Para el presidente Andrés Manuel “hubo un mal entendido” y descartó la existencia de “una confrontación y menos una contradicción” con el subsecretario de Hacienda Arturo Herrera, quien ante el periódico de los grandes negocios en Estados Unidos, y la aldea global, The Financial Times, sostuvo que no se autorizará la construcción de la refinería en Dos Bocas, Paraíso, Tabasco, hasta que se reduzca el estimado de inversión –8 mil millones de dólares–, por lo cual los recursos para este año pueden ir a exploración y producción.

Cuando se trata del futuro inmediato de una de las obras emblemáticas del sexenio de la denominada cuarta transformación, por supuesto que es una contradicción, por más que López Obrador ratificó oportunamente en la mañanera del miércoles 13, que este año se autorizaron 50 mil millones de pesos para esa gran obra.

Incluso si contemplamos el reconocimiento expreso de “quienes están en Hacienda son profesionales, es gente de primera, les tengo toda la confianza y desde luego (les brindo) todo mi apoyo, todo mi respaldo y respeto, porque muchas veces me hacen planteamientos donde yo tengo o puedo tener alguna duda, y como sé que se trata de muy buenos profesionales de la economía les hago caso, es a los que más caso les hago”. Declaración sin registro para los analistas y conductores de noticiarios que, 18 años después, persisten en caricaturizarlo como un autócrata, además de que claman desde el duopolio de la televisión y el oligopolio de la radio por la falta de contrapesos, pero no revisan los viejos esquemas con los que perciben y analizan al país y al mandatario; acaso también porque no fluyen las pautas publicitarias de por sí recortadas a la mitad de lo que se erogó en 2018 con Enrique Peña Nieto.

Mas no deja de ser una clara ventaja para el presidente AMLO contar con buena parte de la comentocracia como observadora crítica que le hace marcaje diario sobre lo que dice y deja de decir cada mañana y en cada discurso por el país y su cotejo puntual con lo prometido durante la campaña presidencial, como no se hizo con ningún presidente en los 42 años de transición a la democracia y mucho menos antes.

O usted recuerda a estos u otros analistas reaccionar en forma oportuna, no digamos con rigor profesional, cuando el secretario de Hacienda de Carlos Salinas, Pedro Aspe Armella sentenció que “la pobreza es un mito genial”, justo cuando 24 millones de mexicanos se debatían en ella y 24 magnates formaban parte de la lista de Forbes.

Más aún, qué dijeron frente a Agustín Carstens, secretario de Hacienda de Felipe Calderón, cuando pronosticó que México padecería “un catarrito”, con la gran recesión de 2008-10 iniciada en Estados Unidos y generalizada al orbe sin la más mínima previsión y menos aún alerta de las calificadoras que hoy “califican” celosamente a un gobierno con el que no se identifican, pues no se atiene a los dogmas neoliberales.

Y aun así, los portadores del credo cuasi religioso del capitalismo salvaje juran que la economía no “sabe” de ideologías, que existen políticas económicas buenas y malas. Lo postulan cuando el modelito está en quiebra y condujo al desastre social, económico, ambiental y ético en la Tierra.

Intensiones y propósitos aparte, no deja de ser una enorme ventaja para AMLO y su equipo de gobierno, con sus contradicciones y desaciertos evidentes, contar con la observación con lupa de sus adversarios que no se asumen como tales, sino como analistas y trabajadores de alcurnia del oligopolio mediático.

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