Hay que regular el turismo antes que sea demasiado tarde

09/01/2018
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Turistas en el Vaticano
Foto: es.dreamstime.com
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Roma, Enero 2018 – Este año, tendremos a más de 3 millones de turistas por día dando vueltas en el mundo.  Este fenómeno masivo no tiene precedente en la humanidad y como de costumbre, está sucediendo con una sola una visión: el dinero.

 

Deberíamos hacer una pausa y analizar su impacto social, cultural y ambiental, y remediar esta situación, que se está tornando seriamente negativa si dejamos las cosas como están.

 

Sameer Khapoor confeccionó para Triphobo Trip Planner una lista de 20 lugares que ha sido devastados por el exceso de turismo : https://www.triphobo.com/blog/travel-destinations-ravaged-by-tourism .

 

La Antártida está alcanzando un nivel alarmante de contaminación. El famoso Taj Mahal, un monumento de amor del emperador mogol Sha Jannat en memoria de su esposa, de su brillante mármol blanco lechoso original, ha cambiado a un tono amarillo. El Monte Everest está lleno de basura dejada por  la invasión de visitantes.

 

La Gran Muralla de China ha sido tan maltratada por la invasión masiva de turistas, que ha comenzado a desmoronarse. Las famosas playas de Bali están repletas de basura, el tráfico está atascado, y las carreteras y senderos están en un peligroso estado de deterioro.

 

Machu Picchu tiene un número tan grande de visitantes que los arqueólogos están preocupados por su preservación. Una vez existía un tren a un pueblo pequeño, Aguas Calientes, para de allí continuar a pie o en mulas. Ahora se llega al enigmático bastión  sagrado Inca en autobús con aire acondicionado. Aguas Calientes es ahora un núcleo urbano de 4.000 personas, con hoteles de cinco estrellas.

 

La famosa barrera australiana de arrecifes, ya ha perdido la tercera parte de su coral. Las islas Galápagos, donde Charles Darwin concibió su famosa teoría de la selección natural, tiene  demasiados visitantes que inciden en su frágil equilibrio ecológico, por lo que en 2007 la UNESCO la colocó en la lista de sitios de patrimonio mundial en peligro de extinción. En vano.

 

El Partenón tiene tantos visitantes que sacan pedazos de roca y ruinas y dibujan en pilares antiguos, que tuvieron que ser destacados algunos policías especializados. La maravilla de Angkor Wat, en Camboya, está sufriendo la misma suerte, junto con el Coliseo en Roma, donde todas las semanas alguien es atrapado por quitar trozos de columnas o hacer pintadas en los pilares. Pero el mejor ejemplo del impacto negativo del turismo puede ser Venecia.

 

Oficialmente, la ciudad ahora tiene 54,000 residentes. Eran 100.000 en 1970. Cada año, mil residentes se van a la parte continental, porque los alquileres,  el costo de vida sigue subiendo y las hordas de turistas les hacen la vida imposible. La cantidad de barrenderos y limpiadores empleados por la municipalidad debe subir continuamente. Los barcos gigantes continúan recorriendo el delicado microsistema de la laguna, pero la  presión de sus lobbies es muy fuerte. Insisten en que sin sus trasatlánticos  fondeando en el centro de la ciudad, 5.000 puestos de trabajo estarían en peligro.

 

Existe actualmente un claro conflicto entre los que viven del turismo y los que tienen otros trabajos.  Como por ejemplo en Barcelona, donde muchos residentes ahora se manifiestan contra el turismo masivo. Venecia se convertirá en un pueblo fantasma, como el pueblo de Mont Saint Michel, la urbe medieval de Normandía, repleta de miles de visitantes, que van a ver la famosa marea de alta velocidad. Por la noche, 42 personas duermen allí…

 

Lo extraordinario es la velocidad del fenómeno desde 1950, cuando el número total de turistas era de 25 millones, dos tercios en Europa con el  29.76% de los turistas, África un mero 1.98% y Oriente Medio 0.79%, como Asia y el Pacífico. 66 años después, el número de turistas alcanzó 1.200 millones, Europa bajó al 50%, las Américas al 16.55%, África está en 4.52%, mientras que Medio Oriente está en 4.7%. Y Asia Pacífico a ahora llega al 24.2 por ciento.

 

Lo que más impresiona es ver lo que sucederá en 2030, para cual ya tenemos los datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT) de las Naciones Unidas. En poco tiempo, ascenderemos a 1,8 mil millones: cinco millones de turistas cada día. Europa vuelve a bajar, al 41%,  las Américas bajan al 14%, Asia sube al 30%, África al 7% y Oriente Medio al 8%. Un mundo totalmente invertido con respecto a 1950…

 

El turismo ya es hoy el mayor empleador del mundo: una persona de cada 11. China ha superado a los Estados Unidos como la mayor nacionalidad. En 2016, los chinos han gastado 261 mil millones de dólares, y gastarán 429 mil millones en 2020. La OMT subraya que en 2025, China tendrá 92,6 millones de familias con un ingreso entre 20.000 y 30.000 dólares por año; 63 millones con un ingreso entre 35.000 y 70.000 dólares por año; y 21.3 millones, con un ingreso entre 70.000 y 130.000 dólares. Se espera que una gran parte de ellos viaje y gaste dinero… ¿Cuántas personas hablan chino y saben algo sobre su idiosincrasia?

 

Sin embargo, cualquier otra consideración aparte del dinero, está totalmente ausente en este debate. Por ahora, una gran parte de los trabajos, es solo temporario estacional y mal remunerado. La mayor parte del dinero no se queda en el lugar donde se gasta, sino que se reintegra a las grandes empresas y en alimentos importados para los hábitos del turista. Se calcula que en el Caribe, un 70% retorna a EE. UU y Canadá.

 

La cultura y las tradiciones cambian a medida que llegan los forasteros. La cultura y las tradiciones locales se convierten en un espectáculo para los extranjeros y pierden sus raíces. Los hoteles están construidos solo para el turismo, en los lugares más bellos, con la naturaleza y hábitats degradados. Los precios aumentan en las tiendas locales, porque los turistas a menudo son más ricos que la población local.

 

Basta ir a una localidad que está fuera de los circuitos del turista para ver la diferencia. De hecho, ahora hay una creciente búsqueda de lugares “intactos”, diferentes de los “lugares turísticos”. Un restaurante turístico se ha convertido en sinónimo de mala comida y precios altos. Y un lugar turístico es aquel que ha perdido su identidad para adaptarse a las demandas del turista.

 

La proliferación de Mc Donald, Pizza Huts y otras fast food (comidas rápidas), a menudo en las partes más bellas de las ciudades, empujó a Carlo Petrini a Bra, un antiguo pueblo piamontés  con tradición gastronómica, donde inició un movimiento llamado Slow Food (comida lenta), que defiende la frescura del producto, que debe ser local, preservar las cocinas originales y tradicionales y defender los artículos locales de la homogeneización en curso. Ahora cuenta con más de 100.000 miembros en 150 países, que defienden la identidad contra la globalización.

 

Florencia también puede ser un buen ejemplo de cómo el turismo arranca la identidad y la tradición local. Desde el Renacimiento fue un lugar de arte y cultura. Era una visita obligada para los turistas cultos y los antepasados de los turistas de hoy: alemanes, británicos y franceses hasta la Segunda Guerra Mundial. Una ciudad elegante, de anticuarios, tiendas de arte, artesanías, con la muy reconocida cocina florentina.

 

Ahora está llena de tiendas de turistas, tiendas de jeans, de artesanías baratas y homogenizadas, una gran cantidad de pizzerías y restaurantes turísticos.

 

El conserje del clásico Hotel Baglioni, cuando le preguntaron sobre la decadencia de la ciudad, tuvo una respuesta simple: “Señor, somos una ciudad de mercaderes. Inventamos las letras de cambio, los bancos y el comercio internacional. Aquí venían personas que buscaban arte y antigüedades. Hoy estamos inundados de personas que quieren comprar blue jeans y cosas baratas. Proporcionamos lo que la gente quiere”.

 

También para los que viven en Roma, la célebre calle vía del Corso ha sufrido la misma transformación.

 

Da miedo pensar lo que sucederá en el no tan lejano 2020, cuando 100 millones de chinos viajarán por todo el mundo, con Europa como  destino principal. Quien reciba un visitante chino,  o de una cultura diferente, sabe lo difícil que es para él entender lo que ve. Entre los principales edificios artísticos europeos están las iglesias, las que para una religión totalmente diferente, son lugares extraños. No tiene sentido para un chino distinguir lo que es románico o barroco, ya que no tienen ningún equivalente en casa. Actualmente el recorrido turístico clásico es de aproximadamente una semana, en el que ven al menos 5 ciudades.

 

Esto equivale a que un europeo visite los templos en el Tíbet sin haber estudiado el budismo tibetano, que es muy diferente de otras ramas del budismo. O bien que visite los templos egipcios sin ningún conocimiento al menos de la cosmología egipcia, los reinados de la muerte y el Panteón de los Dioses. Lo que recordará es el tamaño de las pirámides, el olor del incienso en los templos budistas y otra mera impresión estética. Eso no tiene nada que ver con la cultura y el arte.

 

Al hablar sobre los impactos negativos del turismo, se abre inevitablemente la cuestión del clasismo. Cuanto más culto se es, más se puede obtener de los viajes. ¿Significa eso que solo las personas cultas deberían viajar?

 

Hasta la segunda guerra mundial, ser culto también significaba ser opulento. Hoy en día los dos conceptos se han dividido, puede ser que para siempre. ¿El turismo no es una forma de enriquecer y educar, por lo que por el contrario,  debería ser una herramienta importante para los menos instruidos?

 

No creo que exista una respuesta fácil a este problema. Lo que sé es que solo una pequeña minoría de aquellos que visitan la Capilla Sixtina en el Vaticano, el Palacio Potala en Lhasa o el valle de los reyes en Egipto, llevan un libro en sus manos, que han comprado para prepararse.

 

Dependen de sus guías turísticos, que confiesan que ni siquiera intentan enseñarles, sino tan solo exponer lo que los turistas pueden entender. Eso significa que al visitar la Capilla Sixtina, es muy difícil moverse, mientras los vigilantes intentan desplazar a la gente, para hacer avanzar la fila de turistas. Entre esa multitud, hay algunas personas que pueden distinguir la diferencia entre Michelangelo y Matisse, los que sin duda sacarían provecho de un poco más de tiempo, mientras que esto es irrelevante para los demás.

 

Está claro que no se debe permitir que 1.800 millones de personas deambulen en el mundo sin introducir algunas regulaciones globales sobre cómo limitar los aspectos negativos del turismo y relacionarlo no solo con el dinero, sino con la educación, la cultura y el desarrollo personal.

 

Entrar en contacto con diferentes culturas, civilizaciones, alimentos, hábitos y realidades debe ser una ocasión que no debe limitarse solo al dinero. Una paradoja es que estamos rechazando a los inmigrantes, debido a las diferencias culturales, pero aceptamos gustosamente a las mismas personas si vienen como turistas y no como refugiados.

 

Y la otra paradoja son las dos mundos paralelos que coexisten: uno, el real, sobre la pobreza y la violencia que leemos en los periódicos y el otro del mismo lugar, que existe solo para turistas, sobre las hermosas playas, la maravillosa naturaleza y los fantásticos hoteles.

 

Ahora ya se puede visitar el Vaticano después de su cierre, si paga la modesta tarifa de 100 euros por persona, para hacerlo tranquilamente, en grupos pequeños.

 

¿El futuro del turismo está hecho con dos pistas, donde el dinero será el factor divisorio? Es obvio que debemos vincular el turismo con la educación y la cultura. Una propuesta es simplemente pedirle a cada turista, cuando compre una excursión, un boleto de avión o solicite una visa, que compre y lea un libro muy simple y esquemático (no existe hasta ahora), donde en no más de 10 horas puede leerse y entender lo que él o ella va a visitar. Una pequeña comisión formada por un profesor de historia, uno de geografía y otro de arte, se establecería en cualquier ciudad pequeña o grande, donde vive la gran mayoría de la población. En todas ellas hay escuelas con estos estudios.

 

Realizarían un pequeño examen, cobrando una pequeña tarifa por un certificado para justificar su trabajo extra. Los turistas pueden elegir ir a la comisión o no. Algunas preguntas extremadamente simples tales como: ¿Cuál es la capital de los países que va a visitar? ¿Es un país independiente? ¿Es una monarquía o una república? ¿Cuáles son sus fuentes de ingresos? ¿Sus monumentos y arte tienen diferentes momentos en la historia?

 

La comisión otorgaría dos certificados. Uno daría acceso a museos y monumentos durante las primeras dos horas del día, donde solo a aquellos con un certificado podrían ingresar. Después de esas dos horas, todos los con dos certificados pueden ingresar. Pero esto les permitiría a aquellos que pueden entenderse y enriquecerse a sí mismos, pasar un tiempo en paz y tranquilidad.

 

Esto crearía dos pistas de turismo, no basadas en dinero, lo que podría generar un efecto de demostración, donde los turistas probablemente dedicarían algún tiempo a prepararse.

 

Le pregunté a un ex director general de la UNESCO qué pensaba de una propuesta semejante. Su respuesta fue: es una gran idea, pero ¿dónde está la voluntad política para apoyar esto o algún acuerdo internacional a este respecto?

 

Roberto Savio

El periodista y  economista  ítalo-argentino, Roberto Savio  fue cofundador y director general de Inter Press Service (IPS), de la que ahora es presidente emérito. En los últimos años fundó Other News. También es asesor del Consejo de Cooperación Global y de INPS-IDN,  la agencia insignia del International Press Syndicate.

 

http://www.other-news.info/noticias/2018/01/hay-que-regular-el-turismo-antes-que-sea-demasiado-tarde/#more-14416

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/190244
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