El capital en su cotidianeidad durante la crisis del coronavirus

20/04/2020
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Mientras toda la población, especialmente las familias y personas que menos tienen han puesto todo para cumplir con las medidas de aislamiento, incluso decidiendo entre el comer o no y todas las consecuencias que se le vienen encima como alquileres, servicios, falta de ingresos, etc., ¿qué ha estado haciendo el capital por su parte?

 

Capital: una relación debilitada por su propia irracionalidad

 

En la economía del sistema capitalista moderno mundial, la crisis del coronavirus ha revelado su alta vulnerabilidad como si se tratara de un organismo descompuesto pero que además tiene una serie de otros problemas estructurales.

 

Este virus biológico ataca sin contemplación a todos los seres humanos, sin excepción, saltando de un organismo a otro con una velocidad de contagio mayor aún al tiempo real del internet. Sin embargo, el comportamiento natural del virus, hace saltar a la vista la irracionalidad social del sistema capitalista en el que estamos viviendo: a) la pobreza y desigualdad; b) el beneficio para los que tienen y los costos para los que menos tienen; c) la salud estuvo siendo relegada a un plano sin importancia alguna en todo el mundo; d) la supuesta tecnología fetichizada en la informática, las telecomunicaciones y las armas quedaron desnudas en su inútil importancia para la vida; e) el pánico, la desinformación y el miedo son los principales instrumentos de la gobernanza capitalista a nivel mundial; f) la hegemonía estadounidense está basada en su brutalidad; g) aumenta la necesidad de extender y profundizar la solidaridad entre los pueblos y las personas, sin embargo, tendrá que enfrentar la ofensiva neoliberal con vocación de transferir los costos a los más pobres mediante la represión.

 

La bolsa de valores se recupera en terapia intensiva

 

La caída vertiginosa y en picada de la bolsa de valores desde un máximo crecimiento alcanzado el 12 de febrero de 2020 con 29.551 puntos del Dow Jones, cayó en picada en menos de un mes llegando a su nivel más bajo el viernes 20 de marzo con 19.173 puntos. Cayó en 10.400 puntos que representa aproximadamente el puntaje que subió desde diciembre de 2016. En las últimas décadas, solamente se vivió una catástrofe tan grande en 2009 cuando el Dow Jones cayó a 7.602, en dos años desde la crisis de 2007.

 

Pero luego de semejante caída, la bolsa se fue recuperando paulatinamente hasta llegar a los 24.242 puntos del DJI en su cierre de éste viernes 17 de abril, contradiciendo a muchos analistas que veían su caída como algo inexorable.

 

Los motivos para esta subida fueron: 1) que la subida se da a partir del anuncio de financiarización de Trump, junto con, 2) la declaratoria de crisis en Estados Unidos como consecuencia del COVID-19 por parte de Trump y su proyección de entre 100.000 y 200. Nuevamente salvan el sistema especulativo y financiero mediante la transferencia de recursos del estado a bancos y empresas, recursos que acaban siendo sostenidos por los más pobres en su país y en el mundo a través de varios mecanismos como la deuda o el señoreaje del petrodólar. ¿Cómo es posible que la bolsa se recupere en semejante paro y qué significa esta aparente fortaleza?

 

Su recuperación responde nuevamente al uso de la financiarización que en la actual situación se asemeja a una terapia intensiva y un poco de morfina, es decir, inyección de dinero orientado al sector improductivo como lo es el sector financiero-bursátil y en menor proporción a su industria. Por otra parte, la bolsa expresa su perfil perverso de que puede vivir, valorizarse y crecer a pesar de la muerte y sufrimiento del conjunto de la población mundial, o quizás, como siempre sea ésta su fuente de riqueza.

 

La misma tendencia con leves diferencias se puede ver en los precios de las materias primas, por ejemplo, el petróleo Brent ha descendido en su punto más bajo hasta 24,68 Us$ el barril y volviendo a subir a 28.34 en el cierre del 17 de abril, en estas últimas semanas. El precio del oro que estaba manteniendo sus precios al inicio de la crisis, ha bajado a 1.461 Us$ y volvió a subir a 1.761 Us$ en la última semana. Mientras que la productividad en China ha caído hasta un -13% desde un crecimiento de 6,9%, en EEUU existe una reducción de 0,8 a 0,6% en la productividad. Las criptomonedas han seguido la tendencia de la bolsa y las materias primas.

 

Los impactos económicos del virus hacen saltar la gran desigualdad

 

El COVID-19 está generando serios impactos económicos negativos a nivel mundial pero también a nivel de los distintos países.

 

El impacto más grave son los costos que la economía está afrontando como consecuencia de un paro forzoso por el autoaislamiento de las familias para evitar el contacto y disminuir las vías de contagio en gran cantidad de países. Al parar la economía no existe producción, las industrias han parado, el comercio se ha detenido, los servicios han cerrado, el transporte no circula, solamente algunas actividades esenciales se han mantenido en un funcionamiento restringido como ser la circulación y producción de alimentos, la atención en salud, algunas áreas de la gestión pública, medios de comunicación.

 

Este paro afecta al capital, por eso la financiarización de los créditos para el endeudamiento externo de los países irá a apoyar a los sectores privados financieros, industriales, comercio, agricultura, etc.

 

Según estimaciones de la OIT, se perderán 195 millones de empleos a tiempo completo en tan solo tres meses (vale decir, el 6,7% de las horas de empleo total). El confinamiento afecta a 2.700 millones de trabajadores, que representan el 81% de la fuerza de trabajo mundial. Según la ONU, cuatro de cada cinco trabajadores ya están sufriendo las consecuencias del confinamiento. La estimación de la OIT sobre el desempleo es la pérdida de 14 millones de empleos en total en América Latina un 5,7%, como consecuencia de los despidos y de la reducción de horas.

 

Eso significa que el impacto del coronavirus tiene consecuencias aún más graves para los trabajadores y los sectores populares. El único ingreso de los trabajadores son sus salarios. Mientras que el capital deja de consumir materias primas y detiene otros costos en los que incurre en diferentes ramas de la economía, es como un paréntesis sin movimiento y sin costos.

 

Por otra parte, el impacto del costo de vida de los hogares de escasos recursos, de trabajadores, informales, etc.: no dejan de consumir, no pueden detener los organismos fisiológicos de sus familias y sus propios cuerpos, no dejan de pagar alquileres ni servicios. Siguen consumiendo artículos básicos para la supervivencia, lo que significa que siguen incurriendo en costos que deben cubrir con préstamos, pequeños ahorros. Por lo que el principal costo del aislamiento lo están soportando las familias, especialmente los sectores de menores ingresos.

 

Los costos del aislamiento como mecanismo más eficiente, quizás el único para enfrentar la propagación del virus, lo están cargando las familias de los pueblos. Nosotros, desde la economía política podríamos afirmar que para afrontar los costos, la principal financiarización, la realizan las familias pobres, en primer lugar los costos de soportar el aislamiento y el paro con gastos de consumo, y en segundo lugar, los costos que tendrán que cargar los trabajadores para que las empresas se recuperen, ya sea con el desempleo o con la afectación de sus salarios, tanto monetarios como en la cantidad y calidad de bienes de consumo, incluida la salud.

 

Desigualdad y efectos sociales del aislamiento

 

Un impacto que también se ha vislumbrado con sorpresa es que los impactos del virus en relación al número de contagios como a las defunciones en la población afroamericana es mayor a la de la población blanca. Esto se explica porque este grupo poblacional tiene un peor estado de salud por sus condiciones de vida y de alimentación (mayor población con enfermedades no transmisibles comprobadas antes de la presente pandemia), porque es una población que debe seguir trabajando en contacto con otros grupos de personas, falta de información y tienen menores ahorros, lo que eleva la posibilidad de contagio. La situación de los latinos también es preocupante ya que el 34% de las defunciones en Nueva York son de población latina, que en muchos casos no pueden acudir a centros de salud por falta de documentación.

 

En los países de América Latina, muchas familias pueden costearse el confinamiento por algún ahorro que tenían, pero es desesperante ver cómo otras familias claman por ayuda ante la falta de alimentos, hecho que se agudiza con el pasar de los días y pone a muchas familias entre la disyuntiva de contagiarse o morirse de hambre.

 

Las libertades se han suprimido por excepción en las medidas de confinamiento. Como lo dijimos, quizás sea el mecanismo más eficiente para detener la expansión del coronavirus, sin embargo, tiene consecuencias que afectan el bienestar social de la población de gran parte del mundo. Muchas hipótesis ya se abrieron acerca de las múltiples dimensiones en que cambiará la vida después de esta crisis.

 

Trato inhumano al personal médico, una paranoia egoísta

 

En las consecuencias psicológicas que provoca la fiebre del virus en el organismo social, en muchas regiones se han manifestado acciones de discriminación absoluta, de la población e incluso de los estados, a personas que contrajeron el virus y sus familias. En México, la discriminación se extendió al propio personal médico que, como en muchos países del mundo, encima que les faltan condiciones para atender a los pacientes contagiados por el virus y que están arriesgando sus propias vidas y las de sus familias para salvar otras vidas, la población ha atacado a algunos de ellos con el argumento de que estos contagiarán. La paranoia egoísta de aquellos que pueden dejar morir a toda la humanidad con tal de salvarse.

 

En las últimas semanas, este trato al personal de salud y enfermos se empezó a enfrentar relativamente a través de su catalogación como delitos de odio en muchos países. Quizás por conciencia o por esta fuerte llamada de atención, probablemente estas actitudes hayan disminuido.

 

Adultos mayores: entre el “sálvese quien pueda” y la solidaridad

 

Las comunidades de árboles en los bosques de especies nativas son capaces de valorar la importancia de los árboles más viejos para la reproducción de la vida de toda la comunidad o bosque porque otorgan nutrientes y la memoria común que sirve para la protección de la comunidad. Muchas comunidades de animales dependen de la transferencia de conocimientos y memoria de los individuos más viejos para su supervivencia.

 

Pero en la sociedad actual, durante esta crisis del coronavirus hemos podido escuchar y conocer posiciones y acciones imaginadas solamente en cuentos de terror y películas de ficción.

 

Es bien conocido que la población más vulnerable son las personas adultas mayores y aquellas personas que tienen enfermedades como el cáncer, la presión alta, cardiovasculares, diabetes y otras. Sin embargo, una parte de la sociedad, desde el estado y desde muchos sectores sociales, ha reaccionado de manera negativa en relación a estos segmentos de la población, inicialmente se escucharon posiciones culpándolos de los contagios, en segundo lugar, descalificando su vida, incluso estados salieron a tomarlos presos brutalmente para recluirlos en aislamientos colectivos u otros estados, desestimando su derecho y posibilidad de asistir a hospitales.

 

Frente al pánico generado por el virus, el “sálvese quien pueda” se hizo palpable en muchos sectores de la población y desde algunos estados. Pareciera ser que la vida las personas que pertenecen a estos grupos vulnerables no tuvieran valor.

 

Sin embargo, en el marco de todo este aprendizaje, la solidaridad se ha impuesto en conciencias menos desdichadas y se ha generado un reconocimiento bien merecido a las generaciones de adultos mayores protegiendo a estos grupos de la población e incluso organizando acciones de solidaridad como en el caso de Argentina donde más de 30.000 voluntarios atienden a personas adultas mayores en aislamiento que viven solas, ayudándoles con todo lo que necesitan.

 

La disyuntiva entre el precio de la vida delirante

 

Durante esta crisis, la ciencia económica representando al modelo neoliberal, ha estado intentando predecir las consecuencias económicas que traerá esta crisis. Los economistas han tratado de enfocar la crisis con una aparente objetividad para evitar que se pare la economía y se reduzcan las consecuencias.

 

Sin embargo, el enfoque economicista de la crisis lo único que ha demostrado es: a) que no se pueden cuantificar las muertes para evitar daños económicos, la vida no tiene precio, pero además, b) no poder concebir el valor del trabajo y de la vida para la economía son fundamentales y son parte de la sociedad y su economía, no son algo opuesto como si la economía tendría vida propia opuesta al bienestar de la población, solamente las mentes más fetichizadas por el capital pueden pensar de esta forma que no se justifica diciendo que el impacto a la economía impactará a la población, eso es obvio.

 

La falsa disyuntiva que se ha planteado entre las dos posibles curvas: 1) la curva de medidas que se preocupan por no parar completamente la economía para reducir sus impactos con medidas más flexibles de confinamiento, y la otra curva, 2) una curva con un confinamiento drástico que un mayor tiempo de implementación pero que tenga serias consecuencias económicas.

 

Lo cierto es, que un desastre provocado por un virus tendrá serias consecuencias para la vida de los pueblos, para sus economías, para su bienestar social y que la economía: pero no se trata de salvar al capital a nombre de salvar la economía, se trata de que se apoye a los sectores más vulnerables porque también son parte y una parte vital de la economía.

 

Lo que la gente de a pie pide, sin mucho cientificismo ni ciencia economía, es lo más práctico y coherente con lo que está sucediendo: distribuir los recursos y las condiciones democráticamente para la recuperación de todos los sectores de la población e impulsar iniciativas sociales para alcanzar niveles de producción adecuados.

 

Por otra parte, la población pide a gritos organizarse en barrios, ciudades, etc., para enfrentar esta crisis, no es suficiente la instauración de regímenes forzosos de asilamiento no participativos, mucho menos cuando falta información, tests, mascarillas, respiradores y otros. Se ha puesto en evidencia que el caos que provoca el mercado en relación a alimentos, artículos de primera necesidad, insumos médicos, equipamiento médico, etc. no puede ser totalmente sostenido por las fuerzas armadas y policía, es necesaria la auto-organización de la sociedad.

 

Teorías de la conspiración y nuestras propias tareas

 

No se sabe cuál es el origen de este virus, hay muchas teorías de la conspiración que nos dejarán en suspenso por mucho tiempo. Pero una cosa se verifica con claridad para los pueblos: que al capital y a los estados les importa muy poco la salud de la gente. No es posible que la investigación científica esté centrada en generar inventos genéticos diferentes a los que necesita la población para su salud favoreciendo la ganancia de las grandes corporaciones monopolizadoras.

 

Otra evidencia que salta como consecuencia de la crisis, es que los estados no pueden organizar la vida para el bienestar del pueblo sin su participación, las decisiones verticales de urgencia tropezaron con la ausencia y necesidades de la población que se hubieran podido encarar a través de la participación.

 

Finalmente, se percibe que una crisis de tal magnitud afecta a todos los sectores, sin embargo, los que más sufren y la sienten son los sectores de la población que menos condiciones tienen, realmente su subsistencia se pone en cuestión al límite. Por este motivo se debe evitar que el sistema capitalista, a través del modelo neoliberal imperante en el mundo entero, recargue toda la crisis sobre las espaldas de estos sectores a través de la explotación directa, de los mercados y de las políticas públicas.

 

- Gonzalo Gosalvez es profesor en ciencias sociales, Bolivia.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/206009
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