Los refugiados perduran debajo de la alfombra

04/07/2018
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Durante casi un año, la Unión Europea (UE) había lograda erradicar de los grandes medios de comunicación a los casi dos millones de refugiados que pululan por el norte de África, barriéndolos debajo de la alfombra mediática, pero como casi siempre sucede, cuando los problemas no se solucionan -y más de esta magnitud- la realidad emerge, como los cadáveres que se niegan a desaparecer en el Mediterráneo y los desiertos africanos.

 

Se calcula que en lo que va del año ya se ahogaron en el Mediterráneo mal de mil personas, mientras el total de 2017 fue cercano a los 3200. Según los expertos, por cada refugiado ahogado, dos mueren en el Sahara, lo que aproxima el número de refugiados muertos en el mar y el desierto a casi 50 mil desde 2014.

 

A tres años del estallido de la crisis migratoria, la torpeza de la UE para el manejo solo ha encontrado como respuesta cerrar sus puertos y endurecer todavía más las medidas anti migratorias, que está llevando a la posible fractura de la unidad europea de la que el Brexit es solo la primera respuesta, junto a la resurrección de la ultra derecha en todo el continente, que gobiernan países como Austria, Hungría y Polonia, que encabezan la lista de naciones anti inmigrantes.

 

En Alemania, el abrumador crecimiento del movimiento neonazi, Alternative für Deutschland (AfD),  ha puesto contra las cuerdas a la mismísima Ángela Merkel, que en 2015 recibió a casi un millón y medio de migrantes. Mientras que su actual ministro del interior y su forzoso socio político, Horst Seehofer, había condicionado el derecho de admisión a los inmigrantes que asechan las fronteras alemanas desde los países vecinos, a que Merkel consiguiera algún éxito en la cumbre de Bruselas, que se realizó entre el jueves y viernes últimos, donde se discutió fundamentalmente la cuestión del número de refugiados que cada nación miembro deberá hacerse cargo.

 

El número de refugiados que llegan al continente están muy por debajo de la cota de 2015-2016, gracias al costoso acuerdo con Turquía, que tras su puesta en marcha significó la caída del 97% de refugiados llegados desde en el este del Mediterráneo; sumado a ello, las cada vez más agobiantes barreras fronterizas en los Balcanes y el endeble acuerdo migratoria entre Italia y Libia.

 

Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en lo que va del año, a España llegaron 9500 refugiados, a Grecia 12 mil y a Italia 15300, prácticamente nada si se piensa a los 2 millones y medio que llegaron desde 2014, según todas las opiniones es cuestión de tiempo que la oleada de refugiados vuelva a dispararse.

 

La nueva irrupción de la crisis migratoria en los grandes medios ha sido producto del escándalo del buque Aquarius, que,  con 629 refugiados a bordo, estuvo a la deriva una semana tras la prohibición por parte de Matteo Salvini, ministro de interior italiano, quien llegó al gobierno prometiendo expulsar a medio millón de inmigrantes ilegales de su país traficados por el Mediterráneo por bandas de contrabandistas en estos últimos cuatro años.  Salvini ordenó cerrar los puertos italianos al Aquarius, medida que imitó Malta y que finalmente el nuevo presidente español Pedro Sánchez, decidió hacerse cargo tras la vergonzosa derrota de la nave. Para este miércoles cuatro de julio se esperaba la llegada al puerto de Barcelona del buque Open Arms de la oenegé Proactiva Open Arms con 59 personas rescatadas en una lancha a la deriva en aguas internacionales, a unas 40 millas de Libia.

 

Desde hace dos años, la extensa costa que corre desde la ciudad de Trípoli, la capital de Libia, a la frontera tunecina, cerca de unos 300 kilómetros, se ha convertido en la base de operaciones de las mafias locales que se dedican al tráfico de personas.

 

Desde la disposición de Salvini, de impedir el arribo de barcos con refugiados a sus puertos, las grietas europeas sobre migración han quedado más expuestas que nunca.

 

Tras la reunión de la semana pasada, la UE llegó al acuerdo de que los migrantes sean detenidos antes de que llegar al Mediterráneo, en campos establecidos al sur de Libia, Níger, donde en la ciudad de Agadez ya habitan unas 1500 almas. Próximamente se abrirá otro en Chad, para estudiar los casos diferenciados de los refugiados políticos y de los económicos, estos últimos sin posibilidades de aspirar a una solicitud de asilo.

 

Mientras en Bruselas se debatían galimatías entre migración política o económica, en el Mediterráneo, frente a las costas libias, un bote inflable estalló con 120 personas a bordo, a 25 millas náuticas de la ciudad de Qarabuli, desde donde partió. Solo pudieron ser rescatadas 16 por un guardacostas que debió abandonar la mayoría de los cuerpos en el mar, por falta de recursos. Entre los muertos se encontraron al menos tres niños menores de un año y se cree viajaban otros siete menores de doce años. El bote estaba ocupado, en su gran mayoría, por ciudadanos subsaharianos, aunque también había marroquíes y yemeníes

 

El Point Zero

 

Resuelta la llegada desde Turquía de los cientos de miles de refugiados desde marzo de 2016, la crisis se concentró en la inestable Libia, que, sin un gobierno unificado, no tiene un claro referente para negociar un acuerdo como lo fue el presidente turco Recep Erdogan, por lo que los tratantes de personas, asociados con los dueños de embarcaciones, más la corrupción en los pocos puertos con control, han hecho imparables las oleadas de refugiados que intentan llegar a las costas Italianas.

 

Miles de subsaharianos, provenientes Costa de Marfil, Guinea, Gambia, Camerún, Liberia, Mali, Nigeria, Níger y Sierra Leona, deben enfrentar los padecimientos del viaje por infinitos desiertos, en medio de altas temperaturas y con escasez de agua y provisiones, pero además, desde hace más de un año, deben enfrentar a los “cazadores” de migrantes, que los secuestran para extorsionar a sus familias en procura de rescate. En muchos casos, estos secuestrados son vendidos a organizaciones todavía más complejas que obviamente aumentan el costo para la familia, pero también, sin el menor escrúpulo, los torturan y si no se produce el pago en un determinado lapso, los dejan morir de hambre. Otros son subastados en un verdadero mercado de esclavos ubicado en Sabha, en el sudoeste libio.

 

Hace unas semanas se ha denunciado que el gobierno argelino, desde octubre de 2017, ha obligado a unos 13 mil migrantes a dirigirse al desierto rumbo a la aldea fronteriza de Assamakka, Níger. Mujeres embarazadas y niños han sido abandonados sin comida, ni agua y con temperaturas de hasta 48C, muchos de ellos han desaparecido en el desierto sin que se conozca cabalmente cual fue su suerte.

 

A pesar de que Argel se niega a dar las cifras concretas de estas expulsiones, desde que la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) comenzó en mayo de 2017 a registrar este fenómeno. Solo en abril pasado contabilizó unos 2888 expulsados de Argelia, pero se estima un total cercano a los 11300 que han sobrevivieron a la marcha obligatoria.

 

Según información aportada por las propias víctimas, las autoridades argelinas, a medida que los encuentran, son cargadas en camiones y abandonadas en las cercanías de lo que se conoce como Point Zero, cercano a la frontera con Níger, después de quitarles los teléfonos celulares y el dinero que llevan.

 

El gobierno argelino, de esta manera, está presionando a la UE, a que, al igual que a Níger, le sean entregados parte de los fondos que destina a los países de tránsito de los migrantes.

 

La Unión Europea insiste en ocular sus responsabilidades tanto como los resultados de sus operaciones,  junto a los Estados Unidos,  en países africanos y asiáticos, tratando de encubrir sus culpas bajo una alfombra cada vez más grande y siniestra.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

 En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/193908
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