El neo-colonialismo monroista del siglo XXI

11/11/2019
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Por lo general hablar de colonialismo suele ser asumido como un tema histórico y superado para la mayoría de las personas en Latinoamérica, la razón es muy sencilla, en la escuela se nos enseñó que el colonialismo terminó con la independencia. Esta certeza dogmática del sistema educativo no permite ver el proceso del colonialismo en toda su extensión y dimensiones impidiendo la reflexión crítica que nos permita descubrir que aún estamos lejos de la independencia verdadera.

 

En una descripción bastante breve y general el colonialismo consiste básicamente en el  proceso que sigue a la conquista de un territorio por parte de una potencia extranjera, en el colonialismo la metrópoli toma control absoluto del territorio de la colonia, control que se manifiesta en el dominio político, militar, económico, social, cultural, cosmológico e incluso epistémico; la metrópoli se hace dueña de la tierra y sus recursos, y peor aún de los pobladores al punto de controlar sus vidas y hacerse dueño de su destino.

 

La independencia logro la libertad política formal de las potencias ibéricas,  así como la soberanía sobre el territorio y los recursos, no obstante, la independencia política y económica resulta relativa considerando las relaciones de poder y dependencia económica de nuestras naciones con los grandes poderes mundiales, especialmente con los estados unidos como nueva representación imperial.

 

Más allá de la cuestionable independencia político y económica, existe una dimensión del colonialismo que resulta aún más importante para su continuidad y perpetuación, se trata del control social, cultural, cognoscitivo, psicológico y cosmológico; está dimensión del colonialismo ha sido descrita y ampliamente trabajada por los pensadores de la inflexión decolonial quienes la definen como Colonialidad, categoría conceptual que incluye las estructuras de poder y el discurso que utiliza el opresor para justificar su dominio y que termina convenciendo al colonizado de la necesidad de ser dominado por unos seres que se asumen como naturalmente superiores (Colonialidad del ser), por lo tanto especialmente dotados para gobernar (Colonialidad del poder), siendo además los dueños del conocimiento verdadero (Colonialidad del saber) y la única y auténtica fe o Colonialidad cosmológica según Catherine Walsh (Colonialidad del creer para el autor); el mayor logro de la Colonialidad es que termina convirtiendo al ser colonizado en el principal  defensor de las estructuras de poder colonial. Para los autores del pensamiento decolonial, está dimensión del proceso colonial sobrevive a la independencia formal y constituye la prueba definitiva de que la libertad latinoamericana es aún una tarea pendiente.

 

En todo caso la independencia político territorial conseguida por la lucha de nuestros libertadores se encuentra en este momento ante un nuevo desafío histórico; los acontecimientos de la coyuntura geopolítica actual en nuestro continente y el mundo apuntan a un regreso del colonialismo en toda su extensión, quizás no en su forma histórica, más si como un neo-colonialismo del siglo XXI.

 

Los acontecimientos en pleno desarrollo en Venezuela (como diría el estimado periodista venezolano, de origen uruguayo Walter Martínez)  atraen la atención mundial, y no es para menos por cuánto en este país podrían estarse lanzando los dados de la suerte del nuevo orden mundial; las acciones de Estados Unidos contra la nación bolivariana que van desde la presión económica (sanciones) hasta la opción sobre la mesa de una intervención militar, demuestran la intención verdadera de volver a asegurarse el control absoluto sobre el país y sus recursos. Existe un argumento de peso para asegurar lo afirmado y es que más allá de las aparentes buenas intenciones por defender la democracia y ayudar a superar la difícil situación económica de los venezolanos (de la cual son completamente co-rresponsables), el gobierno estadounidense ha declarado formalmente la doctrina Monroe como uno de los fundamentos sobre los que basa su intervención, argumentando la injerencia peligrosa e indeseable de Rusia y China en el continente que la divina providencia les encomendó proteger en el destino manifiesto.

 

La doctrina Monroe consiste básicamente en la no injerencia de las potencias europeas en territorio americano y se basa en la necesidad de los Estados Unidos de protegerse de los poderes mundiales del momento, al tiempo que creaba las condiciones de cara a sus objetivos expansionistas en el continente. En términos geopolíticos se trata de asegurar su zona de influencia inmediata con fines políticos, económicos y militares; obviamente los estados unidos luego expandieron el monrismo a escala planetaria aunque siempre respetando las zonas de influencia claramente establecidas por el orden bipolar emergido de la segunda guerra mundial durante el periodo conocido como guerra fría, periodo en el que la injerencia en la zona de influencia directa del bloque contrario se evitaba, al menos formalmente, por el temor mutuo a una confrontación directa entre potencias nucleares. Ahora bien, la guerra fría termino, el mundo ha cambiado y el par de décadas de orden unipolar ya pasó, el planeta parece dirigirse inexorablemente hacia un orden multipolar y pluricéntrico; el crecimiento exponencial de China, el resurgir de Rusia y la emergencia de importantes potencias regionales (India, Turquía, Sudáfrica, Irán) hacen que la influencia global de EEUU comience a disminuir y retroceder, si bien es cierto  que la potencia del norte aún conserva el liderazgo económico y poderío militar, la tendencia hacia la multipolaridad parece ser irreversible.

 

En el contexto mundial presentado, los estados unidos buscan recuperar el terreno perdido en Latinoamérica, espacio que considera su patio trasero; así consolida su presencia en Colombia, estuvo detrás de la traición Moreno en Ecuador, pretende convertir a Brasil en su instrumento para el control continental y arremete abiertamente contra los procesos progresistas de Nicaragua y Bolivia, de esta forma, busca retomar la exclusividad de las zonas de influencia pero sin renunciar a su posición dominante en el globo; esto representa una incoherencia geopolítica por cuánto no se puede pedir no injerencia de tus rivales geopolíticos en tu área de influencia inmediata, mientras estás constantemente actuando descaradamente en las zonas de influencias históricas de las otras potencias: Injerencia constante en el mar de China, Presión contra Rusia con el llamado Bucle de la Anaconda, incursionando por aire y mar, en forma desafiante tanto en el mar Báltico, como en el mar Negro, por solo poner los ejemplos más visibles.

 

En opinión de este autor, los estados unidos están haciendo una apuesta doble, por un lado, como todos los imperios de la historia no renunciará a su dominio total y por eso confronta a sus rivales geopolíticos con la intención de vencerlos y hacerlos retroceder en sus pretensiones regionales o globales; por otra parte, reconoce entre dientes, al menos como un escenario, la posibilidad de un mundo compartido y por esta razón decide recuperar el control total de su entorno continental echando mano de la vetusta doctrina Monroe, a través de ella aspira contar con el apoyo incondicional, entreguista y genuflexo del estamento político en funciones de gobierno; en este sentido respaldará los gobiernos de extrema derecha y atacará cualquier gobierno o candidatura potencialmente nacionalista, sea está de izquierda o no, forzará cambios de gobierno por cualquier vía en los países no alineados con sus intereses, destruirá los mecanismos de integración y los sustituirá por foros que reproduzcan su discurso, sin intención alguna de integración real por cuánto a ellos les conviene tratar con cada país por separado. Es decir, la intención sería reinstaurar el colonialismo controlando la toma de decisiones políticas y militares, asumiendo el control sobre los recursos naturales de la nación, su producción y comercialización, incluyendo la privatización de las industrias estratégicas; para consolidar este control cuentan con el aparato cultural y epistémico que les brinda la Colonialidad, vigente gracias a la reproducción a través de los sistemas educativos, contra la que poco han hecho los gobiernos de la izquierda progresista latinoamericana. En definitiva un neo-colonialismo monroista del siglo XXI. Afortunadamente, mientras está estrategia avanza amenazadoramente en algunos lugares, en otros, los pueblos comienza a despertar; así Macri es derrotado en las elecciones de Argentina, Lula sale Libre, el pueblo chileno y ecuatoriano se levantan contra la opresión y la traición, y entre tanto, Venezuela, contra todo pronóstico, sigue resistiendo.

 

Prof. Oswaldo Espinoza

Pltgo. Msc. Investigador del CIM

 

https://www.alainet.org/es/articulo/203180
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