Cinco interrogantes sobre el acuerdo con el FMI y la salida de Luis Caputo

01/10/2018
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A raíz de la renuncia de Luis Caputo, exjefe de negocios del Banco JP Morgan Chase a la presidencia del Banco Central de la República Argentina (BCRA), y el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que pretende garantizar los dólares que precisa Mauricio Macri para seguir en el gobierno, cinco interrogantes se aparecen en una primera y rápida reflexión.

 

 1) Coincidencias (¿?)

 

Hace unos días el presidente estadounidense Donald Trump sostuvo un fuerte altercado con el CEO mundial de JP Morgan, Jamie Dimon, profundizando la disputa interna dentro el bloque neoconservador, que se encuentra en posición de gobierno en los Estados Unidos.

 

Entre las múltiples provocaciones que públicamente se dispensaron ambos personajes, corrió con fuerza un comentario sobre la guerra comercial entre Estados Unidos y China, iniciada por el trumpismo, y que a esta altura ya estaría complicando el entramado de intereses del conjunto de la oligarquía financiera mundial. Pareciera que JP Morgan y la trama económica más asentada en Wall Street y el Atlántico Norte no están dispuestos a seguir el camino de “American First” que traza la Casa Blanca.

 

Ante tamaña tensión en el núcleo duro del poder estadounidense surge un misterio muy inquietante para Argentina: ¿La pelea entre JP Morgan y la administración de Washington digitó una “batalla de peones” entre el ministro de economía Nicolás Dujovne y el renunciante presidente del BCRA Luis “Toto” Caputo? Por las dudas, en una entrevista para la señal TN del Grupo Clarín Dujovne aclaró que sus diferencias con Caputo no eran “personales”.

 

 2) Chau Toto

 

Un ya debilitado Luis Caputo construyó de su renuncia un golpe político. Eligió irse en la ausencia del presidente Macri –de gira por la ONU, el FMI y el “Global Citizen Award”-, usando de plafón la huelga general con más contundencia y consenso social de por lo menos los últimos 10 años de historia política argentina.

 

Para los intereses que representa, “Toto” cumplió muy bien la tarea: En los tres meses de su gestión al frente del Banco Central, permitió la fuga de 13.735 millones de dólares (214 millones por día) y el peso argentino se devaluó con respecto al dólar más de un 40% (de 27,75 pesos el 22 de junio, a 39 el 25 de septiembre). Su tarea allanó la cuasi destrucción del peso argentino como moneda soberana y abrió las posibilidades de que los neoconservadores planteen la posibilidad de dolarizar la economía argentina.

 

¿Cuál será el futuro laboral del renunciante presidente del Banco Central argentino?, ¿Volverá a gerenciar Noctua Partners LLC, un fondo de inversiones denunciado en el “Paradise Paper´s”?, ¿O se convertirá en el administrador de los fondos BlackRock o Templeton de su “equiper” y todavía vicepresidente del BCRA, Gustavo Cañonero?

 

Mientras tanto, la última semana de septiembre llevó la cotización del dólar a más de 41 pesos. Por efecto directo de la devaluación, según datos de la consultora Ecolatina, el salario real formal se ubicaría al menos 9% por debajo del que regía en las elecciones de 2015.

 

 3) La intervención

 

El acuerdo que el ejecutivo argentino firmó con el FMI garantizaría una “gobernabilidad por deuda” hasta el año 2021. Este segundo arreglo amplía a 57.100 millones de dólares el préstamo original y adelanta fondos por 13.400 millones para este año, cuya primera partida llegará en octubre.

 

Los hechos siempre valen más que las palabras. La conferencia que dio a conocer el nuevo entendimiento entre el gobierno argentino con el FMI sinceró la situación neocolonial en la que volvió a caer el país desde la llegada de la Alianza Cambiemos al gobierno: Con la bandera argentina detrás, la titular del FMI Christine Lagarde reemplazó al propio presidente Mauricio Macri. A su lado, el ministro de economía argentino, Nicolás Dujovne, profundizaba su rol de “debt administrator” (administrador de deudas).

 

¿Cuál es su promesa de gestión? Construir el “déficit cero” con un esfuerzo fiscal que rondaría entre un 3 y un 3,7% del PBI argentino. Eso significa más de 16.380 millones de dólares de ajuste, es decir, unos 671.580 millones de pesos argentinos.

 

Para poner una comparación, el presupuesto destinado al sistema universitario que el propio gobierno proyecta para 2019 es de $Ar 123.507, mientras los servicios de la deuda pública del proyecto de presupuesto 2019 ascienden a $Ar 746.389 millones, equivalente al 18% del presupuesto total de la Administración Nacional. Es decir, el presupuesto argentino, diseñado a la medida del FMI, gastará 6 veces más en deuda de lo que invertirá en el sostenimiento de las 57 Universidades públicas. 

 

4) Contradicciones

 

Las disputas internas en el seno del sistema financiero mundial marcan gran parte del ritmo del conflicto económico, social y político que viven hoy los más de 44 millones de argentinos. Las disputas dentro del propio gobierno argentino entre globalistas (“Argentina en el G-20”) y neoconservadores (“Argentina dolarizada bajo control del FMI”) han minado las perspectivas hegemónicas del “mejor equipo de los últimos 50 años”.

 

Esa situación abrió lugar a la presencia cada vez más incontenible de una fuerza social de oposición política como “tercer proyecto” en la disputa.

 

La capacidad de convocatoria y la potencia creciente del movimiento popular está permitiendo que el conjunto de la clase trabajadora gane márgenes de autonomía política y social para imponer su programa y su iniciativa, frente a una disminuida y perseguida oposición parlamentaria, enredada muchas veces en el laberinto institucional de la Constitución neoliberal de 1994.

 

El acuerdo con el FMI es un intento por resolver la contradicción “de arriba” bajo conducción del más rancio neoconservadurismo. Bajo patrocinio de Donald Trump, el FMI aseguró los dólares que Macri necesita para aspirar a su reelección. Los argentinos saben que sin reservas, no hay gobierno (1989 y 2001).

 

¿Las fuerzas globalistas que también integran la alianza de intereses en posición de gobierno aceptarán esto mansamente o propondrán “un cambio dentro del cambio” e, incluso, otra candidatura a la presidencia?, ¿Para quién jugó la revista Forbes cuando tituló que “Argentina puede explotar en cualquier minuto”?

 

5) El pueblo

 

El mencionado “tercer proyecto” está desplegando su Programa que, centralmente, implica la construcción de un amplio marco de alianzas sociales y políticas, bajo conducción de un cada vez más fortalecido núcleo político sindical.

 

La calle tiene una presencia ineludible en el escenario político argentino. El editorialista del diario conservador La Nación Carlos Pagni relata que “cuando los funcionarios argentinos solicitan el auxilio norteamericano, suelen explicar que ´si nosotros fracasamos vuelve el socialismo´. A veces dicen ´comunismo´. Soluciones imperfectas para una dificultad retórica: con la gente de Trump no se puede denostar el ´populismo´”.

 

Este heterogéneo movimiento popular debe evitar caer en dos miradas: la institucionalista y la espontaneísta. La primera de ellas es la que pretende resolver la actual crisis argentina encerrada en el debilitado, fragmentado y controlado sistema electoral y de partidos. No habrá una propuesta electoral competitiva para 2019 si no termina de tomar forma y potencia esta fuerza con capacidad de conducir al conjunto del pueblo a una victoria política y estratégica sobre esta restauración neocolonial.

 

La segunda mirada es la que se radicaliza sin comprender el conjunto de las contradicciones sociales, denostando las tareas de organización popular y la formación socio-histórica de las distintas fracciones sociales. No hay posibilidades de construir grandes transformaciones si no vienen de la mano de una voluntad colectiva y organizada.

 

Lo que vehiculiza un Programa, lo que media la construcción de una estrategia, se llama organización. Es importante articular acciones unitarias, preguntándose sobre la direccionalidad de ese proceso (sabiendo que ésta se encuentra, inicialmente, enmarañada en el diseño político que construyen los sectores dominantes). Pese a voluntades erráticas, e incluso entrampadas en el burocratismo y el reformismo, en el campo popular se nos empieza a manifestar algo insoslayable: “las revoluciones no se hacen, sino que se organizan”.

 

Paula Giménez

Matías Caciabue

Investigadores/as argentinos/as del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

 

https://www.alainet.org/es/articulo/195651

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