Bolivia: la lucha por el poder en lo interno, y por la salida al mar en lo externo

04/01/2018
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En 2018 se agudizará en Bolivia la batalla por el poder entre el bloque indígena-campesino-obrero y popular liderado por el presidente Evo Morales, y una heterogénea oposición político-mediática respaldada por Estados Unidos y los medios hegemónicos, que en 12 años de gobierno trató de desestabilizar y derrocar al gobierno constitucional, pero que no ha mostrado capacidad para presentar a la ciudadanía una propuesta alternativa a la del gobierno

 

En la madrugada del primer día del año, Morales vaticinó un fallo favorable por parte de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) a la demanda marítima de Bolivia contra Chile, lo que significaría un gran triunfo y un empujón a su reelección presidencial Bolivia pide que Chile se avenga a una negociación de buena fe y con efecto vinculante en la perspectiva de recuperar la calidad marítima que tuvo entre 1825, cuando se declaró independiente de España, y 1879, cuando fuerzas chilenas invadieron su entonces puerto de Antofagasta.

 

Bolivia demanda un corredor soberano desde su territorio soberano y un litoral de unos 20 kilómetros lineales en el Océano Pacífico. Es el problema de la mediterraneidad boliviana desde hace 148 años, a la que Morales intenta dar otra solución con la construcción de un tren bioceánico (estuvo recientemente en Suiza y otros países europeos en busca de financiamiento de 10 mil millones de dólares para el proyecto), que uniría el puerto de Santos, Brasil (en el océano Atlántico) con el puerto de Ilo, Perú (en el Pacífico), pasando por Bolivia.

 

El que se inicia será un año y tira y afloje, porque elecciones generales serán en 2019. La construcción de una relación de fuerzas para la materialización de cualquiera de los dos proyectos en disputa será resuelta, principalmente, en otros escenarios distintos al electoral, aunque también, como ocurrió en períodos anteriores, tendrá su final en la disputa electoral.

 

Uno es un bloque en el poder que, después de doce años, necesita reinventarse –rectificando todo aquello que deba rectificar y afianzando todos sus aspectos positivos-, para preservar el poder político conquistado; el otro no está constituido como tal, pero con grandes posibilidades de lograrlo con el apoyo de Estados Unidos, y aspira a recuperar su condición de clase dominante del que fuera desplazado en 2005 luego de 181 años en el poder, señala el exministro de Gobierno Hugo Moldiz.

 

Desde el propio gobierno se reconoce una cierta desaceleración del proceso de cambio desde 2010, pero las relaciones de fuerza todavía le son favorables a la revolución boliviana que el 18 de diciembre cumplió doce años, considerando que el nivel de aprobación del primer presidente indígena se mantiene alrededor del 60% pese a las estrategias desplegadas para destruir su imagen y credibilidad.

 

La derecha no es la misma que en el período 2010-2015. Desde la derrota en el referéndum del 21 de febrero de 2016, las diferentes oposiciones, partidarias y mediáticas, a las que se han sumado las denominadas plataformas ciudadanas, fundaciones y ONG con financiamiento externo, en especial de las agencias del gobierno estadounidense sienten que este es el momento de finalizar con el proceso de cambio, cuando los medios hegemónicos proclaman el fin del ciclo progresista en América Latina.

 

Los analistas se preguntan si la relación de fuerzas es un preludio de una coyuntura política venidera caracterizada por una nueva crisis estatal que ponga en entredicho todo lo que se ha hecho en doce años de un gobierno de izquierda. ¿Estamos en Bolivia en proximidades de atravesar la quinta crisis estatal de nuestra historia, cuya resolución devendrá de una nueva confrontación política y social?, se pregunta Moldiz.

 

Pero hasta el momento fueron desnudadas y derrotadas la conspiración orquestada por funcionarios de la embajada estadounidense con los grupos conservadores de la oligarquía local residentes dentro y fuera del país, las falacias de los poderosos medios de comunicación y opinadores oficiosos y una oposición política carente de una propuesta coherente que signifique superar la estrategia nacionalista y antiimperialista ejecutada en los últimos doce años.

 

Mientras, la conexión de Morales con todos los sectores populares y las regiones del país se ha incrementado con visitas diarias a todos los rincones del país, la presencia de los movimientos populares a través del Pacto de Unidad (campesinos, indígenas de oriente y occidente, mujeres campesinas, colonizadores y juntas vecinales) y de la Coordinadora Nacional por el Cambio, que incluye a los sindicatos y la Central Obrera Boliviana (COB).

 

Estas organizaciones se han afianzado como soporte movilizado del pueblo, las masivas concentraciones realizadas en los últimos tres meses en todas las ciudades de Bolivia apoyando el liderazgo del presidente y finalmente la determinación del Tribunal Constitucional que habilita la candidatura de Evo para las elecciones de 2019, marcan las tendencias del proceso político.

 

Moldiz habla de la existencia de una interrelación dialéctica entre liderazgo, fuerza organizada del pueblo y un proyecto posneoliberal exitoso, que puede tener momentos de crisis -que sería un grueso error subestimarlos-pero que se mantiene firme estructuralmente. La derecha parece haber aprendido que el gobierno ya no se captura por golpes de estado o buenas campañas de propaganda electoral, sino que fundamentalmente, tomando la calle. Y de allí el anuncio de una presencia permanente en las calles y un paro para el 21 de febrero.

 

La oposición sigue dispersa y la realidad es que carece de una figura que cohesione y condense a la heterogénea masa de descontentos, se suman señales de dispersión y la resistencia real al surgimiento de nuevos actores políticos –jóvenes y mujeres organizados por agencias estadounidenses - para subordinarse a los viejos rostros del neoliberalismo.

 

El gobierno tiene un camino allanado para la repostulación de Evo Morales en 2019 luego de que el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) declarara procedente el recurso abstracto de inconstitucional. Pero, eso no es suficiente. Las batallas se librarán en otros escenarios tan importantes como el institucional: las calles, el mediático, el internacional y el electoral.

 

Estabilidad y avance económico

 

Bolivia es en la región el país que mejor comportamiento económico mantiene desde hace varios años y la distribución de la riqueza ha generado un proceso de igualación social importantes. Los jóvenes –que no vivieron la época anterior al 2005- son los menos sensible a los logros del gobierno y más permeables a la campaña de la oposición.

 

Las previsiones de los economistas neoliberales de que la economía boliviana se desplomaría entre 2016 y 2017 han sido desmentidas por la realidad: las actividades productivas, comerciales y de servicios han incrementado su dinámica, se crearon más de veinte mil nuevas empresas, hay ganancias record de la banca, una sensible reducción de la tasa de desempleo y el PIB que tuvo un crecimiento de 4,3% en 2016 y superior al 4% en 2017.Esto se complementa con la reducción en más del 20% de los niveles de pobreza y extrema pobreza y con el salario mínimo que se incrementó (de 400 a 2000 bolivianos) de 2005 a 2017

 

Sin duda, la nacionalización de los hidrocarburos el 1 de mayo de 2006 y la recuperación de empresas estatales, ha permitido que los importantes excedentes económicos sean redistribuidos entre toda la población, especialmente la más necesitada, y que se realicen inversiones importantes en carreteras, infraestructura, proyectos de salud y educación y transferencias a las gobernaciones, municipios y universidades. En 2017 se puso en funcionamiento la planta de producción de urea y amoniaco, que se suma a las dos plantas separadoras de líquidos del gas.

 

 

Sullkata M. Quilla

Antropóloga y economista boliviana, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

https://www.alainet.org/es/articulo/190130
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