La guerra cultural civil en Estados Unidos

07/06/2018
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Estados Unidos está en guerra consigo mismo. En realidad es una función del patrimonio de la nación, el pasado que impugna aspectos específicos de un presente moderno. Esto da lugar a un flujo de tradiciones. El racismo, la mentalidad pseudofronteriza y el fundamentalismo religioso persisten en el momento actual. Estas son las tradiciones que caracterizaron la primera mitad de la historia de la nación, y aunque algunas de ellas pueden haberse retirado a la latencia en los últimos cincuenta años, están de vuelta ahora con nosotros. Como resultado, los estadounidenses están en medio de una guerra cultural en curso que en muchos sentidos es tan antigua como la nación misma”.

 

El párrafo que antecede es el inicial de un artículo publicado en el más reciente número del semanario digital estadounidense CounterPunch con la firma de Lawrence Davidson, un destacado académico que, nacido en un hogar secular judío de Filadelfia, fue uno de los fundadores de Students for a Democratic Society (SDS) en los tiempos de la guerra contra Vietnam.

 

En su ensayo, Davidson afirma que en la vida norteamericana tomó forma una cultura racista desde antes de la fundación de los Estados Unidos. Esta cultura se arraigó particularmente en las colonias/estados del Sur, donde la esclavitud se convirtió no sólo en una institución económica fundamental, sino también en una institución que proyectó la imagen que el Sur tenía de sí mismo. En el Norte, la cultura racista también estaba muy extendida y la sociedad segregada pero con la diferencia de que el sistema laboral del Norte no se basaba en la esclavitud.

 

En el Sur, esta cultura profundamente arraigada del racismo se interrumpió brevemente cuando, tras la Guerra Civil, tuvo lugar un breve período de Reconstrucción (1865-1877) durante el cual la ocupación militar norteña suprimió la mayoría de las leyes racistas. La razón principal para ello era política y no social. Bajo el régimen de ocupación del Norte, los negros se reconocían como ciudadanos y podían votar. Esto propició apoyo al partido de Abraham Lincoln y permitió a los republicanos abolicionistas mantener el control del Congreso. La reconstrucción sólo duró mientras hubo dominio de la facción abolicionista. Acabó en 1877.

 

El ejército estadounidense fue retirado de los estados del sur. Casi inmediatamente hubo una reversión en toda la región a una forma de relaciones raciales en la que la opresión de la esclavitud se reemplazó por leyes "Jim Crow" que legitimaban la segregación y discriminación de los negros.

 

Esta situación duró cerca de otros cien años, hasta que en la década de 1960, un movimiento masivo de desobediencia civil conocido como el Movimiento de Derechos Civiles, logró finalmente la ilegalización de las prácticas racistas dentro de la esfera pública tanto en el Sur como en el Norte.

 

Davidson subraya que los cambios se limitaron a la esfera pública porque la esfera privada fue dejada a su propia voluntad. Nada se hizo para cambiar las percepciones y conductas racistas dentro de la esfera privada. Ni siquiera hubo esfuerzo alguno por obligar a la enseñanza de la tolerancia en las escuelas públicas a fin de erosionar mejor las percepciones racistas privadas.

 

El racismo es un tema importante en la actual guerra cultural civil de la nación, pero no es el único. Otro es la lucha por las leyes sobre armas de fuego, que en la actualidad son inadecuadas para garantizar la seguridad pública.

 

El mito del individuo robusto y armado, es en realidad producto de la distorsión televisiva y cinematográfica de la historia del "viejo Oeste".

 

Davidson refiere la supervivencia del fundamentalismo cristiano del siglo XIX que, aunque no incluya a todos los cristianos del país, abarca a millones de creyentes que todavía se adhieren a la "fe de sus padres" de una manera que fomenta la desigualdad social y socava la naturaleza secular del estado. También es una fe plagada de intolerancia racial y de género, plena de hipocresía vergonzosa y egocentrismo santurrón.

 

La derecha cristiana, junto con los entusiastas de los derechos a las armas, y aquellos que en privado apoyan una corriente difusa de tradicionalismo racista, creen que los movimientos modernos por la igualdad de derechos, así como el reclamo por las comunidades de seguridad y protección a través de la ley y la regulación, son amenazas a la genuina cultura estadounidense porque amenazan las tradiciones de "libertad" que hacen que su mundo sea ideológicamente disfrutable.

 

Con tal telón de fondo, queda claro a qué se refiere el presidente cuando llama a "hacer grande a Estados Unidos de nuevo".

 

7 de junio de 2018.

 

Manuel E. Yepe

Publicado originalmente en el diario POR ESTO! de Mérida, México.

Blog del autor: http://manuelyepe.wordpress.com/

 

https://www.alainet.org/es/articulo/193367
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