Sobre seguridad ningún candidato tiene claridad

31/05/2018
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Entrevista con el Dr. Emilio Vizarretea

 

  • La violencia contra candidatos afecta la participación ciudadana

  • El Ejército no quiere estar en las calles; solo cumple órdenes

  • Para que se vea reflejado, regalar un espejo a Trump

 

Emilio Vizarretea, politólogo, investigador y profesor del Centro de Estudios Superiores Navales, de la Secretaría de Marina (SEMAR), advierte que México carece de una verdadera política de Estado en materia de seguridad nacional, la cual no solo es responsabilidad de las fuerzas armadas, sino que compete también a todos los mexicanos.

 

Deplora que entre los candidatos a la Presidencia de la República que hoy buscan el voto ciudadano, por bisoños o experimentados, ninguno ha pergeñado una idea más o menos coherente de lo que entiende por seguridad nacional.

 

Todo esto en un contexto donde la noción clásica de seguridad nacional ha virado a una concepción de seguridad global, según explica Vizarretea, tras los hechos del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Y, sobre todo, cuando se habla ya de una quinta dimensión de la guerra, misma que tiene lugar en las coordenadas virtuales del ciberespacio.

 

Vizarretea es de la opinión de obsequiar un espejo a Donald J. Trump para que cada vez que denigre a los migrantes, se vea reflejado en su esencia.

 

Emilio Vizarretea Rosales (Acapulco, Guerrero, México) es doctor en Teoría crítica por el 17, Instituto de Estudios Críticos. Catedrático en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se ha especializado en temas de inteligencia, ciberseguridad y estudios estratégicos. Ha publicado Un viaje con Platón, Poder y seguridad nacional, así como El saber político: Platón y Aristóteles.

 

¿Cómo evalúa el creciente número de candidatos asesinados?

 

—El costo es muy alto. Estamos perdiendo la oportunidad de tener procesos electorales más o menos limpios, en el sentido de que no haya sangre ni se vinculen con otro tipo de problemas, como el de la narcodelincuencia. Pero no sólo eso, también hay ajustes de cuentas en comunidades que responden a historias y tradiciones de alto nivel de violencia. Obviamente se aprovecha el río revuelto para que cada quien saque sus ganancias. En algunas ocasiones son intentos fallidos, problemas familiares o personalizados. A veces se trata de organizaciones criminales. No es tan sencillo homogeneizar todos los casos. Quizás el único modus operandi que reflejan es que están llegando a la muerte.

 

¿No solo son amenazas?

 

—No. Y esto se les ha dicho a los candidatos presidenciales. Que tengan cuidado. Eso de que “el pueblo me protege y me cuida” es una irresponsabilidad.

 

¿Los candidatos presidenciales tienen la suficiente seguridad?

 

—En este momento no. Necesitan más seguridad. Están sueltos. Aunque los eventos electorales sean controlados, siempre hay una parte o etapa que se descuida. Quien tenga el interés de cambiar su vida por otro, como en los casos de Luis Donaldo Colosio y de Rodolfo Torre Cantú en Tamaulipas, es muy sencillo. Las agresiones contra alcaldes, ex alcaldes y candidatos, realmente son lastimosas porque dañan la participación ciudadana. A nivel macro parece que no pintan; pero la verdad es que sí. La muerte de un candidato, por la intervención de manos delincuenciales, no deja buen sabor.

 

¿Qué impacto tendría en el proceso electoral?

 

— Creo que cualquier incidente impacta. El tema debería estar evaluado bajo otros términos. Se requiere la intervención de las instancias de seguridad que tienen la capacidad para explorar el fenómeno.

 

¿Qué candidato presidencial tiene la mejor propuesta en materia de seguridad?

 

— Traemos dificultades en todos los casos. Ninguno ha hablado de los temas delicados que podrían significar la seguridad nacional, seguridad pública o seguridad interior. No tienen suficientemente claro lo qué es cada una. Carecen de una idea congruente. O al menos no se percibe. Unos por viejos y otros por nuevos.

 

El caso de Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición ‘Juntos Haremos Historia’, son generalidades. Y es lamentable porque él trae una experiencia de gobierno local que le permitiría ver el tema con mayor fuerza y responsabilidad.

 

Del abanderado de la alianza ‘Por México al Frente’, Ricardo Anaya, se entiende porque es muy joven, no tiene la experiencia de gobierno ni ha visualizado realmente una propuesta sensata. Ahora, la falta de oficio no es pretexto para ignorar el tema, porque puede estudiarlo o conocerlo a través de un grupo de asesores; pero no se ha visto nada serio.

 

Respecto a José Antonio Meade, del bloque ‘Todos por México’, los siete compromisos que lanzó son muy generales. Cualquiera que conozca medianamente el asunto le diría que los puntos considerados efectivamente ahí están, lo que hay que hacer es aplicarlos. Son obviedades como el decir que necesitamos el aire para respirar. Sin embargo, los temas de seguridad son muy delicados. Casi casuísticos. En el segundo debate, al tocar el tema de violación de derechos humanos, con el caso de Nestora Salgado, hay un atisbo. Pero eso no me da la posibilidad de pensar que tenga una idea más o menos conceptual, teórica, congruente, de una política renovada en términos de seguridad.

 

Mientras que el candidato independiente, Jaime Rodríguez El bronco tiene un atractivo: es capaz de decir lo que piensa sin pensarlo. Es una cualidad que no está mal. Pero en el debate, cuando le preguntan qué haría con los feminicidios, todo mundo esperaba que dijera: “la pena de muerte”. Cuál fue su respuesta: se echó para atrás. Ni siquiera llegó a proponer que les mocharan las manos. Eso evidencia falta de claridad, a pesar de haber estado al frente del gobierno de Nuevo León. Adolece de un esquema conceptual, político y mucho menos estratégico.

 

Después de las elecciones del 1º de julio, ¿qué se podría esperar de la guerra contra el narcotráfico?

 

— La guerra contra el narcotráfico va a continuar gane quien gane. Eso no depende del proceso electoral. Ni de la amnistía de Andrés Manuel López Obrador ni del nombramiento de Alfonso Durazo Montaño, que es mi amigo y no sabe nada de estos temas. El modelo del que están hablando de fusionar dependencias, no revela más que el desconocimiento del funcionamiento de la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina-Armada de México.

 

En materia de seguridad, lo que se requiere es de políticas de Estado. Un tema que no solo concierne, en términos de enfoques multidimensionales, a los institutos armados. Nos compete a todos los mexicanos; a cada mujer y hombre que habita éste país.

 

Desde 1994 cuando se abren los estudios, no teníamos más que una mirada muy tradicional, al considerar que los ámbitos de la seguridad nacional estaban solo en manos de militares. Eso en México y en el mundo ya ha cambiado. Por la inercia de las cosas. Frente a la necesidad de atender nuevas amenazas y nuevos problemas. Hoy en día necesitamos especialistas en pandemias para atender cualquier tipo de virus que pudieran afectar a la población. Demandamos hackers encargados de entender la lógica de los ciberataques. Hace unos días padecimos la vulneración del Sistema de Pagos Electrónicos Interbancarios (SPEI) y el costo ha sido alto. Dicen que el desfalco fue de 300 o 400 millones. Mire: un peso es un peso.

 

¿Qué otro tipo de especialistas se requieren?

 

— De todo. Gente que entienda el cambio climático y sus consecuencias. La clave es que los especialistas tienen que saber vincular los enfoques de seguridad, en función de cómo enfrentar los nuevos fenómenos y saber tomar decisiones. Es un modelo que en México se ha desarrollado por la vía de la protección civil. Pero de nada hubiera servido, como en el caso de los pasados sismos, en términos de protocolos, sin la presencia de las fuerzas armadas. Debemos pensar en una perspectiva más amplia. Multifactorial. Multidimensional. No solo en estudios de gabinete o de corte académico. Es un asunto de integración e interrelación. Por eso la idea de una política de Estado en materia de seguridad que no tenemos.

 

¿Cuál es su postura sobre la Ley de Seguridad Interior (LSI)?

 

— Lo que hace la LSI es legalizar o normalizar lo que ya se hacía. Establece relaciones de corresponsabilidad en lo que en las fuerzas armadas se conoce como cadena de mando. Es decir, saber quién pide, quién ordena y quién hace. Tener una responsabilidad específica, concreta, de carne y hueso. Las declaratorias de protección para la seguridad interior se vuelven un mecanismo que se tiene que esclarecer y difundir públicamente, ya no solo al Congreso, sino a la sociedad. Esto es un riesgo. Al rato van a difundir lo que no se quería.

 

La LSI es una norma necesaria en términos de ubicar una responsabilidad clara y precisa en caso de un abuso o exceso determinado. Protege a la sociedad y a los militares. Da la posibilidad de obtener recursos porque el que pide el servicio lo paga. Sea el Congreso, los gobernadores o el Presidente de la República.

 

¿Hasta dónde el margen de maniobra del Ejército?

 

— Las tareas de militares en seguridad pública se encuentran al filo de la navaja. No están adiestrados en ésta materia. Están preparados para matar. Ellos reciben fuego y van a responder con fuego. El Manual de Armas Letales es preciso: no se pueden usar en exceso; pero si no se disuade y te siguen atacando, vas a tener que barrer.

 

Nuevamente el dilema: ¿el Ejército debe estar en las calles o en los cuarteles?

 

— Yo creo que el Ejército no quiere estar en las calles. Se lo piden y ellos cumplen órdenes. Eso lo tienen muy claro desde los altos mandos hasta el soldado raso. Lo hacen porque se les demanda. Porque no tenemos policías locales y municipales bien capacitadas. Donde la Policía Federal ha dejado mucho qué desear.

 

¿Cómo vamos en materia de capacitación a los cuerpos policiacos?

 

— Traemos déficit. Las academias de policía no están dando los elementos que se quisieran. Están egresando policías de urgencia, ‘al vapor’. Cada seis meses salen con una preparación importante; pero mínima.

 

¿En este último tramo del gobierno de Enrique Peña Nieto se han relajado las acciones en materia de seguridad?

 

— En este momento se nota muy suelto el tema. Se relajaron las cosas. No quiere decir que se abandone. Sigue el trabajo de inteligencia. Con menor intensidad, continúan las detenciones. Sin embargo, hoy la prioridad son las elecciones.

 

Pero debo insistir que actualmente el problema mayor de México es la inseguridad. Más relevante que el mismo proceso electoral. Nos atañe a todos. Incluyendo a los candidatos. Me gustaría que estuviéramos discutiendo otras cuestiones. Lamentablemente no es así.

 

Es evidente que la violencia quebranta el Estado de Derecho.

 

— En cada caso se daña al Estado de Derecho. Tiene que ver con el descuido de los responsables de las instituciones de procuración y administración de justicia. Hay una corresponsabilidad. Pero no hay que perder de vista la falta del Estado de Derecho en la sociedad misma. Hay una porosidad en el tejido social permeada por la delincuencia. Cómo conviven los delincuentes en colonias populares, asisten a eventos de candidatos, hacen sus fiestas locales y a la hora de que van por ellos no están. El crimen se ha incrustado en la sociedad. Por ejemplo, con la detención de Joaquín ‘el Chapo’ Guzmán, hubo manifestaciones de que le estaban violentando sus derechos humanos. Esta es la contradicción en el tema de la amnistía a delincuentes propuesta por Andrés Manuel López Obrador. Es muy delicada, aunque la quieran componer.

 

¿Cómo estamos en materia de inteligencia?

 

— Ha decaído la inteligencia civil frente a la inteligencia militar. Ahí traemos otro déficit. Lamentablemente el trabajo del Centro de Investigación y Seguridad Nacional ha menguado ante el trabajo de la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina en términos de desarrollo y tecnología.

 

La intención inicial de la fusión original de todas las áreas de inteligencia será uno de los grandes pendientes de la administración que termina.

 

Hay coordinación en las alturas, pero a la hora de implementar surgen dificultades. Además, el modelo de compartimentación de la información se tornó más cerrado y menos colaboracionista.

 

A nivel internacional, existen intercambios con agencias de diferentes países. La vía de la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) sigue vigente. No obstante, en términos de inteligencia, reitero, traemos el rezago señalado.

 

Ahora hay algunas dificultades en términos de la política diplomática con Donald Trump. Los problemas se han presentado en áreas civiles; pero tengo la impresión de que sus áreas militares no se han modificado. Al contrario, las diferencias políticas han fortalecido y unificado los criterios militares.

 

¿Qué le parece el estilo personal de hacer política de Donald J. Trump?

 

—Es un modelo muy simple. Hoy dice una cosa y mañana otra y así está jugando. Eso le resta seriedad. Debemos que ser cuidadosos porque en una de esas se equivoca y nos mete en un problema de crisis internacional brutal. Trump puede ser un imbécil, pero lo que diga como presidente de Estados Unidos tiene repercusiones en el mundo. Aunque no se quiera. De ello están conscientes muchos ciudadanos norteamericanos. Pretende ganar tiempo para entrar al proceso de reelección en su país y anunciar avances sobre el muro. Porque cada vez que tiene un problema se acuerda de la valla fronteriza. Cuando algo no le sale bien, trae a cuenta a los migrantes. Ha caído en una perdida absoluta de respeto por las formas al hablar de animales, violadores, malcriados. Deberíamos mandarle de regalo un espejo para que cada vez que diga “animales” o “malcriados”, se pueda ver reflejado en su esencia.

 

Con su intención de subir los aranceles a la importación de automóviles va a perder. El consumo de autos asiáticos es mucho mayor. La industria automotriz norteamericana está decayendo.

 

¿Qué pasa con los conceptos básicos sobre la guerra?

 

— Siguen vigentes. Se repiensan. Son necesarios. Se revaloran todos los conceptos como guerra, lucha, enfrentamiento. Tal vez ya no será un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Ahora se piensa en la quinta dimensión de la guerra: la del ciberespacio, tras aquellas que privilegiaban operaciones en tierra, mar, aire o en el espacio radioeléctrico.

 

Pero los términos anteriores, bajo los que se han educado los mandos del país, siguen vigentes. Con una gran demanda de actualización por las nuevas amenazas. Si no entendemos cómo funciona el sistema financiero vía digital, por ejemplo, no vamos a entender el peso que tiene el hackeo de cuentas bancarias.

 

Uno de sus libros se titula Poder y seguridad nacional (17, Instituto de Estudios Críticos, Centro de Estudios Superiores Navales, Fundación Democracia y Desarrollo, México, 2013). ¿Poder y seguridad nacional son esferas que van separadas?

 

— Son temas que se relacionan: poder confluye en seguridad y seguridad en poder. Si Usted ve la portada: es el lugar donde estaban las Torres Gemelas en Nueva York. Lo que muestra el texto es el cambio de paradigma de una seguridad nacional que se vuelve seguridad global. El tema trascendió las fronteras nacionales. Fue un momento determinante en que son violentados los sistemas de seguridad e inteligencia más avanzados del mundo, junto con el suelo y el cielo de Estados Unidos.

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/193201
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