Febrero, el mes de los carnavales desde la antigüedad romana

03/02/2020
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En la antigüedad romana februarios, nuestro febrero, era el mes de la purificación. Tenía 28 días como en la actualidad aunque a partir de estudios ya mucho más modernos, que incluyen el calendario maya, se le agregue uno más cada cuatro años con alguna excepción. Durante su transcurso se desarrollaban varios rituales siempre con fines purificadores y su nombre, según se supone, devino de februa, una correa de cuerdo que se utilizaba en las lupercales, la fiesta que devino en los actuales carnavales.

 

Febrero fue creado tardíamente como decimosegundo mes y luego pasado al segundo lugar en el calendario pero los festejos purificadores se mantuvieron sin cambios y así hoy conmemoramos los carnavales durante su transcurso luego de algunos intentos de cambio durante el medioevo. Boedo, su vecino San Cristóbal y algunos otros son barrios porteños que en la Argentina hoy han recogido con fuerza esa tradición milenaria y sus murgas se destacan entre las más exitosas.

 

Eran varios los festejos en febrero. Uno de ellos el “amburbium”, procesión que rodeaba la ciudad para purificarla y proteger sus murallas y el “pomerium”, su recinto sagrado. Otro era la fornacalia, la fiesta de los hornos, en homenaje a Fornax, la diosa del hogar, y cuya última jornada era la “sturltorum feriae”, o fiesta de los tontos, dedicada a la redención de aquellos que no hubiesen participado durante las jornadas anteriores.

 

Los muertos también tenían sus conmemoraciones. Eran los festejos a los Manes, aquellas divinidades de los antepasados que se ocupaban de los ahora vivos. Eran las parentales de las cuales, el día denominado “parentalia” era motivo de reunión de las familias que conmemoraban la vida en común. No hay que olvidar que se trataba de familias numerosas y de que así allá surgido la palabra padre, que deviene de “pater”, jefe, quién no era necesariamente quién engendraba.

 

También estaban la “terminalia”, una celebración en honor del dios “Término” quién gobierna sobre las fronteras y por ello se realizaba, precisamente en los antiguos límites de Roma en la unión de las vías Ostiense y Laurentina. Y no faltaba la “regifugium” en la que un sacerdote, de características especiales, debía llevar a cabo ciertos actos y luego huir de los espacios públicos mientras la multitud gozaba persiguiéndolo.

 

Pero si alguna festividad propia de las purificaciones de febrero tuvo una notable importancia que se prolongó hasta nuestros días con los carnavales fue la “lupercalia”, una de las más conocidas de toda la antigüedad. Su origen era de carácter pastoril y la purificación se daba a través de los lupercos, quienes asumían la representación del dios Luperco, protector de la fertilidad y los rebaños. Durante su transcurso los lupercos, sacerdotes amigos del lobo, repartían latigazos con sus februa, unas correas de cuero de cabra, con los que purificaban a quienes se colocaban a orillas del sendero. Lupercalia, por los lupercos, deviene de las palabras “lupus”, que significa lobo, y de “hircus”, macho cabrío Se los llama también Fauno, uno de los personajes más populares de la mitología romana, equivalente al dios Pan de los griegos.

 

Los lupercos eran sacerdotes escogidos entre los más ilustres de Roma que hubiesen sido originalmente adolescentes que sobrevivían en los bosques vía la caza y el merodeo, una suerte de lobos humanos. Se reunían los 15 de febrero en una gruta del Monte Palatino en el que, de acuerdo con la tradición legendaria se fundara Roma. Incluso, también a partir de la leyenda, a la gruta se la denominó Ruminal, en homenaje a Rómulo y Remo.

 

Eso hizo popularizar y dar cierta verosimilitud a la nueva leyenda sobre los famosos mellizos según la cual habían sido encontrados y amamantados por la loba Luperca, de la cual deriva el nombre. Claro que la antigua tradición, anterior a esa leyenda, dice que Rómulo y Remo fueron encontrados por el pastor Fáustulo y que fueron amamantados por la prostituta Laurentia. Algo muy sencillo de entender había cuenta de que en latín lupa significa tanto loba como prostituta. Por lo tanto aquellas lupercalias, hoy carnavales, eran el homenaje a aquellos niños presuntamente encontrados en una cesta entre las raíces de una higuera, la Ruminalis, en las vecindades de un río.

 

Desde la sombra de la Ruminalis se iniciaba el festejo con el sacrificio de una cabra por parte de un sacerdote. Este, luego, con el cuchillo ensangrentado, manchaba la frente de los lupercos que luego limpiaba con lana mojada en leche de cabra lo que daba lugar a una carcajada ritual. Luego los lupercos marchaban desnudos y con tiras de la piel de la cabra inmolada en sus manos iban azotando las manos y las espaldas de las mujeres que se sumaban a la ceremonia.

 

Ello tenía dos características: por un lado era un ritual en pro de la fecundidad y por otro un acto de purificación denominado februatio. El golpear con tiras de cuero a quienes se cruzan en sus caminos son prácticas que en Galicia aún mantienen los llamados “peliqueiros” y “cigarones”.

 

La lupercalia era un festejo que incitaba el apetito sexual y por ello ya en 494, en plena etapa cristiana, el papa Gelasio I condenó esa fiesta pagana la que desde 270 había sido sustituida lentamente por la leyenda de San Valentín que diera lugar a conmemorar los 14 de febrero el “Día de los Enamorados”. Se dice que Valentín fue un médico devenido en sacerdote cristiano que se enfrentó al emperador Claudio II cuando éste prohibió casarse a los soldados, pero Valentín siguió dando el matrimonio a los jóvenes soldados enamorados y Claudio II lo hizo matar. En base a eso Gelasio I impulsó el “Día de los Enamorados”.

 

De acuerdo con el historiador Publio Cornelio Tácito el cortejo arrancaba en el Lupercal camino del Foro Boario por el sur del Monte Palatino, el Ara Máxima de Hércules Invicto, el altar de Consus y el santuario de los Lares para concluyendo en el inicio. Con el correr del tiempo el recorrido fue perdiendo seriedad y entre los gritos, cantos y bailes de los lupercales y del público cargados de obscenidades, la conmemoración se fue convirtiendo en una carnavalada que fue adquiriendo con el tiempo las características que conocemos y que a partir de hoy los argentinos disfrutaremos durante todo este febrero.

 

- Fernando Del Corro es periodista, historiador, docente en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

www.marcelobonelli.com

 

https://www.alainet.org/es/articulo/204540
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