Adriana Portillo-Bartow: “Para nosotros está prohibido olvidar”

11/12/2018
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Adriana Portillo-Bartow
Foto: MaryLenaB
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Conversamos con Adriana Portillo-Bartow, una de las tantas valerosas mujeres que a lo largo de América Latina han seguido la lucha por la verdad y la justicia por nuestras y nuestros  detenidos desaparecidos. Ella, sin duda, es guardiana de la memoria para que no nunca más vuelva el terrorismo de Estado. 

 

 - ¿Queremos pedirle que se pudiera presentar?

 

Me llamo Adriana Portillo-Bartow, soy guatemalteca y he sido por muchos años una defensora de los derechos humanos. Soy sobreviviente de la guerra en Guatemala, perdí siete miembros de mi familia, durante la guerra, y he hecho mucho trabajo de derechos humanos aquí en los Estados Unidos y en otras partes. En los últimos 4 ó 5 años me he dedicado enteramente a la búsqueda de justicia para mi familia desaparecida y a la búsqueda de la verdad sobre lo que ocurrió con los miembros de mi familia detenida y desaparecida el 11 de septiembre de 1981 en Guatemala. Estos son mi papá, Adrián Portillo; mi madrasta, Rosa Muñoz de Portillo; una cuñada, Edilsa Álvarez Morales; mi hermanita de un año y medio, Alma Argentina se llamaba; y mis dos hijas mayores, Rosaura Margarita - Chaguita le decíamos - y mi hija Glenda Corina. Chaguita tenía diez años y Corina tenía nueve años. Entonces, mi trabajo en los últimos años ha sido la búsqueda por la justicia y la verdad.

 

 - ¿El caso de su familia desaparecida está en la justicia?

 

Sí, el caso fue llevado ante el Ministerio Público (MP), en 1998, y durante los últimos veinte años, el caso pasó de mano en mano, de fiscal en fiscal. Hubo fiscales que trataron de conseguir amnistía para los responsables del secuestro y desaparición de mi familia. El expediente se perdió muchas veces, incluso hubo fiscales que expresaron que tenían miedo de investigar y, por lo tanto, realmente no lo dieron atención al caso.

 

 - En esas circunstancias ¿Qué hizo usted?

 

Para cosa de unos dos años después yo entré en contacto con el Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), que fue fundado en 1983, creo yo, y que se dedica a la búsqueda de personas desaparecidas. Fue entonces cuando, ya con el equipo de abogados del GAM, se le dio otra vez impulso al caso. Lo primero que se hizo fue solicitar una audiencia de primera declaración o anticipo de prueba, y viajé cinco veces a Guatemala porque el juzgado nos ponía una fecha para la audiencia y después nos cancelaban la audiencia.

 

 - ¿Qué paso en la primera audiencia?

 

En la primera audiencia, los abogados del GAM empezaron a hablar del caso, pero la jueza dijo que ella no sabía de qué estaban hablando porque ella tenía en sus manos un expediente por tenencia ilegal de armas. ¡Te puedes imaginar hacer ese viaje para esto! Fue, verdaderamente, encolerizante para serte franca. Bueno, pusieron otra fecha, volví a viajar, me dijeron que no, no, que la audiencia se había cancelado. Se hizo otro viaje, ya con otra fecha y ocurrió lo mismo.

 

Los fiscales del MP estaban muy molestos porque eso era “obstrucción de justicia” y solicitaron el expediente, y resulto que el expediente estaba perdido, que no lo encontraban. Se presentó una queja en contra de la jueza, y del juzgado y, al día siguiente, el expediente apareció en una caja fuerte. Se puso otra fecha para otra audiencia y, a la quinta vez, pude reunirme con la jueza para dar mi anticipo de prueba. Fue muy difícil, pero al mismo tiempo satisfactorio y doloroso porque esperé veinte años para poder dar esa primera declaración que debió darse en los primeros tres meses, después de sometido el caso al MP.

 

 - La jueza al parecer no quería investigar este caso...

 

La jueza, averiguamos, es hermana de un general retirado que en los años ochenta fue parte de “la oficinita”, una oficina que había en el Palacio Nacional, que era una agencia de inteligencia del ejército y que está involucrado en actos de violencia política en contra de mucha gente en Guatemala. Al ver esto se decidió solicitar a la Corte Suprema de Justicia para que el caso sea movido a algún Juzgado de Mayor Riesgo. Estamos a la espera de que la Corte apruebe esa solicitud.

 

 - ¿El gobierno de Guatemala ha hecho algo para encontrar a los desaparecidos?

 

No, no, definitivamente no, de hecho, hay un proyecto de ley que ya tiene más de diez años en el Congreso para que se apruebe la formación de una comisión de búsqueda de los desaparecidos durante la guerra. Por otra parte en el Ejecutivo no hay ningún interés, por supuesto.

 

Ahora, sí, el MP tiene varios departamentos que fueron creados durante la administración de la fiscal Claudia Paz y Paz. Entre ellos se creó la fiscalía de derechos humanos y se creó la fiscalía de los casos paradigmáticos que tuvieron lugar durante la guerra. Estos son los casos que la Comisión para el Esclarecimiento Histórico publicó como los más representativos, emblemáticos, de lo que ocurrió en Guatemala. Dentro de esos cien casos, el caso nº 87 es el de mi familia.

 

Entonces de parte de los fiscales, sí, hay mucho interés. Yo he estado muy activa, pendiente de lo que se está haciendo el MP; viajando a Guatemala, para reunirme con ellos. Quizás no exigiendo, pero sí, bueno tal vez sí exigiendo, pero de manera educada, verdad, para que el caso se mueva y no quede estancado otra vez.

 

 

Foto: Campaña por las y los niños desaparecidos en Guatemala

 

 

 - ¿Y las FFAA, los militares, han colaborado en la investigación?

 

No, no, en este sentido ellos no han colaborado, no sólo no han colaborado, se han negado a colaborar. El ejército dice que no tienen archivos de ningún tipo, que los quemaron, entonces no hay, absolutamente, ningún deseo de ser partícipe de la búsqueda de los desaparecidos, y, especialmente, de los niños y las niñas. No hay por parte del ejecutivo, incluso del judicial, mucho interés, mucho deseo, en que esos casos, verdaderamente, sean llevados a la Corte y los responsables castigados con todo el peso de la ley. En contraste, el MP está muy involucrado, muy interesado. Una de las cosas que se hizo en este último viaje fue que mi hermano Antonio viajara a Guatemala, como el único testigo presencial del secuestro de nuestro padre porque él estaba presente cuando él fue secuestrado de su lugar de trabajo.

 

- Las condenas a los militares involucrados en el caso Molina Theissen ¿qué significo para usted?

 

Para mí significó varias cosas. Yo fui testigo en el juicio y ante el tribunal di mi declaración como madre, hija, hermana, hijastra, cuñada de mi familia desaparecida. Para mí fue muy poderoso poder estar en esa sala y decir ante un tribunal, narrar lo ocurrido con mi familia y especialmente con las tres niñas. Lo que buscaba mi testimonio, en ese caso, era demonstrar que Marco Antonio no fue el único niño desaparecido que, realmente, era una política contrainsurgente la de separar familias, de secuestrar y desparecer niños y niñas.

 

Entonces, en ese sentido significó para mí recobrar mi voz, públicamente, en Guatemala, ante jueces y ante el pueblo de Guatemala y la comunidad internacional. En segundo lugar, el fallo, para mí, para mi familia, y estoy segura que para familiares de niños y niñas desaparecidas, significó que, a través de Marco Antonio, a través de Emma, se hizo justicia para todos nosotros y nosotras con ese fallo.

 

 ¿Entonces la condena del caso Molina Theissen hizo justicia?

 

Sí y no. En el sentido de que se hizo justicia para Marco Antonio y para Emma y que se hizo justicia para los miles de niños y niñas que desaparecieron, sí, pero es simbólica esa justicia, no es justicia real. Entonces, sí ayuda, pero mientras no veamos la justicia real en cada caso de desaparición forzada, nosotros los familiares, no podremos descansar, no podremos tener la paz que anhelamos. Yo pienso que la familia Molina Theissen alcanzó ciertos niveles de paz al ver que se hizo justicia para ellos. Nosotros todavía no tenemos eso y esperamos que un día se pueda hacer justicia para verdaderamente decir “bueno, ahora puedo descansar, ya los responsables han sido castigados”. La paz completa, solamente se alcanzaría con la justicia y la verdad, saber que ocurrió con nuestros desaparecidos y desaparecidas.

 

 - Hay personas que dicen que sería mejor olvidar ¿Qué importancia tiene la memoria?

 

Yo le diría que la memoria de lo ocurrido en Guatemala no es sólo de los sobrevivientes, no es sólo de los familiares, es la memoria histórica del país que tiene que reconocerse y aceptarse porque eso aseguraría que no se repitieran esos hechos tan atroces. Significaría también la reconciliación, porque sin la verdad, sin la justicia, no puede haber reconciliación y a mí me han dicho varias personas, incluso un familiar me dijo una vez – “ya, deja de estar buscándolos, buscándolas, déjalo atrás, eso no te permite vivir en paz” – y yo le respondí “como puedo yo dejar atrás a mi padre, a mis hijas, a mi hermanita, a mi madrasta y mi cuñada, es que es imposible”.

 

Yo me he obligado a recordar; es doloroso recordar, es doloroso vivir con esos recuerdos. Pero, cada día yo me obligo a no olvidar porque es la memoria de los niños, es la memoria de todos. Yo siento que soy como un recipiente de esa memoria, así como lo son tantas otras personas en Guatemala y en otros países también. Así es que para nosotros está prohibido olvidar, no es permitido olvidar, porque esos hechos atroces no se pueden olvidar. Si se olvidan volverían a ocurrir y eso es lo que no queremos nosotros.

 

-  Finalmente, ¿Qué la motiva a usted a seguir adelante?

 

Lo que siempre me ha motivado a seguir adelante, aunque parezca extraño, verdad, es el dolor de la perdida y la esperanza de que un día se va hacer justicia y voy a saber la verdad de lo ocurrido con mis familiares. Me mueve también la solidaridad de la gente, porque a veces una se siente muy sola en su dolor.

 

El dolor que es como mi motor, mi gasolina, yo antes lo llevaba sobre los hombros, y, fíjate, que es muy curioso porque yo caminaba, así como un poco encorvada, y he estado por mucho tiempo en terapia psicológica, hace unos tres años que la dejé, pero estaba yo con mi psicóloga y platicamos y yo me iba encorvando, encorvando hasta que mi cabeza tocaba mis rodillas, ¡fíjate!

 

Y, ahora, ya no veo mi dolor como una carga, sino que lo veo como ese motor que me mueve, como ese casi hasta amigo que está conmigo ahí, todos los días, se ha convertido hasta en semilla. Los campesinos no cargan las semillas que van a sembrar en la espalda, sino que la cargan en frente, en su pecho, llevan una bolsa y así llevo yo mi dolor y eso es lo que realmente me mueve a continuar adelante, a no cerrar y a no olvidar y a no perdonar, tampoco. ¡Hasta que se haga justicia! 

 

Pablo Ruiz es parte del Observatorio por el Cierre de la Escuela de las Américas.

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/197073
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