Chalecos amarillos

13/03/2019
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La movilización de los chalecos amarillos suscitó expectativas y rechazos y también múltiples interpretaciones. Entre estas últimas algunos juzgan  que se trata de una nueva forma de expresar el conflicto entre los que más tienen y los que menos tienen, dada  la incapacidad de asumirlo por parte de las organizaciones  tradicionales : sindicatos, partidos de « izquierda », etc. [1].

 

En parte de la « izquierda » hasta se llegó a decir que con los chalecos amarillos  se estaba iniciando  la « lucha final » para derribar al sistema.

 

Las clases dominantes con su multisecular experiencia de ejercicio del poder hicieron –con dudas y vacilaciones – lo que tenían que hacer :

 

- anunciaron alguna concesión económica ultramínima (suspensión temporaria del aumento del impuesto sobre las naftas y la promesa de aumentar 100 euros  a quienes ganan el SMIC (promesa esta última en buena medida falsa ver https://www.marianne.net/economie/smic-100-euros-augmentation-prime-d-activite-pour-qui);

 

- reprimieron a los manifestantes con una brutalidad sin precedentes[2], con métodos heredados de la represión contra las revueltas populares en las antiguas colonias francesas ;

 

- desprestigiaron al movimiento con la ayuda de los marginales  y anarcos que fueron  a las manifestaciones a romper, incendiar y unos cuantos a robar,  de provocadores infiltrados por el aparato represivo del Estado   y de la pésima imagen  proporcionada por  la participación  en las manifestaciones de  pequeños grupos fascistoides y racistas. Convenientemente explotada por el Gobierno y los medios de comunicación.

 

Y, por cierto, la desmedida violencia de la represión policial desempeñó también un papel provocador que incitó a la reacción,  a veces violenta, de los  manifestantes  pacíficos.

 

Pensamos que falta   una caracterización correcta de este movimiento.

 

Y creemos que se debe a que no se ha empleado el método apropiado. Que es el consistente en analizar en detalle las clases y estratos sociales que participan en  el movimiento, su nivel de conciencia, sus  ideologías espontáneas subyacentes, etc.  Enmarcando dicho análisis en un sólido conocimiento de la estructuras socioeconómicas  del país y de la relación  de fuerzas realmente existente[3].

 

Y  para  ello debe superarse la simplificación que divide la sociedad “entre los que   más tienen y los que menos tienen” o la preferida por los populismos de derecha y de izquierda entre “los de arriba y los de abajo”  y   partir de la constatación básica de que la sociedad está compuesta de clases objetivamente e irreductiblemente antagónicas: por un lado  los dueños de los medios de producción y de cambio y por el otro los productores de bienes y servicios  que generan con su trabajo la ganancia de los primeros. Lo que  da por resultado las dos contradicciones fundamentales del capitalismo –imposibles de resolver dentro del sistema: 1) la que existe entre la producción que es social y la apropiación que es privada, generándose así    las cada vez mayores desigualdades entre las clases sociales[4].  2)  la contradicción entre el creciente desarrollo de las fuerzas productivas  (ahora se dice que estamos en la cuarta revolución tecnológica: la inteligencia artificial) y las existentes relaciones de producción. Contradicción  que genera inevitablemente el desempleo (mayor  productividad: menos necesidad de tiempo de trabajo  humano). Que el capitalismo no puede resolver  porque no puede reducir drásticamente la jornada  de trabajo y redistribuir los ingresos sin poner en cuestión al sistema mismo[5].

 

Ya lo escribió Hegel hace más de 200 años: “El hombre disminuye el trabajo para el conjunto, no para los individuos, para los cuales, al contrario, lo acrecienta, porque cuanto más el trabajo se hace mecánico, menos valor tiene y más el hombre debe trabajar (…) La disminuación del valor del trabajo es proporcional al aumento de la productividad del trabajo (…) las fábricas y las manufacturas basan su existencia en la miseria de una clase” (G.F. Hegel, Realphilosophie, 1805-6).

 

En otros términos: son las  conflictualidades fundamentales y permanentes del sistema vigente que condicionan y determinan de cierta manera  otras conflictualidades tanto entre las clases antagónicas como en el interior   de las mismas.

 

Volviendo a los chalecos amarillos.

 

Su composición social es heterogénea, básicamente clase media más bien baja: artesanos, pequeños comerciantes y agricultores. Hay poca participación obrera y  de la población de los barrios más desfavorecidos. Es decir de los sectores más sistemáticamente golpeados por las desigualdades sociales[6].

 

Esto puede explicar por qué la principal reivindicación  que generó el movimiento fue la baja del impuesto sobre las naftas y al comienzo estuvieron ausentes  de las reivindicaciones la revalorización de los salarios y el desempleo. Luego, en el curso del movimiento, se incorporaron otras reivindicaciones.

 

Demás está decir que el arco ideológico de los chalecos amarillos es muy vasto y falto de coherencia.

 

Así es como entre los chalecos amarillos surgen distintos enfoques y algunos han emprendido el camino de  postularse para las elecciones.

 

En resumen: con la “ayuda” del Gobierno el movimiento tiende a diluirse y a desaparecer por falta de suficiente  base social  en las clases subordinadas y de coherencia ideológica.

 

Y ahora Macron se apresta a  darle el golpe de gracia llamando a cesar las manifestaciones y hablando contra lo que llama “la democracia  del motín”.

 

Lo mismo ha pasado con las “primaveras árabes” y otras “revoluciones”: fuegos de paja.

 

No se pueden resolver las conflictualidades fundamentales e ir resolviendo las secundarias si no se tiene el objetivo  de cambiar radicalmente el orden social vigente, que  es una tarea titánica y de largo aliento.

 

En primer lugar porque las clases dominantes tienen totalmente a su servicio a las instituciones del Estado: Gobierno, Parlamento, Justicia, Policía, Fuerzas Armadas y a las organizaciones internacionales: la ONU, la OMC, el FMI, la Unión Europea, etc. y sus brazos armados: la OTAN, las llamadas “fuerzas especiales” (formaciones paramilitares y otras) y las organizaciones y grupos fundamentalistas y terroristas, peones estos últimos, ocasionales o permanentes, voluntarios o involuntarios, de dichas clases dominantes.

 

Y tienen también a su disposición la llamada “sociedad civil”: el gran capital, los medios de comunicación controlados por aquél, la parte de la intelectualidad y de las diferentes organizaciones sociales al servicio del sistema, funcionando junto al Estado pero fuera de él como aparatos de dominación económica, hegemonía ideológica y control social.

 

Tarea más difícil aun porque las así llamadas izquierdas, que supuestamente tendrían que ser los “intelectuales orgánicos” de las clases oprimidas y explotadas, están mayoritariamente contaminadas por diferentes variantes –algunas de ellas con un ropaje crítico, contestatario o “transgresor”– de las culturas e ideologías dominantes.

 

Así es como hay estrategias que consisten en ocuparse de conflictos específicos reales (relativos al género, a la contaminación ambiental, a la organización de la educación y a sus contenidos, los referidos a las prácticas y políticas de los monopolios farmacéuticos y la salud pública, el conflicto entre el derecho a la información y su manipulación por los oligopolios mediáticos, la conflictividad entre dirigentes y dirigidos en todo tipo de organizaciones, los generados por la democracia representativa en crisis terminal, etc.) que a veces se traducen en campañas y luchas reivindicativas de los grupos particularmente interesados, pero que al no ser articuladas con el cuestionamiento global del sistema y la necesidad de acabar con el mismo, terminan desvaneciéndose o siendo digeridos por aquél.

 

En otros términos, las conflictividades grupales y sociales son múltiples y variadas pero para darles una perspectiva de resolución superadora, es preciso articularlas con las luchas para resolver la contradicción principal inherente al sistema capitalista.[7]

 

Tarea más difícil aun porque las así llamadas izquierdas, que supuestamente tendrían que ser los “intelectuales orgánicos” de las clases oprimidas y explotadas, están mayoritariamente contaminadas por diferentes variantes –algunas de ellas con un ropaje crítico, contestatario o “transgresor”– de las culturas e ideologías dominantes,

 

El análisis riguroso de los hechos sociales que preconizó Marx, puede ayudar a abrir el camino hacia una sociedad nueva sin explotadores ni explotados, sin oprimidos ni opresores como la prefiguró Marx en los Grundrisse :

 

Desarrollo libre de las individualidades y por ende no reducción del tiempo de trabajo necesario con miras a poner plustrabajo, sino en general reducción del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al cual corresponde entonces la formación artística, científica, etc., de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados para todos ” y agrega que la medida del valor en la sociedad comunista pasa a ser, no ya la cantidad del tiempo de trabajo, sino la cantidad de tiempo libre: “Ya no es entonces,en modo alguno, el tiempo de trabajo la medida de la riqueza, sino el disposable time”.

 

Para ampliar el tema,  del mismo autor:

 

•             La armadura del capitalismo. Editorial Icaria, España, 2010. 

 

Un resumen del mismo  libro en El capitalismo por dentro  http://www.argenpress.info/2012/03/el-capitalismo-por-dentro-parte-i.htm;  http://www.jussemper.org/Inicio/Recursos/Info.%20econ/Resources/ATeitelbaum_Capitalismo_por_dentro.pdf ;  http://omal.info/spip.php?article284

 

-El papel desempeñado por las ideas y culturas dominantes en la preservación del orden vigente.Editorial Dunken, Buenos Aires, 2015. Publicado  en Colombia en 2017 (Editorial La Carreta) con el título El colapso del progresismo y el desvarío de las izquierdas. Se encuentra también en internet : https://fr.scribd.com/document/384769799/Libro-Teitelbaum-Varios-El-papel-desempenado-las-ideas-culturas-dominantes-El-Colapso-Progresismo-pdf 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/195437

 

•             Explotación capitalista: tiempos modernos y tiempos actuales  http://www.rebelion.org/noticia.php?id=178326 ;

 

https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1796

 

[1] En cuanto a la incapacidad de las organizaciones tradicionales para asumir, organizar y llevar a buen puerto las luchas,  primero el fordismo, luego el Estado de Bienestar y ahora el nuevo « management » han ido limando el nivel de conciencia de los trabajadores, lo que se refleja desde hace tiempo en las organizaciones sindicales  y en el arco multicolor  de las « izquierdas ».

 

 Lars Svendsen escribe: [los trabajadores] “…terminaron por aceptar la relación salarial y la división del trabajo resultante. Contrariamente a lo que esperaba el marxismo revolucionario, dejaron de cuestionar el paradigma capitalista, contentándose con la ambición más modesta de mejorar su condición en el interior del sistema. Eso significaba también que su esperanza de libertad y de realización personal radicaba en su papel de consumidores. Su objetivo principal pasaba a ser el aumento de sus salarios para poder consumir más (Lars Svendsen, Le travail. Gagner sa vie, à quel prix? Editions Autrement, Paris, setiembre 2013, pág. 140.

 

A esta reflexión de Svendsen se puede  agregar que  la consigna sindical de « la preservación  de las fuentes de trabajo » incluye a la industria de armamentos (origen  de gigantescos beneficios para sus propietarios y las grandes potencias y tabla de salvación del sistema en tiempos de crisis)  con  la cual los trabajadores de la misma « se ganan la vida » y muchísima  otra gente « se gana la muerte ». Se ha olvidado la vieja consigna expresada un poco líricamente: « transformar las espadas en arados ». Según el último informe quinquenal del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), Estados Unidos, Rusia, Francia, Alemania y China controlan tres cuartos del mercado de las ventas de armas en el mundo. Las ventas de armamento entre 2013 y 2017 fueron un 10% mayores a las registradas entre 2008 y 2012. Al precio de Estados dislocados, ciudades destruídas, centenares de miles de muertos y millones de desplazados.

 https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-47490873.

 

Henry Ford, a principios del siglo XX, introdujo en sus fábricas el taylorismo u “organización científica del trabajo” o trabajo en cadena. Este trabajo embrutecedor agotaba a los obreros, muchos de los cuales optaban por dejarlo. Ante una tasa de rotación del personal sumamente elevada Ford encontró la solución: aumentar verticalmente los salarios a 5 dólares por día, cosa que pudo hacer sin disminuir los beneficios dado el enorme aumento de la productividad y el pronunciado descenso del costo de producción que resultó de la introducción del trabajo en cadena. Los nuevos salarios en las fábricas de Ford permitieron a sus trabajadores convertirse en consumidores, inclusive de los autos fabricados por ellos. Los trabajadores, que no se sentían para nada interesados por un trabajo repetitivo que no dejaba lugar a iniciativa alguna de su parte, recuperaban fuera del trabajo su condición humana (o creían recuperarla) como consumidores, gracias a los salarios relativamente altos que percibían.

 

Esta situación se generalizó en los países más industrializados sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial y de manera muy circunscripta y temporaria en algunos países periféricos. Es lo que se llamó “el Estado de bienestar”. “El Estado de bienestar no es, como se oye decir con frecuencia, un Estado que llena las brechas del sistema capitalista o que cicatriza a fuerza de prestaciones sociales las heridas que inflinge el sistema. El Estado de bienestar se fija como imperativo mantener una tasa de crecimiento, cualquiera sea, siempre que sea positiva y de distribuir compensaciones de manera de asegurar siempre un contrapeso a la relación salarial”. (Dominique Meda, Le travail, une valeur en voie de disparition. Ed. Aubier, Paris, 1995, pág. 135).

 

El Estado de bienestar se terminó más o menos abruptamente con la caída de la tasa de ganancia capitalista y la consiguiente caída de los salarios reales. Para dar un nuevo impulso a la economía capitalista y revertir la tendencia decreciente de la tasa de beneficios, comenzó a generalizarse la aplicación de la nueva tecnología (robótica, electrónica, informática) a la industria y a los servicios.

 

La introducción de las nuevas tecnologías requería otra forma de participación de los trabajadores en la producción, que ya no podía reducirse a la de meros autómatas. Había que modificar-perfeccionar el sistema de explotación, pues las nuevas técnicas, entre ellas la informática, requerían distintos niveles de formación y de conocimientos, lo que condujo a que comenzaran a difuminarse las fronteras entre el trabajo manual e intelectual.

 

Es así como nace el “management” en sus distintas variantes, todas tendentes esencialmente a que los asalariados se sientan partícipes –junto con los patrones– en un esfuerzo común para el bienestar de todos.

 

El nuevo “management” apunta a la psicología del personal. Los directores de personal (o Directores de Recursos Humanos) peroran acerca de la “creatividad” y del “espíritu de equipo”, de la “realización personal por el trabajo”, de que el trabajo puede –y debe– resultar entretenido, (“work is fun”) etc. y se publican manuales sobre los mismos temas. Hasta se contratan “funsultants” o “funcilitators” para que introduzcan en la mente de los trabajadores la idea de que el trabajo es entretenido, de que es como un juego (“gamification” –del inglés “game”– del trabajo).

 

Si se les pregunta a los asalariados si están satisfechos en su trabajo muchos responderán que sí, que si no trabajaran su vida carecería de sentido. Y esto vale incluso para quienes realizan las tareas más simples.

 

En la cadena fordista la empresa se apodera del cuerpo del trabajador, con el nuevo “management” se apodera de su espíritu. Escribe Svendsen: “Las motivaciones y los objetivos del empleado y de la organización se presume que están en perfecta armonía: El nuevo “management” penetra el alma de cada empleado. En lugar de imponerle una disciplina desde el exterior, lo motiva desde el interior”.

 

Hans Magnus Enzensberger, poeta y ensayista alemán, escribió en el decenio de 1960: “La explotación material debe esconderse tras la explotación no material y obtener por nuevos medios el consenso de los individuos. La acumulación del poder político sirve como pantalla de la acumulación de las riquezas. Ya no sólo se apodera de la capacidad de trabajo, sino de la capacidad de juzgar y de pronunciarse. No se suprime la explotación, sino la conciencia de la misma”.(Culture ou mise en condition? Collection 10/18, Paris 1973, págs. 18-19).

 

Marcuse escribía en el Prefacio de El hombre unidimensional (1954) que “es tanto más difícil transpasar esta forma de vida en cuanto la satisfacción aumenta en función de la masa de mercancías”. Ello (la satisfacción instintiva), según Marcusse, “ayuda al sistema a perpetuarse”.

 

[2] Un lanzador de balas de defensa (LBD) es, según la terminología de la administración francesa, un « arma no letal » que utiliza un proyectil concebido para  deformarse al impacto y limitar asi el riesgo de penetración en el  cuerpo , pero con una potencia de neutralización suficiente para disuadir o arrestar a un individuo. Según ciertas fuentes, el sistema LBD puede presentar a corta distancia efectos traumáticos y puede causar lesiones graves que pueden ser irreversibles e  incluso mortales.

 

En Francia, este tipo de arma –que no se utiliza en ningún otro país de Europa- ha sido adoptado por las fuerzas de policía como arma intermediaria entre la matraca y un arma letal.  Los Flash-Ball han causado muchos heridos, algunos graves. Entre 2004 y 2013 el uso de los LBD ha provocado una muerte y la pérdida de un ojo sufrida por  23 personas. El balance de la represión a los chalecos amarillos con  LBD es  22  pérdidas de un ojo, cinco manos arrancadas y un muerto.  

 

El Consejo de Europa y la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas  han reclamado al Gobierno francés que cese el uso de las LBD.

A estas exhortaciones Macron- « humanitario » en Venezuela y vendedor de armas a la sanguinaria dictadura reinante en Egipto- respondió justificando el uso de los LBD-Flash-Ball. (Véase  Retroceso en los derechos (in) humanos en Francia denunciado ante la ONU

 https://www.alainet.org/es/articulo/198635?utm_source=email&utm_campaign...).

 

[3] Es el método que preconizó Marx. En el punto 3 (El método de la economía política) de su Introducción a la Crítica de la Economía Política, Marx escribió:

“Cuando consideramos un país dado desde el punto de vista económico político comenzamos con su población, con su distribución en clases, la ciudad, el campo, el mar, las diferentes ramas de la producción, exportación e importación, producción y consumo anual, precios de las mercancías, etc..

 

Parece correcto empezar por lo real y concreto, con el presupuesto efectivo; y en consecuencia, empezar, por ejemplo, en la economía con la población, que es el fundamento y sujeto de todo acto de producción social. Sin embargo, ante un examen más detenido, esto se manifiesta como falso. La población es una abstracción, si dejo, por ejemplo, de lado las clases de las que se compone.

 

Estas clases son a su vez una palabra vacía, si no conozco los elementos sobre las que descansan. Por ejemplo, trabajo asalariado, capital, etc. Éstos presuponen cambio, división del trabajo, precios, etc. El capital, por ejemplo, no es nada sin trabajo asalariado, sin valor, dinero, precio, etc. Si comenzara, por lo tanto, con la población, esto sería una representación caótica de la totalidad y mediante una determinación más precisa llegaría analíticamente a conceptos cada vez más simples; de lo concreto representado llegaría a abstracciones cada vez más sutiles, hasta alcanzar las determinaciones más simples. A partir de aquí habría que emprender de nuevo el viaje a la inversa, hasta llegar finalmente de nuevo a la población, pero esta vez no como una representación caótica de un todo, sino como una totalidad rica de múltiples determinaciones y relaciones. El primer camino es el que tomó históricamente la economía en sus comienzos. Los economistas del siglo XVII, por ejemplo, comienzan siempre con la totalidad viva, con la población, con la nación, con el estado, con varios estados, etc.; pero siempre acaban descubriendo mediante el análisis algunas relaciones generales abstractas determinantes, como división del trabajo, dinero, valor, etc. Tan pronto como estos momentos aislados fueron más o menos fijados y abstraídos, comenzaron los sistemas económicos, que se elevaban de lo simple, como el trabajo, división del trabajo, necesidad, valor de cambio, hasta el Estado, cambio entre las naciones y el mercado mundial”.

 

Marx formula  la misma idea en términos más generales, aplicable no sólo a la investigación económico-social, sino a la investigación en cualquier campo que pretenda ser rigurosa:

 

Lo concreto es concreto, porque es la síntesis de múltiples determinaciones y, por lo tanto, unidad de la diversidad. Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida real y, en consecuencia, también el punto de partida de la intuición inmediata y de la representación. El primer paso ha reducido la plenitud de la representación a una determinación abstracta; con el segundo las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento. Por ello Hegel cayó en la ilusión de concebir lo real como resultado del pensamiento, que se concentra en sí mismo, en tanto que el método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto no es, para el pensamiento, otra cosa que apropiarse de lo concreto, de reproducirlo en forma de concreto pensado”. (Marx, Introducción a la crítica de la economía política, 1857, punto 3, (El método de la economía política).

 

[4] La mayor parte del beneficio resultante del aumento de la productividad engrosa la renta capitalista y una mínima parte se incorpora al salario, aunque no siempre. Es así como una constante del sistema capitalista es la profundización de la desigualdad en la distribución del producto.

 

[5] La   IA como negocio ha desatado una feroz competencia entre grupos como Google, Amazon, Facebook y Apple (los llamados GAFA). Según PwC (PricewaterhouseCoopers) uno de los “cuatro grandes” mundiales, del audit y “consulting” para las grandes empresas, la IA desde ahora hasta 2030 podría contribuir con 15 billones 700 mil millones de dólares a la economía mundial (seis billones 600 mil millones en aumento de la productividad y 9 billones100 mil millones por su efecto sobre el consumo). Siempre según PwC, la IA aumentará el PIB de la China en un 26%, el de EEUU en un 14,5% y el de Europa en un 9,9%.

 

Es sintomático que las grandes consultoras hagan predicciones en términos de PIB y de beneficios, y no de repercusiones sociales, pues trabajan para los grandes propietarios de las distintas formas de IA, ávidas de ganancias y protegidas por los brevets y las patentes.

 

Pero otras voces se manifiestan para alertar –desde distintas perspectivas- sobre las repercusiones en materia de empleo. Con un denominador común en el que todos coinciden: la informática, la electrónica y la IA van a ocupar cada vez más lugares de trabajo hasta ahora desempeñados por seres humanos, desde los menos calificados hasta los relativamente calificados. E incluso ciertos trabajos calificados.

Hay quienes predicen una enorme pérdida de empleos y, como consecuencia, un alta tasa de desocupación entre las personas con pocas o medianas calificaciones. En cambio otros sostienen que las nuevas tecnologías provocan por un lado la desaparición de empleos existentes pero por el otro generan nuevos empleos, lo que hace posible mantener las habituales tasas de ocupación.

Pero lo cierto es que, por un lado, la desocupación se incrementa y seguirá incrementándose tendencialmente, aunque con tasas pendulares. Es decir con periodos de fuerte incremento seguidos de periodos de cierta disminución.

Pero lo que está aumentando incesantemente desde hace decenios es la explotación de los asalariados y últimamente de manera vertiginosa y despiadada, como se puede constatar con varios indicios: recorte de la legislación laboral, disminución del poder adquisitivo de los asalariados y jubilados, aumento de la intensidad y de la jornada de trabajo, aumento de la edad de la jubilación, etc.

[7] Cuando hablamos de “sistema capitalista” no nos referimos solamente a sus aspectos económico-financieros, sino al conjunto de un sistema de dominación, con sus componentes económico-financieros pero también políticos, militares, sociales, ideológicos, culturales, comunicacionales e “informacionales”.

https://www.alainet.org/es/articulo/198699
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