Monedas virtuales y crisis orgánica del sistema del capital

16/02/2018
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Foto: vivus.es
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El surgimiento de monedas virtuales, se produce en el marco de profundas e intensas convulsiones en el sistema-mundo. En la presente reflexión se analizarán dichas convulsiones, entendidas como expresiones concretas de la crisis orgánica del sistema del capital, como dimensiones de esas crisis y como factores desencadenantes de la ruptura del sistema financiero internacional vigente en la actualidad, así como de la transición –desigual y multilineal- de un nuevo orden económico global.

 

Cabe subrayar que cada factor es indisoluble de la totalidad en virtud de las relaciones de interdependencia existentes entre los mismos, por tal motivo, su división en elementos discriminados se realiza con fines analíticos, pues se comprende que no son elementos aislados, sino que responden a la lógica estructural del sistema del capital.

 

A continuación se enumeran y se caracterizan de manera breve los factores que se consideran esenciales en el presente análisis para el desarrollo de monedas virtuales en el mercado mundial:

 

1. Financierización de la economía:

 

La inestabilidad del sistema financiero global –explícita y acentuada ante la gran recesión económica dada entre finales de 2017 y principios de 2018-, es la variable fundamental para concebir la existencia en la actualidad de las denominadas monedas virtuales.

 

La incertidumbre ante procesos especulativos, así como el deterioro sistemático de la confianza en las grandes corporaciones bancarias, determinaron la necesidad de crear nuevas formas de intercambio y de reserva de valor, ajenas al espectro del sistema monetario dominado por el dólar y por ende, con autonomía respecto a las imposiciones del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Reserva Federal de los Estados Unidos.

 

La gran recesión económica referida anteriormente, precipitada por el colapso de los mercados hipotecarios –la denominada burbuja inmobiliaria- entre finales de 2007 y principios de 2008, puso en evidencia el signo especulativo e inestable del sistema financiero internacional y significó una mutación de la arquitectura de las finanzas globales ante la quiebra de poderosas corporaciones bancarias de los Estados Unidos y de la Unión Europea.

 

La fractura de dichas corporaciones motivó la intervención de los Estados nacionales metropolitanos (en particular los de Occidente), a través de la ejecución de rescates financieros –con la inversión de sumas astronómicas- para evitar el colapso económico del sistema. Tal situación además de develar los mitos neoliberales –respecto a la capacidad de autorregulación de los mercados- demostró la vulnerabilidad del sistema financiero, el cual durante las últimas cuatro décadas, se sostuvo mediante procesos de especulación y de creación de valor artificial, sobre la base del endeudamiento hasta niveles insostenibles.

 

Pero el estallido de la burbuja inmobiliaria y la prolongación de sus efectos hasta la actualidad, constituye apenas un síntoma de la crisis orgánica del sistema del capital, en la medida en que se manifiesta como una continuidad de la crisis de 1971, la cual determinó la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods y significó la imposición de un nuevo orden económico-financiero global, signado por la financierización de la economía mundial, sobre la base del endeudamiento a escalas astronómicas mediante la emisión de hipotecas sobre hipotecas, bonos de deuda y dinero inorgánico, lo que derivó en el ascenso vertiginoso de procesos de acumulación de capital ficticio.

 

El economista argentino Jorge Beinstein (2016) ha caracterizado ese fenómeno como una distorsión orgánica del sistema, en la medida en que el capital financiero y sus derivados especulativos superaron y reprodujeron el volumen de la producción global de bienes y servicios (hasta en once veces en el año 2008), con lo cual se crearon las condiciones para el derrumbe de ese orden económico, dichas condiciones determinaron que en 2014 se produjera el desinfle de los productos derivados financieros como mecanismo para la reproducción ampliada de capital.

 

Ese desinfle financiero representó la desaparición de 220 billones de dólares americanos del mercado de valores, entre diciembre de 2013 y diciembre de 2015, con lo cual se socializaron las pérdidas a gran escala, se acentuaron los síntomas de fragilidad e inestabilidad de la arquitectura financiera y se profundizaron las alertas ante una posible implosión de la economía global.

 

El descenso vertiginoso de la economía mundial ha afectado indicadores sustantivos, cuya contracción demuestra que el orden vigente –instaurado desde el final de la II Guerra Mundial-, está al borde del colapso, el desplome del Producto Bruto Global (PBG), la contracción absoluta y relativa de las exportaciones y por ende del mercado mundial (CEPAL, 2015). La crisis no se puede comprender, sin valorar el impacto de la caída tendencial de la tasa de ganancia (fenómeno advertido por Marx en el III Tomo de El Capital), pues el déficit de plusvalía es el origen de las convulsiones más profundas del sistema.

 

Sin embargo y en coherencia con la lógica de relaciones del sistema del capital, la contracción económica no ha afectado la esencia de reproducción de desigualdades inherente al metabolismo del sistema capitalista. Los procesos de acumulación de renta de las grandes corporaciones globales se han tornado más voraces, sobre la base de la intervención sobre el valor del capital variable, es decir sobre el valor de la fuerza de trabajo y las materias primas.

 

En sintonía con las tendencias advertidas por Lenin en 1916 (en su obra El imperialismo fase superior del capitalismo), el imperialismo ha implantado un régimen en el cual se han profundizado la concentración de capitales, el intercambio desigual mediante una división internacional del trabajo cada vez más sólida y sofisticada, mediante la cual se reproduce la lógica estructural del capital de acumulación por desposesión (Harvey, 2007), así como la supresión de conquistas históricas del proletariado y demás clases subalternas, han intensificado la estructuración de monopolios y la concentración de capitales.

 

La burguesía mundial ha creado las condiciones, con base en la mundialización del neoliberalismo (a sangre y fuego en los casos en los que la coerción ha sido insuficiente), para que las economías periféricas y las clases sociales oprimidas produzcan la plusvalía que requiere el sistema para su reproducción. Sin embargo y precisamente por el carácter sistémico de las contradicciones que se desarrollan, el orden mundial actual es frágil y susceptible de cambios en su metabolismo para prevalecer (Mészáros, 2009).

 

Sin embargo, además de sus mecanismos de defensa –el sistema inmunológico para regular los flujos y reflujos de su metabolismo económico-, el capitalismo en su concreción actual se sostiene en lo que Jorge Beinstein (2016), denomina Hipertrofia Militar, entendida como dependencia exagerada del sistema de la industria de la guerra (para reavivar sus fuerzas productivas y mejorar las tasas de plusvalía mediante acciones de fuerza); y de las capacidades operativas-logísticas de la OTAN para imponer un control sobre la base de la coerción, el avasallamiento, la intimidación y la intervención directa y explícita en los procesos políticos que atentan contra la hegemonía del orden mundial dominante desde la caída del mundo bipolar de la guerra fría.

 

El contexto en el que surgen las monedas virtuales, signadas por la concentración de poder económico, político, cultural y militar por parte de la burguesía mundial, permiten inferir que las tensiones internas del sistema derivarán en una nueva arquitectura económico-financiera y en una nueva lógica de funcionamiento de los procesos de circulación, acumulación y reproducción del capital.

 

Por supuesto esos cambios no estarán exentos de contradicciones de clase. Además las condiciones estructurales que dominan el orden mundial, de desposesión para formaciones económico-sociales periféricas (reprimarizadas en sus economías) y la superexplotación de la fuerza de trabajo producirán nuevas tensiones sociales y pondrán sobre el tapete la necesidad y la posibilidad de llevar a cabo una transformación revolucionaria de la sociedad.

 

ii) Crisis de hegemonía:

 

La creación de nuevas estructuras e instrumentos financieros, estuvo determinada por condiciones histórico-sociales particulares, se trata del desarrollo de tensiones geopolíticas de alta escala que derivaron en una crisis de hegemonía sobre el sistema-mundo, mediante la cual, el complejo militar-industrial concentrado en los Estados Unidos de América ha perdido su dominio global.

 

El socavamiento de la hegemonía geopolítica norteamericana durante las últimas dos décadas, así como del dominio del Dólar Americano -en su versión post crisis de financierización reconocida como Petro-Dólar- en el sistema financiero internacional, son hechos sistémicos que representan variables fundamentales para comprender el surgimiento de las monedas digitales.

 

Sin la pérdida del dominio material y simbólico de los Estados Unidos sobre el espectro de las relaciones económicas globales, sería impensable el desarrollo de alternativas de medios de intercambio y reservas de valor autónomas del sistema financiero internacional vigente.

 

Las contradicciones dadas ante el vertiginoso ascenso de China como potencia en disputa por la hegemonía global, así como el crecimiento de su influencia en todas las regiones del mundo sobre la base de un sistema heterogéneo de alianzas, ha fracturado el orden mundial unipolar instaurado después del derrumbe del denominado bloque socialista a finales del siglo XX.

 

El avance sostenido de la estrategia de China de crear un Nuevo Sistema Monetario Internacional (Dierckxsens y Formento, 2017), cimentadas en alianzas regionales enmarcadas en una estrategia que combinó un proceso de acumulación de fuerzas y el control paulatino de posiciones clave del mercado internacional, ha cuestionado el dominio absoluto del petro-dólar, con lo cual ha resultado factible el desarrollo de monedas digitales.

 

iii) Revolución técnico-científica-informacional:

 

El dominio del capital financiero en el espectro económico mundial, derivó en la necesidad de potenciar los flujos de capital, mediante sistemas informáticos que permiten establecer circuitos con alta capacidad de almacenamiento y procesamiento de datos y con un funcionamiento que permite el uso de rangos de altas escalas en las operaciones financieras; así como el proceso de mundialización del sistema del capital –acentuado ante la caída de la Unión Soviética-, fueron los elementos que determinaron el desarrollo e instauración a escala planetaria de la denominada revolución técnico-científico-informacional, la cual ha producido una nueva racionalidad del espacio geográfico y nuevas funcionalidades para las corporaciones, los Estados nacionales (Santos, 2000).

 

Los sistemas informáticos, derivaron en cambios multidimensionales que alteraron de manera notable las relaciones sociales de producción durante los últimos 30 años, primordialmente sobre la base de la creación de nuevas formas –intangibles y de alta capacidad para el procesamiento de información- en factores de capital variable como la fuerza de trabajo y los métodos de estimación-certificación de materias primas; y en procesos sustantivos para la reproducción ampliada de capital, tales como el intercambio económico mediante canales virtuales, transacciones monetarias en grandes escalas, y el fortalecimiento de sectores como los servicios, la banca, los seguros, las sociedades de corretaje y bolsas de valores a través de sistemas informáticos.

 

El siglo XXI llegó con una nueva racionalidad, condicionada en gran medida por lo sistemas informáticos, los cuales facilitaron la interconexión de todas las formaciones económico-sociales del mundo, a una nueva lógica de mercado, en la cual han sido permeadas e incorporadas (especialmente en los centros urbanos) la totalidad de las relaciones sociales. Las transacciones electrónicas en la banca, los software contables para el procesamiento de ingentes movimientos financieros en tiempo real (tal y como sucede en las casas de bolsa), el pago de bienes y servicios mediante tarjetas de débito, crédito y a través de medios biológico-electrónicos, así como el desarrollo de inteligencia artificial para los complejos sistemas que controlan el sistema financiero, son expresiones de esa revolución.

 

Según Bonilla (2017), estamos en presencia de un cambio cualitativo y cuantitativo de enormes proporciones e implicaciones. El autor referido, en sintonía con lo vislumbrado por Milton Santos para este momento histórico, caracteriza el fenómeno como la transición hacia la Cuarta Revolución Industrial, con toda la carga material y simbólica que esto conlleva sobre las relaciones sociales, los modos de vida y la civilización humana.

 

Precisamente en esa transición –proceso y producto de la crisis orgánica del sistema del capital-, han surgido y se han desarrollado las monedas virtuales. Este tipo de instrumento financiero ha ganado terreno durante los últimos años, al punto que Estados metropolitanos (como Japón, Rusia, China, Gran Bretaña e incluso sectores muy influyentes de los EE.UU.); y periféricos (entre los que sobresale la propuesta de moneda virtual venezolana denominada el Petro), están creando las condiciones para instaurar monedas virtuales nacionales, con lo cual se configura un nuevo escenario y probablemente se generan condiciones para un sistema financiero internacional híbrido, cuyas tensiones y contradicciones tenderán a la estructuración de una nueva arquitectura en el sistema financiero global.

 

Perspectivas de las monedas virtuales

 

La existencia de contradicciones y de una crisis orgánica no significa necesariamente el colapso del régimen del capital. Lo que si se advierte en este contexto de incertidumbre, es una mutación del sistema que permita la estructuración de una nueva arquitectura para la apropiación de la plusvalía. En ese orden de ideas y en contradicción con las apologías a las monedas virtuales como instrumentos financieros autónomos respecto a las grandes corporaciones, las monedas virtuales se vislumbran como un instrumento para el desarrollo de nuevas formas de circulación, acumulación y reproducción de capital.

 

Los grandes bancos centrales del mundo de países metropolitanos, tienen en sus planes la implementación de este tipo de instrumento. En todo caso los cambios producidos por la implementación de las monedas virtuales en grandes escalas y en aparatos oficiales (lo que significa desplazar a las monedas fiduciarias y un nuevo sistema de banca adaptado a las nuevas condiciones), no serán estructurales, en la medida en que no atentan contra el régimen de producción y apropiación de riqueza , contra la división internacional del trabajo vigente, y sus procesos de acumulación de capital que le son inherentes, mucho menos contra la composición de las clases sociales o las relaciones sociales de producción.

 

De igual manera, las monedas virtuales en su lógica de funcionamiento actual, reproduce un conjunto de limitaciones que deben ser superadas para desplazar a las monedas fiduciarias (y que además contradicen las hipótesis que les postulan como instrumentos no capitalistas), entre las que se subrayan las siguientes:

 

  • Su metabolismo está condicionado por la especulación financiera.

 

  • Su movimiento está condicionado por el capital monopólico transnacional.

 

  • No presentan funciones esenciales de las monedas fiduciarias modernas, tales como: medida de valor; medio de intercambio; reserva de valor; medio de pago.

 

  • Existe la necesidad de aumentar la oferta y la velocidad de circulación, para responder a las demandas de un mercado en expansión.

 

  • Al igual que el sistema financiero actual, es vulnerable a operaciones de legitimación de capitales.

 

  • Se reproduce la tendencia a la concentración (el 95% de Bitcoin es propiedad de solo el 4% de los titulares. La mitad de la riqueza total en forma de Bitcoin pertenece a solo el 1% de todos los usuarios de Bitcoin).

 

No obstante, lo que si se avizora es el fortalecimiento y consolidación de la economía intangible, así como la instauración de un nuevo orden mundial, multipolar e inestable –una fractura del mundo unipolar dominado por los Estados Unidos-, un aumento de tensiones geopolíticas y un permanente reposicionamiento de fuerzas de los centros de poder con tendencia imperialista, aspecto que representa un riesgo latente el desarrollo de conflictos de intereses que pueden escalar desde la baja, la mediana, hasta alta intensidad entre las potencias nucleares del planeta.

 

El cambio sistémico de la sociedad –necesario ante la profundización de la injusticia y de las desigualdades, así como ante el colapso de nuestra civilización como efecto del cambio climático-, no se producirá por la implementación de un nuevo instrumento financiero, sino por la subversión de las relaciones sociales mediante una revolución social de escala global.

 

Referencias

 

 

 

  • CEPAL (2015): El nuevo estilo de desarrollo: la agenda 2030 para el desarrollo sostenible. CEPAL, Santiago.

 

 

  • Harvey, David (2007): El nuevo imperialismo. Akal, Madrid.

 

  • Lenin, Vladimir (2009): El imperialismo, fase superior del capitalismo. Ediciones en lenguas extranjeras, Pekín.

 

  • Mészáros, István (2009): La crisis estructural del capital. Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información, Caracas.

 

  • Santos, Milton (2000): La naturaleza del espacio. Ariel, Madrid.

 

 

Jorge Forero

Investigador del Centro Internacional Miranda

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/191072
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