Claves para pensar en tiempos de coronavirus

15/05/2020
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  • Opinión
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1.- La muerte no es democrática. Este hecho no es singular, sino otra expresión de la desigualdad social.  Pero esa desigualdad, a los que a muchos nos incomoda y quisiéramos transformar, no lo es porque forme parte de un reino natural ni divino ni porque algunos individuos se esfuercen o sean más talentosos que otros, sino porque la forma en que estamos organizados como sociedad se sustenta sobre la apropiación -de unos pocos- de las riquezas que se generan socialmente por las grandes mayorías.

 

2.- Desde la digitalización masiva de gran parte de nuestras actividades hemos perdido terreno en materia de privacidad. Si embargo, ha ocurrido con el confinamiento una mayor dependencia de estas herramientas virtuales, cosa que profundiza la hipertransparencia de los de abajo, y, por el contrario, sabemos cada vez menos de lo que estén haciendo los de arriba. Y esto irá in crescendo mientras se prolongue el distanciamiento social.

 

Pensemos en Panamá: Sabemos que el Ejecutivo entre préstamos, bonos e ingresos está manejando cerca de 13 mil millones de dólares (otros dan cifras alrededor de los 30 mil millones) para combatir al COVID-19, que además se le estará entregando a los bancos cerca de 1300 millones de dólares. Pero no sabemos por qué les entregan ese dinero a los bancos ni que está o estará haciendo el Ejecutivo con el resto del dinero. Tampoco, sabemos cuánto ha costado el hospital modular ni cuánto costará el segundo que proponen construir. Menos sabemos por qué no hay información pública de los indicadores sociales de los contagiados y fallecidos, ni por qué no aplican pruebas masivas, ni por qué razón existía una ley seca, ni en base a que análisis económico entregan bonos de 40 y 80 dólares con una canasta básica por encima de los 300 dólares. Lo que sabemos, y no por información del Ejecutivo, sino por propia de las expresiones de los de abajo, es que la gran mayoría de la población no está recibiendo nada, y otros, muy poco o no lo suficiente para cubrir sus necesidades básicas. Las continuas manifestaciones populares por hambre y de los productores nacionales por pago de sus producciones son pruebas de ello.

 

3.- Lo que ha iniciado con biopolíticas para controlar a la sociedad parece estar desplazándose a necropolítica cuando nos dan pincelazos de la nueva normalidad. Es decir, en la primera encontramos un control sobre la vida, los cuerpos (quien sale, quien no, que día, en que horario, que puedes consumir y que no) y nuestras libertades por medio de técnicas rudimentales y otras tecnológicas. Pero pareciera que estas medidas están permitiendo ganar tiempo para asegurar en la nueva normalidad la salud de la economía sobre la economía de la salud. Esto es lanzar a la población a enfermarse y otros a la muerte sin que esto pueda colapsar el sistema de salud. La prioridad es mantener las actividades económicas circulando con un sistema de salud que administre la vida, la enfermedad y la muerte.

 

4.- El discurso de guerra no incide en la planificación de las políticas y tomas de decisiones del Ejecutivo. Sin embargo, si incide en la subjetividad de la población. Cuando la vida pasa a ser un acto de supervivencia se traduce en miedo a la muerte. Por ende, la población en ánimo de sobrevivir empieza a ceder ciertas libertades y derechos para preservarse. Aquí encontramos un abandono colectivo de los principios liberales -de la Revolución Francesa- para intercambiarlos por la chinanización de occidente. Es decir, el control férreo del Estado -y del Gran Hermano de George Orwell- sobre la vida de los ciudadanos.

 

-Mario Enrique De León, sociólogo panameño, investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos, (CELA), “Justo Arosemena”. Becado IDEN-SENACYT. Maestrando en Ciencias Sociales. Correo: mariodeleon.ilg@gmail.com

 

https://www.alainet.org/es/articulo/206589
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