Una mirada de largo plazo:

El crecimiento exportador en América

28/03/2019
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Porto do Rio de Janeiro: muitos empresários subfaturam exportações puerto rio janeiro
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 540: Nuevas pistas de la economía mundial 13/03/2019

A lo largo del Siglo XX la mayor parte de los países americanos siguieron sendas de crecimiento similares. Por ejemplo, entre 1890 y 1914, después de la larga depresión de 1872 a 1890, gozaron de un período de crecimiento y expansión del bienestar de la población, en parte explicado por el auge de los precios de las materias primas que exportaban en volúmenes crecientes. En muchos países surgió una burguesía nacional manufacturera y de servicios moderna a la par de la Belle Époque. Esa modernización primera fue acompañada, no obstante, por el predominio de las oligarquías ligadas a la tierra y los recursos naturales, proclive a emprender negocios asociados con el capital extranjero. La Primera Postguerra provocó inestabilidad de la economía mundial y las economías americanas experimentaron recesiones más o menos severas, más o menos prolongadas, en función también del tamaño del sector externo en la economía nacional que duró hasta mediados de los años 1920.1

 

Sin embargo, tanto el auge de la preguerra como las dificultades de la entreguerra dieron lugar al proteccionismo estadounidense a partir de 1921, y sirvieron como barreras proteccionistas para las industrias nacionales. El crecimiento manufacturero de los años 20 y 30 amortiguó en varios casos la recesión externa, mientras que los índices de sustitución de importaciones aumentaron significativamente y diversas leyes de promoción industrial fueron emitidas en diversos países. Así, la ley de industrias del Perú de 1940 es de las últimas en ser emitidas en esa serie de promoción en la región. Argentina, Uruguay y Chile son de los primeros en torno a 1920. México tuvo la ley de Industrias de Transformación, en 1941 como corolario a una serie de medidas de fomento industrial emitidas desde el final de la revolución.

 

La Segunda Guerra Mundial fue un tercer momento de crecimiento industrial y hacia la II Posguerra la mayor parte de los Estados adoptaron francas políticas de promoción industrial, asociadas al informe de CEPAL de 1949. Como resultado, el crecimiento económico fue generalizado y se entró en los llamados “años maravillosos”. Era parte del sentido común entre los economistas que el desarrollo económico implicaba industrializar a los países, de modo que la población gozara de empleo formal, ingresos altos y mayor bienestar. La industria, además, es el sector con la mayor capacidad de generalizar el crecimiento del sistema económico entero.

 

Hacia los años 1970s sin embargo, se generalizaron las críticas a estas políticas y a los aparatos productivos a los que habían dado lugar. Un argumento repetido alude a la incapacidad de los industriales de exportar y competir en los mercados internacionales. En muchos casos, la producción era altamente dependiente de las importaciones de bienes de capital. Por otra parte, considerables segmentos de la producción manufacturera estaban dominados por empresas multinacionales, lo cual implicaba una fuerte dependencia tecnológica, si se considera que los diseños de los bienes y las marcas eran de propiedad de éstas. No obstante, los historiadores económicos han llamado la atención al hecho de que para entonces ya existían exportaciones crecientes de manufacturas, si bien no eran predominantes.

 

Durante los años 1970, diversos países mostraron dificultades para continuar con los procesos de industrialización con el crecimiento sostenido, sin embargo. La inflación y los problemas de balance de pagos que surgieron tras el fin de Bretton Woods en 1971, fueron ganando terreno. La realidad parecía dar la razón a los críticos del crecimiento por la industrialización. Argumentaban que era necesario redirigir al aparato productivo hacia sectores donde las economías fueran capaces de competir. La llamada “crisis de la deuda” de los primeros años 1980 justificó generalizar las políticas de estabilización y las “reformas estructurales” con el efecto de desmantelar los aparatos de promoción industrial y promover el crecimiento exportador de las economías. Las Instituciones Financieras Internacionales (IFIs) tuvieron un papel activo en el diagnóstico de las economías y la adopción de tales reformas como soluciones. El alza abrupta de la tasa de interés estadounidense a su record histórico en 1981 y el impacto de eso sobre el precio de las materias primas fue dejada de lado de los análisis sobre la marcha de las economías americanas. Un resultado importante de éstas fue la reorientación de los aparatos productivos en los distintos países, que buscan exportar más como muestra del éxito de las reformas.

 

Puede hablarse ahora de al menos dos tipos de crecimiento exportador, el primero, asociado con la formalización de Tratados de Libre Comercio (TLC) con los EEUU y Europa y la exportación manufacturera, que corresponde con América Central, México y la cuenca del Caribe. Estos países exportan mano de obra barata esencialmente. El segundo, está asociado con la exportación de materias primas, que corresponde más a los países de América del Sur. En algunos casos la adopción de estas estrategias de promoción exportadora ha llevado al crecimiento por algunos períodos relativamente largos (Chile); en otros, como en México, el auge exportador se acompaña con el estancamiento de la economía.

 

En efecto, durante los años 1990 y 2000 los países de América del Sur experimentaron altas tasas de crecimiento, cuando la demanda era financiada por los elevados precios de las materias primas en los mercados internacionales. En la Argentina, el Brasil, Bolivia y el Uruguay, por ejemplo, los gobiernos de entonces adoptaron también políticas de distribución del ingreso y de fortalecimiento del mercado interno; Colombia, Chile y el Perú continuaron con políticas más ortodoxas. Salvo en Paraguay, Bolivia y el Perú, la contracción de los precios de las materias primas significó el fin del auge exportador. Además de ello, las políticas económicas han adoptado un cariz más ortodoxo y pro-cíclico.

 

Al calor de las reformas estructurales, como ya se ha dicho, diversos países centroamericanos y caribeños, como Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Puerto Rico, República Dominicana y México, han abierto sus economías, promoviendo la inversión extranjera y el establecimiento de plantas encargadas de la manufactura de segmentos productivos intensivos en mano de obra poco calificada (maquila). Este desarrollo se basa en la existencia previa de bases industriales que se reorientaron a las nuevas actividades. De acuerdo con las cuentas nacionales, sin embargo, las exportaciones de estos países han dado un giro hacia la industria manufacturera y en algunos casos, como México, se trata de actividades intensivas en alta tecnología que han mostrado crecimientos extraordinarios de las exportaciones.

 

Mirando más de cerca, estas exportaciones pertenecen a lo que se llama “cadenas globales de valor”, es decir, se trata de producciones que importan casi la totalidad de sus componentes con el fin de reexportar buena parte de los bienes producidos. Es decir, se añade marginalmente valor a estas producciones, aún si se trata de la última fase de la cadena de producción, como el ensamble final y el empaque. Estas cadenas productivas, por supuesto, están controladas por empresas multinacionales responsables de la gestión de las marcas, los diseños y la distribución de los bienes en los mercados mundiales, los segmentos productivos más rentables.

 

Tanto en el caso del modelo de reprimarización de las exportaciones sudamericano como en el de las exportaciones de manufacturas en América Central y México, sin embargo, se trata de producciones poco relacionadas con la economía interna de cada país. En particular, no se crean encadenamientos hacia adelante y aquellos hacia atrás son muy reducidos dado que los bienes de capital fijo y circulante son mayormente importados. Los bienes primarios evidentemente son intensivos en recursos naturales y no siempre demandan cantidades significativas de trabajo, como es el caso de los minerales. Si las empresas productoras son extranjeras, buena parte del valor agregado se exporta al igual que los bienes. Por estas razones, difícilmente los sectores exportadores se pueden convertir en motores del crecimiento.

 

Exportaciones de bienes y servicios/PIB

 

1990-1994

1995-1999

2000-2004

2005-2009

2010-2014

2015-2016

Paraguay

38,0%

45,2%

37,7%

47,4%

54,8%

52,2%

Bolivia

20,8%

18,7%

20,9%

28,8%

42,9%

38,6%

Costa Rica

33,6%

40,7%

46,0%

47,6%

34,3%

35,6%

México

14,3%

22,6%

28,1%

31,1%

31,4%

34,7%

Chile

26,7%

28,4%

33,1%

33,1%

36,5%

33,5%

Ecuador

31,5%

35,5%

35,6%

37,6%

27,2%

26,7%

Perú

13,6%

13,6%

17,6%

21,7%

26,2%

24,3%

Argentina

7,3%

9,8%

12,5%

14,3%

17,7%

16,2%

Colombia

15,4%

14,8%

16,7%

17,3%

16,6%

15,6%

Brasil

7,9%

8,4%

11,6%

13,5%

10,6%

11,9%

Fuente: obela.org

 

En el caso del modelo exportador de manufacturas, como parte de las cadenas de valor, las plantas ensambladoras de bienes para la exportación no crean encadenamientos hacia atrás o hacia delante, dado el carácter “internacional” de las actividades que importan la mayor parte de sus insumos y los bienes de capital empleados y exportan el grueso de la producción. Por otra parte, una condición de este desarrollo es la presencia de salarios reducidos que rentabilizan la inversión, justificados por la escasa productividad del factor trabajo, producto de la misma naturaleza de las actividades. Ello, sin embargo, implica que el consumo de estos trabajadores es reducido. No son el mercado objetivo de los bienes que ensamblan. En síntesis, en este modelo las exportaciones manufactureras tampoco tienen posibilidades de constituirse en motores del crecimiento. Así el peso de las exportaciones en el PIB crece, pero el PIB no crece gran cosa en términos per cápita.

 

La historia muestra que el crecimiento económico sostenido es un resultado de las estrategias y las políticas que tienen ese objetivo. Este no es un fenómeno que las fuerzas del mercado produzcan en libertad porque los agentes privados no se plantean este objetivo, concentrándose en sus propios intereses. Es necesario que un ente regulador sea quien oriente los esfuerzos hacia el crecimiento, dando incentivos positivos y negativos para la actividad privada, al tiempo que la complementa. Si se revisa la historia de los países hoy desarrollados, en todos los casos aparece el Estado como un actor fundamental de los procesos de crecimiento y de desarrollo, ya sea mediante la intervención directa en la economía, como productor de bienes –por ejemplo– o como responsable de la política económica. Por último, la historia de los modelos de crecimiento exportador recientemente puestos en práctica en América, son resultado de la política económica practicada por Estados imbuidos de retóricas no intervencionistas, pero –finalmente– dando pauta a la senda de las economías.

 

Fidel Aroche Reyes, UNAM

aroche@unam.mx

 

1 L. Bértola y J. A. Ocampo. El Desarrollo Económico de América Latina desde la independencia, México, FCE 2013.

https://www.alainet.org/es/articulo/198990
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