Afganistán: La batalla de Ghazni

16/08/2018
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En una nueva y contundente demostración de fuerza, el Talibán, a poco más de dos meses de las elecciones legislativas, desplegó desde el último viernes 10 una ofensiva bautizada como al-Khandaq (La Trinchera), una serie de ataques que están en desarrollo, contra la estratégica ciudad de Ghazni, capital de la provincia del mismo nombre en el centro del país y otros objetivos cercanos. Lo que precipitó una reunión “extraordinaria” del presidente afgano Ashraf Ghani, con el ministro y funcionarios del Ministerio de Defensa para tratar la crisis de Ghazni y las acciones de contingencia.

 

El control de la ciudad de Ghazni, a 150 kilómetros de Kabul, sobre la estratégica ruta que une la capital afgana con Kandahar, la segunda ciudad del país, les permitiría a los terroristas cortar el sur del país de la influencia del Kabul, además de poder controlar las provincias vecinas de Paktika y Zabul. En este momento, según las cifras muy conservadoras del Congreso de Estados Unidos, Kabul controla menos del 56% del país, mientras que el talibán posee un 11% y el resto del territorio permanece en constante disputa.

 

La operación de los hombres del actual Amir-ul momineen (Príncipe de los creyentes) el mullah Mawlawi Haibatullah Akhundzada, el máximo líder del Talibán sobre la ciudad de Ghazni, de una población de 280 mil habitantes, se inició en las primeras horas del viernes 10, con la participación de cerca de un millar de muyahidines, armados con lanzagranadas y fusiles AK-47.

 

A pesar de que el Ministerio del Interior anunció al día siguiente de que los talibanes ya habían sido desalojados a seis días de la toma, esa información no ha podido ser verificada, ya que, según distintas fuentes, la batalla de Ghazni se sigue librado con un saldo provisional de 400 muertos, 220 hombres del ejército y la policía afgana, 130 talibanes y 50 civiles. Los fundamentalistas en la ofensiva, alcanzaron una colina donde están instaladas las antenas de los canales de televisiones y radios locales, las que fueron destruidas tras asesinar a cinco guardias de seguridad y un técnico que trabajaba en el lugar, dejando en el aire solo Radio Shariat (Voz de la Sharia), una estación del talibán, que funciona desde una furgoneta.

 

Este último lunes,  Kabul había enviado a mil efectivos de refuerzo, junto a un número no revelado de “asesores” norteamericanos, mientras que el mismo viernes la aviación estadounidense iniciaba una serie de ataques contra objetivos presumiblemente terroristas, realizando, hasta ahora, 24 incursiones, coordinados con sus fuerzas especiales desplegadas en tierra. El teniente coronel Martin O'Donnell, portavoz de la misión Resolute Support (Apoyo Decidido), informó que en las operaciones habrían eliminado a unos 220 talibanes. Y que la mayoría de los ataques aéreos se habían realizado en su mayoría entre el día domingo y lunes, lo que contrasta con la información del Ministerio del Interior afgano. Las tropas enviadas por el gobierno afgano a Ghazni desde las ciudades de Gardez y Kabul, fueron hostigadas en diferentes puntos de la ruta con emboscadas, voladura de puentes, minado de caminos, lo que convirtió un trayecto habitual de dos horas en prácticamente un día.

 

Zabihullah Mujahid, vocero del talibán, informó que la prisión de Ghazni, había sido tomada liberando a todos los prisioneros, sin precisar el número; por otra parte también anunció que se les había ordenado a sus combatientes retirarse de Ghazni, tras cinco días de batallas callejeras, en las que eliminaron a cientos de personas y dejando gran parte de la ciudad en ruinas;  muchos edificios gubernamentales están en llamas,  lo que incluye a las torres de comunicación celulares por lo que las informaciones son condicionales y exiguas. Y hay el serio riesgo de que, bajo los escombros, se encuentren muchas más víctimas, ya que los insurgentes se habían refugiaron en casas de familia.

 

Los civiles que lograron escapar de la ciudad durante la batalla, informaban que las calles estaban cubiertas de cadáveres, que por la virulencia de los enfrentamientos no podían ser recuperados, por ninguno de los bandos. Según el coronel Farid Ahmad Mashal, jefe de policía de Ghazni, los insurgentes habrían perdido unos 500 hombres.

 

Mientras los combates se libran en Ghazni, otros ataques han tenido como epicentro poblaciones del norte, centrando la ofensiva en la vecina provincia de Maidan Wardak, limítrofe con Kabul, con fuertes combates en las localidades de Salar y Uzbin Darase, cortando la estratégica autopista Kabul-Kandahar, que conecta a la capital con el sureste afgano. Concretamente Surobi, a menos de una hora de Kabul, se convirtió en el núcleo de esa embestida.

 

El talibán lanzó entre viernes y domingo, ataques contra otros objetivos, incluida la localidad de Ajristan, en el escabroso occidente de la provincia de Ghazni, donde una unidad entera de comandos del Ejército Nacional Afgano fue arrasada. Se estima que no menos de cien militares murieron en esa acción. En el vecino distrito de Malistán, murieron a manos de los terroristas entre 30 y 40 militares.

 

Ataques similares se dieron en 2015, contra la ciudad de Kunduz, la mayor operación insurgente desde la invasión norteamericana de 2001, cuándo mantuvieron varios días esa capital provincial bajo su control; al año siguiente lograron tomar la ciudad de Trinkot , capital de Uruzgan,  y Lashkargah,  capital de Helmand, aunque por la intervención norteamericana debieron retirarse.

 

De vuelta al infierno

 

Estas nuevas operaciones de los insurgentes sin duda apuntan a presionar tanto las conversaciones secretas que el talibán mantiene en Qatar con funcionarios norteamericanos, el gobierno de Kabul llama insistentemente a la mesa de negociaciones, y, de alguna manera, busca a influir en las legislativas del próximo 20 de octubre.

 

2018 se está convirtiendo en una de los años más letales desde la invasión norteamericana de 2001, con casi 1800 muertos desde enero, producto de los asaltos muyahidines, ataques suicidas y atentados con explosivos, protagonizados por el Talibán y el Daesh Khorasan, cada vez con más presencia en el país desde 2015.

 

La cada vez más grave situación afgana ha obligado al Departamento de Estado norteamericano y a la Primera Ministra británica Theresa May a redireccionar sus políticas en el país centroasiático.

 

Londres ha anunciado el envío de 440 hombres que se unirán a la misión de la OTAN, cuatro años después que Reino Unido, había abandonado Afganistán, dejando en la provincia de Helmand 455 muertos británicos. Esta provincia es la mayor productora de adormidera, materia prima del opio, clave para la financiación de la guerra del talibán, que hoy controlan en casi su totalidad.

 

Británicos y norteamericanos coinciden en afirman que sus hombres no están allí para combatir, sino para dar asesoramiento y ayudar a las tropas afganas.

 

El organismo norteamericano encargado de revisar el gasto para la reconstrucción de Afganistán (SIGAR) acaba de publicar que se consumieron 15.500 millones de dólares solo desde 2008 a diciembre de 2017, un verdadero agujero negro como lo llamó el congresista norteamericano Walter Jones, la desproporción de la cifra hace poco posible que el Congreso apruebe más fondos para que Trump siga desarrollando su errática campaña militar en Afganistán.

 

Donde, a pesar de la presencia cada vez más activa de los ejércitos occidentales, las acciones terroristas por parte del Talibán y el Daesh Khorasan, no se detienen. Al tiempo que se escribían estas líneas un suicida se inmoló en Centro Educativo Mawoud, del distrito kabuli de Dasht-i-Barchi, donde se asienta un grueso número de chiís, asesinado a más de 50 personas e hiriendo a 69,  en su gran mayoría alumnos del establecimiento.

 

Rápidamente el comando talibán deslindó su responsabilidad, lo que sin duda queda claro que ha sido trabajo del Daesh Khorasan, que se caracteriza por este tipo de ataques contra la comunidad chií y la minoría étnica Hazara.

 

Prácticamente en el momento de este último atentado, en la provincia septentrional de Baghlan un ataque talibán dejó al menos 44 policías muertos.  La espeluznante lista de ataques y muertos sin duda irá en aumento en las próximas semanas como parte de su campaña de verano, particularmente caliente.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/194775
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