La diatriba teológica de la sociedad venezolana

16/03/2018
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Si usted no sabe qué es una diatriba, y si usted no sabe qué es la teología, entonces puede sentirse totalmente bienaventurado en la vida, ya que el precio a pagar por la obtención de conocimiento, es la infelicidad para quien se atreve a obtenerlo.

 

Si usted sabe qué es una diatriba, y si usted sabe qué es la teología, entonces puede sentirse totalmente malaventurado en la vida, ya que el precio a pagar por la obtención de conocimiento, es la infelicidad para quien se atreve a obtenerlo.

 

Lo bonito del desastre social que vive Venezuela, es que todos sentimos el deseo de vociferar los sentimientos reprimidos. Todos sentimos la necesidad de expresarnos libremente, y todos queremos vomitar el sinsabor intelectual que percibimos, por la amarga realidad que confrontamos los venezolanos.

 

Sin embargo, yo creo que un pueblo que despierta y reacciona por culpa de las adversidades, es mejor que un pueblo apaciguado y encadenado a sus propias culpas.

 

Aunque la guerra se cura con la paz, primero debemos reconocer nuestra enfermedad.

 

Hoy soy la piel y el latido de los venezolanos más desafortunados. Aquellos que no tienen la posibilidad, de reclamar sus derechos constitucionales. Aquellos compatriotas que viven ahogados en la depresión, aquellos compatriotas que no tienen el techo de un hogar, y aquellos compatriotas que no tienen futuro por recorrer.

 

Un poquito de misericordia para el desafortunado pueblo venezolano, porque Jesucristo ayunó 40 días en el desierto, pero los venezolanos ayunamos 365 días en las calles.

 

Ayunamos porque no hay nada que enfriar en la nevera, ayunamos porque no hay nada que calentar en la cocina, y ayunamos porque no hay nada que cure las heridas.

 

No hay yuca, no hay cambur, no hay plátanos.

 

La gente humilde venezolana, sufre las peores consecuencias del eterno desconsuelo.

 

Ayunamos porque estamos muy tristes, reventados de dolor, cansados del maldito mundo en el que vivimos, y agobiados porque estamos a punto de caer en la inmortalidad del precipicio.

 

Los venezolanos no ayunamos por culpa de la Cuaresma, no ayunamos por la gracia salvadora de la Semana Santa, y no ayunamos por una noche de nerviosismo en el quirófano.

 

Los venezolanos ayunamos porque no hay pan dulce ni pan salado en la mesa, ayunamos porque no hay arepas para desayunar, porque no hay tajadas para almorzar, y porque no hay agua para cenar.

 

No hay nada de nada en la piel de la amargura.

 

Ojalá y nuestro señor Jesucristo, pudiera multiplicar los panes en Venezuela. No es necesario que sobren siete canastos, nos conformamos con recibir lo justo y necesario.

 

Necesitamos un milagro del hijo de Dios, para no presionar el gatillo de la escopeta. Querido amigo Jehová, estamos desesperados, te necesitamos hoy más que nunca, y nunca nos sentimos tan lejos de tus promesas como hoy.

 

Demuéstranos que no eres un mago de circo, que no eres un fantasma del caribe, que no eres un ilusionista hollywoodense, y que no eres un pedazo de papiro a la deriva.

 

Demuéstrame que estás más vivo que nunca, que nos acompañas en la tormenta, y que podemos confiar en tus bienaventuranzas.

 

Demuéstrale al pueblo venezolano, que no debe dudar de tu gloria, y que no debe rendirse por el pesimismo.

 

Yo sé que La Biblia no es la palabra de Dios, porque simplemente no fue escrita por el puño y la letra de Dios. De hecho, La Biblia es un aleccionador mar de contradicciones, que obligatoriamente todos debemos leer, sin olvidar que el destino es un capricho.

 

Yo sé que un pescador analfabeto, ni siquiera sabía qué era una metáfora, pero no podemos perder la fe, aunque nuestra barca se hunda en altamar.

 

Yo sé que la homosexualidad no es un pecado, porque es mejor ser gay y compartir el pan con el hambriento, que ser ateo y quedarse durmiendo en una cama de mujeres.

 

Mis palabras no son mis palabras. Les escribe el cordero de un vagabundo venezolano, que me culpa por tu indiferencia, y que me traiciona con limosnas y borracheras.

 

En Venezuela nos olvidamos de la buena nueva. El evangelio no se come con harina de trigo, porque estamos atragantados de tanta inmunda desgracia. Me siento como un espíritu inmundo, que se arrastra por los valles del sufrimiento.

 

Ven hijo de Dios, cállame, libérame, sálvame, porque te juro que sin ti me pierdo en mi inmundicia.

 

No me abandones, perdona los pecados de tu pueblo. Ese pueblo venezolano que se olvidó de la oración, que se olvidó del desierto, que se olvidó del silencio, que se olvidó del rosario, y que se olvidó de la eucaristía.

 

Ese escandaloso pueblo venezolano, que cambió tu bendita palabra por la plata de una tarjeta de débito, que cambió tu bendita sabiduría por un punto de venta, y que cambió tu bendita sangre por una transferencia bancaria.

 

Quizás merecemos el calvario, porque estamos muy lejos de Jerusalén. Tal vez necesitamos el calvario, porque estamos muy cerca de Israel.

 

Róbame la sinceridad y hazme un esclavo. Quiero ser como ellos, quiero ser falso, quiero ser mentiroso, quiero ser un patán. Yo sé que aborreceré mi vida de por vida, pero también sé que tendré pan de por vida en la mesa.

 

En ese desierto te tentaron, y en ese desierto venciste a la tentación. El diablo anda suelto en Venezuela, y no hay olivos en nuestro huerto de vanidad. Llévame contigo al desierto, porque te juro que las malas acciones me carcomen el alma.

 

Ayunaste 40 días en la soledad del desierto, para luego cebarte la vida en una martirizada cruz. Nosotros ayunamos 365 días en la sofocante carretera, para luego llorar por culpa de los miserables ángeles caídos.

 

Realmente no entiendo el periplo de mi propio artículo. No estoy diciendo que los venezolanos tengamos mayor capacidad que usted, para resistir los efectos negativos de una polvorienta crisis, que aunque muchos piensan que es de índole económica, yo creo que la verdadera crisis venezolana es de índole existencial.

 

Me siento tan miserable, tengo tantos miedos, tantos malos recuerdos, tantas traumáticas experiencias. A veces quisiera desaparecer, ahogarme en un pozo sin fondo, tirarme desde la azotea de un edificio. Cuando pienso en el fin, siento alivio.

 

Para sentir alivio, nosotros te vestimos de color morado, te prendemos una antorcha de velas, nos arrodillamos frente a tu presencia, oramos sin importar la hora, cantamos el credo en la madrugada, dramatizamos tu pasión con el viacrucis, y hasta nos atrevemos a pedirte lo imposible: la paz.

 

Es imposible conseguir la paz en Venezuela, porque el Nazareno irradia belleza en la semana mayor, pero también irradia ausencia en el resto de la cotidianidad venezolana.

 

Pedid, y se os dará. Así dice La Biblia. Queremos pan señor Jesús, queremos un poquito de pan.

 

Quiero decirte que en Venezuela, nadie predica tu evangelio en las calles. Los sacerdotes y los pastores de la Iglesia Católica y de las sectas cristianas, son unos bastardos, son unos peseteros, y son unos hipócritas.

 

Ellos no huelen a oveja de rebaño, sus sotanas huelen a billetes de lotería.

 

Ensucian tu nombre, roban tus parábolas, y te besan como Judas.

 

Quiero decirte señor Jesucristo, que la asquerosa Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), es una empresa privada que vive complaciendo a la oposición política venezolana, y que traiciona tu verbo para satisfacer a los arrogantes cardenalitos.

 

Los sacerdotes venezolanos siempre idolatran los mensajes del Papa Francisco, siempre sintonizan los programas gringos de EWTN, y siempre sonríen frente al flash fotográfico.

 

Los sacerdotes venezolanos nunca se meten en las cloacas de los barrios, nunca juegan monopolio con los pobres chamitos de la calle, y nunca regalan esperanza a los desesperanzados vagabundos.

 

Ellos no son sacerdotes, no son discípulos, no son profetas, no son apóstoles.

 

Los sacerdotes venezolanos son fariseos con las ínfulas del gato Garfield.

 

Créame señor Jesucristo, la pereza está matando a los venezolanos, y por eso los malandros siempre se salen con la suya, sobre todo en el mes de la Semana Santa, cuando las familias venezolanas secuestran las playas, las montañas, los médanos, las llanuras, y los centros comerciales de nuestra hermosa geografía bolivariana.

 

Todos me contaminan con el reguetón, me abandonan con el vértigo de la sirena de la ambulancia, y lentamente me asesinan con cuchillos oxidados.

 

A veces siento que mi razonamiento es la epifanía de la locura, porque yo sufro del descontrolado síndrome de Asperger, pero te pido que leas conmigo la siguiente reflexión.

 

Yo me preguntaba: ¿Por qué existen los estacionamientos? Mientras veía como los carros, entraban y se estacionaban dentro del estacionamiento.

 

Me llamaron estúpido por la tonta pregunta, pero después de abofetearme por ambas mejillas, me dijeron que los estacionamientos sirven para guardar temporalmente los automóviles, y así evitar que sean robados por los ladrones en las calles.

 

Yo me preguntaba: ¿Por qué alguien tendría que robarse un automóvil que no le pertenece?

 

Nuevamente me llamaron estúpido por la tonta pregunta, pero después de flagelarme con una punzante corona de espinas, me dijeron que hay personas que roban los automóviles, porque codician las riquezas de otros individuos, y buscan adueñarse de esas riquezas materiales mediante el delito.

 

Yo me preguntaba: ¿Por qué alguien tendría que codiciar las riquezas ajenas?

 

Otra vez me llamaron estúpido por la tonta pregunta, pero después de escupir mis pupilas con sal yodada, me dijeron que en el Mundo existe muchísima desigualdad social y muchísima desigualdad económica, lo que obliga a que muchas personas roben las riquezas de terceros, para lograr sobrevivir en un planeta Tierra lleno de injusticia e impunidad.

 

Yo me preguntaba: ¿Por qué las personas que tienen riquezas materiales, no comparten sus riquezas con las personas que no poseen riquezas materiales?

 

Finalmente me llamaron estúpido por la tonta pregunta, y después de crucificarme en lo más alto del abismo, me dijeron que las personas que tienen riquezas materiales, jamás comparten sus tesoros con la gente más desposeída, pues vivimos en un Mundo plagado de egoísmo, apatía y corrupción, donde a nadie le importa que te jodan en la calle, y a nadie le importa que yo me joda en tu misma calle.

 

Los estacionamientos son el cruel reflejo de la sociedad putrefacta en la que vivimos, donde las lujosas camionetas americanas, las desquiciantes alarmas eléctricas, y los cigarrillos perfumados con la vileza del entorno metalizado, siempre se roban el show venezolano con la clásica medicina de la mediocridad.

 

Vivimos dentro de una sociedad capitalista en la que debemos pagar, para que no nos roben lo que previamente pagamos y compramos, aunque sabíamos que los enfermos necesitaban una silla de ruedas, y nadie quiso meter las manos en los bolsillos de sus pantalones, para pagarle la silla de ruedas al gran moribundo del estacionamiento.

 

Somos más paganos, que un cristiano arrepentido de su apostasía.

 

Nunca ayudamos al prójimo, porque nunca nos amamos a nosotros mismos.

 

Matrimonios para legalizar y evangelizar la prostitución. Engendrar hijos para satisfacer a la demoníaca presión social. Muchas noches de sexo para matar a la carne.

 

La mujer no formaba parte del plan de Dios. Sabemos que Dios solo creó al Hombre, y fue por culpa del absurdo aburrimiento y de la crisis existencial de Adán, que Dios decidió cumplirle el deseo terrenal de crear a la mujer, para que Eva calmara los impulsos sexuales de su única creación divina.

 

Nuestra misión no era sobrepoblar y saturar el Mundo, con millones de niñitos que huelen al terrible trasero del mundanismo global.

 

Era mejor pocos viviendo bien, que muchos viviendo mal. Mira a tu alrededor, y dime qué tan equivocado y machista es mi arcoíris.

 

Por eso todos somos Barrabás, no digas que no, porque todos somos San Barrabás.

 

Todos vamos a la iglesia el miércoles de cenizas. Día de consumismo religioso. No están regalando televisores Haier, no están vendiendo zapatos a mitad de precio, y no están rematando los cartones de huevos, muy por el contrario, están pintando la carita de todos los feligreses, que ni siquiera saben qué significa feligresía.

 

Vemos la estampida de animales venezolanos, que mueren por pintarse la cara con una aceitosa crucecita de cenizas, pese a que nadie quiere convertirse al arcaico evangelio, pese a que nadie quiere creer en ese supuesto evangelio, y pese a que nadie conoce los explícitos manuscritos de Nag Hammadi.

Pero con esa crucecita dibujada en la carita, los venezolanos nos sentimos dioses, lavados de los pecados sin necesidad de confesar esos pecados, y nos vamos de la iglesia con la frente muy en alto, para seguir robando al pueblo con el arte del sobreprecio y de la especulación.

 

Hoy es un buen día para romper el séptimo espejo. Rómpelo. Yo rompí mi espejo, y comprendí la verdad del Universo.

 

Jesucristo solo pidió misericordia. Mientras tenga el don de la vida brisando en mi rostro, siempre diré que Jesucristo solo nos pidió un poquito de misericordia.

 

No pidió castillos, no pidió catedrales, no pidió mansiones, no pidió maternidades, no pidió computadoras. Solo nos pidió la voluntad de ser misericordiosos, y aprender a compartir el pan, con nuestros hermanos y hermanas que viven en las calles.

 

Por falta de misericordia, los venezolanos ayunamos los 365 días del año.

 

Mami tengo hambre, papi tengo sed, un corazón de piedra grita en el amanecer.

 

Siempre me pregunté en mis tardes de melancolía, quién debería estar sentado a la izquierda de dios padre todopoderoso. Llegué a la conclusión de que el perro, es el único ser vivo que merece estar sentado, a la izquierda de dios padre todopoderoso.

 

Un perro siempre es fiel con su amo, no lo traiciona, aunque no le des comida, ese perrito no huirá de la casa, porque se alimenta del amor y cariño que le regalamos.

 

Un perro nunca morderá la mano de su dueño, nunca lo amenazará ladrándole, y nunca se olvidará del cariño recibido, porque los perros son naturalmente agradecidos.

 

Un perro no te rechazará si tienes una cicatriz en el cuerpo, no le importa que seas blanco o negro, no se burlará en tus narices, y no te discriminará, porque los perros no aman por apariencias como los Seres Humanos, sino que aman con el corazón.

 

Los perros no son como los niños, que siempre son malcriados, manipuladores y malagradecidos. Los niños no necesitan ni a la madre ni al padre, pues esas convicciones son ridiculeces llenas de egolatría humana. Los niños solo necesitan un brazo que los alimente, pudiendo renegar fácilmente de sus padres biológicos, para correr rápidamente hasta cualquier otro brazo, que les ponga el plato de comida dentro de la boca.

 

El vínculo afectivo entre un perro y su dueño, es más fuerte que el vínculo afectivo entre un niño y su madre. Es mejor dedicarle tiempo y esfuerzo a un perro, que jamás te traicionará y te brindará amor desinteresado hasta su muerte, que perder el tiempo criando a muchachitos, que tarde o temprano te cambiarán por el dinero de una tarjeta de crédito.

 

Yo no creo que el perro sea el mejor amigo del hombre, yo creo que el hombre es el mejor amigo del perro.

 

Sin importar la raza, ciertamente el perro nos regala emociones que nacen del corazón, por lo que merece estar sentado a la izquierda de dios padre todopoderoso.

 

¡Aleluya! Seamos Simón de Cirene, y aprendamos el don de la solidaridad, para que los huérfanos y las huérfanas de Venezuela, puedan regocijarse con el aliento de un buen samaritano.

 

¡Aleluya! Seamos Santa Verónica, y aprendamos el don del altruismo, para que los huérfanos y las huérfanas de Venezuela, puedan escurrir sus frustraciones en una frazada de apoyo.

 

¡Aleluya! Seamos San Sergio y San Baco, y aprendamos el don de la tolerancia, para que los huérfanos y las huérfanas de Venezuela, puedan romper el estigma y salir del armario de la oscuridad.

 

Dicen que San Agustín afirmaba que cantarle a Dios, era como orar dos veces, por lo que se aumentaba el poder de una oración. Yo creo que escribirle a Dios con el corazón abierto, es como orar tres veces, por lo que se triplica el poder de la plegaria elevada al cielo.

 

Todos queremos tener la fe de Jesús, para no claudicar en la batalla de la ansiedad, y para que los venezolanos no sean los demonios del desierto.

 

Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? Así dice La Biblia. Yo sé que Jesucristo no exclamó esas palabras, porque dios no puede dudar de dios.

 

Me dolió mucho escribir el anterior párrafo, y por culpa de la adulterada falacia bíblica, yo perdí la fe y caí en el laberinto de las drogas, pero ahora sé que en la profundidad del corazón, es el único lugar donde nace y renace a cada instante, el amor incondicional que nos juró por siempre Jesucristo.

 

Si algún día decides rezarle a un santo, rézale única y exclusivamente a Jesucristo. Solo ese Hombre es digno de admiración, de alabanza y de adoración.

 

No se justifica rezarles a santos y a santas, que no tienen ni el poder ni la autoridad, para cambiar el rumbo de las cosas.

 

Imagina que te cortas un dedo de tu mano derecha, mientras usabas un afilado cuchillo para preparar el almuerzo del domingo, y dentro de tu casa vive el tío Jesús, que es un médico especialista en curar los dedos fracturados, y que tiene todos los utensilios y todos los medicamentos necesarios, para curarte la herida de tu ensangrentado dedo.

 

Pero tú estabas peleado con el tío Jesús, y el orgullo no te permitía pedirle su ayuda.

 

Tú elegiste caminar hasta el hospital más cercano, porque desconfiabas del tío Jesús, y no pensabas que él podría sanarte la herida.

 

Te arriesgabas a desangrarte y desmayarte en la calle, te arriesgabas a que los ladrones te robaran la billetera en esa misma calle, y te arriesgabas a morir súbitamente antes de llegar al hospital.

 

El tío Jesús quería curarte y salvarte la vida, pero elegiste ser incrédulo, y por tu incredulidad no pudiste llegar hasta la puerta del hospital, y finalmente cavaste el hoyo de tu propia tumba.

 

Podemos aprender muchísimo de esa trágica historia verídica, para no cometer el mismo error que cometió Carlos Ruperto, y así poder clarificar nuestros hábitos religiosos.

 

Si dentro de nuestra casa vive Jesucristo, si dentro de nuestro corazón vive Jesucristo, y si dentro de nuestra conciencia vive Jesucristo, NO se justifica rezarles a beatos, a santos y a mártires, que viven dentro del cementerio abandonado de nuestra ciudad, y que no tienen ojos para ver, no tienen orejas para escuchar, y no tienen voz para hablar.

 

Si podemos comunicarnos directamente con Dios, que siempre nos escucha, que siempre nos observa, que siempre nos habla, y que siempre nos protege, entonces yo me pregunto: ¿Por qué vivir incomunicados rezándoles a los muertos del cementerio?

 

Te invito a confiar en Dios Padre, en Dios Hijo y en Dios Espíritu Santo. Tres nombres, pero un mismo Dios. Tres nombres, pero una misma verdad. Tres nombres, pero un mismo amor.

 

Cuidado y te acostumbras a mis palabras, porque yo soy el peor ejemplo de fidelidad.

 

Ya terminé la faena, y siendo sincero, no tengo idea de lo que escribí. Ese vagabundo usó mi prosa con alevosía, y con un poco de sábila verás la luz al final del camino.

 

Simplemente tenía ganas de desahogar mis torturas, y escribí sandeces a ciegas.

 

Por eso no envidio ni tu pan ni tu suerte, pero seguro que envidiaré tu fatal caída.

 

Te pido clemencia cuando llegue la muerte, te pido resignación cuando me queme en el infierno, y te pido perdón por Venezuela en el domingo de resurrección.

Ekologia.com.ve


 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/191648
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