AMLO, el poder financiero, la intolerancia

21/05/2018
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Foto: CELAG
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El candidato presidencial nacionalista y centroizquierdista Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO), es el enemigo a vencer en las elecciones presidenciales mexicanas del 1 de julio y sobre él apuntan las baterías no solo del resto de los contendientes de la derecha sino también el poderoso aparato institucional y mediático del sistema y sus recursos inagotables.

 

En pocas campañas se habla tanto de historia como en la actual. López Obrador, promete una transformación histórica si triunfa y no ha dudado en presentarse como heredero de los grandes próceres de la nación –Benito Juárez, Francisco Madero, Lázaro Cárdenas-. Por su parte, el PRI y el PAN, los partidos históricos, parecen condenados por primera vez, a un papel secundario en el destino del país.

 

Hay un factor que explica el arraigo del nacionalismo mexicano y es Estados Unidos. La primera guerra internacional imperialista de EE UU fue contra México y con el botín de más de la mitad de su territorio, y 15 años después se produjo la intervención francesa. El nacionalismo mexicano se empezó a forjar en el siglo XIX y luego fue asumida como uno de sus valores esenciales por la Revolución Mexicana.

 

Quizá, en nuestro colonialismo cultural olvidemos que las sociedades latinoamericanas en el momento de las independencias son realmente las primeras sociedades multiétnicas del mundo contemporáneo, asumiendo la necesidad de integrar a los desheredados, a etnias y pueblos distintos. Y AMLO habla a ciudadanos, no a súbditos.

 

Su tenaz intolerancia a la crítica, una de las características de su idiosincrasia según sus detractores, es reproducida con creces –con mayor violencia y vulgaridad– a través de las redes sociales a través de noticias falsas (fake news) en esta era de la posverdad, manejadas con maestría trumpiana.

 

Por ejemplo, AMLO calificó de “mirona profesional” a la periodista Carmen Aristegui, de calumniador al servicio de la mafia del poder al columnista derechista José Cárdenas, y de secuaz de la mafia del poder y articulista conservador con apariencia de liberal a Jesús Silva Herzog. De igual forma, se refirió al diario Reforma como “periodismo fifí”.

 

López Obrador habló con los medios, tras salir de la sede del segundo debate presidencial, el domingo 20 de mayo en Tijuana. Alguien le preguntó por su cartera, y el candidato la mostró. "A pesar de todo, aquí está", dijo.

 

Candidato de la coalición Juntos haremos Historia (Morena, PT y PES), tiene una verdadera posibilidad de ganar la elección dentro de poco más de cinco semanas -si no salta un fraude descomunal-, ante el deterioro continúo en materia de corrupción y violencia.

 

Y esto lo evalúa también el establishment capitalista. Shelly Shetty, la principal analista de riesgo soberano para América Latina de la calificadora Fitch Ratings, es consciente de que su triunfo representaría un riesgo para la continuidad de la actual política macroeconómica neoliberal y entreguista de México.

 

AMLO ha logrado incrementar su liderazgo entre una parte de la población en los meses recientes debido a que ha sabido aprovechar el descontento social que prevalece en el país, con un discurso que puede parecer radical, pero la experiencia de los centros financieros es que candidatos que han abrazado posiciones proteccionistas y nacionalistas se vuelven más pragmáticos una vez que toman la Presidencia y, a su juicio.

 

Para el capital financiero, no pueden descartarse riesgos relativos a una puesta en marcha más lenta de reformas, en especial en el sector de energía; la reorientación de las políticas económicas hacia mayor intervención del Estado, así como un aumento del gasto fiscal para favorecer al 90% de la población, sumergida en la pobreza.

 

Lo que les preocupa es que, de ganar, López Obrador garantice la autonomía del Banco de México, el presupuesto que presente al Congreso para 2019, las metas fiscales que establezca para el mediano plazo, el nombramiento del futuro director de Petróleos Mexicanos, la anunciada revisión de los contratos otorgados por el actual gobierno al amparo de la reforma energética y las futuras rondas de licitación de campos petroleros.

 

Haber recorrido todos los municipios del país le ha permitido a López Obrador arrebatarle al oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI) amplios sectores de lo que antes era el voto duro (y comprado) en las zonas de más bajos ingresos del país para crear una base sólida de votantes, con la promesa de sacarlos de la pobreza, una oferta política y moralmente necesaria.

 

El candidato oficialista José Antonio Meade carga el fardo del rechazo ciudadano al presidente Enrique Peña Nieto –quien lo nombró candidato– y al PRI, que lo abandera, aunque no acaba de aceptarlo completamente, y Ricardo Anaya, abanderado de la derechista Acción Nacional (PAN), sigue segundo en las encuestas, pero la brecha con AMLO se fue ensanchando.

 

Gerardo Villagrán del Corral

Antropólogo y economista mexicano, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la )

https://www.alainet.org/es/articulo/193012
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