. Para ello utiliza el diferendo limítrofe marítimo entre China y otros 4 países que se encuentran en la mesa de negociaciones

 

  1. A diferencia del pasado, la guerra fría que Estados Unidos pretende desatar, no se hace contra un país que aspira a la hegemonía mundial ni a la expansión ideológica.

 

  1. No existe posibilidad de enfrentamientos bipolares como el ocurrido en Cuba en 1962, ni de guerras “delegadas” como la de Corea en 1953, la de Vietnam en los años 60 y 70 del siglo pasado, las que generaban el apoyo a la lucha por la independencia de los países africanos versus el apoyo de Estados Unidos al régimen del apartheid en Sudáfrica. Tampoco hay países divididos por la guerra fría como lo eran Alemania, Vietnam y Yemen, aunque permanece Corea en el que, sin embargo, a diferencia de Estados Unidos, China tiene excelentes relaciones con las dos partes.

 

  1. No existe presencia militar de China fuera de su territorio, tampoco bases militares salvo una en Yibuti que aloja un contingente limitado a dar apoyo logístico a fuerzas militares chinas que participan en misiones de paz de Naciones Unidas en África y una muy pequeña base en Sri Lanka cuya misión es “observar” los cargueros y supertanqueros chinos que transportan petróleo desde el Golfo Pérsico.

 

  1. China, a diferencia de la Unión Soviética no tiene ni se propone tener un desarrollo militar acorde la intención de “dominar” el mundo, para lo que eventualmente tendría que enfrentar a Estados Unidos. La doctrina militar de China es defensiva y el desarrollo de su tecnología militar está en relación a esa lógica. Su presupuesto militar sigue siendo una sexta parte del de Estados Unidos.

 

  1. A diferencia de la Unión Soviética, China no se ha propuesto internacionalizar ni exportar su modelo a ningún otro país.

 

  1. Otra diferencia, es que en el siglo pasado, Estados Unidos y la Unión Soviética no tenían casi ningún vínculo de tipo económico ni tampoco un intercambio comercial que hiciera que la confrontación tuviera repercusiones económicas en sus relaciones bilaterales. Hoy China y Estados Unidos tienen economías imbricadas, un amplio intercambio comercial, tecnológico y financiero que haría que una guerra fría tuviera impensables repercusiones para ambos países y para todo el mundo, que vive enlazado por altos niveles de interconexión en los que China y Estados Unidos son imprescindibles.

 

  1. Finalmente, en Estados Unidos hay elecciones en noviembre. En enero de 2021 podría haber un nuevo presidente. No es seguro que este quiera hacer cambios profundos en la política exterior (que como sabemos en Estados Unidos no es de gobierno sino de Estado), pero también es probable que otro presidente desee mantener el conflicto en niveles más manejables que los actuales, evitando la guerra fría.

 

Frente a esta situación, ¿cuál es el plan de China? La propuesta de su gobierno y del Partido Comunista es de seguir creciendo económicamente, expandir su comercio para mejorar las condiciones de vida de la población, eliminar la pobreza y avanzar hacia la construcción de un país “moderno, próspero, fuerte, democrático, culturalmente avanzado, armonioso y hermoso” tal como lo planteó el presidente Xi Jinping en su discurso ante el XIX Congreso del Partido Comunista de China en 2017. Xi además afirmó que “este país y su sociedad serán socialistas”.

 

Por supuesto, China debe resolver innumerables problemas en materia laboral, ecológica, de desequilibrios entre la ciudad y el campo, de participación de la mujer y otros que no ocultan, los reconocen entendiendo que la construcción del socialismo es un proceso dialéctico de aciertos y errores, de avances y retrocesos, en el que se debe aprender de ellos para subsanar las deficiencias y lo mal hecho y superarlos.

 

Parten de la idea de que el mundo es interdependiente, está formado por múltiples culturas y civilizaciones que deben aprender a vivir en paz, para lo cual es indispensable construir una comunidad de destino compartido que en lo inmediato obliga a defender el sistema multilateral, a diferencia de Estados Unidos que pretende destruirlo.

 

En el otro flanco, ¿es posible suponer que Estados Unidos tenga un plan? Claro que lo tiene, pero está basado en su aspiración de imponer su lógica al planeta por cualquier vía -incluso la violenta-. No obstante, en el mediano y largo plazo, ello parece poco probable. Como lo afirmé en un artículo reciente “entre 1980 y 2019 [el crecimiento de la economía de Estados Unidos] fue de 2,7% de promedio anual, con una inflación también promedio de 1,6%, lo cual es técnicamente, expresión de crecimiento, sin embargo para un país que aspira a mantenerse como potencia hegemónica global, con un presupuesto militar creciente año tras año, tales cifras no lo aseguran, incluso lo impedirán”.

 

Su industria está en crisis, en los hechos es un país desindustrializado desde que pretendiendo aprovechar las facilidades de la globalización localizaron sus empresas a través del mundo en la búsqueda de bajar costos y maximizar ganancias. Hoy, Estados Unidos es importador de productos… estadounidenses, lo cual le genera un abultado déficit de balanza y una gran dependencia del exterior en el interés de mantener sus altos niveles de consumo. Así mismo, la distancia tecnológica con China que hasta hace pocos años mantenía con amplia ventaja, hoy se ha acortado, incluso en algunas áreas ya el gigante asiático lo ha superado con creces.

 

Además, como dice el investigador gallego Xulio Ríos, hoy Estados Unidos necesita que “la OTAN le pague su factura” para seguir sosteniendo su poder global. Finalmente, el desacoplamiento de la economía de Estados Unidos de la de China -que Trump ha anunciado como posible- no pasa de ser una quimera a causa del tiempo que requeriría implementar tal decisión, pero sobre todo por los altos costos que implica, los cuales, las empresas no están dispuestas a asumir, tampoco el gobierno posee los recursos ineludibles para ejecutarlo.

 

En resumen:

 

  1. El mundo no quiere una nueva guerra fría. No habrá una nueva bipolaridad.

 

  1. Hay otros actores: Rusia, Europa aunque bastante debilitada y subordinada a Estados Unidos, Asia Occidental, Asia oriental (los países agrupados en la Asean), Japón, (en decadencia pero todavía con una economía fuerte) e incluso África que pugnan por una presencia en el escenario donde se toman las decisiones globales.

 

  1. América Latina no tiene ninguna posibilidad de ser un actor global importante en el corto plazo y no lo será mientras las oligarquías locales retrógradas ciegamente subordinadas a Estados Unidos sigan controlando el poder en la mayoría de los países. América Latina y el Caribe es -políticamente hablando- la región más atrasada del mundo toda vez que reniega de sus propias posibilidades integracionistas en pro de construir trasnochados mini bloques ideológicos cuyo único interés es mostrar su lealtad a Estados Unidos.

 

  1. El mundo buscará nuevas formas de organizarse. Ya lo está haciendo.

 

  1. China no aspira a ser el nuevo hegemón del planeta. Además, no tiene como serlo.

 

  1. Estados Unidos aún controla el poder cultural mediático a través del manejo de las grandes trasnacionales de la información, las redes sociales y Hollywood, además conserva el poder militar. Pero está perdiendo en la economía y la tecnología y comienza a decaer su poder financiero en la medida que varios países se deslastran del dólar como moneda de intercambio.

 

  1. El modelo chino no colapsará. Será más temprano que tarde la primera potencia económica mundial. Nunca la militar.

 

  1. Lo deseable sería la cooperación entre las dos mayores potencias del planeta, pero eso es inaceptable para el sistema capitalista en crisis que no ve la política mundial como espacio de colaboración sino como competencia.

 

  1. Si Biden llegara a ser presidente no cambiará nada en términos estructurales, el carácter agresivo e intervencionista de la política exterior de Estados Unidos se mantendrá inalterable. No olvidemos que el Partido Demócrata es el verdadero partido imperialista de Estados Unidos.

 

  1. China se está preparando para lo peor. Lo han manifestado sus voceros gubernamentales y empresariales. No creo que Estados Unidos lo esté haciendo.

 

12 de agosto de 2020

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/208425
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