Metáforas de lo real en la escritura de Marx: Glosa a un libro de Ludovico Silva

16/04/2019
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La mayor parte de la obra interpretativa de Ludovico Silva se abocó al estudio de la obra de Carlos Marx, aun cuando el escritor caraqueño fue autor de varias colecciones de artículos sueltos --tanto periodísticos como ensayísticos-- las cuales versaron sobre diversas obras literarias y filosóficas que dieron cuenta de una versatilidad comprensiva en el terreno de la poesía, especialmente, aunque también se volcó al estudio de narrativa, pintura, escultura, música y otros asuntos estéticos. Además de ello, Ludovico es autor de una vasta obra poética que no ha conseguido suficientes exégetas, y a la cual me he referido en varios de mis ensayos.1

 

Sobre la obra marxista propiamente dicha destacan La plusvalía ideológica (1970), Teoría y práctica de la ideología (1971), Marx y la alienación (1974), Humanismo clásico y humanismo marxista (1982), La alienación como sistema: Teoría de la alienación en la obra de Marx (1983), Anti -manual para uso de marxistas, marxólogos y marxianos (1975), un libro póstumo del autor que edité con el título de El combate por el Nuevo Mundo (2016), donde hay una amplia referencia a los Grundrisse2 y el ensayo al que voy a referirme en esta ocasión, El estilo literario de Marx (1971), por pensar que éste posee buena parte de las mejores cualidades de la prosa de Ludovico, tanto desde el punto de vista filosófico como del literario. El libro mereció una reedición3 , de la cual deseo hacer una breve glosa. Anotemos de entrada que la obra marxista de Silva siempre se caracterizó por despojar a la obra del filósofo alemán de las interceptaciones manualescas y rígidas de los académicos, y por actualizar y aclarar varios conceptos suyos que podían ser objeto de confusión cuando se los intentaba adaptar a la realidad de los nuevos tiempos.

 

El estilo literario de Marx es una de las obras más audaces de toda la bibliografía sobre Marx, pues trata nada menos que de las particularidades estilísticas y literarias de la escritura del filósofo alemán, asunto para que el que hay que conocer a fondo el idioma original, las particularidades de la figuras retóricas y conceptuales de la lengua germana --amén de la castellana-- también por supuesto de las categorías de Marx y de las diferencias que éstas mantienen con las metáforas usadas por el escritor en el momento de establecer los diferentes giros idiomáticos, lexicales y prosódicos constitutivos de su lengua literaria, de un peculiar estilo que es justamente el que llama la atención de Silva en este libro, y cuyos detalles pasaremos brevemente a revisar.

 

Nos encontramos, en primer término, frente a un autor --Marx-- para quien la escritura (Silva la llama el estilo) y la práctica de las ideas se conjugan en una sola unidad semántica --llamada por Marx estructura arquitectónica-- dotada de una peculiar capacidad para diseñar artísticamente las frases, dotándolas de plasticidad y musicalidad, para lo cual dispone de un buen arsenal capaz de generar una gran altura conceptual y una rotunda expresión. Nos dice Ludovico que Marx se aleja de las frías fenomenologías y de los enrevesamientos sintácticos para lograr su peculiar forma de decir, en la cual acude a una suerte de juego lingüístico y de otros ingentes recursos que observará en los distintos apartes de esta obra.

 

En la primera parte ("El origen literario de Marx") Ludovico nos dice que Marx desde su juventud era como una "auténtica máquina de devorar libros" --tal decía de él su padre Heinrich Marx-- y que prefería las obras literarias y mitológicas a las filosóficas; esta formación clásica sería de primera importancia para él. Puntualiza sobre la verdadera diferencia entre ideología occidental y cultura occidental, y sobre el hecho de estudiar literatura y lenguas clásicas --sobre todo del griego-- y que ello no debe confundirse con esa especie de "cultura universal" que pretendió posicionar occidente para sus desafueros económicos: son algunos de los basamentos del joven Marx para consolidar un estilo donde destaca una solidez científica bien engastada a un edificio verbal, merced a imágenes y metáforas atrevidas e iluminadoras.

 

De hecho Marx, en su juventud, escribió numerosos poemas que, aun cuando no poseían mucho valor literario4, sirvieron como ejercicios previos para ir cocinando un estilo. Ludovico nos dice que Marx "se curó" de literatura, para luego pasar a revisar algunos rasgos de su estilo en la parte segunda de la obra.

 

Merced a una oportuna metaforización de las ideas y de una implacable autocrítica Marx entraría, según Ludovico, a considerar la arquitectura de la ciencia (la obra científica como obra de arte, retomando una idea de Kant) lo cual le permitiría hablar del "arte de los sistemas" y donde coincidirían la ciencia y el arte en beneficio de la claridad conceptual. "El pensamiento, para ser ciencia, debe ser sistemático; la expresión, para ser artística, debe ser arquitectónica", dice. Y todo ello arribando a una dialéctica de la expresión, a una suerte de utopía verbal donde el estilo le permitiría mostrar un específico movimiento de las palabras simultáneo al movimiento real, esto es, las relaciones formales y lógicas en las que Marx hace encajar los signos verbales. Cita Ludovico los ejemplos donde Marx ataca las posiciones de Hegel y Proudhone a través de un estilo "redondo", acabado, perfecto en su contundencia, engastado en un "secreto" muy propio de una manera que le permitía formular primero una frase y hacerla seguir de una segunda en la que dice lo inverso, pero vigilando los mismos vocablos en una relación sintáctica invertida, lo cual da una impresión muy buena de redondez estilística. Pone los respectivos ejemplos en alemán (relativos a los conceptos de alienación y enajenación) para que no queden dudas.

 

También alude a las llamadas contradicciones objetivas (Capital vs. Trabajo; Burguesía vs. Proletariado, etc.) realizando lo que él llama el juego de los opuestos y hacen de este rasgo estilístico una elaborada y consciente correspondencia con los contenidos conceptuales. Ludovico ejemplifica: "Veíamos que el proceso de cambio de las mercancías encierra aspectos que se contradicen y excluyen entre sí. El desarrollo de la mercancías no sigue estas contradicciones, lo que hace es crear la forma en que suelen desenvolverse." La dialéctica, aquí, no sería sino el método marxista para el estudio de la historia.

 

En la sección de las metáforas empleadas por Marx para enriquecer su estilo, le hace afirmar a Ludovico que el lenguaje de Marx es el teatro de su dialéctica y que la metáfora en este caso es fuente de conocimiento --un conocimiento analógico, más precisamente-- tomando en cuenta que ésta aumenta la potencia expresiva del lenguaje, y toda ciencia necesita de ese lenguaje.

 

Las grandes metáforas de Marx serían:

 

1. Metáfora de la superestructura

 

2. Metáfora del reflejo

 

3. Metáfora de la religión

 

4. Metáfora del fetiche

 

Es necesario diferenciar estas metáforas de las categorías; confundirlas es un error en el que suelen incurrir varios intérpretes de Marx. Valiéndose de los recursos de su estilo literario y del juego de los opuestos ya mencionado, Ludovico indica que la Superestructura es en este caso el edificio de andamios que van superponiéndose para lograr una estructura final: los andamios desaparecerán cuando el edificio esté terminado, así como no se verá el trabajo del obrero cuando el edificio sea vendido o convertido en mercancía, constituyendo éste uno de los puntos más complejos de desmenuzar por parte de nuestro filósofo, y le trae no pocas dificultades de demostración en unos breves párrafos.

 

En la metáfora del reflejo están presentes las llamadas formaciones nebulosas, las cuales operarían como sublimaciones sucesivas del proceso material de vida en las formas de la ideología, y luego pierden la apariencia de su propia sustantividad. Esta metáfora estaría desarrollada ante todo en la obra de Marx La ideología alemana (1846) y vendría asociada a un mundo en el que las ideas manejan a los hombres y no los hombres a las ideas, similar a lo que ocurre en el interior de una cámara oscura, donde aparece un reflejo invertido de la realidad física (la fotografía estaba recién inventada en aquellos años, de ahí su analogía) y también cuando Marx nos habla del reflejo ideológico, con la advertencia de que en este caso debemos distinguir las expresiones metafóricas de las explicativas. Buena parte del marxismo del siglo veinte cayó en el error de confundir estas metáforas con teorías científicas, como lo hicieron a veces los autores George Thompson y Georgy Lukács

 

Sigue abundando Ludovico en el concepto de ideología, el cual es uno de los temas medulares del autor venezolano y de toda la literatura marxista nuestra, pues Silva se encargó de aportar nuevas ideas sobre el tema en su obra La plusvalía ideológica. El asunto de la ideología aparece desarrollado en El estilo literario de Marx con otros aportes, desde filosóficos y científicos hasta literarios. Especialmente importante resulta el aspecto de la religión como metáfora, tal vez uno de los más atrevidos y de los más usados por Marx para ir contra la mistificación de la religión, de aquellas zonas nebulosas de la religión donde los productos de la mente humana aparecen dotados de vida propia, y relacionados entre sí. En este caso establece una comparación entre Cristo y el Dinero bastante atrevida, y que le trajo a Marx y a sus seguidores no pocos inconvenientes personales y fuertes controversias. Ahí Ludovico saca a relucir el delicado tema de la religión y de la alienación de Dios a través de las respectivas representaciones del dinero, y de las diversas metáforas que lo sustentan, entre las que destaca la figura de Cristo como mediador entre Dios y el Hombre y como instrumento de circulación entre uno y otro, donde a veces los Sacerdotes cobran más importancia que los Santos y los Santos más importancia que Cristo; mientras la Iglesia y sus necesidades administrativas se imponen sobre la Religión, de la misma manera en que el Estado cobra más importancia que el Hombre mismo, que el Ser Humano.

 

En el último aparte de este capítulo Ludovico pone de resalto otros rasgos: Espíritu Concreto; Espíritu Polémico y Espíritu Burlón. El espíritu aquí correspondería a la capacidad de abstracción combinada con una notable capacidad de concreción, o lo que Althusser llamaba "una sensibilización ante lo concreto tan extraordinaria en él (en Marx) que prestaba a cada uno de los encuentros con lo real una gran fuerza de convicción y de revelación", es decir, lo que el mismo filósofo llama la totalidad concreta.

 

Ludovico nos dice que Marx no se inventó el capitalismo "pensando", sino estudiando fenómenos específicos y concretos Mientras tanto, el espíritu polémico y el espíritu burlón surgen a raíz de la comprobación de la miseria obrera, ética y política, confundiendo entonces muchos críticos a Marx con un redentor mesiánico (a través de lo cual se convertiría también en una ideología) y olvidando que fue él justamente "el más grande impugnador de la ideología". Esta indignación originaría en Marx su espíritu polémico; espíritu que llega a cuestionar incluso el carácter ideológico y mistificador del propio concepto de filosofía hasta entonces, reflejado en su magna obra Teorías de la plusvalía. Asimismo, el concepto de cultura le merece el mote de "fetiche intelectual" en el momento mismo en que la cultura y el trabajo se divorcian; la cultura se opone al trabajo como una forma de capital, de artículo de lujo.

 

Hacia la parte final de libro, Silva lleva a cabo un "balance estilístico" donde pone nuevos ejemplos para comprobar su alegato central acompañándolo de un "Epilogo sobre la ironía y la alienación" que me han llevado ahora a admitir mi error de considerar a Marx como un filósofo sin sentido del humor. Por el contrario, podemos considerar a Marx como un maestro de la ironía, que a veces puede ser muy gráfico y con alto sentido de la crueldad, como lo prueba esta frase: "La hipoteca que el campesino tiene sobre los bienes celestiales garantiza la hipoteca que tiene la burguesía sobre los bienes del campesino". Esta impresionante ironía le viene a Marx, según Ludovico, de "mirar del revés o por el reverso todos los fenómenos sociales de los que los economistas, filósofos o políticos veían sólo la apariencia, el anverso"; justamente la ironía de Marx es una pieza clave para entender su concepción de la historia. También, por supuesto, para ir desmenuzando cómo operan las formas de la mercancía o cómo descubrir lo que hay detrás --o por debajo-- de las apariencias ideológicas propiciadas desde el Estado, el Derecho, la Religión o la Moral-- en lugar de observar los hechos en su estructura material; al respecto, piensa que la ironía o la burla están ahí en Marx para hacer ver lo que está oculto bajo la costra de lo que ocurre. Hay otra frase de Marx que Ludovico pone como ejemplo: "Un tomo de Propercio y ocho onzas de rapé pueden aspirar al mismo valor de cambio a pesar de la disparidad de los valores de uso del tabaco y de la elegía", para referirse a cómo se encuentra subestimada en el capitalismo la cultura, frente a un producto cualquiera.

 

En fin, la propiedad privada como causa histórica de la alienación se alimenta en el fondo de la expropiación pública, por cuanto --como dice Ludovico-- no se destina realmente a satisfacer las necesidades humanas sino las del mercado; mientras que la cultura y la ciencia en el capitalismo no se destinan al desarrollo humano sino a la parcelación del hombre y a la guerra; las fuerzas productivas pueden, en efecto, generar una riqueza inmensa en determinado momento que, al caer bajo el régimen de apropiación privada, se pierde, se diluye en una abstracción. La alienación vendría a ser para Marx (y para Ludovico Silva) una metáfora espectral que nos hace vivir en un mundo invertido, regido por estructuras que se hallan enajenadas de sí mismas.

 

Las teorías de Marx siguen teniendo hoy plena vigencia, sobre todo cuando se aplican a la fase actual de degradación civilizatoria mundial, como la ha llamado Jorge Veraza, uno de los marxistas contemporáneos más contundentes en el siglo XXI 5, como lo muestra una antología de su obra con el título Del encuentro de Marx con América Latina en la época de la degradación civilizatoria mundial (2012), que recibió en Caracas en Premio Libertador de Pensamiento Crítico; a la cual podemos añadir una lista de obras sobresalientes sobre marxismo editadas en el siglo XXI tales como Más allá del capital (2001) y El desafío y la carga del tiempo histórico: el socialismo del siglo XXI (2008) de Iván Métsarós; El fin de las pequeñas historias. De los estudios culturales al retorno (imposible) de lo trágico (2002), de Eduardo Gruner; Imperio (2002), de Antonio Negri y Michael Hardt; Negatividad y revolución (2007), de John Holloway; y El hombre de hierro. Los límites sociales y naturales del capital (2008), de Armando Bartra.

 

Tanto las ideas de Carlos Marx como las de Ludovico Silva adquieren hoy tanta más actualidad en la medida en que el desenvolvimiento del capitalismo se ha tornado más crudo, más aplastante, más letal, y está causando un gran daño al planeta, al hombre, a la humanidad. Las formas políticas del capitalismo se han hecho más feroces, más frontales y brutales (salvajes) contra todo aquello que se les interponga: no acepta el diálogo constructivo, ni los matices, ni las soluciones eclécticas, sino los pactos y las transacciones financieras de capital acumulado de dinero contante y sonante, en beneficio de pocos. O si no, la guerra.

 

 

 

1 Puede consultarse "Poesía y filosofía en Ludovico Silva". Gabriel Jiménez Emán, Agulha Revista de Cultura, Brasil, 2017 arcagulharevistadecultura.blogspot.com

2

 

Ludovico Silva, El combate por el Nuevo Mundo. Edición, prólogo y notas de Gabriel Jiménez Emán, Fábula Ediciones, Coro, estado Falcón, 2016.

3

Ludovico Silva, El estilo literario de Marx, Fondo Editorial Fundarte, Alcaldía de Caracas, 2011, Prólogo de Nelson Guzmán, Caracas, 2011.

4 Para el lector interesado en el tema de la poesía en Marx podrá consultar el volumen Poemas, Karl Marx, Prólogo de Francisco Fernández Buey. Traducción de Francisco Jaimes y Marco Fon, El Viejo Topo, México, 2000.

5 Ver el libro Del reencuentro de Marx en América Latina, (Antología de la obra de Jorge Veraza), Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2011, Ministerio del Poder Popular para la Cultura, Caracas, 2012, 639 pp.

https://www.alainet.org/es/articulo/199366
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