Lava Jato: ¿justicia o parodia?

17/07/2019
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Foto: nodal.am
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Jorge Barata mintió. Leo Pinheiro, dueño de la constructora OAS, también mintió. De acuerdo con las últimas revelaciones de The Intercept y el diario Folha de S. Paulo, Pinheiro cambió hasta en dos ocasiones sus declaraciones con respecto al departamento que supuestamente había arreglado para “Lula” da Silva, en las playas del municipio paulista de Guarujá. Su tercera versión, dada a los fiscales casi un año después de su primer arresto, fue fundamental para encerrar al expresidente de Brasil. Esa tercera delación sería la “premiada”, reduciéndole la pena considerablemente.

 

Los mensajes de Telegram de los fiscales que jugaban en pared con el exjuez Sergio Moro, premiado (él también) con un ministerio por un de los máximos beneficiarios de Lava Jato, Jair Bolsonaro, indican que: “…Pinheiro, expresidente de la constructora OAS, solo pasó a ser considerado merecedor de crédito luego de cambiar varias veces su versión sobre el departamento ‘tríplex’…” (30/06/19).

 

El pasado martes nueve, Pinheiro –quien niega todo–, fue entrevistado por el fiscal Rafael Vela y su equipo. Barata también será cuestionado nuevamente el próximo 21 de julio ¿Qué ficciones cantarán esta vez?

 

Nos quieren idiotas

 

En Ecuador, periodistas de La Posta revelaron a fines del mes pasado que Odebrecht habría engañado a los fiscales peruanos. Las obras involucradas en corrupción no eran las 4 declaradas inicialmente, sino probablemente 21, más de cinco veces las confesadas. La irrisoria suma que la empresa brasileña inicialmente declaró haber pagado en coimas en nuestro país –29 millones de dólares–, ni siquiera cubre lo entregado a Alejandro Toledo a través de Josef Maiman, quien indicó el monto de 35 millones de dólares en coimas. Pero Maiman es otro taimado operador político, sabe “como es la nuez” y también ha modificado su versión de los hechos a conveniencia. Se adelantó la temporada de circos.

 

Los editoriales escritos con respecto al destape de las mentiras de Odebrecht, tanto en La República como en El Comercio, echan paños fríos sobre la cuestión, mientras advierten que las críticas al acuerdo con Odebrecht provendrían de los involucrados en la trama de coimas. No hay quejas legítimas, parecen decir, sino solo las que provienen de la misma corrupción. Estamos advertidos.

 

Ambos diarios explican que el acuerdo entre nuestra fiscalía y Odebrecht era “abierto”, de manera que aquella no estaría limitada a perseguir solo los cuatro casos que la constructora de las coimas juzgó conveniente confesar. Pero si los delatores premiados no pierden privilegio alguno, ¿ello no equivale a una licencia para mentir? ¿No equivale a regalarles impunidad a cambio de lo que les dé la gana de contar? ¿No equivale a poner al Perú de rodillas?

 

Desde que empezaron los procesos de Lava Jato, el periodismo corporativo ha repetido sin tregua el absurdo de que no existen alternativas para llevar a Odebrecht y el resto de mafias de la construcción, locales y extranjeras, a que paguen por sus delitos.

 

Lava Jato pone de manifiesto la relación profundamente antidemocrática que existe entre un poder político subordinado y el poder económico que hace mucho logró capturarlo. Y es la prensa corporativa, no en representación de la sociedad sino de sus accionistas, la que se muestra plenamente satisfecha con llevar a la cárcel –su hábitat natural, sin duda–, únicamente a los operadores políticos de la corrupción, los mediadores entre el erario público y los largos dedos de los dueños de Graña y Montero y cía. Una victoria parcial y transitoria.

 

Un asunto “filantrópico”

 

Pero Lava Jato también da muestras de los juegos políticos abiertos y encubiertos de ciertos actores internacionales con muchísimo dinero, ya integrados en nuestra sociedad civil desde hace algunas décadas. Oenegés y toda clase de instituciones civiles financiadas por el gobierno norteamericano y las fundaciones “filantrópicas” del capitalismo mundial, como la Open Society o la Ford Foundation, hacen política a sus anchas en el Perú. El tema no se discute públicamente (por ahora), mientras se pretende que el financiamiento no dirige –o, por lo menos, condiciona–, el trabajo de estas instituciones, ni las líneas editoriales de los muchos medios periodísticos que promueven. Por lo general, su trabajo periodístico es deliciosamente “objetivo”, completamente apolítico. Tanto así que, incluso si pudiéramos transportarlos a la antigua Roma como por arte de magia, serían incapaces de pronunciar la palabra “imperio”. Pero internet ha hecho imposible acusar “teorías de conspiración” al respecto. Vayan a contarle ese cuento a los iraquíes.

 

Los históricos y bien documentados lazos entre el “Estado profundo” norteamericano y varias de esas fundaciones “privadas” y “filantrópicas”, sumados al hecho de que los audios y filtraciones suelen aparecer de la mano de las entidades locales que ellas financian, deberían, cuando menos, despertar nuestro sentido del olfato.

 

Pero todo ese universo de operaciones políticas internacionales es negado a las mayorías por la prensa corporativa y otras formas de atontamiento masivo. Las grandes corporaciones que nos informan, así como las que nos estafan con servicios y productos de pésima calidad –a precio “justo”–, o nos maltratan con largas colas, todas ellas nos prefieren idiotas. No hay nada más lucrativo para el mundo corporativo que la ignorancia masiva, que un mundo de adultos infantilizados y babeantes que se entusiasman cuando el Banco de Crédito saca una línea de tarjetas de crédito con dibujos de los Transformers. Una ciudadanía zombi que se coma este Lava Jato y pida repetición, que se deje amedrentar por el consenso mediático.

 

Como explicamos en una pasada edición, el “Proyecto Pontes” (2009), –creado para construir (opacos) puentes entre el Departamento de Justicia norteamericano y la Justicia brasilera–, contó desde su inicio con Sergio Moro, entrenado desde entonces por EEUU para perseguir crímenes financieros. Como los informes de Brasil Wire comprueban, Lava Jato fue una operación conjunta entre el Departamento de Justicia de EEUU y la fiscalía brasilera. Pero no es necesario suponer, si acaso la alta politización del caso no se lo sugiere, basta con oír las declaraciones de los mismos protagonistas, como Kenneth Blanco, fiscal estadounidense que se jactó de haber colaborado en el encarcelamiento de Lula en una conferencia del Atlantic Council, otro poderoso organismo internacional haciendo política al más alto nivel –sin mandato–.

 

¿Y lo de Dilma Rousseff? Un clarísimo golpe parlamentario. El resultado efectivo fue la caída del PT y la victoria electoral de Bolsonaro, un ultraderechista abiertamente racista y misógino. Además, el apologista de una dictadura torturadora que se llevó muy bien con EEUU y sus corporaciones. Bolsonaro dice querer “privatizarlo todo”, proceso que Michel Temer, otra joya, obviamente inició ni bien cayó Dilma.

 

Cuando Moro aceptó el puesto de ministro en el gabinete de Bolsonaro, la organización que se avocó solidariamente a lavarle la cara fue la revista America’s Quarterly, creada por el Council of the Americas, una organización que vela por intereses corporativos norteamericanos en Latinoamérica, desde hace varias décadas. Según su director, Brian Winter, “dos palabras” explicarían porqué Sergio Moro decidió “arriesgar todo” y aceptar la propuesta del presidente Bolsonaro: “Mani Pulite”. El caso italiano (década del 90), que inspiró a Moro a limpiar su país de izquierdistas, no había traído cambios a Italia. Para el año 2000, la corrupción “era peor que antes”, comenta Winter.

 

De manera que Moro lo “arriesgó todo” por la justicia. Figúrese. Desde su ministerio, nuestro héroe podrá asegurarse, dice Winter, de que no se repita el caso italiano. “En la práctica, (esta decisión) significa consolidar los avances”, explicó el mismo juez luego de aceptar el polémico nombramiento. En su primera entrevista con Bolsonaro, cuenta America’s Quarterly, Moro “llevaba una carpeta con más de 70 propuestas anti corrupción, elaboradas por Transparencia Internacional…”. ¿Sabe la ciudadanía brasilera que sus leyes se trabajan afuera, por elementos que no eligió en las urnas? ¿Eso es transparencia?

 

José Ugaz, expresidente de ese organismo y amigo de Moro, escribió el pasado 6 de julio en La República que ni su nombramiento como ministro de Bolsonaro, ni las revelaciones de The Intercept, sobre sus intromisiones y coordinaciones con la fiscalía, manchan Lava Jato. “No se advierte en ellas una motivación política indebida y resultan inocuas respecto de las decisiones procesales adoptadas”.

 

¿Leyó sobre el asunto relativo a Fernando Henrique Cardoso, otro expresidente brasileño? Según el informe de The Intercept al respecto, nuevamente con fuente en las recientes filtraciones, Lava Jato “fingió” investigar al expresidente para dar una imagen de imparcialidad. La fiscalía desistió porque Moro consideraba “contraproducente” perseguirlo.

 

El primero de julio, Ugaz también publicó su opinión en El Comercio. Las revelaciones que venían de Ecuador, dice, “darían munición a los críticos de siempre para inflamar sus discursos de plazuela exigiendo que se anule el acuerdo, se embarguen los bienes de la empresa, etc.”. ¡Dios no lo permita! Además, ya la prensa corporativa nos lo advirtió claramente en repetidas ocasiones: el Perú sufriría si se detiene el trabajo de estas empresas, llenas de peruanos trabajadores pero dirigidas como mafias por sus cúpulas ejecutivas, las que efectivamente vienen logrando impunidad amparados en falacias caprichosas. “La cadena de pagos”, explican. Como si eso no dependiera exclusivamente de cómo se maneje el asunto. Su negocio es tomarnos el pelo, estimado lector.

 

-Publicado en versión impresa el viernes 12 de julio en el semanario (peruano) Hildebrandt en sus trece

 

https://www.alainet.org/es/articulo/201053
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