África, échale la culpa a Putin

13/08/2018
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Occidente ha encontrado en el presidente ruso Vladimir Putin, su niño de azotes en el cual descargar todas sus culpas. A Putin ha sido responsabilizado de casi todo: injerencia, nada menos que en las últimas elecciones presidenciales norteamericanas,  perturbar a la hierática canciller alemana Ángela Merkel, con la presencia de su perra Koni, una labrador negra de nueve años, durante un encuentro de 2007 en la ciudad de Sochi. Putin también ha sido culpado del intento de asesinato del espía británico Serguei Skripal, de estar detrás de la guerra en el este ucraniano, de las persecución de opositores, además de genocida por asesinar a miles de pacíficos terroristas del Daesh, que vacacionaban casualmente en Siria, y de masacrar a miles de inocentes scouts chechenos, que aspiraban a instalar en Rusia un nuevo Afganistán.

 

Aunque en realidad la mayor culpa de Putin es la de haber puesto de pie a una Rusia, desbastada tras la debacle soviética, seguida por los gobiernos corruptos de Mijaíl Gorbachov y Borís Yeltsin que había dejado a la vieja Rusia al borde del desguace territorial.

 

Cuando para muchos medios es una noticia casi intrascendente la presencia de empresas, mercenarios y ejércitos regulares de los países de la OTAN, en cualquier parte del mundo, la presencia rusa en África, ha encendido todas las alarmas.

 

Por eso, desde hace dos semanas, la prensa internacional intenta responsabilizar a Putin de un nuevo crimen: el asesinato de tres periodistas rusos que investigan la presencia de mercenarios del Grupo Wagner en la guerra de la República Centroafricana, (RCA), en curso desde diciembre de 2012, que ya suma cerca de 10 mil muertos, a pesar de que las compañías militares privadas están prohibidas en Rusia.

 

Los periodistas asesinados rodaban un documental sobre la supuesta presencia de estos mercenarios para el Centro de Control de la Investigación, un medio de Mikhail Khodorkovsky, el multimillonario petrolero, archienemigo de Putin, exiliado en el Reino Unido desde 2013, luego de que el presidente ruso lo indultara, tras diez años de prisión, por diferentes delitos económicos.

 

Fuentes occidentales, insisten en relacionar al Grupo Wagner con las autoridades rusas, por intermedio Yevgeny Prigozhin, un rico empresario de San Petersburgo con estrechas relaciones con el Kremlin. Según las mismas fuentes, el Grupo Wagner no solo utiliza para su entrenamiento instalaciones del Ministerio de Defensa, sino que el propio Putin habría condecorado a varios de sus ejecutivos en ceremonias oficiales. Estos mercenarios también habrían participado en la guerra del este de Ucrania y en la guerra siria, donde protegían campos petroleros.

 

Henri Depele, alcalde de Sibut, capital de la prefectura de Kémo, informó que los periodistas, asesinados cayeron en una emboscada que se produjo a 22 kilómetros de esa ciudad, en la noche del lunes 30. Según el conductor que los acompañaba, y que resultó ileso, una decena de hombres armados, que hablaban solo árabe (en el país los idiomas más utilizados son el sango y el francés), salieron del bosque y abrieron fuego contra el vehículo, ocasionando la muerte de los periodistas. Lo que aún no se ha podido esclarecer es cómo el chofer logró escapar, y porque razón los periodistas viajaban sin escolta, ya que es de práctica que en “puntos calientes”, los hombres de presa utilicen “asesores de seguridad” para anticipar posibles amenazas, que diseñen trayectos y determinen los lugares donde no es conveniente viajar. Tampoco se conoce qué sucedió con los 8500 dólares y los costosos equipos de grabación que llevaban.

 

Los periodistas eran Orjan Dzhemal, un veterano corresponsal de guerra de 51 años, ex editor político de Novaya Gazeta, quién cubrió los conflictos del norte del Cáucaso, Osetia del Sur, Iraq, Líbano, Ucrania y Siria,  e incluso fue gravemente herido en Libia en 2011 y encarcelado en Somalia. Según sus colegas era un individuo agresivo y con frecuencia de actitudes intrépidas. En 2008 publicó “La guerra, crónica de los cinco días” sobre el conflicto entre Rusia y Georgia. El segundo es Alexander Rastorguev, de 47 años, documentalista, director de la película Clean Thursday, sobre la guerra y la vida cotidiana en Chechenia, en 2014 realizó Srok (El término) sobre la oposición rusa contra Putin, además de haber publicado investigaciones críticas al gobierno y el ejército. El tercero era Kirill Radchenko, de 33 años, fotógrafo y camarógrafo, del equipo atacado.

 

Según las evidencias, los hechos no se habrían desarrollado tal como lo informó el conductor, los periodistas habrían sido primero secuestrados y después de interrogados asesinados y vueltos a llevar al lugar de la emboscada, el único que murió en el ataque inicial habría sido Radchenko.

 

La noche anterior a su asesinato, según fuentes occidentales, los periodistas habrían intentado ingresar a un supuesto campamento del Grupo Wagner, donde no fueron admitidos por carecer de las acreditaciones del Ministerio de Defensa de la RCA. El lunes, los periodistas se iban a reunir con un contacto local en la ciudad de Bambari, a casi 400 kilómetros de Bangui, la capital del país, donde mercenarios rusos presuntamente entrenan a efectivos del ejército.

 

RCA, unos de los países más pobres del mundo, se encuentra empantanado en una guerra civil con connotaciones religiosas desde 2012 tras el intento de golpe de estado de un grupo armado musulmán denominado Seleka, (Coalición) en Sango, al que resisten grupos cristianos conocidos como Anti Balaka (anti-machete) en Mandja, el conflicto ha producido cerca de 7 mil muertos y más de un millón de desplazados. En 2013, Naciones Unidas decretó un embargo de armas y al año siguiente implantó la MINUSCA (Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana) con la presencia de unos 13 mil hombres.

 

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas autorizó a Rusia el año pasado la venta al ejército de la RCA, de unos 5200 fusiles Kalashnikov, lanzagranadas y armas de puño, además del envió de instructores para asistir a unos 1300 miembros de las fuerzas armadas del país, lo que se concretó en marzo cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso aceptó formalmente el pedido del presidente de la República Centroafricana, Faustin-Archange Touadéra.

 

El presidente Touadéra, se reunió con Vladímir Putin en el foro económico de San Petersburgo en mayo pasado, donde acordaron la intensificación de las relaciones económicas y humanitarias bilaterales. Ya en octubre de 2017, Touadéra se entrevistó con el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, en Sochi, y en los documentos firmados se expresaba el deseo de llegar a acuerdos de asociación para la “exploración minera” y otros proyectos económicos.

 

Estos acuerdos encendieron las alarmas en países como Francia y los Estados Unidos, que están utilizando a la oposición rusa, junto a los medios occidentales, para criticar dichos acuerdos entre Moscú y Bangui para los proyectos de extracción de diamantes, oro y uranio.

 

Tres muertes ideales

 

Rápidamente, Mikhail Khodorkovsky, el titular de Centro de Control de la Investigación se comprometió a aclarar las circunstancias y encontrar a los responsables de la muerte de sus periodistas, de las que aún no hay indicios acerca de quienes han sido los ejecutores, aunque rápidamente se ha responsabilizado a miembros del Grupo Wagner, y, por elevación,  al propio Putin, aunque la evidencia es tan obvia que es difícil creer una operación de semejante torpeza.

 

Versiones cada vez más firmes confirmarían que los asesinados fueron sorprendidos por una patrulla de Seleka, dirigida por Nureddin Adam, que controla los alrededores de la ciudad de Decaux, cercana a Sibut, a unos 300 kilómetros al norte de Bangui.

 

Los tres periodistas rusos llegaron a RCA, desde Moscú vía Casablanca el sábado 28 de julio, por la tarde, ingresaron al país con visas de turistas, sin dar aviso a la embajada rusa en el país africano y hasta el domingo por la noche, estuvieron en contacto con sus editores. Fueron emboscados cerca de las 22 (hora local), cuando se había comunicado que después de las 19h00, la zona era de mayor peligro.

 

A los muertos, se le encontraron credenciales de prensa de Izvestia, (Noticias), uno de los medios gráficos más populares de Rusia, más tarde en un comunicado el periódico negaría oficialmente cualquier vinculación: “Todo el personal editorial trabaja en modo estándar, no tenemos información sobre incidentes extraordinarios con nuestros periodistas”.

 

Sin duda la muerte de hombres de prensa, siempre es un hecho aberrante, en las circunstancias que fueran, lo sucedido este último lunes 30, es mucho más grave ya que se están usando sus muertes para intentar ajustarle cuentas a Putin, siempre ideal para sumarle una culpa más.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. 

En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/194700
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