Tiempo de definiciones

06/04/2020
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Una propuesta de 28 intelectuales, académicos y políticos que más bien son lo primero y lo segundo convertido en lo tercero cuando consideran la mejor forma de operar en el espacio público, dirigida al presidente Andrés Manuel para convocar a los agentes económicos y sociales a construir un acuerdo nacional “para superar la crisis y establecer las bases para una nueva etapa de crecimiento y austeridad”, motivó una inesperada reacción presidencial.

 

Intento explicarme, lo políticamente correcto es que ante coyunturas complejas los mexicanos se agrupen alrededor de la figura presidencial por medio de pactos y acuerdos, y frecuentemente sin ellos, para sortearla con éxito.

 

Pero resulta que, desde la primera convocatoria a la unidad nacional, formulada por Manuel Ávila Camacho (1940-46) ante la amenaza de las potencias del Eje contra México, los usos y abusos durante el priato para manipularla terminó por convertirla en parte del discurso oficialista y cayó en el descrédito.

 

El llamamiento de los abajofirmantes –desde Cuauhtémoc Cárdenas hasta Luis de la Calle, talentoso analista y defensor del neoliberalismo–, postula generalidades que puede suscribir cualquiera, como que “todos (sic) los países del mundo han implementado medidas urgentes para evitar lo que, en ausencia de ellas, podría ser una depresión económica y una agudización de la pobreza no vistas en México en muchas décadas”.

 

O bien que es “vital actuar con rapidez y contundencia, no sólo en el plano sanitario, sino también en el económico. Esto requiere un replanteamiento profundo de las metas y parámetros del programa económico 2020 formulado hasta este momento. Sólo así podrá el Estado mexicano poner en marcha una respuesta a la altura del reto que enfrentamos. Tiempos inéditos requieren medidas inéditas.”

 

Las frases contundente, efectistas, no logran ocultar que los proyectos de infraestructura más caros para López Obrador y la Cuarta Transformación son puestos en cuestionamiento abierto, y que éste podría leerse como parte de la campaña de mentiras, verdades a medias y vulgares manipulaciones que ponen en juego las oposiciones partidistas, como Acción Nacional y Felipe Calderón, las empresariales y los organismos no gubernamentales (ONG) pero sí patronales (OSP) que auspicia el gran capital, los dueños de México, como los Claudio X. González con su Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad a cargo de María Amparo Casar, cuando el dueto, padre e hijo, son un ícono de todo lo contrario.

 

Por lo visto la firma de Cárdenas Solórzano –el tres veces candidato presidencial y no hubo una cuarta porque se atravesó AMLO, pero todavía en 2012 el ingeniero soñaba con serlo, como lo evidenció en una deliberación con periodistas–, sacó de cuadro a Obrador o bien consideró oportuno aprovechar la ocasión para hacer un deslinde puntual: “Es tiempo de definiciones y yo hace mucho tiempo que me definí”.

 

Deslinde frente a un actor político de primera línea en 1987-2000 y que jugó un papel muy negativo en las presidenciales de 2006 y 2018, como virtual esquirol, igual que el tan aislado como rijoso Marcos venido a Galeano, al negarle el apoyo a AMLO por supuesto que condicionado, pues los políticos mexicanos de cualquier signo ideológico o sin él no actúan como samaritanos.

 

Y el paso dado por Obrador respecto del maestro superado, condición que nunca entendió y al parecer no asimilará Cárdenas, dejó atrás el harto paciente e incluso recurrente “No me voy a pelear con la historia”, por el “Yo me definí hace tiempo”.

 

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