Hablemos de la crisis. Noticias inconexas

29/12/2017
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La vida de cada uno de nosotros ha sufrido un importante cambio. Lejos nos resultan aquellos días de bienestar económico, del dólar a Bs. 2.30, de comer en restaurantes o tomar taxis sin preguntar el presupuesto y de a poco, aunque se sienta de a golpe, hemos llegado a este estadio actual.

 

Mi quincena, como asumo la mayoría de las suyas no compra nada. Puedo medirla en pocos litros de refresco, en uno o dos kilogramos de azúcar, en un cuartico de litro de aceite de carro. Sin duda, en cosas incapaces de satisfacer las necesidades de mi vida.

 

Si lo aclaro es que no niego la crisis ni vivo en un mundo donde los privilegios me protegen de la realidad. Vivo, como creo que vive la mayoría de la gente que trabaja por un salario en bolívares.

 

El mundo en este momento me resulta sólo conociendo esta distinción, las personas que ganan en bolívares y las personas que tienen, ganan o reciben, dólares. Los primeros verán, medie el aumento general o el ascenso particular, la realidad como un tiempo donde a igual o a mayor trabajo recibirán menor remuneración mientras que los segundos, cada vez con un menor capital tendrán un mayor poder adquisitivo. Esto es un motor de todo lo que estamos viviendo. Las migraciones, la especulación y en definitiva, la dependencia nacional.

 

Las caras enrojecidas, las cadenas violentas por medio del Whatsapp, los cantos desesperados en el Twitter hablan de estas cosas que hemos dicho: con los bolívares ya no se compra nada y tomando la idea de Pepe Mujica, al final para el trabajador el dinero no es sino el instrumento mediante el cual transforma su vida en cosas, la casa que compra, el zapato que quiere, etc.

 

También, de manera más o menos uniforme el ambiente político vive el duelo de la muerte del realismo mágico en el que veníamos viviendo. No ocurrió que tras el más duro de los años descendiera San Nicolás y solucionara en una semana todo lo que en el año no pudo enfrentarse.

 

Diciembre apareció así, confuso, triste, apagado. Sin ser una tregua en el deber de tener como rutina la multiplicación de los peces de Cristo y sin que, para enfrentar las necesidades socialmente acostumbradas se produjera el milagro de Canaán ni bajaran del cielo regalos que dejaron en el Caribe un hombre halado por renos.

 

Era el diciembre de un año que tenía muchas características particulares, tristes en su mayoría, a las cuales queremos referirnos.

 

Somos un país bloqueado

 

No ha conocido Venezuela desde el año 1902, también a finales, un periodo histórico con mayor insolencia que este. Las decisiones sobre Venezuela, que de por sí, desde el concepto contradicen al derecho internacional se han acumulado.

 

Desde la OEA hasta la ONU pasando por la conformación de un bloque regional y unos ejercicios militares en nuestra frontera es absolutamente evidente que Venezuela sufre un acoso internacional que se fue complicando en los últimos años.

 

La diplomacia es el arte de hablar entre líneas y en tal sentido, las sanciones son la alerta a todos los inversionistas que deben abstenerse de venir a Venezuela o sus intereses serán afectados.

 

Estados Unidos y la Unión Europea dictaron medidas de prohibición de comercio con Venezuela así para los titulares hayan dicho que las medidas son contra fulano o mengano o tan sólo en un ámbito de la economía. La intención es simple, ahuyentar a los posibles aliados.

 

La situación es tan severa que la República ha tenido dificultades para cancelar los salarios del cuerpo diplomático que sirve en Europa y en Norteamérica. Asunto que no ha merecido mucha prensa porque hemos pasado el año lidiando con asuntos de mayor dimensión.

 

El comercio internacional es un área multifactorial donde existen como en el mercado interno poderosos grupos que controlan las principales actividades, ya hablemos de las compras, del financiamiento, del traslado o del uso de los puertos. Áreas donde antiguos países fundamentales para la normalidad económica venezolana se han declarado beligerantes en contra del proceso bolivariano, como Panamá y Colombia.

 

Me atrevo, en base a estos elementos anteriores, a intentar mirar el mundo de hoy en base a capítulos que ya se han vivido porque para mí no existe ninguna duda que lo que enfrentamos es la reedición del periodo especial que vivieron los cubanos.

 

Un momento donde su principal aliado se vio mermado, Estados Unidos logró demostrar su fuerza y la isla sufrió.

 

Un período que la Guerra Fría, con su enfrentamiento entre Moscú y Washington supo cobrar las bajas fuera de las fronteras de los enfrentados, en un pequeño país socialista.

 

Si usted cree que esto es comparable, como yo lo pienso, podrá observar cómo se va creando un discurso con mecanismos idénticos –la OEA o las sanciones- y las mismas acciones benévolas como sacar a los niños en avión para favorecer una especie de síndrome de Estocolmo nacional.

 

Si lo pensamos así observaremos que una de las cosas que más nos afectan es precisamente la falta de categorización y de titulación de lo que estamos viviendo. El período especial pasó, como aquí pasó el paro petrolero, pero ¿Cómo se llama esto que estamos sobreviviendo?

 

Al no tener nombre parece difícil poder construir en nuestra mente la claridad que se va a acabar. Esto no se obtiene con el genérico epíteto de Guerra Económica, que, como el conflicto israelí-palestino obvia que solo hay muertos en un bando, así como la fundamental faceta internacional a la que estamos haciendo referencia.

 

Somos un Continente en recesión

 

Parece al leer la prensa, incluso la nuestra, que a Venezuela le cayeron las siete plagas de Egipto al tiempo que el resto del Continente disfruta sus mejores horas. Esto es falso y nos lleva a revisar algunas líneas discursivas que hemos mantenido.

 

El Continente no se encuentra gobernado por buenos y/o malos como si se tratara de un comic de Marvel. El Continente vive un proceso prolongado de recesión que es enfrentado desde las posturas ideológicas y los intereses de cada uno de los gobernantes.

 

Pongamos como ejemplo el caso argentino.

 

Hemos visto algunas noticias, principalmente enfocadas en la represión, que narran el convulso mes de diciembre en Buenos Aires donde el Ejecutivo Nacional acaba de anunciar una reforma del sistema de pensiones que dejará a los ancianos con una reducción atroz en sus ingresos. La medida ha generado un rechazo impresionante por tocar un sector de alta vulnerabilidad.

 

La reducción de ingresos de los pensionados se enmarca en un momento donde el dólar, sin que exista la fulana página, ha pasado a valorarse en 19, 20 pesos cuando, al momento de entregar la presidencia Cristina Kirchner, costaba 9 pesos.

 

Eso en un momento en el que se aplican en el país una serie de medidas que nosotros no hemos enfrentado como un sistema permanente de aumentos de los servicios públicos que muerde duro el ingreso individual. En ruidoso contraste con nuestro país donde hemos venido viviendo de una congelación del precio de los servicios públicos, de la exención del pago del Impuesto sobre la Renta para las grandes mayorías, el aumento numérico y en los conceptos que reciben los pensionados y las pensionadas, etc.

 

Con este escenario en Argentina el conflicto epistemológico se centra en si la recuperación económica prometida se está dando o no y quién se recupera. Los avances que había tenido en un país tan distinto al nuestro, cuya realidad habla por ejemplo, de un tejido industrial que nosotros no tenemos parece ir marcha atrás por las políticas en economía y conflicto social que reeditan los tiempos de la dictadura.

 

Si eso es cierto, pienso que tenemos que ver que el Continente tiene un decrecimiento y un tambaleo que se esconde con el ruido que se hace al acusar a Venezuela y sumiendo a los países en profundas y dolorosa crisis como la que se acaba de destapar en Perú donde el desahuciado Presidente, a cambio de no caer, resucitó a uno de los personajes más oscuros que ha habido en el Continente.

 

La búsqueda de las respuestas

 

En los últimos días, como lo explicaba Diosdado Cabello en la última edición del Mazo Dando, la estrategia en contra de la Revolución se centra en promover los conflictos entre nuestros propios espacios. Es evidente que al salir del juego político la oposición se fue a sentar en una sillita a ver cómo procedemos a desgastarnos.

 

Todos los problemas ahora se centran en el traslado de la responsabilidad de la base al vértice al que se le exige respuestas, que, en tiempo ordinario pudieron darse de forma eficiente.

 

Se trata, dicen algunos, del reclamo por las promesas que no se han cumplido.

 

Las promesas incumplidas son, lamentablemente, el fuego de las campañas electorales, lo mismo Macri ganó en la Argentina prometiendo que los que habían llegado con Cristina a ser clase media podrían saltar el escalafón y ser definitivamente clase alta, que, Trump ofreció hacer grandiosa nuevamente a América y terminar las aventuras guerreristas de los Clinton.

 

Por terrible que resulte, esto no es una situación novedosa en la política. Ciertamente el módelo Chávez nos acostumbró a que, de tan sólo decretarse, las cosas cambiaban. Aunque tengamos archivados algunos temas que no lograron concretarse nunca como la independencia de la industria nacional de pañales o la soberanía alimentaria, saboteada, detenida o pospuesta según las verdades que con el tiempo iremos conociendo.

 

Existe un problema en el modelo de comunicación de las medidas y de la explicación de los fenómenos que estamos enfrentando. No existe alguna manera de sostener que, la alerta del recrudecimiento del bloqueo alimentario debió haberse hecho, no por el Presidente sino por las autoridades responsables antes de estas fechas pero existe una evidente utilización política del problema.

 

¿El Nacional hablando que el CLAP –cuya existencia niegan- se ha atrasado? ¿La Patilla obsesionada con el Pernil luego que difundieron hace unos meses que, por decreto de la Asamblea Nacional, el Presidente de la República había abandonado su cargo? ¿Juan Pablo Guanipa reconociendo que las instituciones que niega son responsables del inédito apagón?

 

El problema nacional viene mutando en la dimensión que tiene. Por un lado, es más personal que nunca antes. Todos los años, hasta en los mejores tiempos de Chávez o en el periodo saudita de la Venezuela Petrolera, existió población en pobreza crítica que no comió hayacas pero este año los descubrimos.

 

Los descubrimos porque el problema nos los han trasladado de la dimensión pública a la privada. Con el juego con la moneda han logrado imponer que el trabajo individual o familiar es incapaz de ser la respuesta. El escenario está diseñado. A los venezolanos, en su discurso, no les queda sino humillarse.

 

¿Humillarse? Ahora parece que tiene más sentido aquello de la foto que se viraliza con un puñado de venezolanos rogando ayuda o abrazos en algún país extranjeros o la retórica que dice que cualquier alternativa de abastecimiento promovida por el gobierno atenta contra el decoro personal.

 

Recuerdo con cariño en este momento el viejo refrán que le gusta tanto a la gente en Coro, aquello de que “el que no pila maíz, no come arepa”.

 

Si dejamos que nos compren con la idea que la situación que vivimos es culpa graciosa, voluntaria de otros que disfrutan con nuestra suerte, que somos incapaces de hacer algo por el país que vivimos, por la mesa en la que comemos, por el barrio en el que somos, se habrán comido la Revolución entera.

 

La Patria como lo decía Alí Primera es el hombre y Chávez, como lo gritó a sus siete avenidas, no es un Presidente o un Ministro sino un pueblo que enfrenta tormentas.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/190123
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