Hacia una revalorización de lo militar en la política sudamericana

09/10/2018
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Para empezar: Digamos que la forma en que las distintas culturas a lo largo de la historia se han preparado para la guerra. Ha producido profundas transformaciones políticas en sus sociedades. Se puede afirmar con absoluto rigor histórico, sólo por citar un ejemplo, que la democracia que practicaban las ciudades-estado griegas le debe más a la organización de sus falanges que a los discursos pronunciados en sus respectivas ágoras.

 

No en vano el origen etimológico más primigenio de la voz exercitus, es “asamblea”. De hecho, no había distinción alguna entre su significado y la palabra “pueblo”. Para ser un ciudadano, hecho y derecho, primero, había que ser soldado, por el simple y vital hecho, de poder ser considerado como un ciudadano respetable.

 

Mutatis mutandis, las cosas evolucionaron mucho hasta nuestros días. Para hacer corta una historia larga. Sinteticemos, diciendo que la profesión militar se fue, valga la redundancia, profesionalizando. De hecho, fue sólo fue a fines de la Edad Media y principios del Renacimiento en que este proceso de hizo posible. Cuando el absolutismo de los reyes del siglo XVII y XVIII le puso fin a este sistema descentralizado de los señores feudales para algo tan delicado como la administración de la violencia. La que reclamaron, como era lógico, para su uso exclusivo.

 

Texto completo en el PDF adjunto

 

https://www.alainet.org/es/articulo/195803
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