Venezuela, los grillos del imperialismo

14/08/2018
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A propósito de Venezuela y el fallido atentado contra Maduro, vuelve la reflexión de Lukacs en el volumen El asalto a la Razón. El filósofo húngaro acusa a Schopenhauer de haber ofrecido a los oficiales prusianos los propios binoculares de teatro para fijar mejor la mira y disparar a los insurgentes de 1848. Hechas las debidas proporciones históricas, filosóficas y culturales, se podría usar la misma frase con respecto a aquel periodismo que, con el avance de la “modernidad líquida” a costa de un pensamiento fuerte en el mundo y en la ausencia de un “intelectual colectivo”, ha puesto siempre más peso en la formación de la “opinión pública” y de una determinada hegemonía cultural.

 

La concentración monopólica de los grandes grupos editoriales también ha convertido a la información en una mercancía al servicio del capital, multiplicada por la influencia de los grandes medios en el sistema-mundo: un escenario en el que se evidencia el creciente impulso a la guerra imperialista como única salida de la crisis estructural en la que se debate el capitalismo.

 

Como hemos visto en estos años, el rol de los medios ha sido el de preparar, acompañar y consolidar las agresiones a países ricos en recursos fundamentales para redefinir a favor del capital la explotación del trabajo a nivel global. Nos han “contado” de guerras “humanitarias”, de “democracia” a exportar con las bombas, sustituyendo a la lucha de clases por el paradigma de la “víctima merecida”: sea en la forma del victimario eternamente impune (Israel), sea en aquella del “caso humano” que debe mendigar atención por televisión en lugar de luchar con fuerza por los propios derechos (obreros, migrantes, etc.). La del “fin de las ideologías” resulta así la peor de las ideologías, en el justo sentido de la falsa conciencia, asumida por una manada en acefalía convencida de la propia “singularidad”.

 

Por el contrario, ninguna Welthanschauung es inocente, ninguna visión del mundo es neutral, ninguna información es “imparcial”. En ese enfrentamiento de intereses en curso, cada uno hace su oficio. Los medios de guerra, muy bien posicionados con sus “binoculares de teatro” en las “sociedades complejas” son la infantería ligera del capitalismo. En el sur global, donde la lucha de clases es más difícil de ocultar, funcionan como grillos del imperialismo, llegando a ponerse en juego en primera persona. Se lo ha visto durante el golpe contra Chávez en el 2002, se lo ve también ahora en el fallido atentado contra Maduro, que habría decapitado a gran parte del socialismo bolivariano.

 

Una tragedia anunciada, habrían encabezado los títulos en Europa por mucho menos. En cambio, para Venezuela Bolivariana, la palabra atentado se pone entre comillas. En el “relato” mediático, quien se alza en armas contra la democracia burguesa, es “terrorista”, quien atenta contra la democracia participativa y contra un gobierno legítimo reafirmado tres veces por las urnas en pocos meses, es un “combatiente por la libertad”.

 

Por otra parte, ¿de dónde llegan las potentes corporaciones internacionales de la prensa, siempre listas a protestar por la ausencia de “libertad” de una sola parte, pero que permanece vergonzosamente en silencio ahora? Vienen, como las grandes multinacionales del “humanitarismo” del período de la Guerra Fría y de la lucha contra el comunismo. Es el caso de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que tiene como común denominador el anticomunismo, y trabaja en estrecho contacto con los servicios de inteligencia estadounidense. Ha sido creada durante los años de la Guerra Fría, como parte de la lucha sin cuartel entre las fuerzas revolucionarias y aquellas que querían tener el mundo al servicio de los propios intereses imperialistas. Los años del Plan Cóndor, que se renueva en el tercer milenio en forma económica, mediática y financiera, pero que no desdeña la forma tradicional: la eliminación física de quien no se somete.

 

Es un libreto ya visto, ¿pero por qué funciona? Cuando al balance de la historia es sustituido por el de los tribunales, cuando el complot y la toma de distancias pintan una noche en la que todos los gatos son pardos, se pierde la brújula para entender de dónde llega la tormenta que puede azotarnos.

 

También este es un libreto ya visto. Si el atentado contra Maduro hubiera impactado en el objetivo, se habría desatado una guerra civil. Se habría creado la situación adecuada para una intervención militar externa, solicitada animadamente por una pléyade de figuras con el apoyo de los parlamentarios europeos. Ahora que ha fracasado, la versión de todas maneras está ya lista: se ha tratado de un montaje del “régimen” para distraer la atención de la “crisis humanitaria” y para desencadenar una cacería de brujas respecto a la “oposición pacífica”.

 

En cambio, desde Miami a Bogotá, pasando por Europa donde encuentran asilo y apoyo los golpistas venezolanos, los grillos del imperialismo sabían. Desde Estados Unidos y Colombia, se decía en voz alta: “Maduro tienen los días contados”. La primera en leer el comunicado de reivindicación de los Soldados de Franela (el grupo del que hacía parte el expolicía Oscar Pérez, que lanzó bombas desde un helicóptero militar) ha sido Patricia Poleo en su programa Agárrate, transmitido desde Miami.

 

La señora es una golpista venezolana de larga trayectoria, hija de Rafael Poleo, periodista de oposición. Durante el golpe de Estado contra Chávez, en el 2002, dirigía el diario El Nuevo País, de propiedad del padre. Para organizar el golpe guiado por la CIA concurrieron los grandes medios privados, la confederación local de industriales Fedecámaras (que puso como jefe del breve gobierno a su presidente Carmona Estanga) y las jerarquías eclesiásticas. También en ese entonces, las grandes instituciones internacionales han negado la naturaleza subversiva del golpe de Estado, haciendo creer que Chávez se hubiera ido espontáneamente.

 

Cuando el pueblo lo ha hecho volver a su puesto como presidente, han comenzado las investigaciones sobre las masacres cumplidas entonces por los golpistas. El juez Danilo Anderson estaba a cargo de las indagaciones sobre los muertos de Puente Llaguno. En ese entonces francotiradores manipulados por la CIA dispararon sobre dos manifestaciones opuestas atribuyendo la responsabilidad a la “represión de Chávez”. Una verdad a ocultar. Al juez lo hicieron explotar con una potente carga de explosivo colocado en su auto: el C4, el mismo transportado por los dos drones dirigidos contra Maduro. Patricia Poleo está acusada de estar entre los autores intelectuales de aquel homicidio.

 

Hay quien se ha jactado de haber participado en la organización directa del intento de la masacre del 4 de agosto del 2018. Uno de estos es el señor Jaime Bayly, supuesto periodista peruano, verdadero agente de la CIA. El video en el que Bayly cuenta sobre la reunión a la que ha asistido y confirma la confesión de uno de los arrestados, el ex-sargento de la Guardia Nacional bolivariana, Juan Carlos Monasterio, esta visible en Youtube.

 

Monasterio, ha explicado la dinámica del ataque, programado ya para los meses precedentes, pero pospuesto porque los drones no habían llegado a tiempo. Ha reconstruido todos los contactos, los reclutamientos y el financiamiento en el Estado Carabobo, Colombia y Estados Unidos. El ex-sargento había sido arrestado el año pasado por el asalto al Fuerte Paramacay, siempre en el Estado de Carabobo. Atentado reivindicado con un video por militares de la “resistencia” encapuchados.

Uno de los financistas de aquel asalto y de este, que huyó a los Estados Unidos, se llama José Riva. Resulta ser propietario de clínicas privadas, haciendas, empresas fantasma. Un actor de la guerra económica que junto a las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea, intenta la caída del socialismo bolivariano. Recientemente, algunos de los involucrados en las “guarimbas” y en este ataque habían salido de la prisión gracias a la amnistía concedida por el “dictador” Maduro.

 

¿En qué país “democrático” se puede asaltar un cuartel, lanzar bombas y salir de la cárcel como por haber robado caramelos? Deberían reflexionar aquellos actores de la emergencia infinita en un país como Italia en el que los prisioneros políticos han sufrido más años de cárcel que Mandela mientras las masacres fascistas permaneces hasta hoy impunes.

 

En su confesión, Monasterio ha involucrado a dos dirigentes de oposición, Julio Borges, de Primero Justicia, que huyó a Bogotá, y al diputado Juan Requesens, a los que la Asamblea Nacional Constituyente – órgano plenipotenciario elegido el año pasado por más de 8 millones de ciudadanos- ha quitado la inmunidad parlamentaria: no obstante las protestas de la Asamblea Nacional, el Parlamento gobernado por las derechas y considerado “en desacato”. Otra reivindicación ha llegado a la Reuters por parte de Salvatore Lucchese, italiano de nacimiento, ex-director del a policía de San Diego, en el Estado venezolano de Carabobo. El ex-funcionario ha declarado haber participado directamente en el atentado, confirmando en este modo la confesión de Monasterio.

 

Lucchese hace parte de la extrema derecha venezolana y, por su misma admisión, se siente “muy cercano” a las posiciones del ex-presidente colombiano Álvaro Uribe, gran patrocinador del paramilitarismo, dentro y fuera de su país.

 

En el 2014, durante las violencias de calle organizadas por la derecha para intentar derrocar al gobierno Maduro (las guarimbas), Lucchese fue condenado a 10 meses de cárcel: se había rehusado a seguir la orden del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que instaba a las autoridades locales de facilitar la libre circulación de las personas, impedida por los “guarimberos” armados. Con él, y por el mismo caso, fue encarcelado en Ramo Verde otro italiano, Enzo Scarano, alcalde de San Diego.

 

Entonces, Lucchese fue expulsado de la policía y poco después también del partido Voluntad Popular (el partido de Leopoldo López, uno de los líderes de las guarimbas): “por divergencias con la dirección nacional”, ha dicho a la prensa Juan Guaidó, de VP. Cuando salió de la cárcel en el 2015, Lucchese ha permanecido activo en las esferas golpistas. Tras una nueva orden de captura, ha huido a Colombia, donde ha continuado tejiendo las tramas entre Miami y Bogotá.

 

En la entrevista a la Reuters, ha precisado haber organizado el ataque junto a militares antigubernamentales y miembros de la “resistencia contra Maduro”, que -ha advertido- no se detendrá.

 

La fuerte presencia de la inmigración italiana en las filas de la extrema derecha venezolana, no es un misterio. Durante el linchamiento de Orlando Figuera, el joven afro-venezolano quemado vivo por los “guarimberos”, estaba visible la placa de una motocicleta, propiedad de un italiano presente. Sólo la hipocresía de una cierta “izquierda” italiana – que hoy se cuida bien de condenar el intento de masacre – ha podido presentar estas figuras como “pacíficos manifestantes contra la dictadura” e invitarlos hasta al Parlamento, pagados por los contribuyentes.

 

Lo que está en juego en Venezuela es importantísimo. Se refiere a un país lleno de recursos estratégicos para el capitalismo. Contempla la posibilidad concreta de que el socialismo señale una alternativa también en este siglo. Para desmentir el lema de los “hipercríticos” del “Maduro no es Chávez” (como si de Chávez no hubieran dicho pestes, en su tiempo), está el debate del IV Congreso del PSUV, el Partido Socialista Unido de Venezuela, el más grande de América Latina. Las plenarias han concluido a finales de julio, pero la discusión continuará al menos por un mes: para acompañar el giro económico que tomará forma con la reforma monetaria el 20 de agosto.

 

Un Congreso decisivo, en el que al Libro Rojo del partido ha sido adjuntado el Libro Violeta de las feministas, que propone una hoja de ruta para profundizar la revolución desde el punto de vista de género. La economía y la organización del partido han sido los dos puntos centrales del debate, sobre un total de 7 discutidos en base a cuatro documentos presentados por los presidentes de las comisiones. El informe de Maduro ha trazado el cuadro general, señalando algunos puntos sensibles sobre los cuales el país discute: desde la corrupción a la inflación, desde la burocracia a la relación con los otros partidos aliados.

 

De qué lado debe estar el grupo dirigente lo ha indicado Maduro recibiendo a la Marcha de los campesinos, que llegó en aquellos días a Caracas para denunciar que, no obstante los pasos cumplidos, la lucha contra el latifundio y para la construcción del “estado de las comunas” todavía es un desafío abierto. Profundizar la revolución tratando de combatir desde el interior los mecanismos del Estado burgués es un camino tortuoso.

 

¿Partido de masas o partido de cuadros? Ambas cosas, dice el Libro Rojo, que detalla 24 principios fundacionales; anticapitalista, antimperialista, marxista, bolivariano, defensor de la igualdad y la equidad de género, defensor de la Madre Tierra...el debate se ha replanteado en modo no ocioso para un partido que mueve las esperanzas de millones de personas: las esperanzas de aquellos sectores que, en Italia marchan detrás de falsas banderas de la xenofobia.

 

El PSUV apunta a liberarse de las escorias acumuladas en casi veinte años de gobierno, pero reivindicando con más fuerza las propias raíces. En la estructura del partido se formará una comisión permanente para la defensa y la transmisión de la historia de la Revolución Bolivariana. Maduro ha recorrido los antecedentes y las principales etapas, encuadrándolas en la historia del Gran Siglo XX, el siglo de las Revoluciones.

 

Junto al vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello y a los otros relatores, ha rendido honores a los guerrilleros que han combatido en varias ocasiones a las “democracias camufladas” nacidas del Pacto de Puntofijo, de las que fueron excluidos los comunistas. Una generación de cuadros que ha pagado un duro precio, tratando de conquistar con las armas lo que luego se ha logrado con el voto, bajo la dirección de Hugo Chávez. La reivindicación de aquellas luchas y de los principios del socialismo, renovados en el presente, constituyen una fortaleza para un partido que ha sabido vencer sin cortarse las raíces y que hace del balance histórico un elemento fuerte de reconstrucción.

 

10-08-2018

 

Traducción Gabriela Pereira

 

https://www.alainet.org/es/articulo/194723
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