No hay revolución bolivariana sin revolución cultural

19/11/2018
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Son muchas las preguntas que le asaltan a uno cuando se topa con las incoherencias del proceso conocido como “revolución bolivariana” (que a veces provoca escribirlo entre comillas). Sobre todo al observar las falencias culturales del proceso.

 

A la luz de los poquísimos esfuerzos en promover y enseñar la Doctrina Bolivariana en los ámbitos educativos y comunicacionales, da pena concluir que no hay revolución bolivariana. La ignorancia generalizada en la sociedad –puntual y más grave en la burocracia- sobre la vida, gesta e ideas del Libertador Simón Bolívar, es espeluznante.

 

Una extraña mezcla de pragmatismo político, esoterismo económico y farandulerismo ideológico, ha sustituido la filosofía revolucionaria. Mediáticamente la situación no puede ser peor, la parrilla pública nos pone a escoger entre el tarot y la cháchara evangélica. Se ve que la dirección de “nuestras” televisoras (porque teóricamente son del pueblo venezolano, aunque el Estado burgués se encargue de enajenarlos) nunca leyó los Manifiestos de Cartagena y Carúpano.

 

II

 

La tarea cultural de una revolución es la transformación radical de la conciencia. Pasar del estado colonizado y alienado, a la toma de conciencia de clase y nación. En la confrontación antiimperialista y en la precondición descolonizadora, ninguna herramienta sustituye al cambio cultural. La política cultural del Estado tiene tres prioridades que definen y determinan todo: 1) consolidar una concepción revolucionaria de la realidad opresora que permita interpretarla y superarla, 2) reforzar el conocimiento de la historia nacional como construcción de memoria colectiva, sentido de pertenencia y aptitud descolonizadora, y 3) promover y arraigar los valores de la nueva sociedad que aspiramos alcanzar, como fruto de las luchas populares de liberación.

 

Estas orientaciones programáticas deben concretarse en objetivos como el despertar ciudadano, la movilización por los intereses colectivos, la reafirmación de la identidad nacional como síntesis de las diversas identidades ancestrales, republicanas y emergentes de la contemporaneidad; todo ello enmarcado en la contradicción fundamental soberanía versus imperialismo, y en la ruta estratégica del ideal socialista.

 

Cultura es toda hechura humana, pero en términos de gestión estatal, la política cultural es el conjunto de lineamientos y recursos que se ponen al servicio de la formación de una personalidad colectiva, en la defensa de los intereses del pueblo trabajador y la independencia nacional.

 

III

 

Prevalece una concepción desperdigada de la cultura; cada organismo sectorial o territorial hace la política cultural que le parece, casi siempre desde la muy mediocre visión de que bastan una par de eventos rocambolescos. No se me olvida –porque me traumatizó solo enterarme- el zafarrancho millonario que un alcalde “chavista” de Guanta armó para presentar a un famoso reguetonero paisa. Esa es la “cultura” para liderazgos decadentes y corruptos. No importa si el “artista” es un enemigo de los valores que pregona la “revolución”.

 

No se trata de negar que ha habido algunos avances momentáneos y sucesos exultantes como erradicar el analfabetismo, o haber mantenido varios años la revista política A Plena Voz. Pero no se cosecha un solo año y ya, si se requiere el alimento toda la vida. El trabajo cultural tiene que ser transversal y permanente en la acción gubernamental. El pueblo lo hace siempre, pero sabemos que el pueblo solo frente al gran poder cultural del capital transnacional y la industria imperialista del “entretenimiento”, puede ser un rebaño de ovejas ante una manada de lobos. Para eso existen las vanguardias, donde se supone reside la claridad que encauza la fuerza de las masas.

 

IV

 

Estas reflexiones me nacieron desde la vergüenza al ver el anuncio de la presentación del cantante vallenato Poncho Zuleta en la Feria de la Chinita en Maracaibo. Este individuo es un paramilitar confeso, que en Colombia apoya descaradamente el genocidio de líderes sociales a manos del terrorismo estatal disfrazado de paramilitarismo. Ha sido acusado de apropiarse de fincas confiscadas a sus propietarios luego de asesinarlos.

 

Como bolivariano venezolano ofrezco mil excusas, pido perdón a las víctimas de esa máquina de la muerte que es el paramilitarismo colombiano, del que también nuestro país es víctima.

 

¿Incoherencia? Impensable. ¿Ignorancia? Inaceptable. Habría otros “detalles” que cuestionar del festín merenguero, pero son minúsculos ante la grave afrenta paraca.

 

No es inocente subir a las tarimas y ofrecer el micrófono (además de nuestros escasos dólares…o ¿cobró en petros?) a un propagandista de los más atroces y peligrosos enemigos de la Revolución Bolivariana.

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/196627
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS