Idiomas abyayalenses y censos de población

28/09/2018
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Foto: Kevin E. Sánchez Saavedra
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«Propongo un diálogo y un acuerdo entre hombres y mujeres líderes, entre las distintas autoridades de las naciones abyayalenses y afropanameñas, para que juntas puedan solicitar al INEC que considere incluir algunas preguntas en el censo acerca del dominio y uso de los idiomas».

 

Ya han pasado varias décadas desde que Paulo Freire nos mostró que nombrar el mundo o las cosas es también una manera de reclamarlo, y legitimar que dichas maneras de ver el mundo son las correctas. Nos enseñó que la educación siempre está inmersa en relaciones de poder y luchas de sentido por las existencias. Sobre todo, nos brindó esperanza.

 

Hay diferencias existenciales y de poder entre llamar a este continente América y Abya Yala; entre hablar de “indios”, “indígenas” y abyayalenses raizales. El escritor y poeta gunadule Igwaigliginya (Arysteides Turpana) constantemente denuncia esta geo-política y onto-política del conocimiento. Por ello, en oposición de América reivindica el término Abya Yala; refutando el concepto de “indio” o “indígena” emplea el de naciones abyayalenses, de pueblos o naciones raizales o aurorales. En suma, las palabras tienen poder.

 

Esta justa lucha de sentido por la existencia en el ámbito aparentemente neutral del lenguaje evidencia un asunto crucial, que pocas personas lingüistas han abordado con profundidad. Sentir, ver, imaginar, pensar y nombrar la vida y las cosas con los nombres que les damos demuestra una perspectiva específica de enfocar, captar, representar, denotar, explicar o analizar mundos; por lo tanto, «las lenguas son puertas de entrada a las cosmovisiones en cuanto perspectivas o enfoques sociales de percibir el mundo», sentencia el lingüista mejicano-alemán Carlos Lenkersdorf, y asuntos similares también han dicho Wilhelm von Humboldt y Benjamin Lee Whorf.

 

Defender nuestros idiomas, defender cosmovisiones

 

El idioma oficial (= castellano) resulta entonces una puerta de entrada a la cosmovisión dominante y hegemónica occidental que subyace en la modernidad y el capitalismo, de arrogante pretensión universal. En Panamá, el idioma castellano está investido de oficialidad y hegemonía por intermedio de su constitución política. Sin embargo, al tiempo que se reconoce al castellano como el idioma oficial, igual la constitución política reconoce que: «Las lenguas aborígenes serán objeto de especial estudio, conservación y divulgación y el Estado promoverá programas de alfabetización bilingüe en las comunidades indígenas».

 

Anmar gaya (= dulegaya), es nuestro idioma, y no es únicamente el castellano el que merecería atención y privilegio. Borwa twõkwo (= naso tjër ibi), es nuestro idioma, y lo constituyen también aquellos hablados por las naciones abyayalenses en Panamá. Che kuru (= buglere), es nuestro idioma, y es una puerta de entrada a una de las diversas cosmovisiones de los pueblos aurorales en Panamá. Dadyira᷉ bedea (= emberá bed’ea), es nuestro idioma, y tiene derecho a ser preservado y divulgado. Kugwe nigwe (= ngäbere), es nuestro idioma, y requiere un sostenible y bien presupuestado programa de educación bilingüe. Maan meu (= wounaanmeu), es nuestro idioma, y también se encuentra amparado por la Ley N° 88 del 22 de noviembre de 2010. Se' ujtö (= se'iebribri), es nuestro idioma, y será defendido junto al idioma de las demás naciones abyayalenses.

 

Hoy debemos defender la relevancia e importancia de los idiomas abyayalenses y las cosmovisiones que contienen contra los resabios de la lógica del racismo moderno/colonial, que busca por todos los medios posibles, al decir de Walter Mignolo, ordenar inferiores e inapropiadas al dominio del conocimiento sistemático todas las lenguas que no sean las seis lenguas europeas modernas, el griego o el latín, para seguir manteniendo el «privilegio enunciativo de las instituciones, los hombres y las categorías de pensamiento» que guardan sus raíces en el Renacimiento y la Ilustración europeos.

 

 

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Necesidad de fortalecer la Educación Intercultural Bilingüe (EIB)

 

La Ley N° 88 del 22 de noviembre de 2010 (ley que merece ser revisada y actualizada) dispone de criterios mínimos para la organización y administración de la EIB. Establece la obligatoriedad de la implementación de la EIB, por lo tanto, la enseñanza de los idiomas abyayalenses, «en las escuelas oficiales y particulares que funcionen en todas las comunidades indígenas que se encuentren dentro o fuera de las comarcas, áreas anexas, tierras colectivas y regiones indígenas en general».

 

Es importante destacar de esta Ley N° 88, en su artículo 4, señala que la enseñanza de los idiomas abyayalenses será paralela a la del idioma español en todas las comarcas, áreas anexas y tierras colectivas, y que «en las comunidades que se encuentren fuera de los territorios mencionados donde la población educativa sea mayoritariamente indígena, el Ministerio de Educación podrá adoptar las medidas necesarias para que la enseñanza sea impartida en la forma prevista en el párrafo anterior». Lo que indica claramente que la enseñanza de los idiomas abyayalenses debe ser impartida en aquellas escuelas o colegios cuya mayoría sea población abyayalense raizal, y no exclusivamente en las comarcas y tierras colectivas.

 

Para la defensa de la enseñanza de los idiomas abyayalenses es importante reconocer sus niveles de vitalidad. Es decir, cuánto es la cantidad de población de cada nación abyayalense que tiene dominio pleno de su lengua materna. Entre las naciones bribri, buglé, embera, gunadule, ngäbe, naso-tjërdi, uga chere y wounaan, ¿cuánto es el porcentaje de su población que tiene un conocimiento y uso pleno de su idioma propio? Dicha información es fundamental para el fortalecimiento de la EIB, para dar cuenta de sus avances o retrocesos. ¿Cómo puede lograrse tal información?

 

Unas nuevas preguntas en el censo

 

Quiero proponer que además de preguntar en el censo cuánta población se considera abyayalense raizal, también se le pregunte acerca de su dominio de la lengua materna. Por ejemplo, otros censos de población, como el de México o Ecuador, lo hacen. Preguntas como estas pueden dar cuenta del bilingüismo entre las naciones abyayalenses, pero también entre otras poblaciones, como en el caso de la población afroantillana u otros colectivos. ¿Cuál es la vitalidad de tales idiomas?

 

Propongo un diálogo y un acuerdo entre hombres y mujeres líderes, entre las distintas autoridades de las naciones abyayalenses y afropanameñas, para que juntas puedan solicitar al Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC) que considere incluir algunas preguntas en el censo acerca del dominio y uso de los idiomas. Adicionalmente, es fundamental que la Dirección Nacional de Educación Intercultural Bilingüe, del Ministerio de Educación, se adhiera a esta solicitud, junto al Vice Ministerio de Asuntos Indígenas del Ministerio de Gobierno, la Coordinadora Nacional de Pueblos Indígenas de Panamá y la Secretaría Nacional para el Desarrollo de los Afropanameños.

 

Hace cincuenta años, en el “Retrato del colonizado”, se preguntaba Albert Memmi: « ¿A través de qué se transmite aún la herencia de un pueblo?» Y se respondía: «A través de la educación que imparte a sus hijos y del lenguaje, maravilloso reservorio enriquecido sin cesar por experiencias nuevas. De este modo se legan e inscriben en la historia las tradiciones y las adquisiciones, las costumbres y las conquistas, los hechos y los gestos de las generaciones precedentes».

 

Para este artículo agradezco a: Jorge Sarsaneda, Arysteides Turpana, Larissa Duarte, Reynaldo González, Carla Jara, Sonia Duriwak, Rigoberto Flores Carpintero, Ignacio Rodríguez, Kafda Vergara, Sisa Pacari, Juan Gómez Torres y Adolfo Mezua.

 

Kevin E. Sánchez Saavedra

Antropólogo social

kevinsanchez@unicauca.edu.co

 

https://www.alainet.org/es/articulo/195611
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