El semianalfabeto político de clase media en el nuevo ciclo golpista

25/07/2018
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Al lado del parlamento y del poder judicial brasileño, instituciones históricamente vinculadas a la corrupción y a los privilegios personales, la prensa corporativa nacional es el tercer personaje principal del golpe de 2016, que derribó a Dilma Rousseff de la presidencia y luego encarceló a Lula (para que no pueda ser elegido, como es hoy el deseo de la mayoría del pueblo).

 

Centralizado en manos de media docena de familias de mercaderes, vinculados a los principales monopolios empresariales del país, la influencia política de los grandes medios brasileños es probablemente mayor que la del parlamento y del poder judicial – ya que por sus páginas pasan los semidioses que serán "aceptados" para ascender a estos poderes republicanos.

 

Sin embargo, esa influencia sobre la opinión pública nacional no deriva sólo de su superconcentración antidemocrática, que inhibe la diversidad de la "libertad de expresión" ("derecho humano" restringido a las élites). Pero pasa sobre todo por lo que Darcy Ribeiro llamó de un “proyecto” estatal de crisis educacional, o sea: un bajo nivel educacional planeado y financiado por las élites, con el fin de permitir el mantenimiento “seguro” de la ignorancia histórica popular en altos niveles.

 

En suma, el principal "profesor" que "educa" a las clases populares brasileñas sigue siendo la televisión, la radio y los diarios sensacionalistas “sangrientos”, con sus programas de pésimo nivel, ideológicamente conservadores, apologistas de la violencia, racistas, machistas y xenófobos.

 

El semianalfabetismo como estándar de las clases medias y dominantes

 

Por otro lado, como ya observó el gran intérprete de Brasil Caio Prado Júnior, la ignorancia formal impuesta al pueblo es generalizada (en especial el desconocimiento de la política e historia), y acaba por reflejarse en la ignorancia de la propia élite que la patrocina. Esta clase, dice él, en Brasil se caracteriza por su torpeza cultural, visión de corto plazo y poco aprecio a la reflexión, al conocimiento crítico y autocrítico.

 

Entre los semianalfabetos políticos de las clases poseedoras, con su visión del todo castrada por ideologías arcaicas y eurocéntricas, en el contexto del golpe se destacan aquellos representantes de las clases medias. Numéricamente mayores, sus voces alcanzan con más intimidad la percepción política de sus subalternos directos: los trabajadores.

 

El semianalfabeto político es aún peor para la sociedad que el “analfabeto político” del que habla Brecht. Mientras éste no sabe que la política está en el precio del pan y de los remedios, el semianalfabeto cree que lo sabe. Y su voz resuena mucho más fuerte, al repetir la narrativa vendida diariamente al por mayor en la televisión y los periódicos comerciales (aunque sea una narrativa irracional y descolgada de la realidad o de la ciencia).

 

El semianalfabeto político, típico ciudadano de clase media o alta, es aquel “bien informado” por el monopolio discursivo de la prensa golpista (nacional e internacional). Considerada “culta”, su opinión ayuda a promover las actuales desconstrucciones nacionales que vivimos en Brasil y en varias seminaciones de la periferia del sistema.

 

Protagonismo del semianalfabeto en el golpe de 2016

 

En el caso de Brasil, ese proceso reaccionario (agravado por la crisis mundial que paraliza la economía en 2014) ha culminado en el golpe de Estado de 2016, acto seguido por un explícito “estado de excepción” – que infringe la propia Constitución, según renombrados juristas del país y del mundo.

 

Así, con la presidenta electa Dilma derrocada (bajo acusaciones burocráticas absurdas), las persecuciones políticas se vuelven sistemáticas contra cualquier liderazgo de izquierda o centro-izquierda que se destaque, como es el caso del expresidente Lula, encarcelado hace 3 meses (sin ninguna prueba, sino acusaciones vanas por parte de criminales confesos), cuyo “crimen” es ser el mayor dirigente popular brasileño hace décadas, y líder indiscutible en la carrera presidencial, según todas las encuestas de opinión.

 

En esa escalada autoritaria, además de la coalición golpista parlamentar-jurídico-mediática, fue el semianalfabeto el gran protagonista, presente con sus camisas amarillas (de la corrupta y desmoralizada Confederación Brasileña de Fútbol) en grandes manifestaciones callejeras dominicales, patrocinadas por los bancos, industriales y medios corporativos.

 

Personaje predominante en las minoritarias élites formadoras de opinión, el semianalfabeto político de clase media tuvo acceso a buenas (o al menos razonables) escuelas, pero su complejidad mental fue limitada por la información rasa obtenida en medios de comunicación moldeados en la dictadura militar (1964-1885): como las cadenas de televisión en general (notadamente la “Globo”), los periódicos “Folha”, “O Globo” o “O Estado de São Paulo”, y algunas veces por medio de “best-sellers” de narrativas pseudohistóricas romanceadas, sin aquellas “bobadas” de las referencias analíticas “que no sirven para nada”.

 

Cultura de rebaño e “imparcialidad” comercial

 

Su “conocimiento” de los hechos es como el de las “instrucciones de uso” de un aparato cualquiera: o sea, aquella “verdad” de rebaño, difundida con la “imparcialidad comercial” de las grandes empresas que controlan los medios desde siempre, en esa nación incompleta en la cual algunas familias que se cuentan con los dedos de las manos detienen más del 90% de la riqueza y de la comunicación nacional.

 

El semianalfabeto político es el médico, el veterinario, el analista informático, el vendedor-propietario, el ingeniero que, a partir de los editoriales de la prensa comercial sabe tanto de política, como el ciudadano común sabe de medicina o ingeniería a partir de la lectura de indicaciones médicas o folletos publicitarios de edificios destinados a la venta.

 

Piezas de propaganda inmobiliaria venden sus nuevos apartamentos, así como la prensa comercial vende su “producto intelectual”: la visión subalterna de un Brasil periférico en el sistema-mundo, destinado a ser un miserable aliado menor del centro del capital.

 

Para tanto, estos medios corporativos exponen, con sus “textos procedimentales” de verdades a medias, las informaciones que deben ser conocidas por el innoble “comprador”, escondiéndole, lógicamente, los efectos colaterales, las pruebas que fallaron, etc.

 

Crisis económica y sobreexplotación

 

Así, al lado del fascista declarado o del especulador criminal, el semianalfabeto político de las clases medias semicultas, con su torpe habilidad intelectual para digerir hechos obvios, apoya con sus cohetes incautos el proceso criminal por el cual el golpista Temer pasa a manos de transnacionales extranjeras nuestras mayores riquezas: especialmente el Pre-sal (entre los yacimientos de petróleo más importantes del mundo), en tiempo de inicio de la crisis energética mundial.

 

Por otro lado, el semianalfabeto encoge los hombros al ver a Brasil reubicado en el mapa del hambre de la ONU (tragedia que el reformismo lulista había superado).

 

Sin embargo, este despecho sólo dura hasta que el próximo noticiario televisivo muestre la explosión de los niveles de criminalidad en el país. Entonces el semi-idiota blasfema por la “¡pena de muerte!, mientras pone pedazos de vidrio en el muro (debido a los altos costos de la empresa del sistema de vigilancia).

 

Este pragmatismo de visión corta es lo máximo que el semianalfabeto logra comprender de la política que defiende a gritos: un modelo que sirve para que la “élite del 1%” no pierda un centavo de sus lucros, incluso frente a una crisis económica mundial (como muestran innumerables análisis científicos que el semianalfabeto no tiene la capacidad ni las ganas de comprender).

 

De ese modo facilita la sobreexplotación de los que trabajan, entre otras inhumanidades cometidas por el actual golpe, que al pasar encima del Estado de derecho y de la Constitución, abre espacios para discursos fascistas a nivel nacional.

 

Esta es la táctica de la tierra arrasada con la que la impopular derecha quiere librarse de la oposición política reformista, cuyo proyecto de nación, aunque no necesariamente rompa con el sistema, es contrario a la hegemonía anterior – del neoliberalismo asociado al extranjero y sistemáticamente corruptible. Una táctica antihumana que ciertamente, en poco tiempo, va a mostrar sus reversos económicos y sociales.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/194322
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