Guerra en América Latina: ¿Se perfila el nuevo mapa del Pentágono? (I)
- Análisis
Desde el Sur del Continente hasta la cuenca del Caribe, circula el fantasma de una guerra inducida en toda la región. Los contornos geográficos de la conflagración fueron anticipados hace 15 años en un mapa de la agenda globalista para reconfigurar el mundo.
“Estamos en el borde del nuevo ciclo de descolonización que va a correr por toda América del sur. Parece que estamos entrando en la guerra civil continental”. Alexander Dugin, 14/11/2019
¿Se encenderá la guerra en América Latina?
Bajo la impronta del Totalitarismo 2.0 que gobierna en casi todo el continente, un clima de guerra civil psicológica comienza a afectar a la población y las instituciones en América Latina. Un estado de excepción se va configurando de la mano de decretos y leyes especiales, mientras el lenguaje cotidiano de los medios glorifica la guerra y la represión. Se instala una lógica de “amigos-enemigos” / “criminales-gente decente” que legitima la resolución de diferencias políticas por vías violentas en lugar del diálogo y el derecho.
El ambiente se va enrareciendo, y los conflictos tienden a resolverse por actos bélicos. El lanzamiento de la operación multidimensional de guerra híbrida que derribó violentamente al gobierno del boliviano Evo Morales, y la explosión de un coche bomba en Colombia son dos de los hitos más recientes. El intento de magnicidio frustrado contra el presidente venezolano Nicolás Maduro, y el ensayo de guerra híbrida en Nicaragua el año pasado se inscriben dentro de la misma agenda.
Hay muchos otros síntomas: la violencia paramilitar rampante en distintos países, la “diplomacia beligerante” de la OEA, la cacería de opositores mediante el “lawfare” y el blindaje mediático que oculta la matriz criminal de esta violencia sistémica contra los pueblos.
Cada uno de estos hechos aparece en la narrativa noticiosa como estrictamente local y desconectados entre sí. Sin embargo, la similitud de esta escalada de violencia con otro conjunto de eventos internacionales permite ver los patrones de un “modus operandi” que se ha ensayado en otros escenarios.
América Latina se aproxima a un periodo de violencia en base a odios externamente implantados. Para entender por qué, hace falta remontarse a la metástasis que representa la industria de la guerra en la principal economía del mundo.
Del Imperialismo al Pentagonismo
Hace casi 50 años, el dominicano Juan Bosch explicó las raíces del militarismo que tiene su apogeo en nuestros días en su libro “El Pentagonismo, sustituto del Imperialismo”. Allí postuló que la noción clásica de “imperialismo” había sido sustituida por otro fenómeno: la expansión permanente del poder de las corporaciones militares asociadas al Pentágono. Bosch denominó “Pentagonismo” a este nuevo polo de poder, que nace de la súper productividad del capitalismo norteamericano, del cual es el principal beneficiario.
Desde los años 60, cuando Kennedy pasó a ocupar la presidencia de Estados Unidos, ya el poder militar era más fuerte que el civil en términos de fondos para gastar. Desde entonces, no para de crecer. En 2019 alcanzó los 733.000 millones como presupuesto básico. Si se agregan otros rubros relacionados con las guerras, su fogoneo encubierto y sus consecuencias (Asuntos de Veteranos, Presupuesto de Seguridad Nacional, Asuntos Internacionales, Presupuesto de Inteligencia e intereses de la deuda), llega a 1,2542 billones de dólares. En todos los casos, siempre se ubica por encima del 60% de los gastos generales del país y por tanto por encima del presupuesto del poder civil. Es además la mitad del presupuesto militar de todo el globo.
Gastos militares vs otros gastos en el presupuesto federal de Estados Unidos. Fuente: aaas.org
“Fue alrededor de esa disponibilidad de dinero cómo se integró el actual poder pentagonista”, afirmó Bosch en su libro. Estados Unidos acabaría siendo una nación con dos gobiernos: el gobierno civil para el interior y el gobierno militar para el exterior.
El Pentagonismo se movió libremente en el campo internacional. Su actuación en el extranjero produciría miles de millones de dólares de ingreso para Estados Unidos a través de sus corporaciones armamentistas, lo cual a su vez reforzó el predominio del Pentagonismo dentro del sistema político y económico de Estados Unidos.
En esa "exportación forzosa" de equipos militares los industriales pentagonistas hallarían una fuente fabulosa de beneficios. De ahí se deriva que Pentagonismo tiene un proyecto propio: mantenerse constantemente en guerra en algún lugar del mundo. En suma, crear un mercado militar global a través de la guerra permanente.
La metrópolis que coloniza a su propio pueblo
Este nuevo tipo de capitalismo súper productivo superó el viejo esquema del imperialismo basado en el intercambio desigual (territorios dependientes produciendo materias primas baratas y consumiendo artículos manufacturados caros). El capitalismo sobre-desarrollado ha hallado en sí mismo la capacidad para elevar al cubo las tasas de ganancia que se ponían en juego en la etapa imperialista. Sus formidables instalaciones industriales, bajo condiciones creadas por la acumulación científica, pueden producir materias primas a partir de materias primas básicas y a costos bajísimos. El resultado final es una productividad altísima, nunca antes prevista en la historia del capitalismo.
El Pentagonismo desarrolló una estructura más lucrativa que el viejo imperialismo. A la par que retiene las características más destructivas de la explotación de los territorios coloniales, explota también a su propio pueblo vía la confiscación del 60 % del presupuesto público de esta metrópolis súper-productiva con el pretexto de “gastos de defensa”. Esto tiene un impacto decisivo en las relaciones metrópolis-colonias, ya que el gasto de la guerra en sí mismo es más lucrativo que el comercio internacional de mercancías. Bosch argumenta que la industria de la guerra cambia de finalidad:
“La guerra se hace para conquistar posiciones de poder en el país pentagonista, no en un territorio lejano. Lo que se busca no es un lugar donde invertir capitales sobrantes con ventajas; lo que se busca es tener acceso a los cuantiosos recursos económicos que se movilizan para la producción industrial de guerra; lo que se busca son beneficios donde se fabrican las armas, no donde se emplean, y esos beneficios se obtienen en la metrópoli pentagonista, no en el país atacado por él. Rinde varias veces más, y en tiempo mucho más breve, un contrato de aviones que la conquista del más rico territorio minero, y el contrato se obtiene y se cobra en el lugar donde está el centro del poder pentagonista”.
Objetivo estratégico: dividir el mundo en dos
El desarrollo natural de este súper poderío militar generó su propia ideología y programa de acción. Desde la década de los 80, los teóricos del Pentágono comenzaron a soñar con un mundo sumido en una guerra sin fin, con Estados Unidos como garante de la seguridad y el aprovisionamiento de recursos naturales de sus países asociados.
Este se resume en el nuevo mapa del Pentágono, atribuido a Adam Siegel y publicado por Thomas Barnett en un libro de su autoría: “The Pentagon's New Map: War and Peace in the Twenty-First Century. Este mapa divide al mundo en dos grandes áreas: el “núcleo” y la “zona no integrada”.
El “núcleo” goza de los beneficios del sistema: comercio, comunicaciones, transporte y transacciones monetarias fluidas. Esta zona la comprenden Norteamérica, Europa, Japón, Rusia, Sudáfrica, China, India, Australia y Nueva Zelanda, Brasil, Uruguay y parte de Argentina y Chile.
La zona “no integrada” está desacoplada del sistema, y vive sumida en un caos donde la población es incapaz de organizar su desarrollo colectivo y sólo piensa en sobrevivir. Esta zona está compuesta por Medio Oriente (a excepción de Israel), casi toda Africa, algunos estados asiáticos, y los países del norte de Sudamérica y la cuenca del Caribe.